La calma antes del tsunami (encontrado por rrss)

Juanchufri

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By Matías Krahn Uribe

Después de un año de maltrato colectivo extremo, parece que por estos lares las aguas se están calmando. La distopía de la “nueva anormalidad” se ha normalizado, como estaba planeado.
Ya algunos hemos visto el teatro en todo su esplendor surrealista. El bichito del sadomasoquismo psicoemocional victimista se asume por consenso como la única opción para una mayoría hipnotizada. Otros miramos sin dar crédito. A veces peleando, a veces riendo, a veces ignorando, a veces sufriendo. Agradeciendo este aprendizaje de empoderamiento, no exento del dolor que propician las llamas de la propia humanidad reconfigurándose dentro nuestro a fuego lento. Mirando en la oscuridad y viendo otras luces brillar que nos acompañan: Gracias!!

Aprendizaje difícil este. Es como estudiar en las propias carnes para exámenes de grado. Ignoro si es de parvulitos o es un máster o doctorado. Tanto da. La cosa es pasar de pantalla.

Aunque el disimulo del teatro actual es muy perverso, veo belleza y una parte positiva en este proceso. Permite expandir la paciencia, por ejemplo, y descubrir nuestros límites para ver si podemos expandirlos. También observar sorprendidos lo que es sentir todo el poder que se acumula dentro nuestro. No es fácil sostenerlo.

El ejercicio de la paciencia es un arte delicado: puede implosionarnos como una bomba nuclear dentro y, como mártires o chivos expiatorios, coquetear con tirar la toalla y largarnos de la pesadilla, debido a tanto dolor acumulado.

Decía Bruce Lee: ““Esperar que la vida te trate bien porque eres buena persona, es como esperar que un tigre no te ataque porque eres vegetariano”.

Otra opción para salir del orgullo del “chivo” o “basurero” es decidir sacar ese poder de malas maneras, descargando esa sombra acumulada fuera, proyectada en los “otros”. Hay quienes hemos sondeado también las múltiples caras del arquetipo del guerrero, que van desde el héroe al terrorista, pasando por el mafioso, el sanitario, el francotirador, el anarquista, etc. ( Eh!! No se asusten, estoy hablando en términos simbólicos y esotéricos).

En fín, poner buenos límites tampoco es cosa fácil. Si se acumula poder es fácil usarlo mal, desperdiciar esa energía de manera reactiva o en importancia personal. Conozco esa hez, créanme. No conduce a buen puerto. Una vez la abuela Margarita me dijo: “El poder como poder no vale nada si no lo conviertes en amor y gratitud”.

El gran reto es la compasión. Pero eso no es palabrería, es alquimista interior que requiere experimentar el opuesto: nuestra no compasión y rechazo a todo y todos los que nos ponen las cosas difíciles. También hacia nuestra propia sombra y las resistencias a tomar responsabilidad y sostener nuestra dignidad. Querernos, vaya. Los griegos decían ”conócete a tí mismo”. Básicamente es lo mismo. Aunque no es fácil se puede comprobar.

Me pongo muy esotérico, disculpas.

Voy al grano: los títeres titirireteros trileros nos cambian el escenario. Aparece la calma chicha veraniega del disimulo del “aquí no ha pasado nada” y del “donde digo Digo digo Diego”. Se ríen sorprendidos mientras juegan a su ajedrez imantado, preparando la nueva jugada mientras exclaman “No saben jugar!! Se lo tragan todo!!”

Poco a poco las medidas restrictivas se relajan. Después del encierro los directores del cole nos dejan salir al patio de recreo porque los buenos alumnos y delegados se han esforzado en cumplir con sus deberes. Y ”Cling” al patio!!

Nada es igual pero hacemos como si nada, por el alivio que supone que no sea tan extremo. Sabemos que mejor no jugar en los charcos, al pilla pilla o compartir juguetes. Además intuimos que no es gratis, que nos observan y que después hay que volver al aula otra vez y que nos podrían castigar o acribillar con exámenes sorpresa y deberes. Pero da igual: a jugar!! Eso sí, los mejores alumnos no han bajado al patio. Se quedan estudiando porque se huelen las pruebas.

Lo más seguro es que culparán a los niños, adolescentes y gamberros “negaconspis” de las nuevas olas y cepas. La parte buena es que muchos de los ambivalentes (que saben que algo no cuadra pero no mueven ficha y siguen callados en la inercia de la masa) se verán en una encrucijada. Ya se ven barbijos a modo babero, conciertos, cañitas, fiestas y playa... y basura en la arena.

¿Y cuando se acabe el recreo? No les quedará otra que posicionarse a un lado u a otro. El remordimiento podrá ir en una dirección o en otra: seguir siendo maltratado por Papi €stado o escoger soberanía personal y cambio de pantalla colectiv@.

Unos seguirán erre que erre con su código de barras pero otros, después de un buen vomitón magnético, harán Clic y tomarán la pastilla roja.

Bienvenidos!!

En fín, este “aquí no ha pasado nada” sin atisbo de toma de conciencia o remordimiento es lo más perverso desde el confinamiento. Tal vez nos tienen otra guardada que venga por otro lado. Ojalá me equivoque y no sea la calma antes del Tsunami. Desde luego, mucha atención.
 

elepwr

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Voy al grano: los títeres titirireteros trileros nos cambian el escenario. Aparece la calma chicha veraniega del disimulo del “aquí no ha pasado nada” y del “donde digo Digo digo Diego”. Se ríen sorprendidos mientras juegan a su ajedrez imantado, preparando la nueva jugada mientras exclaman “No saben jugar!! Se lo tragan todo!!”
;)