La crisis en Venezuela es un paraíso para las criptomonedas

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Pompero
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2 Mar 2019
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Una dona en Venezuela cuesta 2000 bolívares, así se llama la moneda nacional de Venezuela. Convertido en dólares, eso es 75 centavos. No es una gran suma, pero casi nadie aquí tiene efectivo. Con una inflación de más de un millón por ciento.


El límite diario en el cajero automático es de 500 bolívares, que no es suficiente para la mitad de una dona, nadie carga dólares en efectivo porque atraen a los ladrones, y también a los policías. Entonces, el cliente paga con tarjeta de débito o en Dash: esta es una de las docenas de criptomonedas que circulan en Venezuela.


Venezuela es un paraíso para las criptomonedas, y el Dash es el más popular. Con este tipo de dinero usted puede pedir pizzas, pagar visitas al médico o comprar boletos de avión. El dinero virtual puede ser más astuto que la hiperinflación y la falta de efectivo asociada, siempre que confíe en él.


El reciente colapso en Bitcoin, que sirve como una especie de moneda de reserva para otras criptomonedas, también ha dejado su marca en Venezuela. “Pero el mercado se recuperará”, asegura Cristian Daboin. “No hay mejor refugio de la inflación”.


En su tienda Coincoin, en un distrito de clase media, el joven vende “Mineradoras”: ese es el nombre de las pequeñas máquinas negras utilizadas para verificar las transacciones financieras en Kryptogeld. Muchos de sus clientes han comprado varias de estas máquinas.


Los comerciantes criptográficos viven de una comisión que cobran por cada recomendación, al igual que las compañías de tarjetas de crédito. Cada máquina solo gana unos pocos dólares al mes. Pero en la miseria de Venezuela, cada centavo cuenta.


Desesperadamente, el régimen está buscando formas de salir de la trampa de las sanciones. El año pasado, anunció el lanzamiento de Petro, una criptomoneda cubierta por las reservas de petróleo. En todas partes de la ciudad, ella alaba el dinero del arte en enormes carteles. Los jubilados han recibido un cuarto de sus ganancias en Petro desde diciembre.


Sin embargo, el campo criptográfico no pasa la prueba práctica. “No tomamos Petros”, dice David Tello, el vendedor de rosquillas. “El gobierno está detrás de esto, no confío en eso”.