La izquierda y su triste papel en la guerra de Ucrania

Knucklehead

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Marcuse, en 1964, alertaba de la pérdida de la capacidad revolucionaria en occidente por causa del triunfo de las medidas represivas, puestas en marcha por las sociedades industriales avanzadas, para acallar cualquier tipo de disidencia intelectual a través de los medios de comunicación, la publicidad, la propaganda y el consumismo más desaforado. Por aquel entonces anunciaba el nacimiento del Hombre Unidimensional, un individuo sin capacidad crítica, extremadamente dócil y maleable al antojo de los poderosos.

A pesar del tiempo transcurrido, este proceso no ha venido a menos. Todo lo contrario, desde la segunda mitad del siglo pasado, se han afinado los sistemas de control y dominación social hasta extremos inimaginables que escandalizarían al filósofo y sociólogo alemán. La ciudadanía europea ya no está ni se la espera a la vanguardia de nada. El grado de decadencia, de sumisión, de acomodación al pensamiento dominante es tal, que no existe pensamiento crítico y cualquier tipo de disidencia intelectual es aplastada de inmediato por el propio sistema, pero también por una intelectualidad, que antaño jamás estuvo ligada al poder y que hoy es su más útil instrumento.

Estos días, con la guerra de Ucrania, están apareciendo como setas, articulistas y tertulianos, cuya misión es precisamente atacar los reductos de librepensamiento que pueden quedar en la izquierda europea y española. Son del tipo de la intelectualidad orgánica que cree que su discurso está muy por encima del defendido por el resto de los mortales y que, además, pretende gozar de una superioridad moral indiscutible, aunque no dejan de ser más que correas de transmisión de un unidimensionalismo decadente, pobre y enfermizo. Armados de lugares comunes, de lenguaje vacuo y toneladas de infantilismo naíf y buenista, cargan su totalitarismo pseudodemocrático contra cualquier tipo de disidencia, máxime cuando se trata de la izquierda, a la que consideran su coto privado de caza.

Pero, a pesar de todo, sí que subsiste a duras penas una izquierda orgullosa de serlo, sin complejos, librepensante, que se sobrepone al argumentario mediático dominante y trata de poner encima de la mesa la luz de la razón frente a la ceguera emocional, que es donde los propagandistas bélicos han situado la contienda, para evitar así cualquier tipo de análisis que les estropee la campaña propagandística que tan cuidadosamente han puesto en marcha. Como decía Fidel, el gran objetivo que persiguen los que manejan el relato es hacer perder la capacidad de pensar a la opinión pública mediante la generación de reflejos condicionados. Y a fe que lo están consiguiendo.

La guerra psicológica, parte indisoluble de las guerras de IV generación, requiere justamente del uso intensivo de la propaganda y la mentira para dirigir pensamientos y conductas como método de control social “pacífico”. Fue Winston Churchill quien dijo que “en tiempos de guerra, la verdad es algo tan preciado que debe ser cuidada por un guardaespaldas de mentiras”, aunque ya Sun Tzu, en el arte de la guerra, allá por el 500 a.C. decía que “toda guerra está basada en el engaño”. Sin embargo, nuestros intelectualoides de izquierda, parece que aún no se han enterado de cómo funcionan estas cosas. Quizá necesiten otros dos mil quinientos años más para darse cuenta…

Walter Lippmann inicialmente, seguido después por Hartman y Chomsky, definió el consenso —o el consentimiento— manufacturado como un arma de control de la opinión pública, en sociedades nominalmente democráticas, para que sus poblaciones se dejen dirigir por las clases gobernantes bajo la apariencia de una aparente confluencia de discursos, objetivos e intereses. La fase de fabricación del consenso, se hace absolutamente necesaria antes del inicio de cualquier conflicto bélico, sobre todo en aquellos que pueden exigir ciertos sacrificios a las poblaciones implicadas. Hemos llegado a un punto donde las guerras de hoy ya no comienzan cuando se dispara el primer tiro, sino en el momento en el que el primer periódico cargado con propaganda contra el futuro enemigo sale de la rotativa.

Estar penetrado por la propaganda de guerra, tenerla interiorizada, equivale a apoyar sin fisuras la contienda para la que ha sido preparada, aunque el concepto de guerra en sí mismo nos pueda resultar rechazable desde el punto de vista intelectual o moral. De ahí que hayamos visto a izquierdistas o a pacifistas pidiendo actuar militarmente por ejemplo, contra Gadafi, por estar masacrando —falsamente— a su población, aunque pedían cándidamente que las bombas fueran arrojadas por ejércitos árabes, porque hacer un llamado a la OTAN para esa labor les podía generar cierto rechazo o disonancias cognitivas insalvables.

La guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania ha acabado por abrir y rasgar las costuras de buena parte de la izquierda europea, hasta el punto de que ha mostrado su verdadero ser y su adscripción sin fisuras al bloque atlantista. Algunos autores indican que, sencillamente, ya no hay verdadera izquierda en el Viejo Continente. Sea como fuere, la izquierda acomplejada europea parece ignorar una serie de cuestiones bien claras e incontestables:

  • A pesar de que la invasión a Ucrania es responsabilidad última de Rusia, el agresor estratégico previo es Estados Unidos con su política expansiva de la OTAN, que ha colisionado con los requerimientos de seguridad expresados reiteradamente por Rusia para asegurar su supervivencia en un contexto de guerra fría que jamás ha cesado de existir desde 1947.
  • Moscú tiene todo el derecho a defender a la población rusa del Donbass, agredida desde 2014 por el régimen salido del golpe de estado fascista del Maidan, organizado por EEUU y la UE.
  • Ucrania, dopada con armas occidentales se preparaba para una guerra total contra Donetsk y Lugansk desde finales del 2021, los documentos incautados a la Guardia Nacional, demuestran que a primeros de marzo se produciría la invasión.
  • Está escrito que Washington buscaba una guerra de desgaste en Ucrania contra Rusia desde 2019 (Rand Corporation), esa guerra también estaba prevista por el gobierno de Ucrania como declaró en una entrevista Arestovich, el principal asesor y portavoz de Zelensky.
  • Las violaciones del alto el fuego de Ucrania monitoreadas por la OSCE en febrero de 2022, sugerían un «ablandamiento» a bombazos de las líneas del frente del Donbass antes de proceder a una ofensiva por tierra. Conociendo este cúmulo de hechos probados, la alineación con las políticas de EEUU, la OTAN y Ucrania significa apoyar conscientemente un verdadero genocidio ruso en la región, que es precisamente lo que estaba a punto de suceder.
¿Ha caído pues Rusia en una trampa? Esa es la tesis que defienden algunos autores. El informe de la Rand, analizando las variables posibles de su estrategia intervencionista, afirmaba que se corría el peligro de que la acción de respuesta rusa a la intención de tomar el Donbass por Kiev no se circunscribiera a las provincias hoy secesionistas, sino que se extendiese por otras regiones de Ucrania y que adicionales pérdidas territoriales permanente supusiesen un descrédito para Estados Unidos como potencia instigadora de la contienda.

Aún queda mucho por ver, pero es posible apuntar que al Donbass se le van a sumar otras repúblicas y que, observando la evolución positiva del rublo frente al dólar, Rusia va ganando también la guerra económica. Al final es posible que no vaya a salir tan debilitada del embate como habían planificado. En este sentido, aunque Rusia no tuviera más opción que la tomar la decisión que tomó, a pesar de que supiese que tampoco era una buena solución, quizá logre incluso salir airosa del trance.

Pero bueno, para nuestros analistas orgánicos hablar de este tipo de cosas equivale a ser un «hijo de pilinguin», como lo es mencionar los laboratorios de armas de destrucción masiva biológicas hallados en Ucrania. Unos laboratorios del Pentágono que, por cierto, nuestra prensa libre califica de «presuntos», aún a sabiendas de que han sido reconocidos por las autoridades norteamericanas como cosa del Pentágono. Por menos de eso Estados Unidos y otros países de la OTAN han lanzado invasiones con millones de muertos directos e indirectos.

Otra cosa que molesta, y mucho, a la izquierda o al movimiento pacifista es que se nombre la naturaleza neonazi del régimen surgido del golpe del Maidán. Ya pueden citarse una retahíla de ministros, de gobernadores, de militares o de batallones de ideología nancy, que su única respuesta es la de minusvalorar su fuerza e influencia. Da igual que Reuters o Amnistía digan que hay más de 20 batallones en la Guardia Nacional, que son más de 100.000 paramilitares o que supongan casi la mitad del ejército ucraniano. Da igual que algunos países los consideren como grupos terroristas o que tengan en su haber multitud de crímenes de guerra documentados. Dirán que es un invento ruso para justificar una invasión y que cosas parecidas pueden suceder incluso en España y que nadie nos invade por eso. Su acomodación al argumentario atlantista, su síndrome de Estocolmo es absoluto, lo reconozcan o no. Por cierto, algo común desde las izquierdas parlamentarias hasta la extrema derecha de toda Europa, que han condenado sin fisuras tanto a Rusia como a pilinguin en primera persona.

En sus contraataques siempre argumentan que somos nosotros los que estamos imbuidos de la propaganda rusa. Pretenden equiparar la capacidad de occidente de dominio del relato con la que puede tener Moscú que sería como equiparar el 98% de la prensa del mundo con un escaso 2% que, además está censurado por ley. A los medios rusos se les ha expulsado de las ondas, de los satélites y baneado en las redes sociales, en la que es la operación de censura más brutal que ha conocido en el mundo contemporáneo y frente a la cual, la izquierda sistémica ha mantenido un atronador silencio cómplice que pagará en sus carnes en un futuro próximo.

La mayor parte de ella parece ignorar qué se juega en el suelo ucraniano. Nada más y nada menos que el advenimiento de un nuevo orden mundial, que la derrota de la OTAN podría acelerar. La caída del imperio norteamericano, el surgimiento de nuevas alianzas políticas, económicas y militares… en definitiva un mundo multipolar donde el poder se reparta de manera más colegiada y democrática. Donde puedan surgir espacios de libertad para que muchos países, de forma soberana, puedan organizarse libremente al margen de los dictados del capitalismo y sus imposiciones militares. Donde se deje de oír que tal o cual sistema es el mejor de los posibles, simplemente porque jamás dejaron que existiesen otros. La tiranía mundial de la información, del capitalismo, del dólar, de la hegemonía cultural, en definitiva del unidimensionalismo marcusiano, van a ser arrojados al vertedero de la historia. Ya hemos podido comprobar cómo la malhadada comunidad internacional era solo un trampantojo propagandístico que no representa ni al 25% de la población mundial.

Sabíamos positivamente que este momento llegaría, pero también pensábamos que no lograríamos verlo en persona. En este loco mundo, mucho de lo que creíamos que era para siempre está llamado a desaparecer a corto o medio plazo. Ucrania —y Rusia— sufren los dolores de parto de ese nuevo orden mundial, así lo ha querido Estados Unidos y la OTAN, que gustan de jugar sus guerras en suelo ajeno.

Claro que, si resulta que la izquierda europea prefiere el actual orden mundial unipolar establecido por Estados Unidos que lo que pueda estar por venir, olvidándose incluso de los seis millones de muertos provocados por el imperio tras el 11S o de quién ha iniciado más del 80% de los conflictos mundiales acontecidos desde 1945 hasta hoy, es que tienen un grave problema y han de hacérselo mirar.

Probablemente es que ya hace mucho que cambiaron de bando…

La izquierda y su triste papel en la guerra de Ucrania - biTs RojiVerdes
 

Knucklehead

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Rusia y la izquierda atlantista

Parte de la izquierda española —dudo que merecedora de tal nombre— en su afán de ser aceptada por la dictadura de los medios de comunicación, creadora de la opinion pública, definitoria de lo que es políticamente aceptable y de lo que no debe tener cabida en los sistemas políticos occidentales, hace tiempo que renunció a sus esencias y a los valores transformadores que la identificaban.

Joseph P. Overton, miembro del Centro Mackinac de Política Pública, elaboró una teoría política que explicaba qué abanico de medidas serían aceptables por la opinión pública en un momento dado y cuáles serían excluidas por ella, al ser consideradas extremistas o poco serias. La clase política no debía ser capaz de modificar lo que debía aparecer y lo que no lo hace dentro de la Ventana de Overton, eso es algo que debería corresponder a las tendencias sociales de cada momento. Hasta ahí muy bien. Sin embargo, en una sociedad donde la opinión publicada modifica a su antojo a la opinión pública, son los dueños de los medios de comunicación quienes, guiados por su exclusivo interés, definen los términos en los que debe desenvolverse la política. Es el empresariado de los grandes medios del mundo quien establece cuál va a ser el terreno de juego reservado a la política y, como no puede ser de otra manera, cada vez es más pequeño y más irrelevante.

No es casualidad, además, que la Ventana de Overton se haya estrechado enormemente en el último medio siglo y se haya escorado claramente a la derecha. Si un socialista europeo de los años 60 o 70 pudiese ver un programa económico actual de la socialdemocracia, lo tacharía inmediatamente de derechista o reaccionario. Pero claro, para llegar al poder hay que estar dentro de los parámetros marcados por la «ventana» y acomodarse a lo que dictan las multinacionales de la opinión. Fuera de ella hace mucho frío y de la pureza o de la dignidad no se come. Es un círculo vicioso que nos lleva irremisiblemente a la desafección y a la desesperanza, pero que funciona aceptablemente bien mientras el cuerpo aguante.

Nuestra izquierdita filtro no es ajena a este tipo de involuciones, todo lo contrario. Ya dije lo que pensaba de ella en relación con su triste papel en la guerra de EEUU contra Rusia en Ucrania. Si compras el relato de la OTAN, estás comprando la guerra de la OTAN. Ambas son facetas de la misma realidad. Las guerras de última generación no comienzan con bombas físicas, sino con reiterados bombardeos mediáticos.

Recuerdo a movimientos pacifistas de izquierdas pedir que fuese una fuerza árabe quien atacase Trípoli para defender a la población civil de las armas de Gadafi para que no tuviera que hacerlo la OTAN. Resulta que luego se demostró que el líder libio jamás bombardeó a manifestantes y que los sublevados eran yihadistas y mercenarios pagados por EEUU y los países del Golfo. ¡No se puede ser más petulante! ¿Para eso ha quedado la izquierda parlamentaria? Claro que, para ponerse de frente ante una tormenta propagandística hay que tener mucho arrojo y significa, automáticamente, expulsarte ante tus semejantes de la sensatez y de lo políticamente correcto. Pero no es más que un ejemplo del absurdo papel de la izquierdita filtro en los tiempos que corren. Podría citar muchos más.

En los inicios de la guerra de Ucrania ONGs pacifistas y de derechos humanos convocaron manifestaciones donde se pedía abiertamente en envío de armas de la OTAN para luchar contra Rusia y en cuyos manifiestos no se criticaba la postura española de atizar la guerra. Y no, no eran olvidos, eran omisiones deliberadas para sumar gente y organizaciones. Sin embargo, en sus escritos se daban por buenas, sin filtrar, los fakes montados en los laboratorios de opinión pública de los militares sobre tal o cual matanza. ¿Pardillos o hooligans de la rusofobia? Elijan ustedes. Por supuesto, también obviaban la guerra civil provocada por el golpe de estado del Maidan como si jamás hubiera existido y los casi 20.000 muertos por ella ocasionada. Para ser pacifistas o defensores de los derechos humanos eran muy selectivos ¿verdad?

Ese es el panorama con el que tenemos que lidiar a diario. Estos días atrás, uno de los clásicos pensadores —es un decir— de la izquierda claudicada, dedicado en cada conflicto de la OTAN a criticar a la izquierda real más que a las derechas, acusaba a pilinguin de amenazar a occidente con el uso de armamento nuclear. Este tipo de cosas suceden cuando sólo se lee la prensa partidaria y no se contrasta ningún noticia. Resulta que Johnson, Truss, Macron o Biden llevan meses amenazando con el uso de este tipo de armas a Rusia en numerosas oportunidades durante el último medio año. Sin embargo, cuando Moscú replica que cuidado con las bombas atómicas, que algo así se les podría volver en contra a sus perpetradores, el coro de voceros de la Alianza, entre los que siempre está S.A.R. (su alteza real), saltan a la yugular con ríos de tinta y litros de saliva.

También el susodicho se apunta a la tesis de una «guerra ilegal que él mismo —en ubicuo pilinguin— ha desencadenado» y a la inevitabilidad de una escalada nuclear, táctica eso sí, como paso previo a una desescalada, aceptando implícitamente una marcha desvaforable de la guerra convencional para Rusia, que saca de las invenciones húmedas de la prensa atlantista. En fin, nada que no pudiésemos esperar de gente que hace mucho que juega la carta del imperialismo.

Lo que no sé y probablemente nunca sabré es si este tipo actitudes se toman en aras de la aceptación general, del aplauso fácil, por estar dentro de la sensatez overtoniana dictada por los poderosos, por mirar al mundo desde la ventana de los chicos buenos… o quizá sólo por dinero. Ya hace mucho que sabemos cómo EEUU compró a muchos intelectuales durante la Guerra Fría o cómo el Pentágono se apropia completamente de las redacciones de internacional de los periódicos europeos en tiempo de conflicto.

Quizá sea solo una sensación, igual incluso me equivoque, pero tengo la impresión de que siempre he estado en el mismo sitio desde el punto de vista ideológico y que es el mundo el que se ha movido en los últimos años, pero en la dirección equivocada. Cuestión de principios…

Rusia y la izquierda atlantista - biTs RojiVerdes
 

madmac

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Amnistía es parte del complejo mediático de Estados Unidos, su información está dictada por el lobby del Partido Demócrata. Si miras el informe de la OSCE verás como las ejecuciones y las torturas eran deliberadas en el Donbass desde 2014
 

madmac

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En cuanto a Amnistía, puedes leer esto para darte cuenta de que son pura basura Otánica

La industria humanitaria: Amnistía Internacional
10/03/2019

Recuerdo haber oído una anécdota sobre una conocida política italiana de izquierdas, muy implicada con la invasión estadounidense de Afganistán, que escribió una misiva a una compañera, en la que destacaba los logros que la invasión de la OTAN había producido en temas de igualdad de género. Se refería concretamente a la imposición talibán que obligaba a la mujer a caminar varios pasos por detrás del hombre para no oír sus pasos que, gracias a la intervención militar occidental, había dado lugar a la situación inversa: ahora eran las mujeres las que iban por delante de los hombres, algo que esta política radical consideraba inequívocamente como un síntoma de que las cosas estaban cambiando decididamente a mejor en el país asiático. La respuesta de su compañera es lo que hoy llamaríamos un zas en toda la boca: si las mujeres marchaban ahora por delante de los hombres cuando caminaban, sobre todo en las zonas rurales, no tenía nada que ver con los derechos humanos, solo era ¡por si pisaban minas antipersona enterradas en los caminos!

Así son los efectos de la intervenciones militares norteamericanas, jamás traen nada bueno. Ni por equivocación. Es algo que es bien fácil de comprobar de manera empírica. Desgraciadamente, las invasiones protagonizadas por Estados Unidos han sido muchas en nuestra historia contemporánea como para poder inferir algunas conclusiones definitivas. Sin embargo, para Amnistía Internacional no habrán sido suficientes, ya que siguen defendiendo que, ocupaciones como las de Afganistán, sirven para traer prosperidad a los países invadidos.


«NATO: keep the progress going»

Ese era el lema de la campaña que Amnesty lanzó en EEUU en 2012, que demandaba a la OTAN que siguiera en la línea de mantener los progresos que estaban logrando en Afganistán. Toda una declaración de intenciones en favor de la injerencia, del imperialismo y del militarismo, impropias de una ONG de derechos humanos.

Con estas marquesinas, Amnesty International recibió el encuentro que la OTAN celebró en Chicago en 2012. Una labor de hoolligans de la guerra realmente impresentable.
Pero ¿qué podemos esperar de una organización absolutamente imbricada con el establishment norteamericano? En aquellas fechas, la directora ejecutiva de Amnistía era Suzanne Nossel, una experta en oenegés que había ejercido funciones de asesora en el Departamento de Estado con Hillary Clinton. A Nossel muchos le atribuyen el concepto de «smart power» o poder inteligente. Sea o no así, sí que se ha mostrado como una defensora pública de su aplicación en la política exterior norteamericana. En sus propias palabras, este es el significado de poder inteligente, según manifestó en una entrevista concedida al Consejo de Relaciones Exteriores norteamericano:

(el poder inteligente) es combinar el poder duro, la fuerza militar, la coerción con lo que se ha llamado poder blando; la diplomacia, el atractivo de la cultura estadounidense, su gente, los lazos económicos, y ver esos dos elementos no como alternativas en un sentido u otro, sino más bien como elementos complementarios y elementos del poder de los Estados Unidos que deben aplicarse en forma concertada. (…)

Creo que el texto lo dice todo, Suzanne Nossel es una ardiente defensora de los derechos humanos a bombazos al mas puro estilo demócrata norteamericano, que el establisment situó en la cúpula de la principal ONG humanitaria del mundo.

Pero no es la única conexión entre Amnistía y la política exterior gubernamental norteamericana. El recientemente fallecido Zbigniev Brzezinski, miembro del equipo directivo de A.I. trabajó para el Departamento de Estado con Johnson de presidente, como Asesor de Seguridad Nacional con Carter y fue el poder en la sombra en temas de geopolítica bajo el gobierno de Obama.

Ahora, seguro que la campaña en favor de la OTAN de Amnesty ya no nos debería extrañar tanto ¿verdad? Como tampoco deberían hacerlo las acciones de la organización en contra de Siria, Libia e Irán, perfectamente coordinadas con el gobierno de Estados Unidos y con la práctica de la injerencia humanitaria que el imperio ha puesto en marcha durante los últimos años. Da la sensación de que Amnistía (y otras oenegés) preparan con sus informes y denuncias el camino a las acciones del poder duro, el poder militar norteamericano.


Los padres fundadores

Las dos personas que crearon Amnistía fueron Peter Benenson y Luis Kutner en Londres en 1961, junto con un pequeño grupo de abogados. ¿Quiénes eran estas almas tan altruistas y solidarias?

Peter James Henry Solomon, el nombre de pila original de Peter Benenson, nació en Londres en el seno de una familia judía. Hijo de militar, de filiación profundamente anticomunista, era una persona muy cercana al Ministerio de Asuntos Exteriores británico, el famoso Foreign Office y a la Oficina Colonial. Durante la II Guerra Mundial trabajó para la inteligencia militar de su graciosa majestad, de hecho, es muy probable que jamás dejara de hacerlo en toda su vida. En los primeros años de vida de la organización, los listados de defensores de derechos humanos en las colonias británicas fluían desde Amnistía al gobierno de la metrópoli con toda normalidad. Dos años después de su fundación, en 1963, el Foreign Office pidió en una circular apoyo «discreto» del gobierno a Amnistía para no dañar su credibilidad y exculpaba totalmente a la dirección de la ONG de las acciones que podrían cometer en su relación con ellos, «algunas de las cuales nos podrían avergonzar de vez en cuando». Todo muy edificante.

Pero eso no es todo, a su colega cofundador, el norteamericano Luis Kutner, premio Nobel de la Paz, se le relaciona con la delación al FBI del líder de los Panteras Negras de Illinois, Fred Hampton, que fue asesinado días más tarde en una operación de la policía de Chicago y el propio FBI. Dos angelitos…



¿Cómo se financia Amnistía Internacional?

En la página web de la asociación en castellano, concretamente en la sección «Hazte socio/a» donde se llama a la afiliación individual, puede leerse un texto que solicita la participación como forma de mantener su supuesta sacrosanta independencia:

Tu ayuda hace posible que podamos renunciar a subvenciones de gobiernos y partidos políticos, porque nuestra independencia está por encima de todo. Es gracias a personas como tú que nos apoyáis económicamente por lo que podemos denunciar sin presiones cualquier violación de los derechos humanos. Gracias por creer en un mundo más justo.

Sin embargo, aunque cuesta mucho más encontrarlo, sí que en las memorias económicas globales, dentro del repositorio general de archivos de la asociación, podemos encontrar información bastante interesante.

Los directores se complacen en agradecer el apoyo de la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur, la Fundación Oak, la Fundación Open Society de Georgia, el Programa de donaciones caritativas Vanguard, Mauro Tunes y American Jewish World Service. El Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (Fondo de Gobernanza y Transparencia) continuó financiando un proyecto de educación sobre derechos humanos de cuatro años en África. La Comisión Europea (EuropeAid) otorgó generosamente una subvención plurianual para el trabajo de educación en derechos humanos de Amnistía Internacional en Europa.

No puede negarse que el plantel de donantes de A.I. es bien jugoso. Se puede observar que es falso que no reciban ayudas de estados, ya que la Comisión Europea (el órgano de gobierno de la UE) aparece como «generoso» donante, junto con el Reino Unido. Pero no es lo peor que se desprende del listado de agradecimientos del programa de recaudación de fondos de Amnistía en 2010. Con diferencia, la aparición de la Open Society de George Soros es la más significativa. Para quien no lo conozca, Soros es una de las personas más ricas del mundo, famoso por ser el inversor financiero —o mejor, el especulador— responsable del hundimiento de la libra esterlina en 1992 y de la quiebra del Banco de Inglaterra, para embolsarse personalmente una cantidad cercana a los mil millones de dólares.

A pesar de que muchos lo conocen con el sobrenombre de Estrella de la Muerte, otros suelen considerarlo como un gran filántropo por sus múltiples donaciones a determinadas causas y determinados grupos políticos. Obseso anticomunista, se define como un «fundamentalista de mercado» y seguidor del concepto de Sociedad Abierta definida por Henri Bergson, por eso su fundación principal lleva el nombre de Open Society, como aparece reflejado en el informe de Amnesty.

Quien critica a Soros se gana rápidamente el calificativo de conspiranoico y es condenado a la irrelevancia mediática, no en vano sus fondos de inversión se dirigen en muchas ocasiones a medios de comunicación de masas (incluida a nuestra querida PRISA) que forman opinión, pero es indudable que las subvenciones filantrópicas del magnate no son inocentes, ya que mantienen el marcado sesgo ideológico del donante, tal y como reconocen documentos internos de la Open Society publicados por hackers en la filtración conocida con el nombre de DCLEAKS:

(…) estamos en el negocio de transferir dinero a paises con fines politicos.

No se puede ser más claro. La mano de Soros está abiertamente detrás de operaciones de desestabilización social y política en todo el mundo, como la del Euromaidan en Ucrania, que acabó con un golpe de estado que impuso un gobierno fascista y una guerra civil que aún perdura. Pero también, de manera menos patente, en otras revoluciones de colores en Europa del este —principalmente en los países que estuvieron en la órbita soviética— y en las mal llamadas primaveras árabes. Es precisamente ahí donde mejor se observa la confluencia de intereses, o quizá la subordinación, de estas ONGs de la industria humanitaria a los objetivos de Soros… y a los de la Casa Blanca. Las oenegés domesticadas conformarían los batallones humanitarios que, junto a los mediáticos, harían el trabajo previo, la ingeniería social, la generación del consenso, anteriores al envío de ejércitos —propios o de mercenarios— como fase final y decisiva de las agresiones de cuarta generación.

Este siniestro personaje, aunque a veces fanfarronee más de la cuenta sobre su poder y su capacidad de modelar el mundo, no es un cualquiera, se pasea alegremente por las sedes de las presidencias de medio planeta, incluido el Palacio de la Moncloa, y asiste asiduamente a las reuniones y clubes semisecretos en las que los poderosos tratan de trazar las líneas futuras generales de la política y la economía mundiales.


Ejemplos de manipulación masiva de Amnistía

Hay múltiples casos en los que Amnesty ha quedado al descubierto como lo que es: un brazo más del Departamento de Estado norteamericano, diseñado para llegar donde no llegan ni políticos ni informadores. Son fórmulas de segmentación de público propias de las disciplinas del marketing y muy ampliamente utilizadas. Con ese manto protector, es fácil comprender por qué sus meteduras de pata apenas si llegan a la opinión pública y no se han insertado, como hubiera sido de esperar, en las corrientes de pensamiento colectivo.

El más grave de todos los «errores» de Amnistía, por las repercusiones que tuvo en vidas humanas, fue el orquestado para justificar la primera invasión norteamericana de Irak. Corría el año 1991, Sadam Hussein había invadido Kuwait. Amnistía denuncia que las tropas iraquíes entraron en hospitales del petroestado y sacaron a los niños neonatos de las incubadoras para dejarlos morir. Una pequeña, testigo de los hechos, sube al estrado en la sede del gobierno norteamericano y, entre lágrimas, cuenta lo sucedido. El escándalo mundial es supino. El senado norteamericano vota, por muy poca diferencia, entrar en guerra. Varios senadores afirman que el informe de Amnistía les hizo cambiar de opinión y apoyar la guerra. El resultado es de sobra conocido: 250.000 muertos directos y 1.500.000 por el embargo posterior. Pues bien, al poco se supo que el caso de las incubadoras fue un montaje orquestado con el apoyo de una empresa de comunicación norteamericana (Hill & Knowlton) y, posteriormente verificado como cierto y amplificado por Amnistía Internacional USA. La famosa niña no era testigo de nada, era la hija del embajador kuwaití en EEUU, que había hecho el papel de su vida, mientras que la ONG hizo el mayor papelón de su historia.


Otras veces, el ardor guerrero de los campeones mundiales del humanitarismo es tal, que se pasan de frenada en los ataques a los países contrarios a las políticas de EEUU y son los propios organismos multinacionales los que tienen que callar a Amnistía. Eso sucedió en 2010, cuando la mismísima Organización Mundial de la Salud, tuvo que enmendarle la plana a uno de esos informes de A.I. —siempre tan rigurosos, serios, imparciales y verificados— contra Corea del Norte. La denuncia de Amnistía era de esas que tienen mucha chicha mediática para tocar el lado sensible de la opinión pública. En Corea del Norte la situación médica era tan horrible que había que amputar miembros sin anestesia y operar a la luz de las velas… o al menos eso le habían contado los desertores con los que habían contactado (todo un clásico en las fuentes de esta oenegé). La directora de la OMS, por el contrario, que había visitado poco antes el país, dijo textualmente que el sistema sanitario coreano era «la envidia de muchos países desarrollados».


Corre el año 2011. EEUU y la OTAN se disponen a acabar con la revolución Libia para robarles los beneficios del petróleo, que su población recibe generosamente de su gobierno, convirtiendo al país en el mas próspero socialmente de toda África, según reconoce la propia ONU. Las denuncias de los estados y sus medios de comunicación afines en occidente y en el Golfo Pérsico, machacan al gobierno de Gadafi por asesinar impunemente a los manifestantes demandando democracia y mejores condiciones de vida. Amnistía, una vez más, toma partido por el eje de la guerra y denuncia supuestos crímenes de lesa humanidad. Nadie puede resistir la presión y arriesgarse a sufrir las críticas por defender a un monstruo como Gadafi. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autoriza una zona de exclusión aérea, usada ilegalmente para derrocar al gobierno de la Yamahiriya. El país es destruido en su totalidad. Los islamistas toman el poder, como habían previsto los organizadores extranjeros de las primavera árabes. Al final todos, incluso los agresores, reconocen que los supuestos bombardeos de manifestantes eran una invención y que los demandantes de democracia eran terroristas islámicos. ¿Ha pedido perdón Amnistía?

Podríamos seguir poniendo muchos ejemplos en otros conflictos recientes. En Siria reconocieron usar para sus informes únicamente los testimonios de las ONGs creadas por la inteligencia occidental en Reino Unido, Turquía… para justificar la agresión extranjera contra el pueblo de aquel país. Podríamos citar también el caso venezolano, o el de Palestina, donde suelen equiparar a víctimas con verdugos; pero este escrito se haría interminable. No obstante, a veces sí que realizan su trabajo de la manera esperable, es absolutamente necesario para que no pierdan la credibilidad que necesitan para poder armar sus campañas de propaganda cuando les son requeridas. Pero es un hecho constatado de que han estado y están bajo los designios de la política exterior norteamericana y británica y que son una verdadera vergüenza por traficar con los mejores sentimientos de solidaridad e internacionalismo de sus socios y socias y de todas aquellas personas que les creen o, de alguna manera, les apoyan.

 

el futuro

Himbersor
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Himbersor
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Marcuse, en 1964, alertaba de la pérdida de la capacidad revolucionaria en occidente por causa del triunfo de las medidas represivas, puestas en marcha por las sociedades industriales avanzadas, para acallar cualquier tipo de disidencia intelectual a través de los medios de comunicación, la publicidad, la propaganda y el consumismo más desaforado. Por aquel entonces anunciaba el nacimiento del Hombre Unidimensional, un individuo sin capacidad crítica, extremadamente dócil y maleable al antojo de los poderosos.

A pesar del tiempo transcurrido, este proceso no ha venido a menos. Todo lo contrario, desde la segunda mitad del siglo pasado, se han afinado los sistemas de control y dominación social hasta extremos inimaginables que escandalizarían al filósofo y sociólogo alemán. La ciudadanía europea ya no está ni se la espera a la vanguardia de nada. El grado de decadencia, de sumisión, de acomodación al pensamiento dominante es tal, que no existe pensamiento crítico y cualquier tipo de disidencia intelectual es aplastada de inmediato por el propio sistema, pero también por una intelectualidad, que antaño jamás estuvo ligada al poder y que hoy es su más útil instrumento.

Estos días, con la guerra de Ucrania, están apareciendo como setas, articulistas y tertulianos, cuya misión es precisamente atacar los reductos de librepensamiento que pueden quedar en la izquierda europea y española. Son del tipo de la intelectualidad orgánica que cree que su discurso está muy por encima del defendido por el resto de los mortales y que, además, pretende gozar de una superioridad moral indiscutible, aunque no dejan de ser más que correas de transmisión de un unidimensionalismo decadente, pobre y enfermizo. Armados de lugares comunes, de lenguaje vacuo y toneladas de infantilismo naíf y buenista, cargan su totalitarismo pseudodemocrático contra cualquier tipo de disidencia, máxime cuando se trata de la izquierda, a la que consideran su coto privado de caza.

Pero, a pesar de todo, sí que subsiste a duras penas una izquierda orgullosa de serlo, sin complejos, librepensante, que se sobrepone al argumentario mediático dominante y trata de poner encima de la mesa la luz de la razón frente a la ceguera emocional, que es donde los propagandistas bélicos han situado la contienda, para evitar así cualquier tipo de análisis que les estropee la campaña propagandística que tan cuidadosamente han puesto en marcha. Como decía Fidel, el gran objetivo que persiguen los que manejan el relato es hacer perder la capacidad de pensar a la opinión pública mediante la generación de reflejos condicionados. Y a fe que lo están consiguiendo.

La guerra psicológica, parte indisoluble de las guerras de IV generación, requiere justamente del uso intensivo de la propaganda y la mentira para dirigir pensamientos y conductas como método de control social “pacífico”. Fue Winston Churchill quien dijo que “en tiempos de guerra, la verdad es algo tan preciado que debe ser cuidada por un guardaespaldas de mentiras”, aunque ya Sun Tzu, en el arte de la guerra, allá por el 500 a.C. decía que “toda guerra está basada en el engaño”. Sin embargo, nuestros intelectualoides de izquierda, parece que aún no se han enterado de cómo funcionan estas cosas. Quizá necesiten otros dos mil quinientos años más para darse cuenta…

Walter Lippmann inicialmente, seguido después por Hartman y Chomsky, definió el consenso —o el consentimiento— manufacturado como un arma de control de la opinión pública, en sociedades nominalmente democráticas, para que sus poblaciones se dejen dirigir por las clases gobernantes bajo la apariencia de una aparente confluencia de discursos, objetivos e intereses. La fase de fabricación del consenso, se hace absolutamente necesaria antes del inicio de cualquier conflicto bélico, sobre todo en aquellos que pueden exigir ciertos sacrificios a las poblaciones implicadas. Hemos llegado a un punto donde las guerras de hoy ya no comienzan cuando se dispara el primer tiro, sino en el momento en el que el primer periódico cargado con propaganda contra el futuro enemigo sale de la rotativa.

Estar penetrado por la propaganda de guerra, tenerla interiorizada, equivale a apoyar sin fisuras la contienda para la que ha sido preparada, aunque el concepto de guerra en sí mismo nos pueda resultar rechazable desde el punto de vista intelectual o moral. De ahí que hayamos visto a izquierdistas o a pacifistas pidiendo actuar militarmente por ejemplo, contra Gadafi, por estar masacrando —falsamente— a su población, aunque pedían cándidamente que las bombas fueran arrojadas por ejércitos árabes, porque hacer un llamado a la OTAN para esa labor les podía generar cierto rechazo o disonancias cognitivas insalvables.

La guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania ha acabado por abrir y rasgar las costuras de buena parte de la izquierda europea, hasta el punto de que ha mostrado su verdadero ser y su adscripción sin fisuras al bloque atlantista. Algunos autores indican que, sencillamente, ya no hay verdadera izquierda en el Viejo Continente. Sea como fuere, la izquierda acomplejada europea parece ignorar una serie de cuestiones bien claras e incontestables:

  • A pesar de que la invasión a Ucrania es responsabilidad última de Rusia, el agresor estratégico previo es Estados Unidos con su política expansiva de la OTAN, que ha colisionado con los requerimientos de seguridad expresados reiteradamente por Rusia para asegurar su supervivencia en un contexto de guerra fría que jamás ha cesado de existir desde 1947.
  • Moscú tiene todo el derecho a defender a la población rusa del Donbass, agredida desde 2014 por el régimen salido del golpe de estado fascista del Maidan, organizado por EEUU y la UE.
  • Ucrania, dopada con armas occidentales se preparaba para una guerra total contra Donetsk y Lugansk desde finales del 2021, los documentos incautados a la Guardia Nacional, demuestran que a primeros de marzo se produciría la invasión.
  • Está escrito que Washington buscaba una guerra de desgaste en Ucrania contra Rusia desde 2019 (Rand Corporation), esa guerra también estaba prevista por el gobierno de Ucrania como declaró en una entrevista Arestovich, el principal asesor y portavoz de Zelensky.
  • Las violaciones del alto el fuego de Ucrania monitoreadas por la OSCE en febrero de 2022, sugerían un «ablandamiento» a bombazos de las líneas del frente del Donbass antes de proceder a una ofensiva por tierra. Conociendo este cúmulo de hechos probados, la alineación con las políticas de EEUU, la OTAN y Ucrania significa apoyar conscientemente un verdadero genocidio ruso en la región, que es precisamente lo que estaba a punto de suceder.
¿Ha caído pues Rusia en una trampa? Esa es la tesis que defienden algunos autores. El informe de la Rand, analizando las variables posibles de su estrategia intervencionista, afirmaba que se corría el peligro de que la acción de respuesta rusa a la intención de tomar el Donbass por Kiev no se circunscribiera a las provincias hoy secesionistas, sino que se extendiese por otras regiones de Ucrania y que adicionales pérdidas territoriales permanente supusiesen un descrédito para Estados Unidos como potencia instigadora de la contienda.

Aún queda mucho por ver, pero es posible apuntar que al Donbass se le van a sumar otras repúblicas y que, observando la evolución positiva del rublo frente al dólar, Rusia va ganando también la guerra económica. Al final es posible que no vaya a salir tan debilitada del embate como habían planificado. En este sentido, aunque Rusia no tuviera más opción que la tomar la decisión que tomó, a pesar de que supiese que tampoco era una buena solución, quizá logre incluso salir airosa del trance.

Pero bueno, para nuestros analistas orgánicos hablar de este tipo de cosas equivale a ser un «hijo de pilinguin», como lo es mencionar los laboratorios de armas de destrucción masiva biológicas hallados en Ucrania. Unos laboratorios del Pentágono que, por cierto, nuestra prensa libre califica de «presuntos», aún a sabiendas de que han sido reconocidos por las autoridades norteamericanas como cosa del Pentágono. Por menos de eso Estados Unidos y otros países de la OTAN han lanzado invasiones con millones de muertos directos e indirectos.

Otra cosa que molesta, y mucho, a la izquierda o al movimiento pacifista es que se nombre la naturaleza neonazi del régimen surgido del golpe del Maidán. Ya pueden citarse una retahíla de ministros, de gobernadores, de militares o de batallones de ideología nancy, que su única respuesta es la de minusvalorar su fuerza e influencia. Da igual que Reuters o Amnistía digan que hay más de 20 batallones en la Guardia Nacional, que son más de 100.000 paramilitares o que supongan casi la mitad del ejército ucraniano. Da igual que algunos países los consideren como grupos terroristas o que tengan en su haber multitud de crímenes de guerra documentados. Dirán que es un invento ruso para justificar una invasión y que cosas parecidas pueden suceder incluso en España y que nadie nos invade por eso. Su acomodación al argumentario atlantista, su síndrome de Estocolmo es absoluto, lo reconozcan o no. Por cierto, algo común desde las izquierdas parlamentarias hasta la extrema derecha de toda Europa, que han condenado sin fisuras tanto a Rusia como a pilinguin en primera persona.

En sus contraataques siempre argumentan que somos nosotros los que estamos imbuidos de la propaganda rusa. Pretenden equiparar la capacidad de occidente de dominio del relato con la que puede tener Moscú que sería como equiparar el 98% de la prensa del mundo con un escaso 2% que, además está censurado por ley. A los medios rusos se les ha expulsado de las ondas, de los satélites y baneado en las redes sociales, en la que es la operación de censura más brutal que ha conocido en el mundo contemporáneo y frente a la cual, la izquierda sistémica ha mantenido un atronador silencio cómplice que pagará en sus carnes en un futuro próximo.

La mayor parte de ella parece ignorar qué se juega en el suelo ucraniano. Nada más y nada menos que el advenimiento de un nuevo orden mundial, que la derrota de la OTAN podría acelerar. La caída del imperio norteamericano, el surgimiento de nuevas alianzas políticas, económicas y militares… en definitiva un mundo multipolar donde el poder se reparta de manera más colegiada y democrática. Donde puedan surgir espacios de libertad para que muchos países, de forma soberana, puedan organizarse libremente al margen de los dictados del capitalismo y sus imposiciones militares. Donde se deje de oír que tal o cual sistema es el mejor de los posibles, simplemente porque jamás dejaron que existiesen otros. La tiranía mundial de la información, del capitalismo, del dólar, de la hegemonía cultural, en definitiva del unidimensionalismo marcusiano, van a ser arrojados al vertedero de la historia. Ya hemos podido comprobar cómo la malhadada comunidad internacional era solo un trampantojo propagandístico que no representa ni al 25% de la población mundial.

Sabíamos positivamente que este momento llegaría, pero también pensábamos que no lograríamos verlo en persona. En este loco mundo, mucho de lo que creíamos que era para siempre está llamado a desaparecer a corto o medio plazo. Ucrania —y Rusia— sufren los dolores de parto de ese nuevo orden mundial, así lo ha querido Estados Unidos y la OTAN, que gustan de jugar sus guerras en suelo ajeno.

Claro que, si resulta que la izquierda europea prefiere el actual orden mundial unipolar establecido por Estados Unidos que lo que pueda estar por venir, olvidándose incluso de los seis millones de muertos provocados por el imperio tras el 11S o de quién ha iniciado más del 80% de los conflictos mundiales acontecidos desde 1945 hasta hoy, es que tienen un grave problema y han de hacérselo mirar.

Probablemente es que ya hace mucho que cambiaron de bando…

La izquierda y su triste papel en la guerra de Ucrania - biTs RojiVerdes
nonono:nonono:nonono:nonono:tragatochostragatochosroto2
pilinguinejo infame la responsabilidad es toda del cabrito de pilinguin y su poco agradable gobierno
 

BURBUJEITOR II

Madmaxista
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Esa supuesta izquierda Europea son el mayor fraude de la historia, revolucionarios de salon y pijos burgueses en la realidad dispuestos a poner el trastero ante el yanky y su agenda 2030 de ultra derecha y ultra liberal con tal de conservar sus privilegios (progres especialmente) La gente mas da repelúsnte con la que te puedes cruzar..meparto:meparto:


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