LOS MALLORQUINES (el Hilo)

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La voz me dijo: "ABRE UN HILO para explicar a la gente que no lo sabe cómo son tus paisanos los mallorquines".

Y digo mallorquines porque eso de "baleares" no existe: sólo hay mallorquines, menorquines e ibicencos (Formentera es un parque temático en el que los autóctonos desaparecieron décadas atrás). Cada una de las islas vive a espaldas de las otras.

MALLORQUINES

Para entender a esta raza hay que conocer un poco la historia y tener en cuenta que por esta isla ha pasado tanta gente que el "mil-lechismo" es la norma. Por supuesto hay quien aún está convencido de que es un mallorquín pura raza, pero que vestido con una chilaba podría pasar perfectamente por un vendedor del zoco de Marrakech.

Los mallorquines son más morunos que celtibéricos. Y aún más fenicios que morunos. Los blanquitos de piel somos minoría, pero nuestro comportamiento no difiere del de los demás.

Las principales características del buen mallorquín son tres:

a) Ser soso, aburrido y anodino.
b) Pasar de todo y de todos.
c) Ser desconfiado. MUY DESCONFIADO.

El mallorquín no es discreto ni humilde. Es cutre. Hay gente que está podrida de dinero, pero se pasea por la calle vestida con cualquier hez y conduciendo coches que piden la jubilación a gritos. A diferencia del andaluz, la vida del mallorquín transcurre de puertas para adentro. Por eso los domingos por la mañana Palma se parece a la ciudad de la peli de "Soy Leyenda" y los pueblos, salvo que haya mercado, parecen abandonados. Todo el mundo se queda en su casa, haciendo sus cosas o espiando al vecino detrás de las persianas.

La casa y la familia son núcleos cerrados a los que es muy difícil acceder. Preguntarle a un mallorquín sobre asuntos privados no se considera una indiscreción, sino una ofensa. Eso que se dice de "al principio son cerrados, pero cuando te aceptan son muy buenos amigos" ES MENTIRA. Cuando te aceptan simplemente te toleran, pero no esperes nada más.

El mallorquín es fatalista. El destino es inexorable, no se puede hacer nada para cambiar el futuro. Por eso pasa de todo y no se pone nervioso. Lo que tenga que ser, será. Ja vorem. Además, esforzarse es cansado.

Los buenos mallorquines adoran su isla, a la que llaman cariñosamente "Sa Roqueta". Todo lo que haya al otro lado del mar es Mordor. Sí, Cataluña también. Todo lo que hay o se produce en Mallorca es lo mejor del mundo. Y eso no se puede discutir. Un mallorquín elogiará siempre las playas de la isla, aunque probablemente nunca las pisará, pues eso es "cosa de guiris".

A los peninsulares se les llama forasters, palabra que contiene una fuerte carga despectiva. Los menorquines e ibicencos no se incluyen en esta categoría, aunque a los primeros se les evita por "raros" y a los segundos por "locos". Con los catalanes la relación es compleja. En general los viejos los detestan por arrogantes (está muy arraigada la frase "catalans, arruix", que se puede traducir como "catalanes go home"), pero los jóvenes adoctrinados por el catalanismo rampante de las escuelas los ven de otra manera.

Pero el rasgo primordial, que ya he citado antes, el que define la mallorquinidad por encima de todo, es la DESCONFIANZA. Hacia todo y hacia todos. Dicen que es un rasgo que comparten muchos isleños de otras partes del mundo. Puede ser, pero en Mallorca es donde esta cualidad alcanza su máxima expresión. No hay que confundirse, no es un rasgo xenófobo: el mallorquín tampoco se fía del mallorquín.

Un ejemplo: una vez, viajando en un tren que iba de Dresden a Berlín oí a un grupo de gente al final de vagón que hablaba en mallorquín. Sentí esa punzadita de alegría y nostalgia del hogar. Me acerqué a saludar, identificándome como compatriota y hablándoles en su misma lengua. Pero fui recibido con miradas hoscas y silencios, así que opté por regresar a mi asiento. El error fue mío: un mallorquín de verdad jamás se dirige a los demás de frente, sino mediante rodeos y palabras que pueden significar tanto una cosa como la contraria. Yo llevaba demasiado tiempo en Alemania y me había olvidado de esas reglas básicas.

Así somos. O nos odias o nos odias.
 
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perifollo

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"Llevo muchos años viviendo en Mallorca y he de reconocer que todavía me cuesta entender algunas de las reacciones de sus habitantes.» Mi amigo John W. pronunció estas palabras con semblante preocupado, en una fiesta de cumpleaños en la que se mezclaban extranjeros, mallorquines y otros españoles. Así inicia este libro Guy de Forestier. En él se lleva a cabo con fina ironía un análisis de los hábitos y las maneras mallor-quinas «que responden a una sabia manera de vivir, calmada y placentera, y que están corriendo el peligro de irse sencillamente al garete.» Guy de Forestier se apoya en un buen número de anécdotas y experiencias recopiladas entre un grupo de más de cien personas, entre las que no han faltado historiadores, antropólogos, sociólogos, periodistas, sacerdotes o escritores. El seudónimo Guy de Forestier fue elegido en atención al numeroso grupo de personas que aportó gran parte de las anécdotas que enriquecen este libro, cuyo autor es el arquitecto Carlos García-Delgado Segués. Catalán de origen y mallorquín de adopción, reside en Mallorca desde su infancia. La práctica profesional del autor se ciñe a la arquitectura y el urbanismo, campo en el que ha cosechado diversos premios nacionales e internacionales. Su residencia en Mallorca no le impide impartir clases en la Universitat Politécnica de Catalunya. En 1992 publicó su primer libro, Arquitectura tradicional de la isla de Mallorca (José J. de Olañeta, Editor)."

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gonzalo11

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Llevo 4 años viviendo en la isla y sólo he hecho un amigo, y porque es murciano. Son cerradísimos de carácter, y eso que soy catalán no soy especialmente abierto, pero los de aquí nos superan con creces. Son amables y educados, pero no te abren la puerta de su casa nunca
 

josema82

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¿Diras que las quelitas con sobrasada no son lo mejor del mundo?
¿una buena pomada granizada?
¿un Gató con helado?

BARCO REJILLA pati apatrida!!!
 

UHL

Forero Paco Demier
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Mallorca 1.gif
Conste que no estoy 100% de acuerdo, pero el mapa es gracioso.
 
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Ver archivo adjunto 1102098
Conste que no estoy 100% de acuerdo, pero el mapa es gracioso.
Inexacto.

Hay algunos barrios de Palma que no pueden incluirse de niguna manera en la zona civilizada. Son Banya está en manos de la etnia y Son Gotleu (futura zona No-Go) sería una mezcla entre Lagos y Medellín.

También hay algunos pueblos como por ejemplo Valldemossa que no pertenecen a Mordor.

Y en cuanto a las medias lunas... Yo pondría alguna más. En Manacor, cuna del ilustre Rafa Nadal, por ejemplo.
 
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HARLEY66

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La voz me dijo: "ABRE UN HILO para explicar a la gente que no lo sabe cómo son tus paisanos los mallorquines".

Y digo mallorquines porque eso de "baleares" no existe: sólo hay mallorquines, menorquines e ibicencos (Formentera es un parque temático en el que los autóctonos desaparecieron décadas atrás). Cada una de las islas vive a espaldas de las otras.

MALLORQUINES

Para entender a esta raza hay que conocer un poco la historia y tener en cuenta que por esta isla ha pasado tanta gente que el "mil-lechismo" es la norma. Por supuesto hay quien aún está convencido de que es un mallorquín pura raza, pero que vestido con una chilaba podría pasar perfectamente por un vendedor del zoco de Marrakech.

Los mallorquines son más morunos que celtibéricos. Y aún más fenicios que morunos. Los blanquitos de piel somos minoría, pero nuestro comportamiento no difiere del de los demás.

Las principales características del buen mallorquín son tres:

a) Ser soso, aburrido y anodino.
b) Pasar de todo y de todos.
c) Ser desconfiado. MUY DESCONFIADO.

El mallorquín no es discreto ni humilde. Es cutre. Hay gente que está podrida de dinero, pero se pasea por la calle vestida con cualquier hez y conduciendo coches que piden la jubilación a gritos. A diferencia del andaluz, la vida del mallorquín transcurre de puertas para adentro. Por eso los domingos por la mañana Palma se parece a la ciudad de la peli de "Soy Leyenda" y los pueblos, salvo que haya mercado, parecen abandonados. Todo el mundo se queda en su casa, haciendo sus cosas o espiando al vecino detrás de las persianas.

La casa y la familia son núcleos cerrados a los que es muy difícil acceder. Preguntarle a un mallorquín sobre asuntos privados no se considera una indiscreción, sino una ofensa. Eso que se dice de "al principio son cerrados, pero cuando te aceptan son muy buenos amigos" ES MENTIRA. Cuando te aceptan simplemente te toleran, pero no esperes nada más.

El mallorquín es fatalista. El destino es inexorable, no se puede hacer nada para cambiar el futuro. Por eso pasa de todo y no se pone nervioso. Lo que tenga que ser, será. Ja vorem. Además, esforzarse es cansado.

Los buenos mallorquines adoran su isla, a la que llaman cariñosamente "Sa Roqueta". Todo lo que haya al otro lado del mar es Mordor. Sí, Cataluña también. Todo lo que hay o se produce en Mallorca es lo mejor del mundo. Y eso no se puede discutir. Un mallorquín elogiará siempre las playas de la isla, aunque probablemente nunca las pisará, pues eso es "cosa de guiris".

A los peninsulares se les llama forasters, palabra que contiene una fuerte carga despectiva. Los menorquines e ibicencos no se incluyen en esta categoría, aunque a los primeros se les evita por "raros" y a los segundos por "locos". Con los catalanes la relación es compleja. En general los viejos los detestan por arrogantes (está muy arraigada la frase "catalans, arruix", que se puede traducir como "catalanes go home"), pero los jóvenes adoctrinados por el catalanismo rampante de las escuelas los ven de otra manera.

Pero el rasgo primordial, que ya he citado antes, el que define la mallorquinidad por encima de todo, es la DESCONFIANZA. Hacia todo y hacia todos. Dicen que es un rasgo que comparten muchos isleños de otras partes del mundo. Puede ser, pero en Mallorca es donde esta cualidad alcanza su máxima expresión. No hay que confundirse, no es un rasgo xenófobo: el mallorquín tampoco se fía del mallorquín.

Un ejemplo: una vez, viajando en un tren que iba de Dresden a Berlín oí a un grupo de gente al final de vagón que hablaba en mallorquín. Sentí esa punzadita de alegría y nostalgia del hogar. Me acerqué a saludar, identificándome como compatriota y hablándoles en su misma lengua. Pero fui recibido con miradas hoscas y silencios, así que opté por regresar a mi asiento. El error fue mío: un mallorquín de verdad jamás se dirige a los demás de frente, sino mediante rodeos y palabras que pueden significar tanto una cosa como la contraria. Yo llevaba demasiado tiempo en Alemania y me había olvidado de esas reglas básicas.

Así somos. O nos odias o nos odias.
Si no ets botifarra ni em parlis…