La mía fue a casarse con un periodista rellenito histriónico en rebeldía a sus padres que no mandan en mi, el sujeto no valía lo que comía y se gastaba la pasta hasta deber lo que no estaba escrito; claro, los dos viviendo a todo tren; y efectivamente, quisieron que les financiase las fiestas a lo que les dije que para vuestra abuela el caldo.
El sujeto era medio místico y acabó por meterse en una secta de ayahuasca. En ella vio la luz y decidió dejar a mi cuñada... y entre vomitera y vomitera un día se lo llevaron al hospital, le detectaron unas chunguices de las que pudo recuperarse pero una infección en el hospital hizo el trabajo sucio de quitarse de encima a semejante sujeto.
En esto, la nueva viuda decide enrollarse con un chaval quince años menor que ella que la deja embarazada. Ese joven se desentiende de ella, del nene... y ella termina en casa de los padres (suegros) donde parasita desde hace una docena de años.
Enmurada, mosquita muerta enfrascada en su trabajo... no cuida de su vástago; el progenitor de vez en cuando aparece tras haber pasado drojado unas veces, como mendigo otras, tras salir de la guandoca en un permiso, tras desaparecer durante mucho tiempo, otras veces diciendo que quiere la custodia... Una joya.
Y el chavalillo, creciendo sin referencia paterna, con nula presencia materna, con abuelos que le consienten... ha desarrollado una voz meliflua que apunta a una disforia sensual profunda que va a acabar terminando con un gaiazo, travesti o vete a saber.
Es claro clarinete: en casa he dicho que distancia de esa parte de la familia. Llamadas las justas y miles de kilómetros insalvables de distancia.
En efecto: madres locas producen hijos deconstruidos.