La Corporación ¿lo habéis leído?

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Madmaxista
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The Corporation, de Joel Bakan
La empresa como orate


Russell Mokhiber y Robert Weissman (*)
Focus on the Corporation. EEUU, febrero del 2004.

Traducción para La insignia: Remo Fernández Carro


La gente pregunta: «Rob, Russell, el mundo se está yendo al carajo a toda velocidad, ¿qué podemos hacer?». Y nosotros respondemos: «lean un libro, vean una película».

Por desgracia, tanto la película como el libro sólo se pueden conseguir de momento en Canadá. Pero tengan paciencia y no salgan corriendo hacia el norte: estarán a la venta dentro de un mes o así en Estados Unidos. Y créannos, merece la pena esperar (vamos a decirlo todo: nuestro libro The Top 100 Corporate Criminals of the 1990's [Los cien mayores delincuentes empresariales de los años 90] aparece en el filme).

El libro se titula The Corporation: The Pathological Pursuit of Profit and Power (La gran empresa: La búsqueda patológica del beneficio y el poder). Su autor es Joel Bakan (Free Press, 2004). La película se llama The Corporation (La gran empresa) y es de Mark Achbar, Jennifer Abbot y Joel Bakan.

Hemos visto una copia preliminar de la película, hemos leído una copia preliminar del libro, y esta es nuestra reseña: tiren a la sarama los programas de educación cívica de sus escuelas, si existen; cancelen sus subscripciones a la televisión por cable; llamen a sus amigos, a sus enemigos y a su familia; consigan una copia de esta película y un volumen de este libro. Lean el libro, discútanlo, disecciónenlo, despelléjenlo.

Vean la película. Póngala a sus hijos. Muéstrenla a sus familiares de derechas. Muéstrensela a todo el mundo. Organicen una fiesta en torno a ella. Y después organicen otra.

Llevamos años presentando a los críticos del poder de las grandes empresas: Robert Monks, Richard Grossman, Naomi Klein, Noam Chomsky, Sam Epstein, Charles Kernaghan, Michael Moore, Jeremy Rifkin. Llevamos años presentando a los defensores del statu quo empresarial como Milton Friedman, Peter Drucker y William Niskanen. Pero Bakan, profesor de derecho de la Facultad de Derecho de British Columbia, ha reunido, junto con Achbar y Abbot, a todas estas luminarias en un documental de 145 minutos que agarra al espectador del cuello y no le suelta.

La película está llenando los mayores cines de Canadá. Y si estalla aquí (para lo que en nuestra opinión falta tiempo: los EE.UU. no son Canadá, ni mucho menos) podría tener profundas repercusiones políticas.

Los autores alternan entrevistas bien filmadas con defensores y críticos con imágenes de la realidad sobre el terreno -Charles Kernaghan en América Central mostrando cómo, por ejemplo, los grandes fabricantes de maquinaria pagan una miseria a los trabajadores por productos que se venderán por centenares de dólares en Estados Unidos- y con defensores del régimen -Milton Friedman parece un espantajo mientras afirma, aguantando la risa como puede, que el único imperativo jovenlandesal para el ejecutivo de una empresa es ganar todo el dinero posible para sus dueños-.

Otros coinciden con Friedman. El gurú del management Peter Drucker le explica a Bakan: «Si encuentra a un ejecutivo que quiere ocuparse de las responsabilidades sociales de la empresa, despídale. Enseguida». Y William Niskanen, director del libertario Instituto Cato, afirma que no invertiría en una compañía que fuera pionera en responsabilidad empresarial.

Por supuesto, la legislación empresarial impone de hecho a los ejecutivos la obligación de obtener dinero para los accionistas. Si alguien se compromete con la responsabilidad social de la empresa -pagar más a los trabajadores, parar la contaminación legal, reducir los precios a los clientes-,lo más probable es que los accionistas le demanden. Robert Monks, el director de inversiones, lo explica así: «La empresa es una máquina de subcontratar, de la misma forma que un tiburón es una máquina de apiolar (un tiburón que persigue a una joven que nada en la pantalla). No es un problema de malevolencia o de voluntad. La empresa lleva dentro, como el tiburón, las características que la permiten hacer aquello para lo que fue diseñada».

Personas como Monks y Ray Anderson, presidente del consejo de administración de Interface Corporation, primer productor mundial de alfombras, pertenecientes al mundo de los negocios, dan el equilibrio necesario a una película que de otro modo hubiera estado dominada por críticos ajenos a ese mundo, como Chomsky, Moore, Grossman y Rifkin. Anderson llama a la empresa «instrumento contemporáneo de la destrucción» por su forma compulsiva de «externalizar todos los costes que un público desinformado o descuidado le permita externalizar».

«La idea de que podemos tomar, tomar, tomar y tomar, derrochar y derrochar sin consecuencias está llevando a la destrucción de la biosfera», dice Anderson mientras la pantalla va mostrando imágenes de los residuos químicos y biológicos que se vierten en la atmósfera.

Igual que está haciendo el republicano Kevin Phillips mientras recorre de arriba abajo la nación golpeando a Bush desde la derecha, Anderson y Monks están abriendo un nuevo frente contra el poder empresarial desde el vientre de la bestia. Ellos son las estrellas de la película y del libro.

La película y el libro nos hacen entender algo fundamental: la empresa es un orate. El psicólogo Robert Hare expone una lista de síntomas de psicopatía y existen grandes correspondencias. La empresa es irresponsable porque, al intentar satisfacer su meta empresarial, pone en peligro a todos los demás. Las empresas tratan de manipularlo todo, incluso la opinión pública. Las empresas son grandilocuentes e insisten siempre en que «somos los números uno, somos los mejores». Las empresas evitan asumir la responsabilidad de sus actos y son incapaces de sentir remordimientos. Y la clave para retomar el control de esta institución psicopática es comprender la naturaleza de la bestia.

No hay mejor lugar para empezar que aquí mismo. Lean el libro. Vean la película. Organicen la resistencia.

(*) Russell Mokhiber es editor de Corporate Crime Reporter, con sede en Washington D.C. Robert Weissman es editor de Multinational Monitor, con sede en Washington, D.C. Ambos son coautores de Corporate Predators: The Hunt for MegaProfits and the Attack on Democracy (Monroe, Maine, Common Courage Press, 1999).

(c) Russell Mokhiber y Robert Weissman
(c) de la traducción: Remo Fernández Carro, 2004.
 
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Está clarisimo los problemas de los USA provienen de sus empresas, por lo que se debe aumentar el poder del estado federal, para que espantajos de las corporaciones como Bush y Cia. aún puedan metersela mejor a los curritos norteamericanos.

Esa peli hace años que la están emitiendo aquí en europa, y así llevamos el traserin.
 
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