Nut
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La guerra se perdió porque se entregó TODO y no se entregó el Sahara por que a Francia y a Mauritania no les convino.Como bien apunta el forero Emiranzo.
Si esa ayuda el Sahara también hubiera sido entregado es decir los estratégicos fosfatos(yacimiento de Bucraa) , el banco pesquero sahariano , el uranio(gracias a ese uranio españa pudo montar sus centrales nucleares) y el petróleo que hay allí....
Guerra de Ifni - Wikipedia, la enciclopedia libre
CUANDO A FRANCO le comunicaron que los guerrilleros del Ejército de Liberación habían lanzado un ataque general contra Ifni, ordenó al almirante Carrero Blanco, entonces ministro de la Presidencia, evitar a toda costa un baño de sangre que provocara la guerra con jovenlandia.
Esa idea ya venía siendo repetida por Carrero en sus misivas a los sucesivos gobernadores del África Occidental: "El Ejército de Liberación es un instrumento de la URSS, con el que persigue crear dificultades a los occidentales en África", le escribió el 21 de marzo de 1957 al entonces gobernador, el general Ramón Pardo de Santayana. "Nos interesa conservar nuestro territorio sin crear dificultades a nuestras relaciones con Rabat y nos conviene acabar con el Ejército de Liberación sin llegar a una situación de guerra, con una activa política de desprestigio", informando a "nuestros indígenas" de que sus integrantes "son unos malos fieles a la religión del amor que sirven a Rusia, enemiga de Dios, y que son traidores al sultán".
La realidad tenía poco que ver con lo que escribía el almirante.
El Ejército de Liberación estaba formado por miembros del partido nacionalista Istiqlal, era respaldado por el sultán Mohamed V y estaba dirigido desde la sombra por el príncipe Muley Hassan, que cuatro años más tarde subiría a trono con el nombre de Hassan II.
Su jefe directo era un antiguo mercenario de la Legión Extranjera francesa llamado Ben Hamú. Los rebeldes habían instalado su cuartel general en la localidad jovenlandés de Gulimín, fronteriza con Ifni y a 50 kilómetros de Sidi Ifni. Eran entre 4.000 y 5.000 hombres y mantenían sitiado el territorio. Los soldados españoles encargados de defenderlo no llegaban a la mitad: eran menos de 2.000.
Los primeros heraldos de la guerra habían aparecido en enero. El día 29 de ese mes, los rebeldes arrancaron 50 metros de cable telefónico y dejaron incomunicado el puesto fronterizo de Tiliuín, al sur. A primeros de marzo, una bomba mató a un niño e hirió gravemente a su madre en Zoco el Arbag.
El 6 de mayo mataron a tiros a un alférez indígena de la policía; el día 7, a un sargento, y el día 9, a un agente. El 12 de junio, en la calle principal de Sidi Ifni, asesinaron de un tiro en la espalda a un capitán de Tiradores de origen jovenlandés. El día 18 cortaron las comunicaciones telefónicas entre la capital y el puesto de Telata de Isbuía. El 10 de julio fue hallado el cadáver de un policía indígena. El 18 de ese mismo mes ardieron misteriosamente 80.000 litros de gasoil almacenados en la playa de Sidi Ifni.
El 10 de agosto, una patrulla española fue tiroteada cuando intentaba reparar la línea telefónica cerca de Tiguisit. Y el 16 de agosto se produjo el primer enfrentamiento armado entre los soldados y los rebeldes marroquíes: una columna que volvía a Sidi Ifni repelió una emboscada cerca de la capital. Cuatro rebeldes murieron y un español resultó herido.
La tensión era máxima en Sidi Ifni.
Las tiendas habían echado el cierre, españoles y nativos se habían encerrado en sus casas. Los soldados, armados con un mosquetón y cuatro granadas, patrullaban las calles en grupos de tres. Muchos militares nativos se pasaron a los rebeldes y los mandos decidieron apartar del servicio a buena parte de los demás. Entonces comenzaron a producirse deserciones entre los españoles. Un informe del 15 de septiembre relata que, sólo en la II Bandera Paracaidista, se habían fugado seis soldados y que la mayoría se habían pasado al enemigo.
SI LOS ESPAÑOLES eran pocos, su penuria de medios era escandalosa.
Los transportes de la Bandera Paracaidista se reducían a dos jeep, dos camiones Ford y una ambulancia. Los soldados utilizaban viejos mosquetones Mauser. Para los escasos ejercicios de tiro recibían sólo diez balas y cuando acababan de disparar debían entregar los casquillos o devolver los proyectiles sobrantes. Los aviones eran ancianos Junker y Heinkel más peligrosos para sus pasajeros y tripulantes que para el enemigo: en mayo se estrelló uno cuando trataba de despegar (14 muertos) y en agosto se estrelló otro cuando intentaba aterrizar (seis muertos).
En vísperas de la guerra, cada soldado disponía de sólo 288 balas. El arsenal parecía extraído de la guerra de Gila, pero los muertos eran de verdad.
La miseria en que se hallaba la tropa ha quedado reflejada en un informe redactado por el jefe de la II Bandera Paracaidista en septiembre de 1957, sólo un mes antes del estallido de la guerra:
"El traje de faena comienza a deteriorarse, especialmente en aquellos que sólo tienen un traje de faena, por no haber podido entregar el segundo reglamentario por falta de existencias. En lo que se refiere al calzado ( ), se encuentra francamente deteriorado en general. ( ) Estas necesidades se han tendido que solucionar permitiendo que los legionarios compraran en el comercio de Ifni calzado no reglamentario y dando orden para que toda clase de servicios e instrucción ( ) se realizaran en alpargatas."
Pocos días antes, el 23 de junio, se había producido un relevo en la cúpula del gobierno del África Occidental. El nuevo gobernador, el general Mariano Gómez de Zamalloa, recibió el primer baño de realidad cuando el Junker que le trasladaba desde Canarias estaba a punto de aterrizar en Sidi Ifni. El teniente coronel encargado de recibirle le comunicó por radio que, dado que todos los soldados estaban movilizados, no disponía de tropa para formarle la guardia de honor en el aeropuerto.
Si el ataque de la madrugada del 23 de noviembre contra Sidi Ifni fue un fracaso, no ocurrió lo mismo con la ofensiva de los rebeldes contra los puestos del interior.
Las noticias que llegaban a la capital desde aquellos fuertes aislados eran alarmantes. Hameidusch había caído y su jefe, un sargento, había sido fusilado delante de sus hombres. Bifurna había sido tomado y nada se sabía de sus cinco defensores. En Tabelcut, un teniente, un cabo, un guardia civil y cinco soldados eran dados por desaparecidos. En Tiugsa, que soportaba un duro asedio, los rebeldes habían asesinado a un tendero español y le habían vaciado los ojos. En Tamucha, el teniente que se hallaba al mando había muerto de un susto. En Tenín había caído un soldado. Telata de Isbuía, al sur del territorio, se hallaba bajo fuego de mortero y varios de sus defensores estaban gravemente heridos.
Ésas eran las noticias cuando los guerrilleros comenzaron a cortar los cables del tendido telefónico y, uno tras otro, los puestos fueron quedándose mudos.
TELATA DE ISBUÍA era un cruce de caminos. El fuerte, situado en una hondonada, se hallaba rodeado de montañas muy quebradas. Tal vez porque los asaltantes sabían que contaba con una guarnición importante (130 hombres, de los que casi el 40% eran indígenas) y porque sabían que en el recinto había mujeres y niños, su ataque fue feroz. Los heridos necesitaban atención médica inmediata. El general Gómez de Zamalloa ordenó que una compañía de la Brigada Paracaidista acudiera a su rescate. Aquella decisión desencadenó el episodio más dramático de la guerra.
El convoy, al mando del teniente Antonio Ortiz de Zárate, estaba formado por tres viejos camiones y una ambulancia. Además de los cuatro conductores, en los vehículos viajaban 60 soldados, un capitán médico y un brigada practicante. Cada soldado llevaba rancho para un día (una lata de sardinas, un chusco de pan y una cantimplora de agua) e iba armado con un mosquetón y seis cartucheras con 20 balas cada una. Además, el grupo contaba con una ametralladora, un viejo mortero y una radio. Eran las 17.35 del día 23. En el patio del cuartel de Sidi Ifni y ya con un pie en el estribo del camión, el teniente se despidió de sus compañeros: "¡Entraré en Telata o en el cielo!", proclamó. Resultó lo segundo, y en el tránsito le acompañaría buena parte de sus hombres.
Desde Sidi Ifni hasta Telata de Isbuía hay 35 kilómetros. El camino entre ambos lugares es hoy un agradable paseo de 20 minutos en coche. Pero para los 66 militares de la expedición de Ortiz de Zárate duró diez días y fue un infierno.
La carretera era un camino de cabras.
Nada más partir, comprobaron que los radioteléfonos con los que debían comunicarse entre los vehículos no funcionaban. Avanzaban en fila india, casi al ralentí. En dos horas sólo lograron recorrer 20 kilómetros. A las 19.30 el teniente, que temía una emboscada nocturna, ordenó acampar y situar los vehículos en círculo, con las cabinas apuntando hacia fuera.
A las 7.30 del día siguiente reemprendieron la lenta marcha. Dos horas más tarde se toparon con las primeras barreras colocadas por los rebeldes. Los soldados saltaron de los camiones. Mientras unos retiraban las piedras de la carretera, otros se desplegaban a los lados del camino para protegerlos.
Siguieron adelante. A las diez, se averió el primer camión. Lograron volver a arrancarlo, pero los obstáculos colocados en el camino eran cada vez más numerosos y los soldados tuvieron que descender, formar dos columnas y caminar flanqueando los vehículos. A las 10.45 empezaron a dispararles desde tres puntos diferentes. El teniente, que se había parapetado tras la rueda de un camión, ordenó un contraataque. Lograron acabar con cuatro guerrilleros, pero varios soldados cayeron heridos. A uno de los rebeldes lo mató un cabo primero a machetazos.
Continuaron avanzando. Cuatrocientos metros más adelante, ya a la vista de Telata de Isbuía, encontraron la pista completamente cortada por una montaña de piedras y empezaron a lloverles balas. Uno de los soldados cayó con el pecho atravesado. Los rebeldes disparaban desde una loma y el teniente envió un grupo a tomarla. Desde lo alto del monte, Ortiz de Zárate comprendió que era inútil intentar avanzar hacia el fuerte y ordenó hacer un campamento. Envió a un grupo de hombres a recoger las mantas y un poco de comida que habían dejado en los camiones. Al pasar junto al cadáver de su compañero, vieron que lo habían acuchillado en la cara y en el pecho y le habían quitado hasta las botas. Cuando volvían a subir por la ladera, un rebelde surgió tras una roca, soltó una ráfaga y mató a dos de ellos.
AISLADOS EN LO ALTO de la loma, los españoles montaron la enorme radio Marconi para pedir ayuda a Sidi Ifni, pero el aparato no funcionaba. Desesperado, el teniente levantó el trasto sobre su cabeza y lo despeñó por la ladera. El mortero también estaba averiado.
Durante todo ese día y el siguiente fueron hostigados por disparos. Los soldados permanecían tumbados, para ofrecer el menor blanco posible. A las seis de la mañana del día 26, los rebeldes intentaron asaltar la posición. El teniente fue alcanzado por una ráfaga en el pecho y cayó muerto, y un soldado se derrumbó con una bala en la cabeza. A media tarde, un avión lanzó varios paquetes de comida y un paracaídas con una garrafa de agua. Pero los soldados sólo lograron recuperar dos de los paquetes; los demás cayeron en manos de los guerrilleros.
Sitiados en lo alto de la loma, los españoles soportaron durante seis días los ataques de los rebeldes y aplacaron la sed masajeando las plantas y bebiéndose sus orines. Por fin, el 2 de diciembre oyeron el cornetín que anunciaba la llegada de refuerzos. Los rebeldes se evaporaron y rescatadores y rescatados se dirigieron con los cadáveres medio podridos al fuerte de Telata, donde fueron recibidos como héroes.
La liberación de Telata de Isbuía y de los otros puestos sitiados costó decenas de vidas. La mayoría de los muertos eran jóvenes soldados de reemplazo. Su sacrificio sirvió de poco.
En el palacio del Pardo, Franco había llegado a la conclusión de que aquellos fortines eran indefendibles. Prohibió cualquier intento de reconquistarlos y ordenó que fuesen dinamitados. Las tropas se retiraron a Sidi Ifni y dejaron el resto del territorio en manos de jovenlandia. También entregaron a Mohamed V el llamado Protectorado del Sur, una franja de desierto casi tan extensa como Cataluña, situada al norte del Sáhara Occidental. Sólo habían transcurrido tres meses desde el primer ataque contra Sidi Ifni.
IFNI LA Guerra que perdió Franco | Edición impresa | EL PAÍS
Acuerdo de Angra de Cintra - Wikipedia, la enciclopedia libre
Si esa ayuda el Sahara también hubiera sido entregado es decir los estratégicos fosfatos(yacimiento de Bucraa) , el banco pesquero sahariano , el uranio(gracias a ese uranio españa pudo montar sus centrales nucleares) y el petróleo que hay allí....
Guerra de Ifni - Wikipedia, la enciclopedia libre
CUANDO A FRANCO le comunicaron que los guerrilleros del Ejército de Liberación habían lanzado un ataque general contra Ifni, ordenó al almirante Carrero Blanco, entonces ministro de la Presidencia, evitar a toda costa un baño de sangre que provocara la guerra con jovenlandia.
Esa idea ya venía siendo repetida por Carrero en sus misivas a los sucesivos gobernadores del África Occidental: "El Ejército de Liberación es un instrumento de la URSS, con el que persigue crear dificultades a los occidentales en África", le escribió el 21 de marzo de 1957 al entonces gobernador, el general Ramón Pardo de Santayana. "Nos interesa conservar nuestro territorio sin crear dificultades a nuestras relaciones con Rabat y nos conviene acabar con el Ejército de Liberación sin llegar a una situación de guerra, con una activa política de desprestigio", informando a "nuestros indígenas" de que sus integrantes "son unos malos fieles a la religión del amor que sirven a Rusia, enemiga de Dios, y que son traidores al sultán".
La realidad tenía poco que ver con lo que escribía el almirante.
El Ejército de Liberación estaba formado por miembros del partido nacionalista Istiqlal, era respaldado por el sultán Mohamed V y estaba dirigido desde la sombra por el príncipe Muley Hassan, que cuatro años más tarde subiría a trono con el nombre de Hassan II.
Su jefe directo era un antiguo mercenario de la Legión Extranjera francesa llamado Ben Hamú. Los rebeldes habían instalado su cuartel general en la localidad jovenlandés de Gulimín, fronteriza con Ifni y a 50 kilómetros de Sidi Ifni. Eran entre 4.000 y 5.000 hombres y mantenían sitiado el territorio. Los soldados españoles encargados de defenderlo no llegaban a la mitad: eran menos de 2.000.
Los primeros heraldos de la guerra habían aparecido en enero. El día 29 de ese mes, los rebeldes arrancaron 50 metros de cable telefónico y dejaron incomunicado el puesto fronterizo de Tiliuín, al sur. A primeros de marzo, una bomba mató a un niño e hirió gravemente a su madre en Zoco el Arbag.
El 6 de mayo mataron a tiros a un alférez indígena de la policía; el día 7, a un sargento, y el día 9, a un agente. El 12 de junio, en la calle principal de Sidi Ifni, asesinaron de un tiro en la espalda a un capitán de Tiradores de origen jovenlandés. El día 18 cortaron las comunicaciones telefónicas entre la capital y el puesto de Telata de Isbuía. El 10 de julio fue hallado el cadáver de un policía indígena. El 18 de ese mismo mes ardieron misteriosamente 80.000 litros de gasoil almacenados en la playa de Sidi Ifni.
El 10 de agosto, una patrulla española fue tiroteada cuando intentaba reparar la línea telefónica cerca de Tiguisit. Y el 16 de agosto se produjo el primer enfrentamiento armado entre los soldados y los rebeldes marroquíes: una columna que volvía a Sidi Ifni repelió una emboscada cerca de la capital. Cuatro rebeldes murieron y un español resultó herido.
La tensión era máxima en Sidi Ifni.
Las tiendas habían echado el cierre, españoles y nativos se habían encerrado en sus casas. Los soldados, armados con un mosquetón y cuatro granadas, patrullaban las calles en grupos de tres. Muchos militares nativos se pasaron a los rebeldes y los mandos decidieron apartar del servicio a buena parte de los demás. Entonces comenzaron a producirse deserciones entre los españoles. Un informe del 15 de septiembre relata que, sólo en la II Bandera Paracaidista, se habían fugado seis soldados y que la mayoría se habían pasado al enemigo.
SI LOS ESPAÑOLES eran pocos, su penuria de medios era escandalosa.
Los transportes de la Bandera Paracaidista se reducían a dos jeep, dos camiones Ford y una ambulancia. Los soldados utilizaban viejos mosquetones Mauser. Para los escasos ejercicios de tiro recibían sólo diez balas y cuando acababan de disparar debían entregar los casquillos o devolver los proyectiles sobrantes. Los aviones eran ancianos Junker y Heinkel más peligrosos para sus pasajeros y tripulantes que para el enemigo: en mayo se estrelló uno cuando trataba de despegar (14 muertos) y en agosto se estrelló otro cuando intentaba aterrizar (seis muertos).
En vísperas de la guerra, cada soldado disponía de sólo 288 balas. El arsenal parecía extraído de la guerra de Gila, pero los muertos eran de verdad.
La miseria en que se hallaba la tropa ha quedado reflejada en un informe redactado por el jefe de la II Bandera Paracaidista en septiembre de 1957, sólo un mes antes del estallido de la guerra:
"El traje de faena comienza a deteriorarse, especialmente en aquellos que sólo tienen un traje de faena, por no haber podido entregar el segundo reglamentario por falta de existencias. En lo que se refiere al calzado ( ), se encuentra francamente deteriorado en general. ( ) Estas necesidades se han tendido que solucionar permitiendo que los legionarios compraran en el comercio de Ifni calzado no reglamentario y dando orden para que toda clase de servicios e instrucción ( ) se realizaran en alpargatas."
Pocos días antes, el 23 de junio, se había producido un relevo en la cúpula del gobierno del África Occidental. El nuevo gobernador, el general Mariano Gómez de Zamalloa, recibió el primer baño de realidad cuando el Junker que le trasladaba desde Canarias estaba a punto de aterrizar en Sidi Ifni. El teniente coronel encargado de recibirle le comunicó por radio que, dado que todos los soldados estaban movilizados, no disponía de tropa para formarle la guardia de honor en el aeropuerto.
Si el ataque de la madrugada del 23 de noviembre contra Sidi Ifni fue un fracaso, no ocurrió lo mismo con la ofensiva de los rebeldes contra los puestos del interior.
Las noticias que llegaban a la capital desde aquellos fuertes aislados eran alarmantes. Hameidusch había caído y su jefe, un sargento, había sido fusilado delante de sus hombres. Bifurna había sido tomado y nada se sabía de sus cinco defensores. En Tabelcut, un teniente, un cabo, un guardia civil y cinco soldados eran dados por desaparecidos. En Tiugsa, que soportaba un duro asedio, los rebeldes habían asesinado a un tendero español y le habían vaciado los ojos. En Tamucha, el teniente que se hallaba al mando había muerto de un susto. En Tenín había caído un soldado. Telata de Isbuía, al sur del territorio, se hallaba bajo fuego de mortero y varios de sus defensores estaban gravemente heridos.
Ésas eran las noticias cuando los guerrilleros comenzaron a cortar los cables del tendido telefónico y, uno tras otro, los puestos fueron quedándose mudos.
TELATA DE ISBUÍA era un cruce de caminos. El fuerte, situado en una hondonada, se hallaba rodeado de montañas muy quebradas. Tal vez porque los asaltantes sabían que contaba con una guarnición importante (130 hombres, de los que casi el 40% eran indígenas) y porque sabían que en el recinto había mujeres y niños, su ataque fue feroz. Los heridos necesitaban atención médica inmediata. El general Gómez de Zamalloa ordenó que una compañía de la Brigada Paracaidista acudiera a su rescate. Aquella decisión desencadenó el episodio más dramático de la guerra.
El convoy, al mando del teniente Antonio Ortiz de Zárate, estaba formado por tres viejos camiones y una ambulancia. Además de los cuatro conductores, en los vehículos viajaban 60 soldados, un capitán médico y un brigada practicante. Cada soldado llevaba rancho para un día (una lata de sardinas, un chusco de pan y una cantimplora de agua) e iba armado con un mosquetón y seis cartucheras con 20 balas cada una. Además, el grupo contaba con una ametralladora, un viejo mortero y una radio. Eran las 17.35 del día 23. En el patio del cuartel de Sidi Ifni y ya con un pie en el estribo del camión, el teniente se despidió de sus compañeros: "¡Entraré en Telata o en el cielo!", proclamó. Resultó lo segundo, y en el tránsito le acompañaría buena parte de sus hombres.
Desde Sidi Ifni hasta Telata de Isbuía hay 35 kilómetros. El camino entre ambos lugares es hoy un agradable paseo de 20 minutos en coche. Pero para los 66 militares de la expedición de Ortiz de Zárate duró diez días y fue un infierno.
La carretera era un camino de cabras.
Nada más partir, comprobaron que los radioteléfonos con los que debían comunicarse entre los vehículos no funcionaban. Avanzaban en fila india, casi al ralentí. En dos horas sólo lograron recorrer 20 kilómetros. A las 19.30 el teniente, que temía una emboscada nocturna, ordenó acampar y situar los vehículos en círculo, con las cabinas apuntando hacia fuera.
A las 7.30 del día siguiente reemprendieron la lenta marcha. Dos horas más tarde se toparon con las primeras barreras colocadas por los rebeldes. Los soldados saltaron de los camiones. Mientras unos retiraban las piedras de la carretera, otros se desplegaban a los lados del camino para protegerlos.
Siguieron adelante. A las diez, se averió el primer camión. Lograron volver a arrancarlo, pero los obstáculos colocados en el camino eran cada vez más numerosos y los soldados tuvieron que descender, formar dos columnas y caminar flanqueando los vehículos. A las 10.45 empezaron a dispararles desde tres puntos diferentes. El teniente, que se había parapetado tras la rueda de un camión, ordenó un contraataque. Lograron acabar con cuatro guerrilleros, pero varios soldados cayeron heridos. A uno de los rebeldes lo mató un cabo primero a machetazos.
Continuaron avanzando. Cuatrocientos metros más adelante, ya a la vista de Telata de Isbuía, encontraron la pista completamente cortada por una montaña de piedras y empezaron a lloverles balas. Uno de los soldados cayó con el pecho atravesado. Los rebeldes disparaban desde una loma y el teniente envió un grupo a tomarla. Desde lo alto del monte, Ortiz de Zárate comprendió que era inútil intentar avanzar hacia el fuerte y ordenó hacer un campamento. Envió a un grupo de hombres a recoger las mantas y un poco de comida que habían dejado en los camiones. Al pasar junto al cadáver de su compañero, vieron que lo habían acuchillado en la cara y en el pecho y le habían quitado hasta las botas. Cuando volvían a subir por la ladera, un rebelde surgió tras una roca, soltó una ráfaga y mató a dos de ellos.
AISLADOS EN LO ALTO de la loma, los españoles montaron la enorme radio Marconi para pedir ayuda a Sidi Ifni, pero el aparato no funcionaba. Desesperado, el teniente levantó el trasto sobre su cabeza y lo despeñó por la ladera. El mortero también estaba averiado.
Durante todo ese día y el siguiente fueron hostigados por disparos. Los soldados permanecían tumbados, para ofrecer el menor blanco posible. A las seis de la mañana del día 26, los rebeldes intentaron asaltar la posición. El teniente fue alcanzado por una ráfaga en el pecho y cayó muerto, y un soldado se derrumbó con una bala en la cabeza. A media tarde, un avión lanzó varios paquetes de comida y un paracaídas con una garrafa de agua. Pero los soldados sólo lograron recuperar dos de los paquetes; los demás cayeron en manos de los guerrilleros.
Sitiados en lo alto de la loma, los españoles soportaron durante seis días los ataques de los rebeldes y aplacaron la sed masajeando las plantas y bebiéndose sus orines. Por fin, el 2 de diciembre oyeron el cornetín que anunciaba la llegada de refuerzos. Los rebeldes se evaporaron y rescatadores y rescatados se dirigieron con los cadáveres medio podridos al fuerte de Telata, donde fueron recibidos como héroes.
La liberación de Telata de Isbuía y de los otros puestos sitiados costó decenas de vidas. La mayoría de los muertos eran jóvenes soldados de reemplazo. Su sacrificio sirvió de poco.
En el palacio del Pardo, Franco había llegado a la conclusión de que aquellos fortines eran indefendibles. Prohibió cualquier intento de reconquistarlos y ordenó que fuesen dinamitados. Las tropas se retiraron a Sidi Ifni y dejaron el resto del territorio en manos de jovenlandia. También entregaron a Mohamed V el llamado Protectorado del Sur, una franja de desierto casi tan extensa como Cataluña, situada al norte del Sáhara Occidental. Sólo habían transcurrido tres meses desde el primer ataque contra Sidi Ifni.
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