Hace pocos años aconsejé a una amiga vender su casa en Las Palmas y salir pitando de allí.
Me lo agradece cada vez que nos vemos, sus amigos de allí están desesperados.
Es cuestión de poco tiempo que el ejército invasor marrónido, punta de lanza de jovenlandia, empiecen a respartir palos y aquello sea primero como Cataluña o Vascongadas, territorio jovenlandés sin lengua castellana vehicular. Y al poco soberanía alahuí.
¿La culpa? De los idiotas, cobardes y vagos de los españoles.