Copio y pego lo que he leído en otra parte:
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er tío cascarrabias dijo:
Lunes, 25 noviembre 2019 en 7:43 pm
¿Quién es la mujer en silla de ruedas que ha escracheado hoy a Ortega Smith?
La mujer, Nadia Otnami, presidenta de la asociación Al Amal, es cierto, no ha tenido suerte en la vida. Primero, porque nació en jovenlandia y allí la vida para las mujeres no es como aquí. Comenzó acumulando desgracias personales, aunque al principio era una privilegiada:
Su padre era policía nacional en Rabat y fue elegido por el rey Mohamed V para formar parte de su escolta. Años después, pasó a ser guardaespaldas del hermano de Hassan II, a la vez que gestionaba algunos de los bienes de la familia real alauita. El nivel de vida de los Otmani era alto: «El chofer nos llevaba y traía del colegio. Yo practicaba esquí, tenis, hípica; hablaba tres idiomas; estudié Gestión de Empresa en Casablanca…».
A Nadia, la tercera de siete hermanos, la vida le sonreía hasta que un aciago día de 1984 la tragedia llamó a su puerta: perdidos los favores del rey, llegó a casa el cuerpo sin vida de su padre, con un susto. «Ha sido un accidente de tráfico –aseguraron los portadores–. Y el que quiera investigar más, será metido en un saco y lanzado al mar desde el aire», relata Nadia con lágrimas en los ojos.
Al dolor se unieron las constantes amenazas durante los siguientes meses. «Mi familia quedó destrozada. Acababa de morir uno de mis hermanos, que tenía 22 años, a causa de un infarto. Y mi madre se quedó viuda con un niño pequeño de 24 meses y otro enfermo de epilepsia, que también murió poco después». Meses más tarde, Nadia se casó con un médico jovenlandés: «Era la mejor persona del mundo, pero su familia era muy tradicional y nunca aceptó que yo viniera de una clase inferior». Tres años después, en 1987, se divorció con una niña de seis meses en los brazos. A partir de ese momento, trabajó en distintas empresas y montó un negocio de exportaciones entre Francia y jovenlandia.
Cuando Nadia por fin volvió a encarrilar su vida, llegó a Madrid para pasar unos días con Rashida, su única hermana, a la que está muy unida. Aunque sospechaba que no era feliz en su matrimonio, nunca escuchó queja ni reproche de ella hacia su marido, un iraní al que conoció en nuestro país. De nuevo la tragedia estaba a punto de marcar, esta vez para siempre, la vida de Nadia, que había salido a hacer unas compras al centro de la ciudad. A su regreso, notó muy alterada a su hermana: acababa de tener una monumental bronca con su marido y lo había echado de casa. Ambas decidieron entonces salir a la calle para hablar con tranquilidad. Rashida cogió en brazos a su hijo menor, Ismael, de un año y medio. El mayor estaba en el colegio. A punto de salir del portal, vieron a través del cristal que el marido regresaba y que se dirigía hacia ellas. Rashida salió corriendo con el niño en brazos y Nadia se interpuso entre ellos. Su cuñado sacó una pistola y le disparó a la cabeza. Cuando Nadia cayó al suelo, apretó dos veces más el gatillo: el segundo proyectil le produjo una irreversible lesión de médula que la dejó en una silla de ruedas para el resto de su vida. (De “Las Provincias”)
Yo siento mucho la gran tragedia de todas las mujeres maltratadas y, especialmente, por ser casos muchísimo más abundantes, el de las mujeres musulmanas, en sus países y cuando emigran a nuestro país. Su caso, el de Nadia, es causa del machismo de la religión del amor. Su hermana jovenlandés vino a España y eligió como pareja a un iraní. Dice que su hermana nunca se había quejado de los maltratos sufridos. Las balas le perforaron a ella, a Nadia. Comprendo su cabreo, pero no que no lo vierta contra el machismo de la religión del amor, la causa de su desgracia. Acusar a VOX es lo más fácil para mantener su chiringuito y modo de vida, pero es a lo único que se atreve. Nunca acusará al Islam ni a los islamistas. No se atreverá, como no se atrevió a denunciar a los asesinos de su padre.
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