Mateo77
Laico católico
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El orden mundial está sumido en un creciente caos. Las instituciones de corte positivista están inoperantes, la política tormentosa, las instituciones naturales (familia, matrimonio, comunidad) quebrantadas, los grandes poderes internacionales ya no son la sólida referencia de antaño, y el orden geopolítico se desestabiliza. A esto se une la propia naturaleza que parece rebelarse ante los excesos cometidos por la civilización del consumo. Como no podía ser de otro modo todo esto afecta a la gran mayoría de los seres humanos, y pienso que se está pidiendo explícita o implícitamente, de una manera u otra, la intervención de un poder superior. Esto es una especie de oración universal.
Un ejemplo es el de las revueltas sociales en EEUU. Mi impresión tras el seguimiento que hago de la situación es que tanto la mayoría de votantes republicanos como parte de los demócratas claman por una restauración del orden por parte del gobierno. Pueden diferir en los detalles, pero el impulso subyacente es el mismo. Los mismos antisistema seguramente estén sorprendidos de cuánto se les “deja hacer” impunemente, lo cual es ya una confesión implícita de culpabilidad que conlleva, en el fondo, una petición de intervención, aunque esta esté sublimada por la psique. Lo mismo se podría decir de las distintas actuaciones violentas por parte de pagapensiones en Europa.
En el ámbito religioso tenemos por ejemplo el escándalo del mundo de la religión del amor ante las políticas progresistas occidentales (calificadas con frecuencia de satánicas), o el desastroso estado de las diversas confesiones cristianas como resultado de la confrontación entre las verdades tradicionales reveladas y las ideas contrapuestas provenientes de las dos grandes revoluciones que han dado forma a esta etapa de la historia del mundo. El creciente número de noticias de mensajes recibidos del Cielo bien puede ser una manifestación de este sufrimiento psicológico y espiritual. Estos supuestos mensajes y revelaciones privadas también se dan entre no cristianos, aunque, por supuesto, con contenido divergente.
El creciente caos impulsa a desear una restauración del orden, pero cada persona tiene una idea distinta de cuál sería ese orden deseable. Unos piden Estados más fuertes que permitan superar la crisis con enfoques colectivistas. Otros piden un endurecimiento de las leyes y una restauración de los valores morales coservadores. Unos se centran en los problemas medioambientales, otros en los de salud, en los morales/espirituales, los económicos o en los políticos (por ejemplo apelando a la intervención de la Unión Europea o la ONU para reconducir la situación a nivel estatal), o se refugian en movimientos identitarios como medio de restaurar el orden natural. Hay quien espera que lleguen extraterrestres benévolos a salvarnos de nosotros mismos, y otros suplican la intervención de Dios. Finalmente tenemos un número no desdeñable de personas que, quebradas por el sufrimiento, “solo desean ver el mundo arder”. Entre estos están los que califican al ser humano de plaga y piden su extinción, los que buscan la extinción mediante una nueva guerra mundial o los que ansían el Juicio Final.
Este estado de sufrimiento de la humanidad seguramente no tenga parangón en la historia debido a su amplitud. Y, me temo, no falta quien busque aprovecharse de ello. En términos religiosos, está anunciada la llegada del anticristo, que será ampliamente adorado. La humanidad de esta época tan centrada en lo material está muy mal formada en cuanto a lo espiritual. Cabe preguntarse cuántas de las revelaciones privadas que se amontonan en estos años son engaños diabólicos destinados a sembrar cizaña y desánimo entre los creyentes. Cizaña para que se ataquen entre si, desánimo como respuesta ante los mensajes que no acaban de ofrecer una solución a los problemas acuciantes. Pienso que si el anticristo ha de entrar en escena como un líder carismático que ofrezca una solución a todos los problemas (a costa, por supuesto, de renegar de Cristo), la humanidad ha de estar preparada para recibirle. Es decir, desesperada, quebrantada y con una deficiente formación espiritual que impida un correcto discernimiento de las implicaciones del contenido que se ofrece.
Se podría argumentar que no hay nada contrario a la fe en muchas revelaciones privadas, pero el juego puede ser otro. En el Edén vemos que tras la conversación con la serpiente Eva tiene una nueva forma de mirar al fruto prohibido. Es seducción producto de la acción de la serpiente cuando se le abre la puerta del alma. Aparentemente no hay nada contrario a la fe en muchas revelaciones privadas pero quizá muevan a quienes reciban estos mensajes a apartar la atención de aquello que sí podrían hacer para contribuir a la restauración del orden en su entorno, consumiendo tiempo, dones y energía en cuestiones secundarias. El ataque no sería tanto el incitar a la separación de Dios sino el desviar la atención para evitar cualquier obstáculo eficaz al avance del mal. Me viene a la mente en relación a esto la segunda carta a los Tesalonicenses, tanto lo que explícitamente se trata como la descripción más general de un ataque del mal aprovechando el sufrimiento ante la realidad temporal y el anhelo del Reino de los Cielos.
La humanidad está pidiendo la intervención de un poder superior. La cuestión es qué poder responderá a la llamada, debido al modo en que es formulada.
piedrasquegritan.org - La humanidad está pidiendo la intervención de un poder superior
Un ejemplo es el de las revueltas sociales en EEUU. Mi impresión tras el seguimiento que hago de la situación es que tanto la mayoría de votantes republicanos como parte de los demócratas claman por una restauración del orden por parte del gobierno. Pueden diferir en los detalles, pero el impulso subyacente es el mismo. Los mismos antisistema seguramente estén sorprendidos de cuánto se les “deja hacer” impunemente, lo cual es ya una confesión implícita de culpabilidad que conlleva, en el fondo, una petición de intervención, aunque esta esté sublimada por la psique. Lo mismo se podría decir de las distintas actuaciones violentas por parte de pagapensiones en Europa.
En el ámbito religioso tenemos por ejemplo el escándalo del mundo de la religión del amor ante las políticas progresistas occidentales (calificadas con frecuencia de satánicas), o el desastroso estado de las diversas confesiones cristianas como resultado de la confrontación entre las verdades tradicionales reveladas y las ideas contrapuestas provenientes de las dos grandes revoluciones que han dado forma a esta etapa de la historia del mundo. El creciente número de noticias de mensajes recibidos del Cielo bien puede ser una manifestación de este sufrimiento psicológico y espiritual. Estos supuestos mensajes y revelaciones privadas también se dan entre no cristianos, aunque, por supuesto, con contenido divergente.
El creciente caos impulsa a desear una restauración del orden, pero cada persona tiene una idea distinta de cuál sería ese orden deseable. Unos piden Estados más fuertes que permitan superar la crisis con enfoques colectivistas. Otros piden un endurecimiento de las leyes y una restauración de los valores morales coservadores. Unos se centran en los problemas medioambientales, otros en los de salud, en los morales/espirituales, los económicos o en los políticos (por ejemplo apelando a la intervención de la Unión Europea o la ONU para reconducir la situación a nivel estatal), o se refugian en movimientos identitarios como medio de restaurar el orden natural. Hay quien espera que lleguen extraterrestres benévolos a salvarnos de nosotros mismos, y otros suplican la intervención de Dios. Finalmente tenemos un número no desdeñable de personas que, quebradas por el sufrimiento, “solo desean ver el mundo arder”. Entre estos están los que califican al ser humano de plaga y piden su extinción, los que buscan la extinción mediante una nueva guerra mundial o los que ansían el Juicio Final.
Este estado de sufrimiento de la humanidad seguramente no tenga parangón en la historia debido a su amplitud. Y, me temo, no falta quien busque aprovecharse de ello. En términos religiosos, está anunciada la llegada del anticristo, que será ampliamente adorado. La humanidad de esta época tan centrada en lo material está muy mal formada en cuanto a lo espiritual. Cabe preguntarse cuántas de las revelaciones privadas que se amontonan en estos años son engaños diabólicos destinados a sembrar cizaña y desánimo entre los creyentes. Cizaña para que se ataquen entre si, desánimo como respuesta ante los mensajes que no acaban de ofrecer una solución a los problemas acuciantes. Pienso que si el anticristo ha de entrar en escena como un líder carismático que ofrezca una solución a todos los problemas (a costa, por supuesto, de renegar de Cristo), la humanidad ha de estar preparada para recibirle. Es decir, desesperada, quebrantada y con una deficiente formación espiritual que impida un correcto discernimiento de las implicaciones del contenido que se ofrece.
Se podría argumentar que no hay nada contrario a la fe en muchas revelaciones privadas, pero el juego puede ser otro. En el Edén vemos que tras la conversación con la serpiente Eva tiene una nueva forma de mirar al fruto prohibido. Es seducción producto de la acción de la serpiente cuando se le abre la puerta del alma. Aparentemente no hay nada contrario a la fe en muchas revelaciones privadas pero quizá muevan a quienes reciban estos mensajes a apartar la atención de aquello que sí podrían hacer para contribuir a la restauración del orden en su entorno, consumiendo tiempo, dones y energía en cuestiones secundarias. El ataque no sería tanto el incitar a la separación de Dios sino el desviar la atención para evitar cualquier obstáculo eficaz al avance del mal. Me viene a la mente en relación a esto la segunda carta a los Tesalonicenses, tanto lo que explícitamente se trata como la descripción más general de un ataque del mal aprovechando el sufrimiento ante la realidad temporal y el anhelo del Reino de los Cielos.
La humanidad está pidiendo la intervención de un poder superior. La cuestión es qué poder responderá a la llamada, debido al modo en que es formulada.
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