La
esquizofrenia (del
griego clásico σχίζειν
schizein ‘dividir, escindir, hendir, romper’ y φρήν
phrēn, ‘entendimiento, razón,
mente’) es un diagnóstico psiquiátrico que abarca un amplio grupo de
trastornos mentales crónicos y graves, caracterizado a menudo por conductas que resultan anómalas para la comunidad y una percepción alterada de la realidad.
[1] La esquizofrenia causa además alteraciones en varios aspectos del funcionamiento psíquico del individuo, principalmente de la
consciencia de realidad, y una desorganización neuropsicológica más o menos compleja, en especial de las
funciones ejecutivas, que lleva a una dificultad para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas, y una significativa disfunción social. Entre los síntomas frecuentes, están las creencias delirantes, pensamiento confuso, alucinaciones auditivas, reducción de las actividades sociales y/o aislamiento.
Los síntomas de la esquizofrenia suelen comenzar en adultos jóvenes y aproximadamente 0,4-0,6 % de la población se ve afectada.
[5][6] Una persona con esquizofrenia, por lo general, muestra un lenguaje y pensamientos desorganizados,
delirios,
alucinaciones,
trastornos afectivos y
conducta inadecuada
Los estudios sugieren que los principales factores de riesgo son la predisposición
genética y factores perinatales. Además, algunas circunstancias socio-ambientales, el aumento de la edad de los padres,
[8] ciertos medicamentos y el
uso recreativo de drojas[9] parecen provocar o empeorar los síntomas. En un subgrupo de pacientes esquizofrénicos, la
enfermedad celíaca o una anomalía en la absorción intestinal, podrían ser causantes del desarrollo de la esquizofrenia.
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