Las franquicias tienen su sentido.
Consiste básicamente en que la empresa franquiciadora quiere crecer sin invertir y minimizando riesgos. Así, ésta elabora unos manuales y sale busca de franquiciados a los que se les cobra un dineral por dejarles usar la marca, el manual de marras y venderles hez congelada; los franquiciados, además, se comerán el grueso de la inversión de la expansión del empresa. Si hay beneficios, los franquiciados los compartirán con la empresa, ¡faltaría más! y en caso de pérdidas, pues "Hasta luego, Lucas".
Si se revisa la parte de los franquiciados, el negocio está bien pensado por parte de la empresa franquiciadora. Se trata de gente adinerada que busca que su capital dé rendimientos y a los que este modelo de negocio permite, por ejemplo, introducirse en el presuntamente rentable mundo de la hostelería sin tener idea. Además de dinero, el franquiciado precisa, por una parte, tener la suficiente falta de escrúpulos para explotar al personal que se contrata; y por otra, las ideas suficientemente claras como para que no le robe demasiado el franquiciador y hacer mucho dinero rápido, dado que vendiendo hez inflada de precio es muy probable que en unos 10 años haya que echar el cierre.
Ganadores, la empresa franquiciadora, el rentista que cobra el alquiler del local y aquellos franquiciados que sean espabilados; perdedores, currelas y cientela pardilla.