Ese es el verdadero problema, que mires donde mires no hay por donde coger la clase política española. Es un país al que se llega a posiciones de poder por afinidades políticas e intrigas, no por mérito y capacidad. La Administración española tiene una sobrecarga escandalosa de mandos intermedios que además carecen de la experiencia y la preparación necesaria para decidir sobre haciendas y vidas. No hay ninguna diferencia entre izquierda, derecha y demás franquicias, ni entre norte, sur o territorios de ultramar, es un hecho diferencial muy iberoamericano. Tampoco es ajeno a ello el terrible nivel de las universidades españolas, que deberían reformarse a fondo para que dejen de ser el refugio de ex-maridos reales o para que los pocos elementos buenos que tienen deban buscar un segundo trabajo.
Por ejemplo, miras los currículums de los mandatarios alemanes o suizos y tiran de espaldas. Allí a la Universidad no llega cualquiera, ni para aprender ni para enseñar, es un sistema muy elitista, y a la Administración pública solo llegan los mejores. Es impensable para ellos votar un partido que no tiene a los mejores en sus listas, miran mucho la preparación de sus representantes públicos. Por ejemplo Pablo Iglesias jamás hubiera sido profesor en Alemania, no tiene currículum, e Irene Montero debería explicar por qué si sacó un 9 en su carrera de psicología no ha llegado a ejercer nunca o al menos aprobar una oposición (si no encontraba trabajo pese a ser tan brillante podía probar en la Administración pública que también es válida para coger experiencia si pretendes llegar tan alto como ella).
El ‘cum laude’ Pablo Iglesias ni pasó el corrector: tiene más de 630 faltas en su tesis doctoral
Lo mejor que nos puede pasar es que nos intervengan y pasen la tijera de podar de una vez por todas. Si lo hubieran hecho cuando Zapatero nos llevó a la ruina nos hubiéramos ahorrado todo este calvario, muertos incluídos.