Sr. Pérez
Madmaxista
Poco podía adivinar hoy yo que iba a encontrarme en la butaca de al lado a lo más granado de esta Aghpaña nuestra. Pues sí, un día es un día, y así a lo loco he cometido el error de palmar casi 9 pavos en una entrada de cine. Primer error.
Segundo error. He ido a una sesión de hora punta. La de noche en un cine de estos de ir a cenar hezca grasienta y después palmar otro tanto en una peliculina más sus palomitas (increiblemente ahora ya el combo famoso de palomitas y cocamierda vale lo mismo que la entrada). Sí, hacía mucho que no iba al cine.
Total, apoquino del fondo de reptiles (era eso o una orgía con pilinguis y cocaína), y me siento con un amiguete que hacía rato que no veía a ver la peli. Como las entradas son numeradas, ocupamos nuestra localidad y en lugar de cambiarnos (había sitio de sobra) a unas en las primeras filas al ver que iban a quedar vacías como solíamos hacer antes, nos quedamos en nuestros sitios. Tercer error.
Al lado tenía a un orgulloso padre, su alegre pequeñuelo y me parece que la dilecta también. Empieza la proyección. No pasan 10 minutos y el alevín empieza con las preguntas. Angelíco, ¿cómo explicarle lo que es la SGM y el predicamento de los carristas norteamericanos, los primeros síntomas del síndrome de estrés postraumático, lo fruta que es la guerra o el animal que todos llevamos dentro?
¡No se puede copón! Por eso pone, bien clarito, a la entrada: NO RECOMENDABLE PARA MENORES DE 16.
Y si se puede, melón, no lo haces en mitad de una sala de cine.
Pero bueno, por la paz una misa, después de todo es una peli de guerra, no debe haber mucho que oir en una de guerra, a parte de los tiros y tal. Detrás está la señora diciéndo "ay qué guapo el Brad Pitt", y más allá el cenutrio de las palomitas. Sonreír y ya se cansará. Cuarto error.
No se cansa, el niño sigue preguntando y el papá con el puñetero visionado comentado. A media película, cuando resulta que, cachopo, sí que hay alguna cosa que oir, y que la atmósfera es bastante importante para la peli, se le solicita amablemente al papá que, por favor, cierre el puñetero buzón. ¿Se creerán que lo hace? ¿Que le da vergüenza verse recriminado? ¿Qué corrido y avergonzado, aprovecha para enseñar a su vástago la primera y más importante lección de la vida: que hay que respetar a los demás?
Y UNA fruta hez
Todavía se me encara y me dice: "Yo he pagao mi entrada y tengo derecho a hacer lo que me dé la gana".
¡JOJOJOJOJO y JO!
Así va el país. "Derecho" dice. Tiene "Derechos" el mandril. Todavía le digo que no, que pagar hemos pagado todos y que lo que hemos comprado también es el derecho a oir la peli, y ahorrarnos sus explicaciones. Ahí no ha sabido muy bien qué decir. Pero vamos, tampoco ha cesado el cuchicheo, aunque el peque, mucho más inteligente que su papá, ha moderado bastante el ritmo de sus preguntas.
Ale, ya me he desahogado. No vuelvo al cine en otro lustro.
Segundo error. He ido a una sesión de hora punta. La de noche en un cine de estos de ir a cenar hezca grasienta y después palmar otro tanto en una peliculina más sus palomitas (increiblemente ahora ya el combo famoso de palomitas y cocamierda vale lo mismo que la entrada). Sí, hacía mucho que no iba al cine.
Total, apoquino del fondo de reptiles (era eso o una orgía con pilinguis y cocaína), y me siento con un amiguete que hacía rato que no veía a ver la peli. Como las entradas son numeradas, ocupamos nuestra localidad y en lugar de cambiarnos (había sitio de sobra) a unas en las primeras filas al ver que iban a quedar vacías como solíamos hacer antes, nos quedamos en nuestros sitios. Tercer error.
Al lado tenía a un orgulloso padre, su alegre pequeñuelo y me parece que la dilecta también. Empieza la proyección. No pasan 10 minutos y el alevín empieza con las preguntas. Angelíco, ¿cómo explicarle lo que es la SGM y el predicamento de los carristas norteamericanos, los primeros síntomas del síndrome de estrés postraumático, lo fruta que es la guerra o el animal que todos llevamos dentro?
¡No se puede copón! Por eso pone, bien clarito, a la entrada: NO RECOMENDABLE PARA MENORES DE 16.
Y si se puede, melón, no lo haces en mitad de una sala de cine.
Pero bueno, por la paz una misa, después de todo es una peli de guerra, no debe haber mucho que oir en una de guerra, a parte de los tiros y tal. Detrás está la señora diciéndo "ay qué guapo el Brad Pitt", y más allá el cenutrio de las palomitas. Sonreír y ya se cansará. Cuarto error.
No se cansa, el niño sigue preguntando y el papá con el puñetero visionado comentado. A media película, cuando resulta que, cachopo, sí que hay alguna cosa que oir, y que la atmósfera es bastante importante para la peli, se le solicita amablemente al papá que, por favor, cierre el puñetero buzón. ¿Se creerán que lo hace? ¿Que le da vergüenza verse recriminado? ¿Qué corrido y avergonzado, aprovecha para enseñar a su vástago la primera y más importante lección de la vida: que hay que respetar a los demás?
Y UNA fruta hez
Todavía se me encara y me dice: "Yo he pagao mi entrada y tengo derecho a hacer lo que me dé la gana".
¡JOJOJOJOJO y JO!
Así va el país. "Derecho" dice. Tiene "Derechos" el mandril. Todavía le digo que no, que pagar hemos pagado todos y que lo que hemos comprado también es el derecho a oir la peli, y ahorrarnos sus explicaciones. Ahí no ha sabido muy bien qué decir. Pero vamos, tampoco ha cesado el cuchicheo, aunque el peque, mucho más inteligente que su papá, ha moderado bastante el ritmo de sus preguntas.
Ale, ya me he desahogado. No vuelvo al cine en otro lustro.
Última edición: