Los Tercios Españoles

LO que no es normal es la poca presencia que tienen en la España actual. Habría que hacer películas tipo 300 con las batalllas de los Tercios. Hacer una adaptación histórica como se ha hecho con los Reyes Católicos, para eso está el Ministerio de Cultura. Y respecto al ministerio de defensa o adm publicas en las ceremonias del estado recuperar sus uniformes y armas y que de alguna forma estén presentes en las ceremonias de gala sacando no solo los uniformes de gala de la Guardia Real o Guardia Civil que son posteriores y de la era de decadencia española , así como crear estaturas y plazas o calles y rendirles homenaje y recuperarlos de alguna manera a la vida actual.

Esta en marcha el rodaje de "Carlos Emperador", delos creadores de Isabel.Con que tenga la calidad de Isabel me conformo,prometen mucho.La serie abarcara desde la llegada de Carlos a España, que empieza con 17 años y hasta su fin, con más de 50 años,se intentara recrear Flandes,Alemania,Francia y un México reconocible con los aztecas y Hernán Cortés,personaje importante en la serie.
 
Aportar que muchos de los cuadros aquí presentados son obra de nuestro gran pintor Augusto Ferrer Dalmau:

entre todas las que le he visto mi favorita este esta

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A día de hoy los gritos de CIERRA ESPAÑA y el resonar de los arcabuces todavía perduran en el centro de Europa.

La infantería más fiera de la época, hombres duros y picaros acostumbrados al mal vivir. Gente de honor que no se cortaba una cosa en apiolar a alguien si les tocaban los narices, defendía lo suyo con uñas y dientes.

Hoy en día ya no queda ni el honor ni el orgullo, todo una panda de borregos que piensan de acuerdo con la doctrina mass cosa y dan lecciones al resto de lo que es socialmente correcto o incorrecto, actualmente España ya no existe como patria y eso nos acabará llevando a la destrucción ya que no existe un sentimiento de unidad ni de búsqueda del bien común.
 
No, amigo.
Creo que se refiere al primer sitio de Vienna, donde los turcos levantaron el campamento ante las noticias de que Carlos V llegaba con sus ejérciuto.

Pero en el segundo sitio de Vienna, les falto el canto de un duro y tuvieron mucha suerte, como cuando los vieneses consiguieron apagar una bomba en una mina turca en el último momento.

Polonia y Baviera en ayuda de Austria mientras otros estados miraban para otro lado o estaban complacidos de ver como los turcos se metían en centro europa. Por ejemplo la tan buena Francia.

Batalla de Kahlenberg - Wikipedia, la enciclopedia libre
La wiki alemana o inglesa tiene mas información
En Kahlenberg no fue la disposicion tactica en forma de tercio lo que hizo posible la victoria sino el factor sorpresa y la carga ladera abajo de los polacos.


Y sobre el muecín, ya lo tienen. :D

Si, yo me refería al segundo intento en 1532, gracias a los tercios.

Desgraciadamente hay un muecin en todas las ciudades pero se evitó tener un Estambul en el centro de Europa.

Saludos
 
Todo el mundo sabe que los pobres son los mejores soldados...la actual sociedad española, no podría producir ejército semejante.
 
buen post.

solo aclarar que la decadencia de la caballeria pesada es de antes de los tercios.

tambien que la formacion tactica,aunque una mejora sobre anteriores, eran demasiado rigida. Por ejemplo,en los grandes cuadros de piqueros, la mayoria no hace nada en la batalla. Los holandeses y suecos aportaron ciertas mejoras interesantes que deberian haber sido imitadas antes.

He leído algunos artículos interesantes últimamente sobre la relevancia que tiene el "respaldo" en combates masivos. Teorizan que, de la misma manera que, en el caso de los soldados medios de los grandes conflictos sólo combaten de forma realmente activa uno o dos de cada escuadra (el resto están para dar apoyo jovenlandesal y hacer bulto), en una formación diseñada para el cuerpo a cuerpo los auténticos guerreros se ponen muy atrás o muy delante. Lo que hay en el medio sirve para aportar masa y poco más. Le recomiendo leer a Dupic, si puede encontrarlo está traducido por la editorial del ejército (yo lo encontré en castellano en una biblioteca castrense).
 
Bravo por Ferrer-Dalmau por lo que dice y lo que pinta. Como bien dice habría que crear mas arte relacionado con nuestra historia y nuestro pasado y sobretodo con los tercios a los que está dedicando un cuadro con muy buena pinta. Se me revuelven las tripas cuando ponen imágenes de edificios oficiales con cuadros modernistas absurdos colgados en sus paredes y que no tengan cuadros de este tipo basados en nuestra historia

En España habría que dedicar ya sea desde las adm publicas o desde fundaciones publicas y privadas mas dinero a este arte basado en nuestra historia y llenar el país de cuadros, esculturas y películas basadas en nuestra historia.





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Ferrer-Dalmau: «Quiero pintar a los últimos de Filipinas»

A punto de terminar «El milagro de Empel», un cuadro dedicado a la infantería, el pintor de batallas habla de su trayectoria y motivaciones

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Día a día el cuadro que ahora ultima Augusto Ferrer-Dalmau se ha ido completando. Se titulará «El milagro de Empel», un episodio de los Tercios de Flandes en el que los duros infantes españoles sobrevivieron a un bloqueo letal por mar y a una inundación cuando, según la tradición, apareció una tabla de la Virgen, se congeló el agua de los canales y pudieron salir y asaltar a pie la flota de las Provincias Unidas. «Milagro o meteorología, el hecho es que ocurrió», nos dice Augusto Ferrer-Dalmau





-¿Por qué no cultivamos más la grandeza de nuestra historia?

-España no ha tenido la suerte que tienen los americanos, donde se hacen películas muy buenas que la gente puede ver. Apenas hemos hecho películas de nuestros hechos gloriosos. Pero se pueden pintar. Yo he tratado de recuperar esos temas.


-¿Cree que todos somos responsables?

-Sí, tenemos una historia tan extensa y lo llevamos tan dentro que no le damos el valor que merece. Si hubiéramos tenido un solo hecho glorioso lo estaríamos celebrando todos los días. Pero son cientos y miles de hechos.

-¿Qué hecho histórico querría pintar y no lo ha hecho?

-Uno que es de los que más me ha emocionado siempre: los últimos de Filipinas. Si puedo lo haré este año.

-¿Qué le ha llevado a pintar «El milagro de Empel?

-Milagro o no, ocurrió la victoria. Enterrada en el barro, hallaron una tabla, cuando estaban sitiados en el montecillo de Empel y con los canales inundados, sin víveres ni ropa seca. El sufrimiento era terrible y he querido plasmar ese momento en el que pasean a la Virgen. Lo cierto es que las aguas se congelaron aquella noche y los españoles pudieron atacar los barcos a pie. Es mi homenaje a la infantería.

-¿Qué nos aporta conocer hoy la grandeza de nuestra historia?

-El orgullo de quiénes somos y de dónde venimos. Estamos donde estamos porque antes hubo cientos de miles de hombres, no sólo soldados, sino el pueblo, que lucharon por lo que somos. Dieron su vida y su sangre, hicieron cosas increíbles. Gracias a eso España es un país puntero, de una cultura milenaria dentro de la gran cultura occidental.

-¿Qué destaca de esos soldados españoles que le gusta pintar?

-Que nosotros casi no atacamos, destacamos más defendiendo. En eso somos los mejores. Defender lo que está perdido, o es imposible de defender, sólo lo puede hacer un español. Pon un español y dejará de ser imposible.


-Pero somos cainitas.

-Si no tenemos con quién pelear peleamos entre nosotros. Es nuestro gran defecto. Si el ataque viene de fuera es cuando hacemos una piña, una piña letal.

-¿Y qué es hoy el Ejército español?

-Es una comunidad de hombres honrados, trabajadores, que ganan muy poco comparado con el esfuerzo que realizan. Para ser militar se exige hoy una preparación... Es dificilísimo ser oficial. Y es gente que estaría dispuesta a dar su vida por nosotros, por lo que somos. Estamos hablando de algo muy serio.

-¿Y qué es lo que somos?

-El pueblo español, con sus defectos y virtudes, que aplaudimos algunas cosas y otras que deberíamos venerar no las valoramos.



Ferrer-Dalmau: «Quiero pintar a los últimos de Filipinas» - ABC.es
 
Otro gran cuadro que Feerrer dalmau está pintando sobre nuestra historia. Y harían faltan decenas de nuevos encargos sobre todo tipo de batallas y hechos.


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Me hago un upp pues por fin se les ha dado el homenaje que se merecen desfilando el día de la hispanidad y en el desfile militar de nuestra fiesta nacional lo cual es de justicia pues son de lo mejor de nuestra historia



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Me hago un upp con esta interesante entrevista sobre los tercios a los que sin duda hay que recordar pues suponen lo mejor de la historia de España.


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Julio Albi de la Cuesta: «Los Tercios españoles tenían disciplina hasta en los motines


- ¿Cuál era la motivación de los tercios, si es que no luchaban por la patria o la nación?

- Ellos para empezar luchaban por un sueldo, porque eran soldados profesionales. Y lo hacían por la Monarquía hispánica, no por España, que no existía entonces en los términos que tenemos hoy en mente. Eran el instrumento que tenía la monarquía para extender su dominio y defender sus intereses en el mundo. Un arma de actuación como hoy lo son los marines americanos. Además, para los soldados de los tercios el honor y la reputación eran algo fundamentales. No podemos caer en el gran pecado de analizar el pasado y la mentalidad de estos soldados desde conceptos modernos. En aquel momento la gente moría por una cosa a tener en cuenta como es el honor, que no podemos despreciar porque lo consideremos superado.


- ¿Qué les hacía superiores a los soldados de otros países?

- A nivel jovenlandesal era una unidad con una enorme seguridad en sí misma. No aceptaban la posibilidad remota de ser derrotados y, al mismo tiempo, ese complejo de seguridad afectaba al enemigo, que no sabía cómo hincarles el diente. A nivel material y táctico, se logró una combinación perfecta de las picas, como elemento defensivo; y el de las armas de fuego que empezaron a aparecer
. Los españoles tuvieron desde el principio una afición enorme a los arcabuces, mientras otros países como Inglaterra siguieron con arcos. Los tiradores eran el verdadero elemento de choque, con tal capacidad de fuego y destrucción que durante decenios fueron insuperables. No había organización militar europea capaz de frenarlos.


- La historiografía europea es reticente, a pesar de todo, a reconocer que iniciaron una revolución militar.

- Los autores lúcidos de la escuela anglosajona, como Geoffrey Parker, sí reconocen esta revolución cada vez más. En la historiografía europea la omisión de los tercios en detrimento del modelo sueco o el holandés parece que ya se está revirtiendo. No obstante, la mayor parte de la culpa la tenemos los españoles. Porque no hemos investigado y publicado suficiente. Con los tercios se produjo una democratización de la guerra. Hasta la Edad Media se había dado protagonista al caballero noble, que era por definición un aristócrata con grandes recursos económicos. A partir de la irrupción de los arcabuces se abre las puertas a que un campesino de Zamora armado con un arcabuz, que no costaba gran cosa, pudiera apiolar a un noble a caballo con 16 títulos en su escudo. De repente, los caballeros nobles no solo eran muy caros, sino muy inútiles.


- El libro va de Pavía a Rocroi, el origen y el ocaso, pero usted reseña que Rocroi (1643) no fue Waterloo

- Sí, Rocroi no fue el final de los tercios en absoluto. Escogí los nombres porque me parecieron dos balizas muy claras, pero obviamente los tercios ni surgieron de la nada en Pavía ni desaparecieron en Rocroi. Fueron unidades muy a tener en cuenta hasta que Felipe V, por inspiración francesa, decidió acabar con los tercios y convertirlos en regimientos según el modelo galo. No en vano, el pasado glorioso que arrastraban no desapareció de la noche a la mañana.


- ¿Qué quedó del espíritu de los tercios en la infantería española?

- Hay una serie de características de la infantería española que se han repetido a lo largo de la historia, como la negativa a aceptar la derrota más allá de lo razonable. Son obstinados y, por tanto, son gente que no es fácil de vencer. Además hemos sido famosos por –y esto tal vez sorprenda a los españoles– por nuestra disciplina. Los observadores extranjeros de la Guerra de África de 1860 elogiando asombrados como los españoles en unas condiciones atroces lo soportaron todo y no tenían necesidad de emborracharse como las tropas británicas. En este sentido también les llamaba la atención su alegría. Cada vez que terminaban una marcha se quitaban la mochila y se ponían a cantar y bailar.


- Justo recuerda en el libro que los tercios eran muy disciplinados incluso en los motines.

- A veces tenemos unos clichés de nosotros mismos que no responden a la realidad. Los tercios tenían una disciplina tan ferrea que se mantenía incluso en los motines. Los amotinados expulsaban a los oficiales educadamente, retiraban las banderas y se dotaban de una organización autonoma mientras duraba la negociación.

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Las curiosidades ocultas de la infantería que dominó Europa

-Tercios embarcados: La necesidad de defender los extensos dominios de ultramar de España obligó a los sucesivos reyes a crear tercios destinados especificamente a la lucha marítima. La infantería embarcada se denominaba «guarnición» y alcanzó a lo largo de los años el mismo prestigio que tenía en tierra.

-La minoría española: Los españoles eran solo una minoría dentro de las tropas imperiales. La Monarquía hispánica tenía tercios italianos, irlandeses, valones... y también de españoles, que representaban en torno al 20 por ciento del total en el mejor de los casos. No obstante, los españoles eran una minoría selecta, lo que en terminología alemana se denomina «ballena de corsé», es decir, la unidad que vertebra al resto.

-Derecho a ir en vanguardia: Los tercios españoles defendieron en distintas ocasiones su derecho «histórico» a ir siempre en vanguardia. Una pretensión que Felipe III se tomó tan en serio como para escribir a Spínola a principios del siglo XVII «espantado» al enterarse que un tercio de italianos se había adelantado en un combate. Como consecuencia, el maestre de campo fue arrestado y se le abrió un expediente, del que salió absuelto porque pudo demostrar que la situación táctica había exigido improvisar.

-Los mejor vestidos: Algunos tercios recibían apodos tan profanos como el de «los Galanes» o «los Almidonados» porque emplearon en galas «el dinero de tantos estipendios», con celestes dorados y espadas, cintillos de ricas piedras, tahalíes y penachos. Los españoles tenían fama de vestir con gran esplendor y cuidar al detalle su imagen. A falta de uniformes, lo más usual era llevar bordada la cruz de San Andrés en alguna parte de la ropa o el sombrero para distinguirse de otras tropas.

-El vicio de los juegos: Cuando no estaban combatiendo, los soldados se entretenían sobre todo en los juegos de cartas. Incapaces de restringir el juego, los mandos se contentaron al menos con prohibir que se apostara con personas que no fueran soldados y, además, ordenaron que se practicara solo en los cuerpos de guardia, de modo que los oficiales pudieran vigilar que sus hombres no se excedieran en «este abominable y diabólico vicio».




Julio Albi de la Cuesta: «Los Tercios españoles tenían disciplina hasta en los motines»





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Me hago un upp con este interesante articulo sobre la batalla de Nördlingen y como los tercios derrotaron a los suecos.



Nördlingen, la sangrienta batalla en la que el ingenio de los tercios españoles aplastó al imbatible ejército sueco
En 1634, una hueste de tropas internacionales católicas, en la que combatieron regimientos hispanos, logró acabar con la hegemonía protestante en Alemania


Con la pica clavada en tierra, miles de mosqueteros en línea y la sombra de decenas de estandartes adornados con la Cruz de Borgoña. Así combatieron las tropas españolas un día de 1634 cuando batallaban -junto a una alianza católica- contra miles de soldados protestantes en la ciudad alemana de Nördlingen. Aquella jornada no sirvió de nada el título de invencible que portaba el ejército sueco, pues, a base de sangre y arrojo, se impuso el morrión hispano.

Pero en esta batalla no sólo pudo verse una lucha encarnizada por la supremacía militar, sino que también se enfrentaron dos formas diferentes de hacer la guerra: la del ejército sueco –revolucionaria y novedosa- y la tradicional pero efectiva técnica de combate de los expertos Tercios.
Treinta años de guerra

La batalla, acaecida en territorio alemán, se enmarca dentro de la guerra de los Treinta Años, un conflicto latente desde mediados del siglo XVI que estalló debido, entre otras cosas, a la rivalidad existente entre los partidarios de la tradicional religión europea, el catolicismo, y los seguidores del protestantismo –una nueva rama de creencias escindida de la Iglesia católica-.

Esas tensiones enmascaradas se hicieron palpables cuando, en 1618, Fernando II de Habsburgo –ferviente católico-, se convirtió en Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (título que le permitía gobernar en buena parte del centro de Europa). Al parecer, esto fue demasiado para la nobleza protestante de Bohemia (actual República Checa), que decidió deponer al nuevo líder a base de espada para intentar instaurar sus propias creencias.

Este conflicto local pronto atravesó fronteras ya que, en poco tiempo, los contendientes comenzaron a pedir la ayuda masiva de los territorios europeos. Así, Fernando II no dudó en solicitar la intervención de España, mientras que, por su parte, los protestantes llamaron a filas a Dinamarca. La guerra había empezado e iba a dejar miles de muertos.

Tras décadas de combates, la situación se recrudeció cuando hizo su entrada en el conflicto la Suecia de Gustavo Adolfo II, un monarca que contaba con un ejército que usaba técnicas militares revolucionarias y esperaba su momento para hacerse valer en Europa. Sin duda, se acaba de despertar a un gigante dormido al que iba a costar derrotar.
La revolución militar sueca

Y es que Suecia llevaba varios años perfeccionando y renovando sus técnicas militares. «Gustavo Adolfo […] redujo la profundidad de la formación de diez a seis hileras e incrementó su poder de fuego al añadir cuatro piezas de artillería ligera por cada regimiento», explica el historiador británico Geoffrey Parker en su obra «La guerra de los Treinta Años».

Pero su revolución no se detuvo en este punto, sino que también incluyó la reorganización del ejército en nuevas unidades. «Gustavo Adolfo introdujo también una nueva unidad táctica, la brigada, formada por cuatro escuadrones (o dos regimientos) en formación en forma de flecha, con el cuarto escuadrón en reserva y apoyada por nueve o más cañones», completa el británico.
Gustavo II Adolfo de Suecia
Gustavo II Adolfo de Suecia

A su vez, este interesado en el arte de la guerra realizó modificaciones en las tácticas relacionadas con la caballería. Esta solía usarse en el siglo XVII como una unidad móvil que, armada con pistolas, acosaba a los soldados de infantería con sus disparos para retirarse después velozmente a lomos de sus monturas. «Las cargas de caballería sueca a la espada, rodilla contra rodilla, superaban en el choque a las de otras caballerías, como la alemana y la española, realizadas con pistola al trote», determina en este caso el periodista y experto en historia Fernando Martínez Laínez en su libro «Vientos de Gloria».

No obstante, la gran transformación por la que pasaría a la Historia Gustavo Adolfo fue por la instauración en su ejército de la denominada doble salva. En esta táctica, según afirma Parker, «los mosqueteros se situaban en tres hileras, la primera arrodillada, la segunda cuerpo a tierra y la tercera en pie». De esta forma, se conseguía disparar dos veces más plomo sobre el enemigo que con la formación clásica y, en palabras de los expertos de la época, minar además la jovenlandesal de los enemigos.
España en armas

Sin dudarlo, el monarca sueco se dispuso a avanzar sobre Alemania, lugar en el que desembarcó en 1630. A partir de ese momento su moderno ejército no encontró rival y, como se esperaba, contó todas sus batallas por victorias. De hecho, tal era su reputación militar que Suecia pronto recibió la ayuda de Francia e hizo pactos con el ducado de Sajonia-Weimar.

Ni siquiera la fin de Gustavo Adolfo en una de las contiendas detuvo el avance del ejército sueco, ávido ahora de acabar con las fuerzas del Sacro Imperio Romano Germánico y sus aliados, entre los que se encontraba España. «Madrid consideró que era obligado decantarse con armas y dinero a favor de la Casa de Austria, no sólo por vinculación dinástica, sino también por motivaciones religiosas y políticas. Una derrota aplastante del Imperio habría dejado a España aislada en

La situación se hizo definitivamente insostenible cuando el ejército sueco, acompañado de sus aliados sajones, avanzó sobre el sur de Alemania poniendo en jaque a las tropas imperiales. Sin tiempo que perder, España comenzó a equipar con picas y mosquetes a sus tercios, había llegado la hora de combatir y derramar sangre a favor de los aliados.

Para ello, se formó en Milán un ejército al mando del cardenal-infante Fernando de Austria, hermano del rey Felipe IV, con el objetivo de apoyar a las fuerzas imperiales de Fernando II. «El ejército expedicionario que salió de Milán integraba una formidable fuerza compuesta por unos 14.000 infantes, 3.000 soldados de caballería y 500 arcabuceros montados», determina Laínez en su libro.
Llegada

Tras partir, las huestes hispanas lograron tomar dos plazas fuertes enemigas antes de llegar a Nördlingen, una pequeña ciudad ubicada en el sur de Alemania que estaba siendo sitiada por tropas imperiales. Así, el 2 de septiembre de 1634, las fuerzas españolas se unieron a las tropas asaltantes con la intención de arrebatar el emplazamiento a los protestantes.

Sin embargo, este objetivo no sería nada fácil de realizar, pues los mandos suecos y sajones también habían desplazado sus tropas hasta Nördlingen para, de una vez por todas y a costa de todas las vidas que fueran necesarias, detener la contraofensiva católica. Aquel día se decidiría el destino de muchos soldados frente a una preciosa tierra hasta entonces virgen de fin.


«Las fuerzas hispano-imperiales superaban entonces los 30.000 hombres, de los cuales unos 20.000 eran de infantería, con 32 cañones. En esa fuerza se contaban dos tercios viejos españoles, que mandaban Idiáquez y Fuenclara; cuatro napolitanos […]; y tres de Lombardía […] Además, había dos regimientos alemanes de infantería bisoños. […] La caballería contaba con varios miles de excelentes jinetes, croatas en su mayor parte», señala Laínez.

Por su parte, el ejército protestante –al mando de Gustav Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar- presentó ante las fuerzas católicas un ejército de 16.300 infantes, 9.300 caballeros y 54 piezas de artillería. Podían ser menos en número, pero sus temidas y revolucionarias tácticas militares les convertían, sin duda, en unos enemigos muy difíciles de derrotar.
Disposición de las tropas

Afiladas las espadas, abrillantadas las armaduras y preparados los arcabuces ahora sólo quedaba organizarse para plantar cara a los bravos protestantes. Como explica Laínez en su libro, cuando amaneció el 6 de septiembre el ejército enemigo se desplegó al noroeste, entre la ciudad de Nördlingen (ubicada a la izquierda de su flanco) y un bosque cercano que cubría el lateral derecho de su ejército.

De forma concreta, el ejército enemigo se encontraba dividido en varios grupos. «El enemigo avanzaba dividido en dos alas. La derecha, y más potente, al mando del general sueco Horn, con 9.000 soldados de infantería y 4.000 jinetes. La izquierda, que mandaba Bernardo de Sajonia Weimar, […] incluía 25 escuadrones de caballería y tres regimientos de infantería, con toda la artillería», sentencia el periodista español.
Batalla de Nördlingen
Batalla de Nördlingen

Frente a ellos se hallaban las tropas hispano-imperiales, que tomaron posiciones entre la colina de Albuch (delante del flanco derecho de los protestantes) y la ciudad de Nördlingen. En cuanto a su despliegue, los católicos formaron una línea dividida en tres cuerpos. «El principal ocupaba la estratégica posición de Albuch […] flanqueado a derecha e izquierda por 12 escuadrones de caballería. Detrás de algunos regimientos alemanes y algunos tercios italianos […] estaba el viejo tercio español de Martín de Idiáquez», señala el experto.

A su vez, el ejército imperial se completaba con las fuerzas del duque de Lorena, ubicadas a la izquierda de la colina, la caballería a las órdenes de Mathias Gallas y los jinetes ligeros de Croacia. «El cuerpo de reserva, mandado por el marqués de Leganés, tenía unos 7.000 infantes y 1.500 caballos», completa Laínez.
Comienza la batalla

El 5 de septiembre -y tras un intento frustrado del ejército protestante de tomar durante la noche una de las posiciones imperiales- los católicos se lanzaron a la carga desde Albuch, lugar que ofrecía una gran ventaja estratégica y en el que se libró la mayor parte de la contienda.

En principio, varios regimientos alemanes pertenecientes al ejército hispano-imperial se abalanzaron sobre el bosque cercano que cubría el flanco derecho del ejército enemigo. Sin embargo, fueron detenidos drásticamente por el fuego de las tropas suecas que, haciendo honor a su entrenamiento, descargaron una ingente cantidad de plomo sobre los católicos.
Representación de la batalla
Representación de la batalla

Ahora les tocaba el turno a los oficiales protestantes que, conocedores de la importancia de tomar Albuch, enviaron a su caballería de choque colina arriba con la intención de hacer huir a la infantería católica. Eran momentos tensos, pues, a pesar de que uno de los tercios napolitanos logró resistir el fuerte envite, el enemigo comenzaba a abrirse camino a base de espadazos.

«Los suecos estaban a punto de cantar victoria cuando estalló un almacenamiento de pólvora abandonado por los católicos en su retirada. La devastadora explosión tuvo un efecto inesperado y provocó cientos de muertos en las filas protestantes», destaca, en su obra, el experto español. Esa explosión, casi venida del cielo, dio además algo de tiempo a las tropas católicas para reorganizar sus filas y prepararse para la defensa.
Improvisación contra ingenio

En las horas siguientes, los protestantes hicieron acopio de todas sus nuevas tácticas militares para derrotar al ejército imperial. Así, las continuas descargas de mosquete comenzaron poco a poco a hacer mella en los tercios españoles e italianos, que, con el paso del tiempo, empezaron a acusar las bajas.

Sin embargo, los oficiales enemigos no contaban con el ingenio latino de los tercios hispanos e italianos. «Los veteranos de los tercios improvisaron una eficaz y arriesgada maniobra. En el instante de la descarga se agachaban para evitar las balas. A continuación, arcabuceros y mosqueteros recomponían la formación y hacían fuego demoledor casi a quemarropa. Luego se protegían tras las filas de picas», sentencia Laínez.

En las horas siguientes, los tercios, entre los que sobresalió uno de los españoles, tuvieron que hacer frente a las continuas acometidas protestantes. Sin embargo, y aunque no contaban con nuevas y revolucionarias tácticas, tenían de su parte la experiencia de decenas de batallas a lo largo y ancho de Europa, algo que les acabó dando la victoria.
Avance sobre el bosque

Mientras en el flanco contrario los protestantes estrellaban inútilmente su caballería contra las tropas imperiales, el grueso del combate seguía situándose cerca de la colina de Albuch. Allí, una parte de la infantería española, avivada por la tenaz resistencia llevada a cabo hasta ese momento, cargó contra los protestantes situados cerca del bosque a pica y espada.

Horas después la experiencia comenzó por fin a ser una ventaja y los defensores protestantes del bosque dieron un paso atrás. Tras una inmensa cantidad de horas sudando por su país, acababan de firmar su sentencia de fin con tan solo ceder unos metros de terreno. Y es que los oficiales católicos no dudaron y enviaron la infantería española que quedaba protegiendo la colina de Albuch en un cruento ataque final.

Eran las 12 del mediodía cuando, superados en todos los frentes, los protestantes soltaron sus armas y tocaron a retirada. Al final, las revolucionarias estrategias del ya fallecido Gustavo Adolfo no habían podido contra miles de picas clavadas en tierra. El tiempo de los tercios llegaría a su fin pero, sin duda, no sería en aquel día.
Muertos y más muertos

Una vez acabada la contienda se procedió a examinar los cadáveres y contar los fallecidos. «Al anochecer […] unos 12.000 protestantes yacían muertos en el campo de batalla y 4.000 más, entre ellos Gustav Horn, habían sido hechos prisioneros. Nördlingen cayó inmediatamente y los restos del ejército derrotado, bajo el mando de Bernardo de Sajonia-Weimar, se retiraron a Alsacia», señala, en este caso, Parker. Por su parte, los católicos, que habían conseguido un gran triunfo y se habían sobrepuesto a la modernidad, tuvieron que llenar casi 2.000 ataúdes.


Nördlingen, la sangrienta batalla en la que el ingenio de los tercios españoles aplastó al imbatible ejército sueco



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Me hago un upp con este interesante articulo que muestra un cada vez mayor intereses por los tercios lo cual ya era hora y que los estamos sacando poco a poco del rincon de la historia.



La segunda vida de los tercios

Proliferan libros, conferencias, recreaciones al aire libre y perfiles en redes sociales dedicados a alimentar un creciente interés por la historia de las unidades militares españolas

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Rafael Rodrigo, doctor en Historia y coordinador del Foro de Historia Militar Gran Capitán, explica que los seguidores de su asociación han pasado en pocos años de 3.000 a 30.000. “Las conferencias son multitudinarias. Convocas actos sin demasiada publicidad y se presentan 300 personas de toda España”. Rodrigo cree que las causas están relacionadas con las “recreaciones pictóricas de Augusto Ferrer-Dalmau, las novelas de Arturo Pérez-Reverte [Alatriste] y series televisivas como El Ministerio del Tiempo”. “Hay quien conecta este fenómeno con la política. Yo creo que no. Interesa a gente de todo tipo e ideología, pero puede que la existencia de movimientos independentistas haya incrementado el interés”, agrega.

Los tercios eran el ejército que los Austrias españoles usaban para dominar el mundo, un arma de guerra imposible de derrotar y que no se correspondía con ninguna anterior dentro del arte militar. Hunden sus raíces entre el final del siglo XV y el principio del XVI. Existen especialistas que los relacionan con las tropas de los Reyes Católicos y con las coronelías de Gonzalo Fernández de Córdoba. De todas formas, lo más aceptado por los historiadores es que no fue hasta las llamadas Ordenanzas de Génova de 1536 cuando por primera vez aparecen en un texto escrito.

Estaban formados, en el papel, por 3.000 hombres e, inicialmente, fueron cuatro tercios: Nápoles, Sicilia, Lombardía y Niza (también llamado Málaga). Carecían de denominación militar oficial y sus nombres procedían del lugar de nacimiento del maestre de campo que las comandaba. La presión bélica que sufría España en el continente hizo que su número aumentase y tuviesen que diferenciarse los antiguos (tercios viejos) de los de nueva creación (tercios nuevos). Todos, viejos y nuevos, mezclaban en sus filas soldados de experiencia y bisoños. Y todos disponían del mismo material militar.


José Alberto Rodrigo, uno de los cuatro socios de la librería Tercios Viejos (María Panés 4, Madrid), admite que la apertura de su negocio está relacionada con este incremento del interés por los tercios. “Hay una afición enorme, lo que hace que cada vez se publiquen más libros relacionados con este tema. De Pavía a Rocroi,de Julio Albi de la Cuesta, va ya por su quinta edición. Nosotros, por ejemplo, damos charlas en nuestro local y los llenos son absolutos. Cuando se convoca una recreación histórica, como la que se hizo en Riaza [Segovia] en mayo, el éxito está asegurado”.

Cada tercio estaba formado por 10 unidades o compañías que incluían tres tipos de soldados: piqueros, arcabuceros y rodeleros. Cada maestre de campo, el máximo responsable del tercio, contaba con una decena de capitanes, de los que dependían sargentos, alféreces, sargentos mayores, capellanes (jesuitas), barberos… Los soldados, si no confiaban en su capitán, podían cambiar de compañía sin ningún problema. Los asuntos internos nunca se resolvían a golpes. Solo había una solución ante cualquier insubordinación: la espada
.

El historiador militar Agustín Rodríguez cree que el resurgimiento del interés por los tercios procede de países anglosajones donde es habitual estudiar y recrear batallas. “Hemos perdido esa vergüenza, y la pasión por nuestra historia ha dejado de ser particular. Poca gente sabe que Cervantes, Lope de Vega o Calderón estuvieron en los tercios. Lo están descubriendo ahora. Eran como nuestros mosqueteros particulares”.

Los tercios españoles solo podían ser comandados por soldados que hablasen castellano, catalán, portugués o sardo. Cualquier otro tenía vedado su ascenso, por eso los italianos que chapurreaban español se hacían pasar por valencianos para intentar su promoción. “Era algo así como que los ejércitos del Rey que dominaban Europa solo los podía dirigir un español”,
indica Rafael Rodrigo.

El ingreso se llevaba a cabo mediante el llamado documento de firma, que incluía un anticipo de la paga (el resto de abonos se hacían de rogar) y no conllevaba ningún juramento. El contrato era de por vida y solo se podía abandonar con una dispensa del virrey o del maestre.

Se mantuvieron invictos hasta Rocroi (1643), aunque siguieron peleando hasta 1659 con la Paz de los Pirineos. Su última gran victoria fue en Valenciennes (Francia) en 1656. Felipe V los eliminó para crear los regimientos, de origen francés, y que perviven desde entonces, aunque los tercios han vuelto ahora.


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