La República, culpable: pisoteó los esfuerzos de José Antonio Primo de Rivera por evitar la Guerra Civil

Douglas MacArthur

Será en Octubre
Desde
3 Nov 2010
Mensajes
33.404
Reputación
91.756

Cuando la República pisoteó los esfuerzos de José Antonio Primo de Rivera por evitar la Guerra Civil

Desde prisión, el líder de la Falange se ofreció para entablar negociaciones entre los sublevados y el Gobierno; su petición fue rechazada

Los hijos del médico de Franco desvelan a ABC el lado más íntimo del dictador


Manuel P. Villatoro
Actualizado:21/10/2021 09:44hGUARDAR
NOTICIAS RELACIONADAS


A José Antonio Primo de Rivera, uno de los brazos ejecutores de la dialéctica de los puños y las pistolas en los años treinta, el golpe de Estado de 1936 le pilló en prisión. En la de Alicante, para ser más concretos, donde había dado con sus huesos acusado de una infinidad de delitos como tenencia ilícita de armas. La sublevación supuso para él un mazazo, pues su objetivo era ascender hasta la poltrona cual mesías y desempeñar un papel clave en el nuevo programa gubernamental alumbrado tras la caída de la Segunda República. Que ahí es nada. Acorde a los planes, la futura Guerra Civil era para él un desastre a todos los niveles: político, social y humano.

Quizá por ello, el líder de la Falange intentó mover los hilos que tenía a su disposición y valerse de su popularidad para detener la Guerra Civil que se barruntaba. Todo ello, mediante un plan tan curioso como práctico: mediar entre ambos bandos y formar un Gobierno de concentración en el que estuvieran representados la mayor parte de los partidos políticos de la época. La propuesta fue rechazada por la Segunda República, que le impidió reunirse con los generales sublevados.

En honor a la verdad, tan real como que no se le permitió salir de prisión es que sus intentos habrían sido en balde. Así lo confirma su biógrafo más famoso, Joan María Thómas, en ‘José Antonio. Realidad y mito’ (Debate). En primer lugar, por la mala relación que mantenía con Francisco Franco, pero también por el interés que había demostrado parte de la oficialidad sublevada en hacerse con el poder. Aunque, como se suele decir, nunca lo sabremos. Lo que sí cuentan los libros de historia es que, cuando plantaron al dictador los documentos escritos por el mismo Primo de Rivera, impidió su publicación.

Curioso plan


Pero vayamos paso a paso. Primo de Rivera diseñó su propuesta entre finales de julio y principios de agosto de 1936, cuando entendió que el golpe de Estado no iba a dar sus frutos y que el país se dirigía a una extensa Guerra Civil. En palabras de Thomás, el líder de la Falange siempre había abogado por un impacto directo que obligara a la República a renunciar. Un ‘crochet’ a la mollera: «Quería evitar el ahondamiento de la fractura entre españoles que estaba representando el inicio de la contienda. Esto era lo contrario de lo que predicaba su fascismo: la reunión y unificación de todos los españoles para dejar de lado los partidos políticos divisores y la lucha de clases».

En esencia, y tal y como se supo años después, José Antonio Primo de Rivera proponía la creación de un gobierno de concentración formado por políticos e intelectuales que hiciese guiños a ‘hunos’ y a ‘hotros’, que diría Unamuno. «Su idea era viajar a Burgos con el objeto de convencer a los generales golpistas de la necesidad de llegar a un acuerdo con el Gobierno de la República tanto para el cese de las hostilidades, como para la constitución de un nuevo gabinete», añade el experto en su obra. Como garantía de que no se fugaría, tenía pensado dejar en prenda a varios de sus familiares directos, capturados poco antes del comienzo de la Guerra Civil.

José Antonio Primo de Rivera

José Antonio Primo de Rivera - ABC

Como si algo tenía era tiempo, José Antonio dejó sobre blanco su propuesta en una serie de folios que todavía se conservan y que Jorge Trías Sagnier dio a conocer en este mismo diario hace algunos años. Su ofrecimiento comenzaba con una amnistía general para ambos bandos. A continuación, planteaba la «reposición de los funcionarios declarados cesantes a partir del 18 de julio»; en la práctica, un tirón de orejas a la Segunda República por haber apartado a muchos trabajadores bajo la sospecha de tener unas ideas similares a las de los sublevados. El tercer punto era el más controvertido para el Gobierno:

«Solicito la disolución y desarme de todas las milicias. La existencia comprobada de grupos organizados militarmente hará recaer la responsabilidad sobre las asociaciones o partidos con los que se mantengan relación notoria».

A continuación, incidía en la necesidad de levantar el estado de alarma; revisar las incautaciones hechas desde el estallido de la Guerra Civil; «suprimir toda intervención política en la administración de Justicia» y redactar un programa político «reconstructivo y pacificador». Los puntos más controvertidos fueron la autorización de la enseñanza religiosa (suprimida desde las reformas de Manuel Azaña años atrás) y la implantación de la ley de Reforma Agraria.

Exclusiones

En esencia, y tal y como él mismo escribió en los múltiples documentos que se hallaron en su celda, Primo de Rivera pretendía iniciar una etapa «de reconstrucción política y económica nacional sin persecuciones, sin ánimo de represalia» y que hiciera de España «un país tranquilo, libre y atareado». Sorprende la máxima, ya que, aunque él lo negó hasta el mismo instante en el que fue fusilado, la Falange había sido una de las organizaciones que más habían trabajado para construir un clima de violencia en la etapa previa a la Guerra Civil. Hecho que han corroborado hispanistas como el mismo Stanley G. Payne en sus muchas obras sobre el conflicto.

La segunda columna sobre la que se sustentaba su propuesta era la creación de un gobierno de concentración que, según Thomás, «aplicara un programa que reforzara el estado de derecho». La idea era que estuviese formado por políticos de toda ideología: varios republicanos, un socialista, un catalanista, un conservador y dos intelectuales de reconocido prestigio entre la sociedad. También pensó en los nombres de los protagonistas, los cuales dejó escritos en un folio aparte, y en el cargo que ocuparía cada uno. Los más destacados eran Martínez Barrio como presidente; Melquíades Álvarez en justicia; Miguel Maura en marina; Ortega y Gasset en obras públicas o Marañón en trabajo y sanidad.

La mayoría eran republicanos templados. Con todo, Thomás es partidario de que faltaban algunos miembros de la CEDA y del Partido Republicano Radical. Ambos, en palabras del autor, por la imposibilidad de hallar un moderado en sus filas. Lo que tampoco incluyó Primo de Rivera en el gobierno fue un solo militar sublevado. Y no por evitar tiranteces, sino porque estaba convencido de que eran «personajes de desoladora mediocridad política» y «reaccionarios». De hecho, en las bases de su propuesta especificaba de forma expresa que era necesario mantenerles al margen: «Hay que excluir, por razón histórica, a los nostálgicos de formas caducas y a los reaccionarios en lo económico social».

Destruída

Una vez bien atada, Primo de Rivera elevó su propuesta hasta las instancias más altas de la Segunda República en agosto, apenas un mes después del golpe de Estado. La solicitud la hizo por carta al entonces presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, mediante un sencillo mensaje:

«Después de una detenida deliberación en conciencia y con la mira en el servicio de la España de todos, tan gravemente amenazada en los presentes días, me decido a solicitar una audiencia con usted. No sería difícil llevarla a cabo; podría trasladárseme una noche al Gobierno Civil, como si fuera a ser interrogado por el gobernador, y allí ser recibido sin que se enterase nadie».

Hay constancia de que Martínez Barrio recibió la carta y de que, tras leerla, la comentó con el presidente del Consejo de Ministros, José Giral. Ambos se mostraron de acuerdo en que debían entrevistarse con Primo de Rivera, aunque ya por entonces no tenían claro si para poner o no en marcha aquella rocambolesca idea. Al final, seleccionaron al subsecretario Leandro Martín para la tarea. Este departió de forma extensa con el líder de la Falange el 14 de agosto. El barco no llegó a buen puerto; más bien se hundió sin haber llegado siquiera a aguas profundas. «Aunque no tenemos detalles del encuentro, sabemos que posteriormente el gobierno rechazó el plan y la proposición de acuerdo nacional de José Antonio», añade el historiador.

Representación de Primo de Rivera

Representación de Primo de Rivera - ABC

Tiempo después de que José Antonio pasase por un juicio frente a los nuevos Tribunales Populares y fuese fusilado en el patio de la prisión de Alicante, el bando franquista tuvo constancia de su plan de concentración nacional. Huelga decir que a sus mandamases les cayó como una patada en la ingle. «El régimen nunca estuvo dispuesto a permitir que se conociese la existencia de la proposición y se esforzó por borrar cualquier rastro de la misma», añade Thomás. Los papeles fueron ocultados y las transcripciones llevadas a cabo por algunos investigadores, censuradas. «Aquello no cuadraba con la imagen mítica construida por los franquistas para poder ensalzar a su mártir más importante», finaliza el autor.

repruebo a Falange

Incluso tras la fin de José Antonio Primo de Rivera, Franco nunca terminó de fiarse de la Falange. En parte, por sus palabras contra los sublevados desde Alicante. Así quedó claro cuando ordenó que la organización fuese seguida de cerca y espiada por la red de información APIS. El mismo grupo que se encargaba de pasar al dictador informes constantes de las principales logias masónicas presentes en España. De hecho, siempre solía fanfarronear afirmando que estaba «bien informado de todo cuanto se trama en las logias». El grueso de estos informes le llegó desde los años cuarenta hasta los sesenta. Al menos, así lo explica el historiador Javier Domínguez Arribas en su obra ‘El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista, 1936-1945’.

José Giral

José Giral - RAH

En la misma, el experto también señala que este grupo de espías estaba formado principalmente por mujeres y que, entre otras cosas, seguía de cerca a los falangistas. «Las acusaciones más graves contra la Falange se encontraban en los documentos que la red APIS atribuía a la 'secta'. En ellos, ciertas actitudes políticas habituales entre los falangistas aparecían como el resultado de consignas masónicas», destaca Arribas. El sector falangista estuvo investigado durante años, al igual que sucedía con todo aquel (con cierta importancia política, eso sí) que se declaraba partidario del rey Don Juan. De hecho, APIS solía pasar también informes de organizaciones «juanistas», como se hacían llamar.

El investigador José María Zavala recoge en sus obras estas ideas y señala que una de las personas más investigadas por el grupo APIS y por los diferentes agentes de Franco fue la hermana de José Antonio, Pilar Primo de Rivera. Por si espiar a su organización no fuera suficiente, en 1937, todavía en plena Guerra Civil, Franco tuvo otra feliz idea que acabó de romper sus relaciones con algunos de sus miembros. Y es que, el 20 de abril decretó que las principales organizaciones políticas que combatían a la República junto a él (falangistas y carlistas) quedarían unidas en un único partido llamado Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FE y de las JONS).
 
  1. “La case obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”. Largo Caballero en un mitin en Linares, el 20 de enero de 1936.
  2. “La transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas. Estamos hartos de ensayos de democracia, que se implante en el país la nuestra”. En el Cinema Europa, el 10 de febrero de 1936.
  3. “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera”. Febrero de 1933.
  4. “Quiero decirles a las derechas que, si triunfamos, colaboraremos con nuestros aliados. Pero, si triunfan las derechas, nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”. Escribió en “El Liberal”, el 20 de enero de 1936.
  5. “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”. En 1934, Ginebra.
  6. “Hay que apoderarse del poder político, pero la revolución se hace violentamente: luchando y no con discursos". Congreso de las Juventudes Socialistas.
  7. “El Partido socialista no es reformista, cuando ha habido necesidad de romper con la legalidad, sin ningún reparo y sin escrúpulo. El temperamento, la ideología y la educación de nuestro partido no son para ir al reformismo”. Discurso en el XIII Congreso del PSOE, en 1932, siendo Largo Caballero ministro de Trabajo y Previsión Social.
  8. En “El Socialista", en 1933: “Se dirá: ¡Ah esa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en una democracia? Pues ¿qué hay hoy, más que una dictadura de burgueses? Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. ¿Cómo? (Una voz en el público: ‘Como en Rusia´). No nos asusta eso. Vamos, repito, hacía la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente (Gran ovación). Eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El 19 vamos a las urnas… Mas no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas. ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe preparase… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista”.
  9. “Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos”. 10 de febrero de 1936, en el Cinema Europa.
  10. “Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral y ese periodo es la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos”. 1 de noviembre 1933
 
La extrema izquierda quería la guerra porque estaba convencida de que la ganaría e implantarían un estado comunista. Ya lo intentó en 1934, pero se encontró en frente al ejército de la República. Esta vez buscaron hacer inevitable la guerra y dividir al ejército. Y lo consiguieron.
 
El Frente Popular estaba encantado cuando se entera de la sublevación, es más eufórico. Es lo que llevaban intentando desde hacía meses, tener la excusa o justificación para comenzar con la represión masiva, los asesinatos a mansalva y la "robolución". Estaban convencidísimos de que iban a ganar. Pero calcularon mal...

Ellos nunca quisieron la República porque no dejaba de ser un constructo burgués y capitalista. Solo era un medio. Su "amor" a la democracia o la república solo comienza después de la guerra, cuando la han perdido y comienzan una de sus tradicionales operaciones de propaganda para lavarse la cara de cara a los ganadores de la SGM.
 
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA. PRESENTE
 
Patochada del panfleto monárquico ABC para hacernos ver lo "malvado" que era Franco y lo "mal" que hizo reunificando y poniendo bajo su mando y control las milicias políticas del bando nacional con el "nefasto" resultado de ganar la guerra civil.

Franco tuvo otra feliz idea que acabó de romper sus relaciones con algunos de sus miembros. Y es que, el 20 de abril decretó que las principales organizaciones políticas que combatían a la República junto a él (falangistas y carlistas) quedarían unidas en un único partido llamado Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FE y de las JONS).

Por mucho que les pese a los seguidores del cliente, borracho y traidor de Juan de Borbón, no había solución política en la España de los años '30 y no por culpa de la derecha. Antes que Primo de Rivera, Franco había enviado una carta al gobierno republicano advirtiéndoles sobre un alzamiento militar, a lo que no hicieron el menor caso puesto que eso era lo que deseaba la izquierda en el poder.


Así que menos fantasías de la derecha maricomplejines para desvincularse de los que ganaron la guerra civil y menos pedir perdón y justificarse ante la extrema izquierda.
 
Volver