La Iglesia Católica y la creación de la Universidad, por THOMAS E. WOODS, JR.

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El conocimiento sustancial de los tiempos medievales que se produjo en el siglo XX debería haber sepultado esa caricatura acondroplásica (de la Iglesia) de una vez por todas, pero aquí tenemos otro caso de conocimiento especializado que no ha sido orientado para llegar al público en general.

Fue, después de todo, en la Edad Media que la Universidad comenzó a existir. La universidad, que se desarrolló y maduró en la Europa católica, fue un fenómeno novedoso de la historia europea. Nada como ella había existido en las antiguas Grecia o Roma. La institución que reconocemos hoy, con sus facultades, cursos de estudio, exámenes y grados; así como con la distinción común entre alumno y graduado, nos viene directamente del mundo medieval. Y no sorprende que la Iglesia haya hecho mucho para promover el sistema de la naciente universidad ya que, de acuerdo al historiador Lowrie Daly, "era la única institución en Europa que mostró un interés consistente en la preservación y el cultivo del conocimiento".

Los orígenes precisos de la primera de las universidades están perdidos en la oscuridad, aunque la imagen se hace cada vez más clara si nos remontamos al siglo trece. No podemos dar fechas exactas para la aparición de las universidades en París y Boloña, Oxenford y Cambridge, ya que evolucionaron en un periodo de tiempo: el primer inicio se dio como escuelas en las catedrales y el último como reuniones informales de maestros y alumnos; pero podemos decir con seguridad que el proceso ocurrió durante la segunda mitad del siglo trece.

Para identificar una escuela medieval particular como universidad, debemos buscar ciertas características. Por un lado, una universidad tenía un corazón de textos obligatorios, con los que los profesores enseñaban y con los que generaban sus propios aportes. Una universidad también estaba caracterizada por los programas bien definidos que duraban una cierta cantidad de años, así como el otorgamiento de grados. Esta concesión de un grado, dado que permitía que quien lo recibiera fuera considerado "maestro" (master), hizo que se admitiera a nuevas personas en el gremio docente. Pese a que las universidades con frecuencia lucharon con autoridades externas en pos de un gobierno propio, por lo general lo lograron. También buscaron y recibieron el reconocimiento legal como una corporación.

El papado jugó un rol central, sino exclusivo, en el establecimiento y el aliento de las universidades. Naturalmente, la concesión de un documento a una universidad era un indicador de este rol papal. Unas 81 universidades se establecieron por el tiempo de la Reforma. De estas, 33 tenían un documento papal, 15 un decreto real o imperial, 20 tenían ambos y 13 no tenían ninguno. Además, la perspectiva aceptada era que una universidad no podía conceder grados sin la aprobación del Papa, el rey o el emperador. El Papa Inocencio IV oficialmente concedió este privilegio a la Universidad de Oxford, por ejemplo, en 1524. (De hecho) el Papa y el emperador (en teoría) tenían la autoridad sobre toda la cristiandad y por esta razón era a ellos a quien una universidad solicitaba autorización para poder conceder los grados. Ya con la aprobación de una o de las dos figuras universales, los grados de la universidad serían reconocidos en toda la cristiandad. De otro lado, los grados conferidos solo con la aprobación de los monarcas nacionales eran considerados válidos solo en el reino en el que habían sido otorgados.

En algunos casos, incluyendo en particular las universidades de Boloiña, Oxford y París, quien recibía el grado de maestro podía enseñar en cualquier lugar del mundo (ius ubique docendi). Es el documento del Papa Gregorio IX sobre la Universidad de Toulouse en 1233 en el que vemos por primera vez esa fórmula y, por eso, este documento se convirtió en un modelo para el futuro. La idea era que esos maestros pudieran unirse libremente a otras facultades en Europa occidental, aunque en la práctica cada institución prefería examinar a los candidatos por sí misma antes de admitirlos. Sin embargo, este privilegio conferido por los papas sin duda jugó un papel importante en el fomento de la difusión de conocimientos y en la difusión de la idea de una comunidad académica internacional.

Y no sorprende que la Iglesia haya hecho mucho para promover el sistema de la naciente universidad ya que, de acuerdo al historiador Lowrie Daly, era la única institución en Europa que mostró un interés consistente en la preservación y el cultivo del conocimiento".

El rol papal no se confinó a estos asuntos sino que se extendió a muchos otros también. Una mirada a la historia de la universidad medieval revela que el conflicto entre la universidad y el pueblo o el gobierno del área no eran algo infrecuente. Los hombres de los pueblos eran con frecuencia ambivalentes en su postura hacia los estudiantes universitarios: por un lado, la existencia de la universidad era buena para los mercaderes y para la actividad económica en general ya que los alumnos llevaban dinero para gastar; pero por otro lado, los alumnos universitarios, entonces como ahora, podían ser irresponsables y revoltosos. Como lo dice un comentarista moderno, los habitantes de los pueblos donde había universidades medievales amaban el dinero pero odiaban a los alumnos. Como resultado, los alumnos y sus maestros se quejaban con frecuencia del trato que recibían.

En esa atmósfera, la Iglesia dio una protección especial a los alumnos universitarios al ofrecerles lo que se conoce como el beneficio del clero. Los clérigos en la Europa medieval disfrutaban de un estatus legal especial según el cual, primeramente, era un crimen muy grave atentar contra ellos; y en segundo lugar, tenían el derecho de presentar sus casos legales ante un tribunal eclesiástico antes que en uno secular. Los alumnos universitarios, por ser verdaderos o potenciales candidatos al clero, también tenían estos privilegios. Algunos gobernantes seculares decidieron también establecer protecciones similares: como cuando en el 1200, Felipe Augusto de Francia otorgó y confirmó esos privilegios a los alumnos de la Universidad de París, permitiéndoles llevar sus casos ante lo que sería una corte más empática con ellos en vez de aquellas existentes en la ciudad.

Los papas intervinieron en nombre de la universidad en numerosas ocasiones, como cuando el Papa Honorio III (1216-27) se puso del lado de los maestros en Boloña en 1220 contra una serie de infracciones a sus libertades. Cuando el canciller de París insistió en un juramento de lealtad ante él, el Papa Inocencio III (1198-1216) intervino. Luego, cuando el Obispo de París y el canciller de la universidad quisieron eliminar la autonomía institucional de la casa de estudios, fue el Papa Gregorio IX, quien en 1231 emitió la bula Parens Scientiarum en nombre de los maestros parisinos. En este documento el Papa efectivamente otorgaba a la Universidad de París el derecho del autogobierno, confiriéndole la potestad de hacer sus propias reglas sobre sus cursos y estudios. El Papa también le otorgó a la universidad una jurisdicción papal separada, emancipando a la institución de las interferencias de lo que había sido una autoridad diocesana prepotente. "Con este documento –escribe un experto– la universidad logra la mayoría de edad y aparece en la historia legal como una corporación intelectual completamente formada para el avance y la capacitación de los maestros". El papado, escribe otro, "debe ser considerado una fuerza importante en el modelado de la autonomía de los docentes de París (es decir, el cuerpo organizado de maestros en París)".

En el mismo documento, el Papa también otorgó un privilegio conocido como cessatio: el derecho de la universidad a suspender sus clases para ir a la huelga general solo porque incluyó casos como el del "rechazo al derecho de establecer precios para alojamientos o el caso de una lesión o mutilación de un alumno para la cual no se hubiese llegado a una satisfacción adecuada en el plazo de 15 días o en el caso de el encarcelamiento injusto de un alumno". Al apoyar a las universidades en su derecho a suspender sus clases y al establecer las razones que constituirían una justificación adecuada para hacerlo, el Papa hizo una importante contribución al cultivo de un ambiente amable y estable que llevara a la erudición y el aprendizaje.

En estas grandes instituciones los alumnos no solo estudiaban muchas de las disciplinas de las llamadas artes liberales, sino también la ley civil y canónica, la filosofía natural, la medicina y la teología.

Se hizo común para las universidades llevar sus problemas ante el Papa en Roma. En varias ocasiones, el Papa incluso intervino para forzar a las autoridades de una universidad para que pagasen los salarios de sus profesores, tal fue el caso de los Papas Bonifacio VIII, Clemente V, Clemente VI y Gregorio IX. No sorprende, entonces, que un historiador haya declarado que "el más grande y más consistente protector (de las universidades) fue el Papa de Roma. Fue él quien otorgó, aumentó y protegió el estatus privilegiado en un mundo que tenía con frecuencia jurisdicciones conflictivas".

En estas grandes instituciones los alumnos no solo estudiaban muchas de las disciplinas de las llamadas artes liberales, sino también la ley civil y canónica, la filosofía natural, la medicina y la teología. Mientras las universidades tomaban forma en el siglo 12, fueron las felices beneficiarias de los frutos de los que algunos expertos han llamado el renacimiento del siglo 12, entre los que destacan la traducción masiva de muchas de las grandes obras del mundo antiguo que había estado perdido para los académicos de occidente por muchos siglos, incluyendo la geometría de Euclides, la lógica, la metafísica, la filosofía natural, la ética de Aristóteles, y el trabajo médico de Galeno. Los estudios sobre leyes comenzaron a florecer también, particularmente en Boloña, en donde se redescubrió el Digest, el principal componente del cuerpo jurídico (Corpus Juris Civilis) del emperador Justiniano del siglo VI: un compendio de la ley romana, admirado desde sus orígenes hasta la actualidad.

La distinción entre la educación de los alumnos y los graduados se hizo en las primeras universidades más o menos como es hoy en día. Y, como hoy en día, algunos lugares eran especialmente conocidos por la distinción académica en algunas áreas: así Boloña fue reconocida por el estudio de las leyes y París fue reconocida por la teología y las artes.

El alumno o el artista (es decir, el alumno de artes liberales) asistía a clases, tomaba parte de disputas ocasionales y asistía a disputas formales de otros. Sus maestros o los masters–como eran conocidos– típicamente explicaban un texto importante, con frecuencia tomado de la antigüedad clásica. Había un fuerte énfasis en Aristóteles. Junto con los comentarios de estos textos antiguos, los profesores gradualmente comenzaron a incluir una serie de cuestionamientos para ser resueltos a través de la argumentación lógica. Con el paso del tiempo, estos asuntos desplazaron esencialmente a los comentarios. Aquí está el origen de la pregunta por el método del argumento escolástico, del tipo encontrado en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino.

Tales preguntas también se hacían en lo que se conoce como la disputa ordinaria. El maestro asignaba a los alumnos que argumentaran con otro alumno en la posición contraria de la disputa. Cuando cesaba su interacción, era entonces el turno del master para "determinar" o resolver el asunto. Para lograr el grado de bachiller de artes, se esperaba que el alumno determinara un asunto por sí mismo para satisfacción de la facultad. (Antes de se permitiera hacer eso, sin embargo, el alumno debía probar que poseía la preparación adecuada y era capaz de someterse a una evaluación). Este tipo de énfasis en cuanto al argumento o en cuanto a dirigir un caso para cada lado del asunto o la capacidad de resolver una disputa usando las herramientas racionales parece sonar como algo opuesto a la vida intelectual que la mayoría de gente asocia con el hombre medieval. Pero así fue cómo operaba el proceso de otorgamiento de grados. (Yo mismo me he deleitado traviesamente al imaginar a los pobres señores Knight y Lomas tratando de defender su sinsentido anti-católico ante una audiencia de verdaderos expertos).

Una vez que el alumno era capaz de determinar algo, entonces se le confería el grado de Bachiller en Artes. El proceso tomaba típicamente entre cuatro y cinco años. En ese punto, el alumno simplemente declaraba que su educación estaba completa, como muchos bachilleres hacen hoy, y buscaba un trabajo remunerado (incluso como profesor, tal vez en alguna escuela de menor rango en Europa) o decidía seguir sus estudios y tratar de tener el grado de graduado. El llamado grado de maestro, que lograba ese título al completar sus estudios, le permitía luego enseñar en el sistema universitario.

Para comenzar estudios más avanzados y llegar a ser un profesor calificado, o simplemente para buscar puestos deseables en el servicio civil o eclesiástico, el futuro master tenía que demostrar su competencia dentro del canon de las obras importantes de la civilización occidental. Esto era antes de solicitar su licenciatura para enseñar, que era conferida entre los grados de bachiller y master. Podemos tener una idea del avanzado bagaje del alumno de parte de un historiador moderno opinando sobre textos con los que esperaba se familiarizaron los alumnos.

Según el historiador de la ciencia Edward Grant, la creación de la universidad, el compromiso con la razón y la discusión racional y el espíritu de investigación que caracterizó la vida medieval intelectual fue "un don de la Edad Media latina para el mundo moderno… pese a que este don podría nunca ser reconocido.

Luego de su bachillerato y antes de solicitar su licencia para enseñar, los alumnos debían "haber escuchado e París o en alguna otra universidad" las siguientes obras aristotélicas: Physics, On Generation and Corruption, On the Heavens, (Física, Sobre la generación y la corrupción) y, principalmente la Parva Naturalia; y los tratados de Aristóteles Sobre el sentido y la sensación, Sobre caminar y dormir, sobre la memoria y el recuerdo, sobre la extensión y la brevedad de la vida. También debía haber escuchado (o tener planes para escuchar) On the Metaphysics(Sobre Metafísica) y debía haber tomado clases sobre los libros de matemática. [Historiador Hastings]. Rashdall, cuando habla del currículo de Oxford, da la siguiente lista de obras, para ser leídas por el bachiller entre el periodo de su determinación y su incepción (maestría): libros sobre las artes liberales: en gramática Prisciano; en retórica, la Retórica de Aristóteles Rhetoric (tres periodos), o los tópicos de Boecio (bk. iv.), La Nova Rhetorica o la Metamorphoses de Ovidio o las Poetria Virgilii; en lógica la De Interpretatione de Aristóteles o los tópicos de Boecio (periodos del 1 al 3) o el análisis previo de Tópicos (de Aristóteles); en aritmética y en música, Boecio; en geometría, Euclides, Alhaceno o Vitelio, Perspectiva; en astronomía, Theorica Planetarum (dos periodos) o sobre Ptolomeo, Almagesta. En filosofía natural las obras adicionales eran: La Física o Sobre el Cielo (tres periodos) o On the Properties of the Elements (Sobre las propiedades de los elementos) o Los Meteorics o Sobre plantas y vegetales o On the Soul o On Animals (Sobre el alma o sobre los animales) o cualquiera de la Parva naturalia; en filosofía jovenlandesal, la Ética o Economía o Política de Aristóteles por tres periodos y en metafísica: La Metaphysics de dos o tres periodos si el candidato no se había determinado aún.

El proceso de adquirir una licenciatura generalmente consistía en otra demostración del conocimiento y un compromiso con ciertos principios de la vida universitaria. Una vez que este proceso estaba completo, la licenciatura era conferida oficialmente. En Santa Genoveva, la persona que obtenía la licenciatura se arrodillaba frente al vicecanciller, que decía:

Yo, por la autoridad investida en mí por los apóstoles Pedro y Pablo, te otorgo la licenciatura para dar clases, investigar, disputar y determinar el ejercicio de otros actos magisteriales en la facultad de artes de París y en todo lugar, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

La extensión precisa del tiempo que típicamente pasaba entre la recepción de la licenciatura y la recepción del grado de master (que aparentemente requería un mayor conocimiento de libros) es difícil de determinar, pero un estimado razonable está entre seis meses y tres años. Se consideraba que un candidato, que tal vez ya había leído todos los libros requeridos, recibía ambas distinciones el mismo día.

La universidad y la vida intelectual que promovió, jugó un rol indispensable en la civilización occidental. Christopher Dawson observa que desde los días de las primeras universidades, "los altos estudios fueron dominados por la técnica de la discusión lógica: la quaestio y la disputa pública que tan extensamente determinaron la forma de la filosofía medieval, incluso en sus más grandes representantes. "Nada –dice Robert de Sorbonne– se conoce perfectamente si es no ha sido masticado por los dientes de la disputa y la tendencia de colocar toda pregunta, desde la más obvia hasta la más compleja, a este proceso de masticado no solo alentando la disposición del ingenio y la exactitud del pensamiento, sino y sobre todo ese espíritu de crítica y de la duda metódica a la que la cultura y la ciencia occidentales le deben tanto".

Según el historiador de la ciencia Edward Grant, la creación de la universidad, el compromiso con la razón y la discusión racional y el espíritu de investigación que caracterizó la vida medieval intelectual fueron "un don de la Edad Media latina para el mundo moderno… pese a que este don podría nunca ser reconocido. Tal vez siempre se quedará con el estatus que ha tenido en los últimos cuatro siglos: ser el secreto mejor guardado de la civilización occidental".
 
La universidad, que se desarrolló y maduró en la Europa católica, fue un fenómeno novedoso de la historia europea. Nada como ella había existido en las antiguas Grecia o Roma.
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la Iglesia (...) "era la única institución en Europa que mostró un interés consistente en la preservación y el cultivo del conocimiento".
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Sin embargo, este privilegio conferido por los papas sin duda jugó un papel importante en el fomento de la difusión de conocimientos y en la difusión de la idea de una comunidad académica internacional.
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Según el historiador de la ciencia Edward Grant, la creación de la universidad, el compromiso con la razón y la discusión racional y el espíritu de investigación que caracterizó la vida medieval intelectual fueron "un don de la Edad Media latina para el mundo moderno… pese a que este don podría nunca ser reconocido. Tal vez siempre se quedará con el estatus que ha tenido en los últimos cuatro siglos: ser el secreto mejor guardado de la civilización occidental".

El catolicismo es una religión exotérica que condena el esoterismo, lo cual hizo que por primera vez se difundiera el conocimiento públicamente y se instituyeran las universidades.
 
La iglesia no siempre apoyo a grandes cientificos...
Preguntenle a Galileo Galilei...
Recordemos a quien propuso el heliocentrismo y casi fue declarado hereje...
Mas bien creo que la iglesia favorecio el oscurantismo y fue la que invento la inquisicion...
La iglesia freno el desarrollo durante muchos siglos...
Epocas en que los papas eran mafias organizadas...
Gracias a Lutero que descubrio la corrupcion en roma y lucho contra ella...
 
GALILEO. DEL MITO A LA REALIDAD

Por: P. Jorge Loring, S.J.
Por: Vittorio Messori



Galileo
Por P. Jorge Loring, S.J.

Para atacar a la Iglesia se suele aducir la condenación de Galileo.

En primer lugar, conviene tener en cuenta que todos somos hijos de nuestro tiempo: En la Edad Media se moría la gente por enfermedades de las que hoy no se muere nadie.

El Derecho Romano admitía la esclavitud, y hoy se rechaza en el mundo entero.

La humanidad progresa en sus conocimientos técnicos y antropológicos.

Es ridículo pretender que la Iglesia de la Edad Media pensara como hoy en temas que no son dogmáticos: el geocentrismo era el modo de pensar de aquel tiempo.

Con todo, conviene advertir que la condenación de Galileo fue obra de una Congregación Romana, no del Papa...

Aparte de esto, la Iglesia, en aquel momento, juzgó a Galileo como los mejores astrónomos de su tiempo. Todos los que estudian los argumentos de Galileo (1564-1642) afirman que él no probaba su hipótesis. Por eso no convenció a Tycho-Brahe (1546-1601), contemporáneo suyo, que siguió siendo geocentrista como Tolomeo, que, el siglo II después de Cristo, hizo a la Tierra el centro del universo.

Galileo no pasó de probar la suma probabilidad del sistema de Copérnico sin conseguir demostrarlo con certeza. Sus argumentos carecían de fuerza probativa, no ya ante la ciencia astronómica de aquel tiempo, sino ante la de hoy, mejor informada que entonces.

Galileo tuvo la intuición de interpretar los textos bíblicos no literalmente como los teólogos de su tiempo, sino como hoy los interpretamos, sin saber él nada de los géneros literarios.

En resumen, que como dice Walter Brand Muller: "Se da el paradójico resultado de que Galileo se equivocó en el campo de la Ciencia y los eclesiásticos en el campo de la Teologia".

Cien años después se aportaron más y mejores pruebas, y en 1741 el Papa Benedicto XIV autorizó la publicación de las obras de Galileo en favor de la teoría heliocéntrica, que entonces estaban prohibidas.

Con todo hay que advertir que Galileo no fue condenado por su teoría heliocéntrica, pues lo mismo dijo Copérnico cien años antes y la Iglesia no se metió con él. Es más, su obra fundamental, Las órbitas de los mundos celestes, publicada en 1543, está dedicada al Papa Pablo III. Pero Copérnico presentaba sus ideas sólo como una hipótesis.

Galileo no fue condenado por lo que decía, sino como lo decia.

Galileo fue condenado por su insistencia en interpretar la Sagrada Escritura. Ante la insuficiencia de sus argumentaciones astronómicas, Galileo utilizaba también textos de la Sagrada Escritura, interpretándolos a su manera, para fundamentar su posición.

La Iglesia le dijo que se limitara a presentar sus ideas como una hipótesis cientifica, y no quiso hacer caso.

Aunque la condena de la Iglesia a Galileo fue disciplinar y no dogmática, hoy se piensa que fue inoportuna.

El Cardenal Paupard, Presidente del Consejo Pontificio de Cultura, dijo en una entrevista que le hizo Jesús Colina, Director de ZENIT, el Boletín informativo del Vaticano en INTERNET: 'Galileo sufrió mucho: pero la verdad histórica es que fue condenado sólo a "formalem carcerem" una especie de reclusión domiciliaria, varios jueces se negaron a suscribir la sentencia, y el Papa de entonces no la firmó. Galileo pudo seguir trabajando en su ciencia y murió el 8 de enero de 1642 en su casa de Arcetri, cerca de Florencia. Víviani, que le acompañó durante su enfermedad, testimonia que murió con firmeza filosófica y cristiana, a los setenta y siete años de edad. Galileo, el científico, vivió y murió como un buen creyente.


GALILEO Y LA IGLESIA
Por: Vittorio Messori. Periodista italiano

Según una encuesta del Consejo de Europa realizada entre los estudiantes de ciencias de todos los países de la Comunidad, casi el 30% de ellos tiene el convencimiento de que Galileo Galilei fue quemado vivo en la hoguera por la Iglesia. Casi todos (el 97 %), de cualquier forma, están convencidos de que fue sometido a torturas.

Los que realmente, no muchos tienen algo más que decir sobre el científico pisano, recuerdan como frase «absolutamente histórica», un «Eppur si muove»!, fieramente arrojado, después de la lectura de la sentencia, contra los inquisidores convencidos de poder detener el movimiento de la Tierra con los anatemas teológicos.

Estos estudiantes se sorprenderían si alguien les dijera que estamos ahora en la afortunada situación de poder datar con precisión por lo menos este último falso detalle: la «frase histórica» fue inventada en Londres en 1757 por Giuseppe Baretti, periodista tan brillante como a menudo muy poco fehaciente.

El 22 de junio de 1633, en Roma, en el convento dominicano de Santa Maria sopra Minerva, después de oír la sentencia, el «verdadero» Galileo (no el del mito) dio las gracias a los diez cardenales, tres de los cuales habían votado a favor de su absolución, por una pena tan moderada. Porque también era consciente de haber hecho lo posible para indisponer al tribunal, entre otras cosas intentando tomarles el pelo a esos jueces entre los cuales había hombres de ciencia de su misma envergadura asegurando que en realidad en el libro impugnado (que se había impreso con una aprobación eclesiástica arrebatada con engaño) había sostenido lo contrario de lo que se podía creer.

Es más: en los cuatro días de discusión, sólo presentó un argumento a favor de su teoría de que la Tierra giraba en torno al Sol.

Y era erróneo. Decía que las mareas eran provocadas por la «sacudida» de las aguas, a causa del movimiento de la Tierra. Una tesis risible, a la que sus jueces-colegas oponían otra, que Galileo juzgaba «de fulastres»: y que sin embargo, era la correcta. Esto es, el flujo y reflujo del agua del mar se debe a la atracción de la Luna. Tal como decían precisamente aquellos inquisidores a los que el pisano insultaba con desprecio.

Aparte de esta explicación errónea, Galileo no supo aportar otros argumentos experimentales, comprobables, a favor de la centralidad del Sol y del movimiento de la Tierra. Y no hay que maravillarse: el Santo Oficio no se oponía en absoluto a la evidencia científica en nombre de un oscurantismo teológico. La primera prueba experimental, indiscutible, de la rotación terrestre data de 1748, más de un siglo después. Y para «ver» esta rotación, habrá que esperar hasta 1851, con ese péndulo de Foucault, tan apreciado por Umberto Eco.

En aquel año 1633 del proceso a Galileo, el sistema ptolemaico (el Sol y los planetas giran en torno a la Tierra) y el sistema copernicano (la Tierra y los planetas giran en torno al Sol) eran dos hipótesis del mismo peso, en las que había que apostar sin tener pruebas decisivas.

Y muchos religiosos católicos estaban a favor del «innovador» Copérnico, condenado, en cambio, por Lutero.

Por otra parte, no sólo Galileo se equivocaba al referirse a las mareas, sino que ya había incurrido en otro grave error científico cuando, en 1618, habían aparecido en el cielo unos cometas.

Basándose en apriorismos relacionados con su «apuesta» copernicana, había afirmado con insistencia que sólo se trataba de ilusiones ópticas y había arremetido duramente contra los astrónomos jesuitas (religiosos católicos) del observatorio romano, quienes decían, en cambio, que estos cometas eran objetos celestes reales. Luego volvería a equivocarse con la teoría del movimiento de la Tierra y de la fijeza absoluta del Sol, cuando en realidad éste también se mueve en torno al centro de la galaxia.

Nada de frases «titánicas» (el demasiado célebre «Eppur si muove!»), de todas formas, más que en las mentiras de los ilustrados y luego de los marxistas, véase Bertolt Brecht. Ellos crearon deliberadamente un «caso», útil a una propaganda que quería (y quiere) demostrar la incompatibilidad entre ciencia y fe.

¿Torturas? ¿Cárceles de la Inquisición? ¿Hoguera? Aquí también los estudiantes europeos del sondeo se llevarían una sorpresa. Galileo no pasó ni un solo día en la guandoca, ni sufrió ningún tipo de violencia física. Es más, llamado a Roma para el proceso, se alojó (a cargo de la Santa Sede) en una vivienda de cinco habitaciones con vistas a los jardines del Vaticano y con servidor personal. Después de la sentencia, fue alojado en la maravillosa Villa Medici en el Pincio. Desde aquí, el «condenado» se trasladó, en condición de huésped, al palacio del arzobispo de Siena, uno de los muchos eclesiásticos insignes que le querían, que lo habían ayudado y animado, y a los que había dedicado sus obras. Finalmente llegó a su elegante villa en Arcetri, cuyo significativo nombre era «Il gioiello» («La joya»).

No perdió la estima o la amistad de obispos y científicos, muchas veces religiosos. No se le impidió nunca proseguir con su trabajo y de ello se aprovechó, continuando sus estudios y publicando un libro --Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias-- que es su obra maestra científica. Ni tampoco se le había prohibido recibir visitas, así que los mejores colegas de Europa fueron a verle para discutir con él. Pronto le levantaron la prohibición de alejarse a su antojo de la villa. Sólo le quedó una obligación: la de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales. En realidad, también esta «pena» se había acabado a los tres años, pero él la continuó libremente, como creyente que era, un hombre que había sido el benjamín de los Papas durante larga parte de su vida; y que, en lugar de erigirse en defensor de la razón contra el oscurantismo clerical, tal como afirma la leyenda posterior, pudo escribir con verdad, al final de su vida: «In tutte le opere mie non sara chi trovar possa pur minima ombra di cosa che declini dalla pieta e dalla riverenza di Santa Chiesa». (En todas mis obras no habrá quien pueda encontrar la más mínima sombra de algo que recusar de la piedad y reverencia de la Santa Iglesia). Murió a los setenta y ocho años, en su cama, con la indulgencia plenaria y la bendición del Papa. Era el 8 de enero de 1642, nueve años después de la «condena» y después de 78 años de vida.

Una de sus hijas, monja, recogió su última palabra. Ésta fue: «¡Jesús!»

Por otra parte, más que con los «eclesiásticos», tuvo problemas con los «laicos»: o sea, con sus colegas de las universidades, que por envidia o conservadurismo, blandiendo Aristóteles más que la Biblia, lo intentaron todo para quitarlo de en medio y reducirlo al silencio.

La defensa le vino de la Iglesia; la ofensa, de la universidad.

En ocasión de la reciente visita del Papa a Pisa, un ilustre científico deploró, en un «importante» diario, que Juan Pablo II «no puso ulterior y debida enmienda por el trato inhumano de la Iglesia hacia Galileo».

Si debemos hablar de ignorancia, por lo que se refiere a los estudiantes del sondeo, con los que hemos empezado, en el caso de estudiosos de tal envergadura, la sospecha es de mala fe. La misma mala fe que se mantiene desde la época de Voltaire y que tantos complejos de culpabilidad ha creado en católicos mal informados. Sin embargo, no solamente las cosas no fueron como pretende la propaganda secular; sino que hoy en día hay nuevos motivos para reflexionar acerca de las no innobles razones de la Iglesia.
 
bueno los absorbe palos salen a defender a un ente podrido desde hace siglos...
 
bueno los absorbe palos salen a defender a un ente podrido desde hace siglos...
Bueno, los absorbe telebasura salen a rebuznar. Habiendo mamado tanta estupidez telebasurienta y simplona te debes creer que tus rebuznos son el colmo del ingenio.
 
El catolicismo es una religión exotérica que condena el esoterismo, lo cual hizo que por primera vez se difundiera el conocimiento públicamente y se instituyeran las universidades.

"se difundiera el conocimiento"....

A saber que entiendes tu por conocimiento

No hay ser vivo más necio e inadaptado que el ser humano

debeis ser de los que os creeis inteligentes por aver estudiao.....
 
La mafia romana organizo 8 cruzadas contra israel porque asi lo ordeno dios...
Y hay badulaques que creen a un mesias judio...
Los islamistas creen en la misma sarama con distinto nombre pero siempre israelies...
Menuda mafia de cosa...
 
La iglesia no siempre apoyo a grandes cientificos...
Preguntenle a Galileo Galilei...
Recordemos a quien propuso el heliocentrismo y casi fue declarado hereje...
Mas bien creo que la iglesia favorecio el oscurantismo y fue la que invento la inquisicion...
La iglesia freno el desarrollo durante muchos siglos...
Epocas en que los papas eran mafias organizadas...
Gracias a Lutero que descubrio la corrupcion en roma y lucho contra ella...

Otra vez con la leyenda negra.

A ver:
1. la teoria heliocentrista venia de los tiempos de Aristoteles, y la Iglesia ya lo afirmaba.
2. los jesuitas ayudaron a Galileo con el modelado matematico de su teoria.
3. Galileo no fue llevado a la inquisicion por decir que la tierra gira alrededor del sol, sino por llamar "fulastre" al Papa y por publicar su teoria antes de haber realizado los experimentos (esto ultimo le habria valido la exclusion de la comunidad cientifica incluso el dia de hoy).

La condena de Galileo fue tan brutal como quedar recluido en un su casa. Y se termina aceptando el modelo de Copernico porque la teoria de Galileo no consideraba el paralaje estelar, mientras que la de Copernico si lo hacia.

Puedes leer mas e informarte:

The Galileo Controversy
 
La mafia romana organizo 8 cruzadas contra israel porque asi lo ordeno dios...
Y hay badulaques que creen a un mesias judio...
Los islamistas creen en la misma sarama con distinto nombre pero siempre israelies...
Menuda mafia de cosa...

Lo dicho, tu sólo te informas por la telebasura, el cinebasura y los juegos de ninis.

Cuatro mitos sobre las Cruzadas (I)


Paul F. Crawford – 21/04/2011
El presente artículo desmiente detalladamente cuatro mitos sobre Las Cruzadas. Fue publicado originalmente en http://www.firstprinciplesjournal.com/articles.aspx?article=1483, texto que aparece en la edición de Primavera de 2011 del Intercollegiate Review. La traducción al español es de ACI Prensa


En el año 2001 el Expresidente Bill Clinton dio un discurso en la Universidad de Georgetown en el que habló sobre la respuesta de Occidente a los entonces recientes ataques terroristas del 11 de septiembre. El discurso contiene unas cuantas, pero relevantes, referencias a las cruzadas.

El Sr. Clinton afirmó que “cuando los soldados cristianos tomaron Jerusalén (en 1099), procedieron a dar de baja de la suscripción de la vida a todas las mujeres y a todos los niños fiel a la religión del amores en el templo del Monte”. Citó las “descripciones contemporáneas del evento” como fuentes en las que se afirma “que los soldados que caminaban allí lo hacían con sangre hasta las rodillas”. Esta historia, dijo el Sr. Clinton enfáticamente, “aún se narra en Medio Oriente y todavía estamos pagando por ello”.

Esta perspectiva de las cruzadas no es inusual. Pervierte libros de textos así como literatura popular. Otro libro que suele ser confiable alega que “la cruzadas fusionaron tres características medievales impulsivas: la piedad, la pugna y la codicia. Esenciales las tres”.

La película Kingdom of Heaven (“El Reino de los Cielos” o “Cruzada”, de 2005) muestra a los cruzados como fanáticos groseros, los mejores de los cuales se debaten entre el remordimiento por sus excesos y la lujuria para seguir con ellos.
Incluso la información histórica para los juegos de rol –que se supone se basan en fuentes más confiables– contienen afirmaciones como esta: “los soldados de la Primera Cruzada aparecieron, básicamente, sin advertencias, inundando Tierra Santa con la misión declarada –literalmente– de dar de baja de la suscripción de la vida a los no creyentes”, “las cruzadas eran una temprana forma de imperialismo”, y “la confrontación con el Islam dio inicio a un periodo de fanatismo religioso que generó la Inquisición y las guerras religiosas en la desolada Europa durante la era Isabelina”.

El más famoso historiador semi-popular de las cruzadas, Sir Steven Runciman, termina sus tres volúmenes de magnífica prosa con el juicio de que las cruzadas eran “nada más que un largo acto de intolerancia en el nombre de Dios, que es el pecado contra el Espíritu Santo”.

El veredicto parece unánime. Desde los discursos presidenciales hasta los juegos de rol, las cruzadas son mostradas como un episodio deplorablemente violento en el que libertinos occidentales, que no habían sido provocados, asesinaban y robaban a fiel a la religión del amores sofisticados y amantes de la paz, dejando patrones de opresión escandalosa que se repetirían en la historia subsecuente. En muchos lugares de la civilización occidental actual, esta perspectiva es demasiado común y demasiado obvia como para ser rebatida.

Pero la unanimidad no es garantía de precisión. Lo que todo el mundo “sabe” sobre las cruzadas podría, de hecho, no ser cierto. Veamos las nociones populares sobre los cruzados y tomemos cuatro para ver si pasan un examen más certero.

Mito 1: Las cruzadas representaron un ataque no provocado de cristianos occidentales contra el mundo de la religión del amor

Nada podría estar más lejos de la verdad, e incluso una revisión cronológica aclararía eso. En el año 632, Egipto, Palestina, Siria, Asia Menor, el norte de África, España, Francia, Italia y las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega eran todos territorios cristianos. Dentro de los límites del Imperio Romano, que todavía era completamente funcional en el Mediterráneo oriental, el cristianismo ortodoxo era la religión oficial y claramente mayoritaria.

Fuera de los límites estaban otras grandes comunidades cristianas: no necesariamente ortodoxas o católicas, pero aún cristianas. La mayoría de la población cristiana de Persia, por ejemplo, era nestoriana. Ciertamente habían muchas más comunidades cristianas en la región árabe.

Hacia el año 732, un siglo después, los cristianos habían perdido Egipto, Palestina, Siria, el norte de África, España, gran parte de Asia Menor, y la parte sur de Francia. Italia y sus islas estaban bajo amenaza, y caerían bajo el dominio de la religión del amor en el siglo siguiente. Las comunidades cristianas de Arabia fueron destruidas completamente en o poco después del 633, cuando los judíos y los cristianos por igual fueron expulsados de la península. Aquellos en Persia estuvieron bajo severa presión. Dos tercios del territorio que había sido del mundo cristiano eran ahora regidos por fiel a la religión del amores.

¿Qué había pasado? La mayoría de la gente sí sabe la respuesta, si es que se les precisa un poco, pero por alguna razón no conectan usualmente la respuesta a las cruzadas. La respuesta es el avance del Islam. Cada una de las regiones mencionadas fue sacada, en el transcurso de cien años, del control cristiano por medio de la violencia, a través de campañas militares deliberadamente diseñadas para expandir el territorio de la religión del amor a expensas de sus vecinos. Pero esto no dio por concluido el programa de conquistas del Islam.

Los ataques continuaron, focalizándose de tiempo en tiempo en los intentos cristianos por repelerlos. Carlo Magno bloqueó el avance de la religión del amor en Europa occidental cerca al 800 pero las fuerzas islámicas simplemente cambiaron su objetivo y comenzaron por las islas del norte de África hasta las costas francesas e italianas, atacando el territorio principal italiano en el 837.

Una confusa lucha por el control de la zona centro y sur de Italia prosiguió el resto del siglo IX y el décimo. En cien años entre el 850 y el 950, los monjes benedictinos fueron expulsados de sus antiguos monasterios, los estados papales fueron arrasados y se establecieron bases piratas fiel a la religión del amoras en toda la costa norte de Italia y en el sur de Francia, desde donde se lanzaron los ataques en lo más profundo del territorio. Desesperados por proteger a las víctimas cristianas, los Papas se involucraron en los siglos XI y XII dirigiendo la defensa de los territorios a su alrededor.

La autoridad secular sobreviviente del mundo cristiano en este tiempo fue el Imperio Romano de Oriente o Bizantino. Habiendo perdido mucho de su territorio en los siglos VII y VIII por la repentina amputación provocada por los fiel a la religión del amores, los bizantinos tomaron un largo periodo para renovar fuerzas y contraatacar.

A mediados del siglo IX, iniciaron el contraataque en Egipto, la primera vez desde el 645 en que osaron ir tan lejos al sur. Entre las décadas del 940s’ y el 970s’, los bizantinos lograron un gran avance al recuperar territorios perdidos. El emperador Juan Tzimiskes recuperó buena parte de Siria y un sector de Palestina, llegando hasta Nazaret, pero sus ejércitos se extendieron demasiado y tuvo que concluir su campaña en el 975 sin haber recuperado Jerusalén misma. El contraataque de la religión del amor no se hizo esperar y los bizantinos pudieron retener, a duras penas, Alepo (Siria) y Antioquía.

La lucha continuó sin cesar en el siglo XI. En 1009, un trastornado gobernante de la religión del amor destruyó la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén e inició una gran persecución de cristianos y judíos. Pronto fue depuesto y hacia el año 1038 los bizantinos habían negociado el derecho a tratar de reconstruir la estructura. Sin embargo otros eventos hacían difícil la vida para los cristianos en el área, especialmente el desplazamiento de los gobernantes árabes fiel a la religión del amores por los turcos Seljuk, quienes desde el 1055 comenzaron a tomar el control de Medio Oriente.

Esto desestabilizó el territorio e introdujo nuevos gobernantes (los turcos) que no estaban familiarizados ni siquiera con el mosaico y modus vivendi que había existido entre la mayoría de los gobernantes árabes fiel a la religión del amores y sus súbditos cristianos. Las peregrinaciones comenzaron a hacerse cada vez más difíciles y peligrosas, y los peregrinos occidentales comenzaron a unirse y a portar armas para defenderse mientras trataban de llegar a los santos lugares en Palestina: son destacables las peregrinaciones armadas que se dieron entre 1064 y 1065; y entre 1087 y 1091.

En el Mediterráneo occidental y central, el balance de poder se inclinaba hacia los cristianos y se le iba de las manos a los fiel a la religión del amores. En el 1034, los pisanos saquearon una base fiel a la religión del amora en África del Norte y finalmente extendieron sus contraataques a todo el Mediterráneo. También ellos generaron contraataques hacia Sicilia entre 1062 y 1063. En 1087, una gran fuerza aliada saqueó Mahdia, actualmente Túnez, en una campaña patrocinada por el Papa Víctor III y la condesa de Toscana. Claramente los cristianos italianos estaban tomando la delantera.

Pero mientras el poder cristiano en el Mediterráneo central y occidental crecía, estaba en problemas en la parte oriental. El alza de los turcos fiel a la religión del amores varió el peso del poder militar contra los bizantinos, quienes perdieron una considerable extensión de terreno nuevamente en la década del ‘1060s. Intentando encabezar otras incursiones en el lejano oriente de Asia Menor en 1071, los bizantinos sufrieron una devastadora derrota a manos de los turcos en la batalla de Manzikert. Como resultado de esta batalla, los cristianos perdieron el control de casi toda Asia Menor, con sus recursos agrarios y sus territorios de reclutamiento militar, y un sultán de la religión del amor estableció una capital en Nicea, lugar de la creación del Credo Niceno Constantinopolitano en el 325, a 125 millas de Constantinopla.

Desesperados, los bizantinos pidieron ayuda a occidente, dirigiendo estos llamados primeramente a la persona que veían como autoridad allá: el Papa, que, como hemos visto, ya había estado dirigiendo la resistencia cristiana contra los ataques fiel a la religión del amores.

En los primeros años de la década del ‘1070s, el Papa era Gregorio VII, e inmediatamente comenzó los planes para liderar una expedición en ayuda de los bizantinos. Debido a su participación en un conflicto con los emperadores alemanes (lo que los historiadores llaman la ‘controversia de investidura’), no pudo ofrecer una ayuda significativa. Sin embargo los bizantinos persistieron en su pedido de ayuda, y finalmente, en el año 1095, el Papa Urbano II hizo realidad el deseo de Gregorio VII, poniéndolo en práctica en lo que sería la Primera Cruzada.

Si una cruzada era lo que Urbano o los bizantinos tenían en mente es cuestión de cierta controversia. Pero la articulada progresión de eventos que llevaron a ella no lo es.

Lejos de no haber sido provocadas, entonces, las cruzadas realmente representan el primer gran contraataque del Occidente cristiano contra los ataques fiel a la religión del amores que se habían dado continuamente desde el inicio del Islam hasta el siglo XI, y que siguieron luego casi sin cesar.

Tres de las cinco sedes episcopales de la cristiandad (Jerusalén, Antioquía y Alejandría) habían sido capturadas en el siglo VII antes de las cruzadas. La cuarta sería capturada en 1453, dejando solo una de las cinco (Roma) en manos cristianas hacia el año 1500. Roma fue amenazada nuevamente en el siglo XVI. Esto no significa entonces la ausencia de provocación, en vez de ello se aprecia una amenaza mortal y persistente, una a la que tenía que responderse con una defensa vigorosa si la Cristiandad quería sobrevivir. Las cruzadas fueron simplemente una herramienta en las opciones defensivas ejercidas por los cristianos.

Para poner el asunto en perspectiva, basta con preguntarse cuántas veces fuerzas cristianas han atacado la Meca. La respuesta, por supuesto, es nunca.

Mito 2: Los cristianos occidentales fueron a las cruzadas porque su avaricia los motivó a saquear a los fiel a la religión del amores para hacerse ricos

Nuevamente, no es verdad. Una versión del discurso del Papa Urbano II en Clermont en 1095 en la que alienta a los guerreros franceses a embarcarse en lo que sería conocido como la Primera Cruzada sí hace referencia a que podrían “echar a perder los tesoros (del enemigo)”, pero esto era nada más que una observación sobre la usual manera de financiar la guerra en la sociedad antigua y medieval.

Fulcher de Chartres sí escribió en los inicios del siglo XII que aquellos que habían sido pobres en Occidente se harían ricos en Oriente como resultado de sus esfuerzos en las Primeras Cruzadas, sugiriendo obviamente que otros podrían hacer lo mismo. Es necesario leer esto en contexto, que en ese momento era una falta crónica y fatal de mano de obra para la defensa de los estados cruzados. Fulcher no era del todo engañoso cuando decía que alguien podría volverse rico como resultado de las cruzadas, pero no estaba siendo del todo honesto tampoco, porque para muchos participantes, las cruzadas fueron increíblemente caras.

Como Fred Cazel señala, “pocos cruzados tenían suficiente dinero para pagar sus obligaciones en casa y mantenerse decentemente en las cruzadas”. Desde el principio mismo, las consideraciones financieras fueron importantes en la planeación de la cruzada. Los primeros cruzados vendieron tantas de sus posesiones para financiar sus expediciones que generaron una extendida inflación.

Aunque los siguientes cruzados tomaron esta consideración en cuenta y comenzaron a ahorrar mucho antes de embarcarse en esta empresa, el gasto seguía estando muy cerca de lo prohibitivo. Pese al hecho de que el dinero no jugó un rol esencial en las economías europeas en el siglo XI, había un “consistente y persistente flujo de dinero” de Occidente a Oriente como resultado de las cruzadas y las demandas financieras de las mismas causaron “profundos cambios económicos y monetarios en Europa y en el Levante”.
Una de las principales razones para el financiamiento de la Cuarta Cruzada, y su desvío a Constantinopla, fue el hecho de que se quedaron sin dinero antes de que se iniciara adecuadamente, y estaban tan endeudados con los venecianos que no pudieron controlar su propio destino. La Séptima Cruzada de Luis IX a mediados del siglo XIII costó seis veces más que el ingreso anual de la corona.
Los Papas recurrieron a tácticas incluso más desesperadas para recaudar dinero y financiar las cruzadas, desde la institución del primer impuesto a los ingresos en la primera parte del siglo XIII hasta hacer una serie de ajustes en la manera en que las indulgencias eran manejadas, lo que eventualmente llevó a ciertos abusos condenados por Martín Lutero. Incluso en el siglo XIII, muchos de quienes planeaban las cruzadas asumían que sería imposible atraer una suficiente cantidad de voluntarios para realizarlas, y participar de las cruzadas se convirtió en una especie de provincia de reyes y Papas, perdiendo su carácter popular original.

Cuando el Hospitaller Master Fulk de Villaret escribió sobre las cruzadas al Papa Clemente V cerca al 1305, subrayó que “sería una buena idea si el Señor Papa dispusiera algunas medidas para reunir un gran tesoro, sin el que esta misión (la cruzada) sería imposible”. Algunos años después, Marino Sanudo estimó que costaría cinco millones de florines en más de dos años efectuar la conquista de Egipto. Aunque no lo dijo, y tal vez no se dio cuenta de ello, la suma necesaria simplemente era una meta imposible de lograr.

En ese tiempo, las autoridades más responsables en Occidente habían llegado a la misma conclusión, lo que explica por qué se lanzaron cada vez menos cruzadas desde el inicio del siglo XIV.

En breve: muy pocos se hicieron ricos con las cruzadas, y sus números fueron empequeñecidos sobremanera por quienes quebraron. Muchos en el medioevo eran muy conscientes de eso y no consideraron a las cruzadas como una manera de mejorar su situación financiera.
 
(II)
Mito 3: Los cruzados fueron un bloque cínico que en realidad no creía ni en su propia propaganda religiosa, en vez de eso tenían otros motivos más materiales.

Este ha sido un argumento muy popular, al menos desde Voltaire. Parece creíble e incluso obligatorio para la gente moderna, dominada por la perspectiva del mundo materialista. Y ciertamente hubieron cínicos y hipócritas en la Edad Media, –descartando las obvias diferencias de tecnología y cultura material– la gente de entonces era tan humana como nosotros, y víctima de los mismos errores.

Sin embargo, como en los primeros dos mitos, esta afirmación generalmente es falsa y se puede demostrar con una sola razón: las bajas de las cruzadas eran usualmente tan altas, que muchos, sino la mayoría de los cruzados, iban a ellas sabiendo que no iban a volver. Un historiador militar de las cruzadas, por ejemplo, ha estimado la tasa de bajas en un aplastante 75 por ciento.

La declaración del cruzado Robert de Crésèques, del siglo XIII, de que había “venido a través del mar para morir por Dios en la Tierra Santa” –a la que efectivamente siguió rápidamente su fin en una batalla– puede haber sido inusual en su fuerza y su cumplimiento rápido, pero no era una actitud atípica. Es difícil imaginar una manera más conclusiva de probar la dedicación de uno a una causa que sacrificar la vida por ella… y muchísimos cruzados hicieron eso.
Esta mito también se revela como falso cuando consideramos la manera en la que los cruzados fueron animados en las prédicas. Los cruzados no fueron reclutados. La participación era voluntaria y los participantes tenían que ser persuadidos para ir. El medio primario de persuasión era el sermón cruzado, y uno podría esperar encontrar estos sermones mostrando a las cruzadas como algo profundamente apelante.

Este, hablando en general, no era el caso. De hecho, lo opuesto es verdad: los sermones para las cruzadas estaban repletos de advertencias de que las cruzadas generaban privación, sufrimiento y con frecuencia la fin. Que esta era la realidad de las cruzadas era algo bien sabido, en todo caso.

Como Jonathan Riley-Smith ha destacado, los predicadores de las cruzadas “tenían que persuadir a sus oyentes a comprometerse ellos mismos en empresas que interrumpirían sus vidas, posiblemente los empobrecerían e incluso los asesinarían o mutilarían, o que serían un inconveniente para sus familias, cuyo apoyo necesitarían… si es que iban a cumplir sus promesas”.

¿Entonces cómo tenía resultado la prédica? Funcionaba porque las cruzadas eran apelantes precisamente porque era una tarea dura y conocida, y porque emprender una cruzada por los motivos correctos era entendida como una penitencia aceptable del pecado. Lejos de ser una empresa materialista, la cruzada era impráctica en términos mundanos, pero valiosa para el alma.
No hay espacio aquí para explorar la doctrina de la penitencia como se desarrolló en la última etapa del mundo antiguo y medieval, pero es suficiente decir que la aceptación voluntaria de las dificultades y el sufrimiento era vista como una manera útil de purificar el alma (y aún lo es, en la doctrina católica actual). La cruzada era el ejemplo casi supremo de ese sufrimiento complicado, y por eso era una penitencia ideal y muy completa.

Relacionado al concepto de penitencia está el concepto de la cruzada como un acto de amor desinteresado, de “dar la vida por los amigos”. Desde el principio, la caridad cristiana era propuesta como una razón para las cruzadas, y esto no cambió en todo ese periodo. Jonathan Riley-Smith trató este aspecto de las cruzadas en un artículo muy conocido para los historiadores de las cruzadas, pero inadecuadamente reconocido en el amplio mundo académico, ignorado por el público en general.

“Para los cristianos… la sagrada violencia”, subraya Riley-Smith, no puede ser propuesta en cualquier ámbito excepto en el del amor… (y) en una era dominada por la teología del mérito esto explica por qué la participación en las cruzadas se consideraba como meritoria, por qué las expediciones eran vistas como actos penitenciales con las que se podía ganar indulgencias, y por qué la fin en batalla era vista como martirio. Como manifestaciones del amor cristiano, las cruzadas fueron producto de la renovada espiritualidad del Medioevo central, con su preocupación de vivir la vita apostolica y expresando los ideales cristianos en activas obras de caridad, como lo fueron los nuevos hospitales, el trabajo pastoral de los agustinos y los premonstratenses y el servicio de los frailes. La caridad de San Francisco podría apelarnos más ahora que entonces a los cruzados, pero ambas se originan de las mismas raíces.

Con lo complicado que puede ser para la gente actual creer, la evidencia sugiere fuertemente que la mayoría de los cruzados estaban motivados por el deseo de agradar a Dios, expiar sus pecados y poner sus vidas al servicio del “prójimo”, entendido en el sentido cristiano.

Mito 4: Los cruzados enseñaron a los fiel a la religión del amores a reprobar y atacar a cristianos

Parte de la respuesta a este mito puede encontrarse arriba, en la parte del Mito 1. Los fiel a la religión del amores habían estado atacando a los cristianos por más de 450 años antes de que el Papa Urbano declarara la Primera Cruzada. No necesitaban ningún incentivo para seguir haciéndolo. Pero hay también aquí una respuesta un poco más complicada.

Hasta hace muy poco, los fiel a la religión del amores recordaban las cruzadas como una instancia en la que habían derrotado un insignificante ataque occidental cristiano. Un iluminador pasaje se encuentra en una de las cartas de Lawrence de Arabia, quien describe una confrontación durante las negociaciones de la Primera Guerra Mundial entre el francés Stéphen Pichon y Faisal al-Hashemi (luego Faisal I de Irak). Pichon presentó el caso por el interés francés en Siria, recordando las cruzadas, a lo que Faisal contestó con una aguda pregunta: “¿Pero, perdóneme, quien de nosotros ganó las cruzadas?”

Esto era generalmente representativo de la actitud fiel a la religión del amora hacia las cruzadas antes de la Primera Guerra Mundial, es decir, cuando los fiel a la religión del amores se molestaban en recordarlas, que no era muy seguido. La mayoría de los escritos históricos en árabe sobre las cruzadas antes del siglo XIX fueron producidos por cristianos árabes, no por fiel a la religión del amores, y la mayoría eran positivos. No existía tampoco una palabra árabe para “cruzadas” hasta ese periodo e incluso quienes lo acuñaron fueron, otra vez, cristianos árabes. No parecía importante para los fiel a la religión del amores distinguir entre las cruzadas y otros conflictos entre el Cristianismo y el Islam.

No había tampoco una reacción inmediata a las cruzadas entre fiel a la religión del amores. Como Carole Hillenbrand destaca, “la respuesta fiel a la religión del amora a la llegada de las cruzadas fue inicialmente de apatía, compromiso y preocupación con los problemas internos”. Hacia el 1130 comenzó una contra cruzada fiel a la religión del amora, bajo el liderazgo del feroz Zengi de Mosul (Irak). Pero se necesitaron algunas décadas para que el mundo de la religión del amor se preocupara por Jerusalén, considerada en mayor estima por los fiel a la religión del amores cuando no la dominaban que cuando sí lo hacen.

La acción contra los cruzados fue con frecuencia realizada como un medio para unir al mundo de la religión del amor bajo varios aspirantes a conquistadores, hasta el 1291, cuando los cristianos fueron expulsados del territorio de Siria. Y –sorpresivamente para los occidentales– no fue Saladino quien fue reconocido por los fiel a la religión del amores como el gran líder anti-cristiano. Ese lugar de honor usualmente fue otorgado a los más sedientos de sangre y más exitosos Zengi y Baibars, o al más público Nur al-Din.

La primera historia fiel a la religión del amora sobre las cruzadas no apareció sino hasta 1899. Por ese entonces, el mundo de la religión del amor estaba redescubriendo las cruzadas, pero lo hacía con un giro aprendido de los occidentales.

En el periodo moderno, había dos escuelas europeas principales de pensamiento sobre las cruzadas. Una de ellas, representada por gente como Voltaire, Gibbon, y Sir Walter Scott; y Sir Steven Runciman del siglo XX, veían a los cruzados como bárbaros crudos, avaros y agresivos que atacaban fiel a la religión del amores civilizados y amantes de la paz, para mejorar su propia suerte.
La otra escuela, más romántica y representada por figuras menos conocidas como el escritor francés Joseph-François Michaud, veía a las cruzadas como un glorioso episodio en una larga lucha en la que los cristianos habían vencido a las hordas fiel a la religión del amoras. Además los imperialistas occidentales comenzaron a ver a los cruzados como sus predecesores, adaptando sus actividades de un modo secularizado que los mismos cruzados no habrían reconocido o encontrado muy acordes.

Al mismo tiempo, el nacionalismo comenzó a enraizarse en el mundo de la religión del amor. Los nacionalistas árabes tomaron prestada la idea de una larga campaña europea contra ellos de la escuela europea antigua de pensamiento, sin considerar el hecho de que constituía realmente una mala representación de las cruzadas, y usando este entendimiento distorsionado como una forma para generar apoyo para sus propias agendas.

Ese fue el caso hasta la mitad del siglo XX, cuando, en palabras de Riley-Smith, “un Panislamismo renovado y militante” aplicó las metas de los nacionalistas árabes a un renacimiento mundial de lo que era entonces llamado fundamentalismo islámico y a lo que ahora algunos se refieren como, un poco torpemente, como jihadismo.

Esto llevó casi inexpugnablemente al origen de Osama Bin Laden y Al Qaeda, ofreciendo una perspectiva de las cruzadas tan extraña como para permitir a Laden considerar a todos los judíos como cruzados y a las cruzadas como un rasgo permanente y continuo de la respuesta occidental al Islam.

La concepción de la historia de Bin Laden es una fantasía febril. No es más preciso en su perspectiva sobre las cruzadas que lo que es sobre la supuesta unidad islámica que cree el Islam disfrutó antes de que la malévola influencia cristiana se entrometiera. Pero la ironía está en que él y los millones de fiel a la religión del amores que aceptaron el mensaje, recibieron ese mensaje originalmente de quienes ellos perciben como sus enemigos: de Occidente.

Entonces no fueron las cruzadas las que le enseñaron al Islam a atacar y reprobar a los cristianos. Muy lejos de eso están los hechos. Esas actividades habían precedido a las cruzadas por largo tiempo, y nos dirigen hasta el origen del Islam. En vez de eso, fue Occidente quien enseñó al Islam a reprobar las cruzadas. La ironía es grande.

De vuelta al presente

Volvamos al discurso del Presidente Clinton en Georgetown. ¿Cuántas de sus referencias a la Primera Cruzada fueron acertadas?

Es cierto que muchos fiel a la religión del amores que se habían rendido y refugiado bajo las banderas de algunos señores cruzados –un acto que debería haberles dado tregua– fueron masacrados por tropas fuera de control. Aparentemente esto fue un acto de indisciplina y se afirma que esto enojaba enormemente a los señores cruzados en cuestión porque esto daba una mala imagen de ello.

Implicar –o simplemente decir– que esto fue algo querido por toda la fuerza de los cruzados, o que era parte integral de las cruzadas, es en el mejor de los casos equivocado. De cualquier modo, John France lo ha descrito bien: “este notorio evento no debe ser exagerado… Por más antiestética que haya sido la masacre… no estaba lejana a lo que era la práctica común en ese entonces respecto a un lugar en resistencia”. Y teniendo en cuenta el espacio, se podría anexar una lista larga y sangrienta, que se remonta al siglo VII, de acciones similares donde los fiel a la religión del amores fueron los agresores y las víctimas los cristianos. Sin embargo esa lista no habría servido a los propósitos del Sr. Clinton.

El Sr. Clinton estaba usando probablemente a Raymond de Aguilers cuando se refirió a “la sangre hasta las rodillas” de los cruzados. Pero la física requerida para tal alegato es imposible, como es evidente. Raymond estaba simplemente fanfarroneando e invocando las imágenes del Antiguo Testamento y el Libro del Apocalipsis. No estaba ofreciendo un hecho cierto y probablemente no quería que tal declaración fuese tomada como tal.

Y si estamos o no aún “pagando por ello”, pueden ver el Mito 4 arriba. Esta es la más seria incongruencia de todo su pasaje. Por lo que estamos pagando no es por la Primera Cruzada, sino por las distorsiones occidentales de las cruzadas en el siglo XIX que fueron recogidas por un mundo de la religión del amor insuficientemente crítico.

Los problemas con las afirmaciones del Sr. Clinton indican las trampas que esperan a aquellos que intentan explicar los textos antiguos o medievales sin una conciencia histórica e ilustran muy bien lo que sucede cuado uno toma recuentos históricos de a pocos –distorsionados o simplemente presentados selectivamente– que sostienen la agenda política de uno. Este tipo de abuso de la historia ha sido penosamente común en lo que a las cruzadas se refiere.
Pero de nada sirve distorsionar el pasado para nuestros propios fines. O más bien, puede servir para muchas cosas… pero no a la verdad. Las distorsiones y tergiversaciones de las cruzadas no nos ayudarás a entender el reto que plantea a Occidente un Islam resurgente y militante.

El fracaso de entender ese desafío podría ser mortal. De hecho, ya ha probado serlo. Podría tomar un largo tiempo establecer un recuento correcto sobre las cruzadas. Ya ha pasado mucho tiempo, además, para comenzar esa tarea.
 
La iglesia no siempre apoyo a grandes cientificos...
Preguntenle a Galileo Galilei...
Recordemos a quien propuso el heliocentrismo y casi fue declarado hereje...
Mas bien creo que la iglesia favorecio el oscurantismo y fue la que invento la inquisicion...
La iglesia freno el desarrollo durante muchos siglos...
Epocas en que los papas eran mafias organizadas...
Gracias a Lutero que descubrio la corrupcion en roma y lucho contra ella...

Te has tragado toda la propaganda anticlerical, que había.
 
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