Almeida
Madmaxista
RELATO 1
Me había separado del resto para rezar sin ser molestado. Mientras estaba dandole vueltas hacia dónde estaría la Meca para plantar la alfombra oí un ruido a mis espaldas y rápidamente me tiré al suelo reptando debajo de un arbusto.
A unos cuantos pasos apareció una mujer de piel blanca como la nieve y ojos claros a caballo oteando el horizonte. El caballo al oler mi fino perfume después de varios días en la barca se encabritó y tiró a la bella dama al suelo con armadura y silla incluídas.
No podía perder tiempo, me abalancé sobre ella y le eché pimienta por el balcón de la armadura para distraerla mientras intentaba desenvainar la espada sarracena pero con tanto dar vueltas mirando el sol, la posición de las sombras y no sé cuantas cosas más para ver hacia donde narices tenía que rezar se me había enredado tanto el cinto que no conseguía sacarla.
La mujer no paraba de manotear intentando quitarse el pecholata de la armadura ya que el picor de la pimienta era insoportable y no sabía si el loco ese que no parada de dar vueltas sobre sí mismo le había echado algo o se le había colado un hormiguero entero al caerse del caballo.
Desistí de sacar la hez de la espada así que saqué el puñal pero... ¿dónde le clavaba eso con la armadura que llevaba la mujer? Por fin ella había conseguido desabrochar una de las tiras que unían la parte delantera y la trasera y vi mi oportunidad. Me lancé contra ella puñal en mano y se lo clavé en el pecho pero ella sólo hizo un leve "ugggg". hez!! Pero que es eso que lleva debajo? Un puñetero corsé? Debajo de una armadura? Volví a asestar otra puñalada, esta vez justo debajo de la clavícula y entonces sí que brotó la sangre. Ella intentaba gritar pero sólo le salía un ahogado borboteo. Caí encima de ella y entré en pánico no fuera a ser que por fin consiguiera soltar un chillido alertando a otros que pudieran estar por la zona. Apuñalé y apuñalé una y otra vez sin mirar dónde caían las cuchilladas. Cuando por fin me calmé estaba cubierto de sangre y debajo de mí había una masa sanguinolenta de visceras con una cabeza pegada a ellas.
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RELATO 2
Cuatro días hace que dejamos atrás morunalandia a bordo del esquife Costa Concordia en busca de cumplir nuestra misión sagrada. Cinco fuimos los elegidos: 3 hombres, 1 mujer e IPC . Cinco fuimos los que pusimos rumbo a tierra de infieles.
El viaje no fue un paseo. Al segundo día se nos terminaron los dátiles y al tercero el agua, así que cuando a la noche del cuarto día divisamos tierra, estaba exhausto. Tenía que pensar y rápido. Estaba demasiado débil para poder presentar batalla o incluso para huir llegado el caso. Mis piernas no podrían soportar un sprint para ponerme a cubierto. Si nos avistaban estaba muerto. Tenía que crear una distracción. Pero qué podía hacer con una hez puñal mellao, una espada, una alfombrilla de rezo y un bote de pimienta?. Pimienta?.
Por suerte la noche oscura sin luna nos hizo invisibles, y el romper de las olas sigilosos en nuestro pequeño desembarco. De inmediato mis compañeros desplegaron sus alfombras de rezo para dar gracias a Alá por su benevolencia, cuando en lo alto del risco a unos escasos 50 metros de nuestra posición vislumbré una figura. Era un cristiano! Y no cualquier cristiano este tenía que ser alguien de postín porque tenía en su cadera izquierda un cuerno que brillaba, parecía…. de cobre. Cobreeee!!!.
No sé si fue por la emoción de ver el cobre o por el canguelo; el caso es que cuando iba a avisar a mis compañeros se me descompuso el vientre. El sonido de las ventosidades alertaron al cristiano que cambió la dirección de su paseo y ahora se acercaba peligrosamente hacia mi posición. Casi lo tenía encima, 10 metros, 8 metros, 6 metros, 4 metros y cuando ya me disponía a sacar mi cuchillo: Aaaachís!, Aaaachís!, Aaachíssssssssss………. mi plan de rociar las alfombras de rezo de mis compañeros con pimienta había funcionado. El cristiano desvainó su espada y pasó delante de mí para dirigirse hacia la orilla en dónde mis desconcertados compañeros eran incapaces de dejar de estornudar. Aaaaachís, aaachis….
Ese segundo de sorpresa del cristiano al ver a cuatro jovenlandeses de rodillas estornudando en plena cala me bastó. Me desenvainé mi cuchillo y como me enseñaros los shurmanos sesinos de otros juegos, me disponía a cogerlo por detrás para levantándole la barbilla para de izquierda a derecha pasarle el cuchillo por la garganta.
Ya me disponía a realizar la maniobra sesina cuando tropecé con algo. jorobar los pantalones que se me habían olvidado subirlos con el susto!!. Caí encima del cristiano. Ambos rodamos hacia el grupo de mis compañeros shurmanos morunos con tan mala suerte para el cristiano que en la caída se partió el cuello aterrizando encima de Amy que entre estornudos trataba de decir: “jorobar jovenlandeses o cristianos tos los tíos son igual. ¿Primero invítame a una copa no, me cae mal?”.
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RELATO 3
"Mientras cago escucho unos pasos que se acercan, me bajo la chilaba (ya me limpiaré después) y me quedo en silencio. Un aroma a cristianito chortin llega hasta mí y me asomo entre un arbusto. Un lozano rubio y bien parecido infiel pasea tranquilamente y al verlo se me pone palote, pero tengo una misión y no puedo perder el tiempo. Me lanzo sobre él, grita y se defiende con sus suaves manitas chillando que es Juanito de Arco y que su padre es influyente en la comarca. Eso hace que mis 30 cms de chocolomo se pongan en pié y mientras rocío pimienta en su cara y le tapo la boca, le embisto sin compasión al mismo tiempo que le clavo mi puñal (no puedo dejar que cuente mi debilidad por los cristianitos tiernos). Cierro los ojos y zasca!!!!! Emite un bufido y espira. Le corto la cabeza con mi espada saracena y clamo a mis hermanos mi triunfo. Todos alzan las manos alabando a Alá y me dan palmaditas en la espalda. Me voy a terminar de soltar."
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RELATO 4
Tras administrarme el habitual reconstituyente de después de la siesta, consistente en dar de latigazos a los esclavos menos sumisos, salí a hacer la ronda diaria por mis dominios, sin más compañía que mi caballo, Marvin, y de Liddecker, mi daga curva, amiga mía y salvadora en muchas ocasiones de mi vida, que se presta más que bien a la hora de rebanar pescuezos de infieles, fieles... y cuellos, en general.
Y, llegando a la playa de Gades, largamente disputada, pero mía por derecho, observé algo que ofendió gravemente a mi persona: ¡por mucho que me pellizcara, no dejaba de verlo, un sucio y poco agradable moraco cagando sobre la blanca arena de mi propiedad!
Sentí como enrojecía de rabia ante semejante insulto para mis ancestros, y sin pararme a considerar quien era el intruso o qué hacía allí, espoleé e a Marvin para que le alcanzase, mientras desenfundaba a mi querida Liddecker. Algunos gente de izquierdas traidores aseguraban que los jovenlandeses eran personas y que había que razonar con ellos, pero en aquel momento, yo solo tenía un “argumento” para aquel elemento.
El jovenlandés, hallándose en posición claramente desventajosa (además de humillante) en cuclillas, con los pies apoyados en el suelo, las manos haciendo de soporte para no caer sobre su propia hez, y con su túnica enrollada en torno a sus tobillos, me oyó llegar, pero ya muy tarde para hacer algo al respecto.
De no haberme ofuscado yo tanto al verle cometer ese sacrilegio en la tierra santa que es mi propiedad, le hubiese dado un golpe en la cabeza, y luego hubiera llamado a mis lacayos para que le interrogasen mediante el pedagógico método de arrancarle los mondongos a bocados, y después lo hubiéramos echado de comer a los perros; habríamos despedazado después a los perros, para echárselos a los cerdos. Pero el insulto a mis antepasados pudo más.
-¡Cuidado maldito cabestro, que allá voy!-fue la única y última advertencia que le hice. Liddecker se hundió profundamente en el pecho, brotando abundante sangre de la herida...
El moraco intentó defenderse, pero fue en vano. Me agarró de la mano, intentando quitarme mi daga, pero yo la hundí más en su pecho. Finalmente cayó, de espaldas sobre sus propios excrementos humeantes, y solo entonces pedí perdón a mi Liddecker por ensuciarla de esa manera, con una sangre tan innoble.
Al ver como su vida se extinguía, me devolvía la razón. ¡Enemigos en la casa! Sin duda, un solo jovenlandés allí, en la playa, era imposible... tenía que haber más. Llamaría a mis lacayos antes de comenzar la búsqueda: al fin y al cabo, iba a disfutar una cacería...
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RELATO 5
Pues cruzo la frontera cristina, islamista , armada con mi fe cristiana y mi cruz de 10 kilates... y secuestro a IPc la jovenlandesa , la desnudo y la dejo tirada en el campo atada de pies y manos.....de paso tambien pillo a Amy tambien la desnudo y las obligo a que amen las dos...
despues de la faena les pongo una capucha negra y les corto el cuello....
Aprovecho el camino para pillar a Euromelon , lo ato a un arbol le doy con la cruz cristiana en la cabeza , y despues abro un hollo y lo tiro dentro.....Despues lo cubro y pongo un cartel de No tocar... peligro de infeccion....
Me había separado del resto para rezar sin ser molestado. Mientras estaba dandole vueltas hacia dónde estaría la Meca para plantar la alfombra oí un ruido a mis espaldas y rápidamente me tiré al suelo reptando debajo de un arbusto.
A unos cuantos pasos apareció una mujer de piel blanca como la nieve y ojos claros a caballo oteando el horizonte. El caballo al oler mi fino perfume después de varios días en la barca se encabritó y tiró a la bella dama al suelo con armadura y silla incluídas.
No podía perder tiempo, me abalancé sobre ella y le eché pimienta por el balcón de la armadura para distraerla mientras intentaba desenvainar la espada sarracena pero con tanto dar vueltas mirando el sol, la posición de las sombras y no sé cuantas cosas más para ver hacia donde narices tenía que rezar se me había enredado tanto el cinto que no conseguía sacarla.
La mujer no paraba de manotear intentando quitarse el pecholata de la armadura ya que el picor de la pimienta era insoportable y no sabía si el loco ese que no parada de dar vueltas sobre sí mismo le había echado algo o se le había colado un hormiguero entero al caerse del caballo.
Desistí de sacar la hez de la espada así que saqué el puñal pero... ¿dónde le clavaba eso con la armadura que llevaba la mujer? Por fin ella había conseguido desabrochar una de las tiras que unían la parte delantera y la trasera y vi mi oportunidad. Me lancé contra ella puñal en mano y se lo clavé en el pecho pero ella sólo hizo un leve "ugggg". hez!! Pero que es eso que lleva debajo? Un puñetero corsé? Debajo de una armadura? Volví a asestar otra puñalada, esta vez justo debajo de la clavícula y entonces sí que brotó la sangre. Ella intentaba gritar pero sólo le salía un ahogado borboteo. Caí encima de ella y entré en pánico no fuera a ser que por fin consiguiera soltar un chillido alertando a otros que pudieran estar por la zona. Apuñalé y apuñalé una y otra vez sin mirar dónde caían las cuchilladas. Cuando por fin me calmé estaba cubierto de sangre y debajo de mí había una masa sanguinolenta de visceras con una cabeza pegada a ellas.
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RELATO 2
Cuatro días hace que dejamos atrás morunalandia a bordo del esquife Costa Concordia en busca de cumplir nuestra misión sagrada. Cinco fuimos los elegidos: 3 hombres, 1 mujer e IPC . Cinco fuimos los que pusimos rumbo a tierra de infieles.
El viaje no fue un paseo. Al segundo día se nos terminaron los dátiles y al tercero el agua, así que cuando a la noche del cuarto día divisamos tierra, estaba exhausto. Tenía que pensar y rápido. Estaba demasiado débil para poder presentar batalla o incluso para huir llegado el caso. Mis piernas no podrían soportar un sprint para ponerme a cubierto. Si nos avistaban estaba muerto. Tenía que crear una distracción. Pero qué podía hacer con una hez puñal mellao, una espada, una alfombrilla de rezo y un bote de pimienta?. Pimienta?.
Por suerte la noche oscura sin luna nos hizo invisibles, y el romper de las olas sigilosos en nuestro pequeño desembarco. De inmediato mis compañeros desplegaron sus alfombras de rezo para dar gracias a Alá por su benevolencia, cuando en lo alto del risco a unos escasos 50 metros de nuestra posición vislumbré una figura. Era un cristiano! Y no cualquier cristiano este tenía que ser alguien de postín porque tenía en su cadera izquierda un cuerno que brillaba, parecía…. de cobre. Cobreeee!!!.
No sé si fue por la emoción de ver el cobre o por el canguelo; el caso es que cuando iba a avisar a mis compañeros se me descompuso el vientre. El sonido de las ventosidades alertaron al cristiano que cambió la dirección de su paseo y ahora se acercaba peligrosamente hacia mi posición. Casi lo tenía encima, 10 metros, 8 metros, 6 metros, 4 metros y cuando ya me disponía a sacar mi cuchillo: Aaaachís!, Aaaachís!, Aaachíssssssssss………. mi plan de rociar las alfombras de rezo de mis compañeros con pimienta había funcionado. El cristiano desvainó su espada y pasó delante de mí para dirigirse hacia la orilla en dónde mis desconcertados compañeros eran incapaces de dejar de estornudar. Aaaaachís, aaachis….
Ese segundo de sorpresa del cristiano al ver a cuatro jovenlandeses de rodillas estornudando en plena cala me bastó. Me desenvainé mi cuchillo y como me enseñaros los shurmanos sesinos de otros juegos, me disponía a cogerlo por detrás para levantándole la barbilla para de izquierda a derecha pasarle el cuchillo por la garganta.
Ya me disponía a realizar la maniobra sesina cuando tropecé con algo. jorobar los pantalones que se me habían olvidado subirlos con el susto!!. Caí encima del cristiano. Ambos rodamos hacia el grupo de mis compañeros shurmanos morunos con tan mala suerte para el cristiano que en la caída se partió el cuello aterrizando encima de Amy que entre estornudos trataba de decir: “jorobar jovenlandeses o cristianos tos los tíos son igual. ¿Primero invítame a una copa no, me cae mal?”.
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RELATO 3
"Mientras cago escucho unos pasos que se acercan, me bajo la chilaba (ya me limpiaré después) y me quedo en silencio. Un aroma a cristianito chortin llega hasta mí y me asomo entre un arbusto. Un lozano rubio y bien parecido infiel pasea tranquilamente y al verlo se me pone palote, pero tengo una misión y no puedo perder el tiempo. Me lanzo sobre él, grita y se defiende con sus suaves manitas chillando que es Juanito de Arco y que su padre es influyente en la comarca. Eso hace que mis 30 cms de chocolomo se pongan en pié y mientras rocío pimienta en su cara y le tapo la boca, le embisto sin compasión al mismo tiempo que le clavo mi puñal (no puedo dejar que cuente mi debilidad por los cristianitos tiernos). Cierro los ojos y zasca!!!!! Emite un bufido y espira. Le corto la cabeza con mi espada saracena y clamo a mis hermanos mi triunfo. Todos alzan las manos alabando a Alá y me dan palmaditas en la espalda. Me voy a terminar de soltar."
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RELATO 4
Tras administrarme el habitual reconstituyente de después de la siesta, consistente en dar de latigazos a los esclavos menos sumisos, salí a hacer la ronda diaria por mis dominios, sin más compañía que mi caballo, Marvin, y de Liddecker, mi daga curva, amiga mía y salvadora en muchas ocasiones de mi vida, que se presta más que bien a la hora de rebanar pescuezos de infieles, fieles... y cuellos, en general.
Y, llegando a la playa de Gades, largamente disputada, pero mía por derecho, observé algo que ofendió gravemente a mi persona: ¡por mucho que me pellizcara, no dejaba de verlo, un sucio y poco agradable moraco cagando sobre la blanca arena de mi propiedad!
Sentí como enrojecía de rabia ante semejante insulto para mis ancestros, y sin pararme a considerar quien era el intruso o qué hacía allí, espoleé e a Marvin para que le alcanzase, mientras desenfundaba a mi querida Liddecker. Algunos gente de izquierdas traidores aseguraban que los jovenlandeses eran personas y que había que razonar con ellos, pero en aquel momento, yo solo tenía un “argumento” para aquel elemento.
El jovenlandés, hallándose en posición claramente desventajosa (además de humillante) en cuclillas, con los pies apoyados en el suelo, las manos haciendo de soporte para no caer sobre su propia hez, y con su túnica enrollada en torno a sus tobillos, me oyó llegar, pero ya muy tarde para hacer algo al respecto.
De no haberme ofuscado yo tanto al verle cometer ese sacrilegio en la tierra santa que es mi propiedad, le hubiese dado un golpe en la cabeza, y luego hubiera llamado a mis lacayos para que le interrogasen mediante el pedagógico método de arrancarle los mondongos a bocados, y después lo hubiéramos echado de comer a los perros; habríamos despedazado después a los perros, para echárselos a los cerdos. Pero el insulto a mis antepasados pudo más.
-¡Cuidado maldito cabestro, que allá voy!-fue la única y última advertencia que le hice. Liddecker se hundió profundamente en el pecho, brotando abundante sangre de la herida...
El moraco intentó defenderse, pero fue en vano. Me agarró de la mano, intentando quitarme mi daga, pero yo la hundí más en su pecho. Finalmente cayó, de espaldas sobre sus propios excrementos humeantes, y solo entonces pedí perdón a mi Liddecker por ensuciarla de esa manera, con una sangre tan innoble.
Al ver como su vida se extinguía, me devolvía la razón. ¡Enemigos en la casa! Sin duda, un solo jovenlandés allí, en la playa, era imposible... tenía que haber más. Llamaría a mis lacayos antes de comenzar la búsqueda: al fin y al cabo, iba a disfutar una cacería...
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RELATO 5
Pues cruzo la frontera cristina, islamista , armada con mi fe cristiana y mi cruz de 10 kilates... y secuestro a IPc la jovenlandesa , la desnudo y la dejo tirada en el campo atada de pies y manos.....de paso tambien pillo a Amy tambien la desnudo y las obligo a que amen las dos...
despues de la faena les pongo una capucha negra y les corto el cuello....
Aprovecho el camino para pillar a Euromelon , lo ato a un arbol le doy con la cruz cristiana en la cabeza , y despues abro un hollo y lo tiro dentro.....Despues lo cubro y pongo un cartel de No tocar... peligro de infeccion....
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