Kosovo: un ensayo y un precedente para nuestro futuro: De la invasión a la limpieza étnica

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No sé si está repetido.

El caso de Kosovo no nos puede aleccionar de manera más clara e instructiva acerca de nuestro propio futuro como españoles y como europeos amenazados por el mismo proceso que ha llevado a Kosovo, tierra serbia desde épocas remotas (ya prácticamente vaciada de su población original y legítima por medio del terror y la violencia), a ser una república de mafiosos balcánicos y de terroristas islámicos. Y eso con la bendición de un Occidente que ha traicionado su propia esencia y ha renegado de su propia historia.


Kosovo es el paradigma triunfante de la inmi gración/invasión descontrolada y de la islamización de un país invadido. Una población musulmana no se integra, y cuando cuenta con la masa crítica para desafiar al poder establecido se lanza al asalto del territorio ocupado hasta su conquista definitiva. La independencia unilateralmente declarada de la provincia serbia usurpada firma también el nacimiento de otro paradigma: el paradigma kosovar, consecuencia directa de los preceptos islámicos que afirman que una comunidad musulmana no debe someterse a la obediencia de las leyes de un Estado “infiel”, y que debe por todos los medios (militares, económicos y demográficos) rebelarse para hacer secesión del Estado impío afín de poder vivir bajo las leyes coránicas.

La victoria de los mafiosos islámicos de Kosovo muy bien puede ser la ilustración de lo que le espera a Europa occidental dentro de un futuro cercano. Unas comunidades musulmanas de origen foráneo vueltas mayoritarias en nuestros países se levantarán (primero a gritos y después a tiros) para obtener el derecho de vivir según los preceptos islámicos y tomarán las armas para conseguirlo en el momento que juzguen oportuno hacerlo. Entonces nos acordaremos de esa Serbia vilmente traícionada, humillada y despojada a la que se le negó toda clemencia y solidaridad y que fue el laboratorio europeo de ese paradigma.


Debemos constatar que asistimos a una libanización, incluso a una balcanización de Europa. Lo que hemos visto en el Libano en los años 70 después de la llegada masiva de refugiados (palestinos echados fuera de su tierra por el Estado judío) que rompieron el equilibrio establecido (junto con un explosivo crecimiento demográfico de la población musulmana en un país históricamente de mayoritaría cristiana) sembrando el desorden y la discordia se ha repetido varias décadas despúes en Kosovo con la única diferencia que aquí el proceso invasor se ha extendido por siglos. Cuando los palestinos se instalaron en el Libano los problemas se instalaron con ellos. Lo mismo vale para Kosovo donde el asentamiento secular de la etnia albanesa favorecida por los turcos otomanos se dobló de una inmi gración incontrolada de albaneses fieles a la religión del amor en las últimas décadas que modificó en un tiempo históricamente corto el tejido social y étnico tanto como la estructura misma de la provincia serbia.

Aquí ocurrirá lo mismo. Empezaron ya las reivindicaciones comunitarias, pronto los invasores ya no querrán reconocer la autoridad del Estado que los acoge y harán secesión en algunos barrios, después en pueblos y en comarcas enteras, y frente al laxismo y la inoperancia de los gobiernos llamados a garantizar la ley y el orden, estos extranjeros vueltos agresivos y arrogantes en virtud de su fuerza númerica avasalladora y su ferocidad característica no dudarán en levantarse en armas en el nombre de Alá y se lanzarán a sangre y fuego a la conquista del país largamente codiciado.

Se trata de un plan perfectamente establecido y que ya ha dado buenos resultados en otras ocasiones. Primero estallan unas revueltas donde se cometen los primeros crímenes y se mide el grado de respuesta del Estado invadido y enseguida se pasa a la segunda fase, el control del territorio ocupado y la implantación de las leyes propias y finalmente la depuración étnica de los autóctonos mediante la violencia cotidiana y después con matanzas generalizadas para acelerar el éxodo y vaciar el territorio de su población original. En Kosovo hemos podido constatar como un país mayoritariamente cristiano en su origen se ha visto inundado en pocas décadas por legiones de extranjeros fieles a la religión del amor que han acabado por adueñarse del país expulsando a sus propietarios verdaderos. Los serbios han intentado defenderse de esa agresión, nosotros no parece que vayamos a tener ese valor.



Todo suele empezar con disturbios callejeros, quema de vehículos, ataques a locales administrativos, acoso permanente a los autóctonos, a sus casas, a sus negocios, a sus iglesias, violencias contínuas para imponer el terror cotidiano. El Estado, viéndose incapaz por diferentes motivos de responder con eficacia a los insurgentes con la fuerza debida, termina dejando que la situación se “pudra”, aceptando de alguna manera un estado de cosas que sólo una firmeza sin contemplaciones podría resolver. Véase el goy de Francia, de Suecia, de Bélgica y de tantos otros países de nuestro entorno.

Poco a poco ciertos barrios son abandonados por las autoridades, la policía no entra más que en ocasiones concretas y fuertemente armada. Un poder paralelo se establece, los invasores imponen su ley, atemorizan a la población. Un día empiezan a arder las casas, las escuelas, las bibliotecas, los supermercados son vaciados, el pillaje y el bandidismo se apoderan de las calles, el terror se instala. Los habitantes naturales del país ven sus propiedades saqueadas, sus coches irse en humo incendiados por esas hordas berreando “¡Alá Akbar!”. Y entonces esa pobre gente contínuamente agredida y sin defensa toma el camino del exilio dejando detrás de ellos un territorio librado a los bárbaros. La conquista se ha consumado.

Ayer fue en Kosovo, mañana será una región cualquiera de Europa, una provincia francesa, una comarca de Andalucia, de Valencia, de Cataluña… ¿Exageración, catastrofismo, intoxicación antiislámica, difamación islamófoba? Cuando los fieles a la religión del amor sean mayoría en algunas zonas de Granada, de Alicante o del Ampurdán, ¿qué pasará?

Esperen ustedes unos pocos años y saldrán de dudas. Y puede que además de las dudas salgan de sus casas y de sus barrios con lo puesto, demasiado contentos de poder salvar el pellejo. “Desde Indonesia hasta Andalucía”: éste es el programa. Ya no disimulan, ya no esconden su juego. Va siendo hora que nos lo tomemos en serio.

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