Este hombre a mediados de los noventa ya era euroescéptico convencido y avisaba de las consecuencias que traería el euro y todos lo tacharon de loco y retrógrado, denunció las privatizaciones de empresas públicas para colocar amiguetes en los consejos de administración muchos años antes de que se empezara a hablar de las puertas giratorias, renunció a su pensión vitalicia como ex-parlamentario porque decía que para él ya era suficiente con su pensión de maestro de escuela, etc.
Se puede estar en desacuerdo con sus ideas, pero sólo por su honestidad y por decir verdades incómodas como puños se merece todo el respeto. Hay que ser muy lerdo para alegrarse de su fin. No volveremos a ver políticos como él.