Mateo77
Laico católico
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El actual orden mundial está dando los últimos coletazos, esta generación acaba y entramos en una etapa turbulenta. Su mal ya ha sido derrotado pero el caos aun deja su huella en las criaturas. A medida que se desintegra el orden que hemos conocido veremos cambios inimaginables, y mucha confusión.
Es tiempo de comenzar la construcción del orden que gobernará la siguiente generación. Esta labor no se lleva a cabo en las grandes sedes del poder temporal ni en sus reuniones: no son los reyes ni los jueces, no son los políticos ni los banqueros. Tampoco se construye en los círculos intelectuales ni por supuesto en los medios de comunicación. Los frutos de estos ámbitos solo son expresiones y desarrollos de principios mucho más profundos que son sembrados y cultivados por Dios en los lugares y personas más inverosímiles: el más grande y el más pequeño, ambos son iguales ante Dios, según su justicia y su misericordia.
Quien deba participar en esta construcción ya conoce su tarea, por grande o pequeña que sea. Es momento de comenzar, como ha hecho a su debido tiempo cada generación que nos ha precedido. Por Cristo y en Cristo sois estrellas de la mañana, piedras que los arquitectos rechazaron, talladas, aumentadas y separadas con un fin. De nuevo un arca alumbrará, cuando las aguas bajen, una nueva etapa de nuestra historia, ya un poco más cerca de la conclusión.
Es preciso volver a las raíces de la fe con nuevos ojos, Escrituras, Tradición, Magisterio, para extraer de ellas agua nueva. Esto lleva a un estudio de la historia de las pasadas generaciones, y de la generación en que vivimos. Los sueños y esperanzas, la materia prima con la que nuestros antepasados trabajaron y los frutos que cosecharon. El bien que pretendieron y cómo el mal se abrió camino entre ellos. Hará falta también considerar lo que ofrece la ciencia y la filosofía, examinar de nuevo las religiones de las naciones, las utopías e ideologías. Ver sus aciertos y sus errores y procurar, ante Dios, una síntesis de todo ello: qué atar y qué desatar, qué bendecir y qué separar. Desde la reclusión del arca, ante Dios, imaginad el futuro, los nuevos cielos y la nueva tierra. Una vez concluya la tarea y se haya dado forma a la novedad que definirá la siguiente generación, cuando las aguas bajen, todo lo demás se pondrá en marcha, a mayor gloria de Dios.
Es tiempo de comenzar la construcción del orden que gobernará la siguiente generación. Esta labor no se lleva a cabo en las grandes sedes del poder temporal ni en sus reuniones: no son los reyes ni los jueces, no son los políticos ni los banqueros. Tampoco se construye en los círculos intelectuales ni por supuesto en los medios de comunicación. Los frutos de estos ámbitos solo son expresiones y desarrollos de principios mucho más profundos que son sembrados y cultivados por Dios en los lugares y personas más inverosímiles: el más grande y el más pequeño, ambos son iguales ante Dios, según su justicia y su misericordia.
Quien deba participar en esta construcción ya conoce su tarea, por grande o pequeña que sea. Es momento de comenzar, como ha hecho a su debido tiempo cada generación que nos ha precedido. Por Cristo y en Cristo sois estrellas de la mañana, piedras que los arquitectos rechazaron, talladas, aumentadas y separadas con un fin. De nuevo un arca alumbrará, cuando las aguas bajen, una nueva etapa de nuestra historia, ya un poco más cerca de la conclusión.
Es preciso volver a las raíces de la fe con nuevos ojos, Escrituras, Tradición, Magisterio, para extraer de ellas agua nueva. Esto lleva a un estudio de la historia de las pasadas generaciones, y de la generación en que vivimos. Los sueños y esperanzas, la materia prima con la que nuestros antepasados trabajaron y los frutos que cosecharon. El bien que pretendieron y cómo el mal se abrió camino entre ellos. Hará falta también considerar lo que ofrece la ciencia y la filosofía, examinar de nuevo las religiones de las naciones, las utopías e ideologías. Ver sus aciertos y sus errores y procurar, ante Dios, una síntesis de todo ello: qué atar y qué desatar, qué bendecir y qué separar. Desde la reclusión del arca, ante Dios, imaginad el futuro, los nuevos cielos y la nueva tierra. Una vez concluya la tarea y se haya dado forma a la novedad que definirá la siguiente generación, cuando las aguas bajen, todo lo demás se pondrá en marcha, a mayor gloria de Dios.