La cobardia del regimen castuzo ante el separatismo catalonio

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Los castuzos son cobardes, pero los nacionales, NO.


Pablo Sebastián

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La obligada respuesta al plebiscito de Artur Mas
Pablo Sebastián

Dice el prestigioso semanario The Economist que Rajoy es un personaje “misterioso” que no aclara su posición ni sobre el rescate de España si sobre el problema autonómico, con el desafío independentista de Artur Mas de por medio. Y añade el semanario que Rajoy parece imitar a Franco al separar los problemas que tiene sobre la mesa entre aquellos que cree que resolverá el tiempo (por ejemplo el catalán) y los que no tienen solución, el económico, con el que no sabe que hacer, mientras la protesta social en la calle crece sin cesar y se acerca mas al modelo griego que tanto preocupa en la UE. Rajoy es así, la indecisión, el ocultismo y la falta de audacia, y a confiar que el peso de España en la UE sea tan grande como para que sus colegas europeos no nos dejen caer. Aunque la paciencia europea, que se está agotando, tiene también su límite y cada país sus propios problemas y prioridades como ahora parece decir Alemania.

Sin embargo el problema catalán es un asunto interno español, como suele decirse en lenguaje diplomático, por más que ya empieza a trascender a la prensa internacional. El diario The New York Times ha tratado a Artur Mas cien veces mejor que al Rey don Juan Carlos -al que calificó de mil millonario-y aunque le tiró de la orejas al catalán, por el riesgo que toma para Cataluña y España, lo cierto es que el rotativo neoyorquino le hizo una excelente propaganda al independentismo catalán, luego pretendían redondear en el Camp Nou con los colores des secesionismo catalán, ante 400 millones de espectadores de todo el mundo y aprovechando el tirón del partido entre el Barcelona y el Real Madrid, aunque esta última apuesta no les salió bien porque el numerito secesionista se quedó en poca cosa y además el Barça no gano y se conformó con un empate 2-2 con los blancos que a punto estuvieron de darle a los nacionalistas un sofocón.

La secuencia secesionista, calendario en mano, estaba calculada con precisión desde el Palau Sant Jaume de Artur Mas: la Diada, visita fallida a la Moncloa en Madrid para exigir el pacto fiscal, la convocatoria electoral y el anuncio de referéndum de autodeterminación ilegal, desaire al Rey en Barcelona, mofa de la Conferencia de los Presidentes autonómicos, entrevista a NYT, y manipulación del partido del Barça y el Madrid (que no les funcionó), y lo que aún nos queda hasta el 25-N. Y todo ello ante el asombro y desconcierto de los centros de poder de la nación española, y aquí incluidos por su manifiesta ceguera en los de análisis y la comunicación de los grandes partidos y de los palacios de la Zarzuela y la Moncloa.

Mas ya habla, sin rodeos, de la independencia (lo hizo ante NYT) de Cataluña, y no cesa de dar pasos secesionistas desde la Presidencia -ahora en funciones- de la Generalitat que es una institución del Estado español. Desde ahí mismo envió su Gobierno a la manifestación independentista de la Diada y anunció que creará estructuras de Estado para Cataluña y que convocará, después de las elecciones del 25-N, un referéndum de autodeterminación en contra incluso de la legalidad.

Que Mas no se haya querido hacer una fotografía junto al Rey en Barcelona, o se haya mofado de la Conferencia de presidentes de las Autonomías a su regreso de Madrid, siendo ello ejemplos de una descortesía provinciana y oportunista, eso tiene una relativa o casi nula relevancia. Pero sus desafíos políticos a España desde la Generalitat sí merecen una clara respuesta del presidente Mariano Rajoy quien, como ocurre con el desesperante rescate de España por la UE -que pretende disfrazar de Línea de Crédito- es incapaz de salir de su búnker de la Moncloa, y mucho menos si se trata de hacer frente a problemas de una cierta envergadura.

Por todo ello Rajoy se ha inventado lo del rescate de “bajo perfil”, y la respuesta de “bajo perfil” a los desafíos de Artur Mas, que va acompañada de un río de dinero estatal para pagar la quiebra de la Comunidad catalana. La que se quiere independizar de España a costa de los fondos del Estado español y de los consumidores del resto de España. A los que el empresariado y el mundo financiero catalán ordeñan a diario para ganar su dinerito y financiar a los partidos y medios secesionistas de comunicación sin que desde el palco de honor del Ruedo Ibérico nadie diga ni “mu”. Lo que es peor en Madrid están a la espera de las elecciones del 25-N que, convertidas en “plebiscito”, van a lanzar al nacionalismo por la imparable catarata de la secesión. Un río sin retorno con aparente legitimidad y de imprevisibles consecuencias para Cataluña y para España.

Pues bien, a la vista de la ausencia premeditada del Gobierno de España, de los partidos, los medios partitocráticos nacionales y del mundo financiero y empresarial español, con el discurso del “bajo perfil” que tanto le gusta a Rajoy, al final va a resultar que el único culpable de lo que pasa en este país, con el rescate de la UE y con el desafío catalán, es el pueblo español. El que: por un lado se manifiesta en la calle “demasiado”, por causa de la crisis hasta poner en peligro “las instituciones del Estado” (sic), como lo pretendió con una fallida querella criminal el genial ministro de Interior, Fernández Díaz, ante un juzgado de Audiencia Nacional; o el que encierra en su íntima condición española el “peligro” del nacionalismo español, la furia o “la fiera” como llegó a escribir en El País Juan Luis Cebrián desde su subconsciente post franquista.

Artur Mas, desde la Generalitat sí ha atacado las instituciones del Estado desde dentro del Estado, y lo ha hecho con premeditación y alevosía para hacer más daño a España en imagen y credibilidad internacional -los casos de Romney o de The New York Times sólo son dos ejemplos- en plena crisis económica y financiera en la que el temerario político catalán ha añadido el fantasma de la inestabilidad política y la posible ruptura territorial de España.

Y todo ello sin que nadie, desde las mas altas instituciones de la nación -lo de “la quimera” que mencionó en una carta del Rey de la página web de la Casa Real fue pellizco inoportuno y fuera de lugar- responda a Mas con firmeza y solemnidad. Ni siquiera las palabras de Felipe González, de “nadie se va a separar”, mientras su partido el PSC pretende un referéndum de “autodeterminación legal” y un Estado Federal (para convertir La Rioja en un Estado Federal), servirán de nada. Como tampoco ayudará la advertencia del editor Lara (luego ocultada en su diario La Razón) de que su Grupo Planeta abandonará Cataluña si se declara independiente, porque en ese momento ya nada tendrá arreglo. La respuesta a la amenaza de secesión tiene que llegar ya, antes de las elecciones catalanas. Y debe partir desde el Gobierno de España, los partidos y los medios nacionales y desde el conjunto del sector financiero y empresarial español. Ahora y sin mas dilación.

Y en primer lugar para que resplandezca la verdad constitucional y se desmonte la gran mentira de la mala relación económica de Cataluña con el Estado, que es mucho mas favorable al conjunto de los catalanes que al resto de España, si se hacen las cuentas de verdad, incluyendo todas las balanzas: fiscal, comercial, social, de los servicios, el turismo y las infraestructuras del Estado. Eso de “España roba a Cataluña” es otra infamia y otra falsedad, y lo de negar el derecho constitucional de uso y enseñanza del castellano en Cataluña es un delito y una violación flagrante de la legalidad.

Y lo de la callada por respuesta, el perfil bajo, o el dejarlo pasar, todo esto es una cobardía y un error político de gran envergadura, porque estas elecciones catalanas, con las que Artur Mas huye del fracaso de su gobierno hacia la independencia para de paso culpar a España de su incapacidad, ya se han convertido en un plebiscito nacional sobre la independencia de Cataluña. Unas elecciones con doble mensaje al que los españolistas acuden en clara inferioridad de condiciones -política, económica y mediáticas- y con un pobre liderazgo del PP y en el PSC, donde además existe una importante fractura política y confusión ideológica. Y quien no quiera ver así las cosas se va a equivocar, salvo que el electorado catalán sea un poco mas sensato y clarividente que nuestro Gobierno nacional.