Vale, y ponemos a conductores de autobús, camioneros, pilotos, etc. a trabajar 10 horas diarias para que se parezca al que está asfaltando carreteras (uno currando y cuatro mirando generalmente, por cierto). Ya verás qué risas con los accidentes por exceso de trabajo. Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino...
Los profesores en una academia suelen ser jóvenes para sacarse unas perrillas extra, porque es imposible vivir con lo que pagan, que además suele ser en neցro, mediante falsos autónomos, con contratos de obra y servicio, u otras triquiñuelas. No se van docentes de lo público a lo privado, se van de lo privado a lo público, si pueden, o a cualquier otro trabajo, porque se gana más de camarero en un McDonalds que de profesor en una academia, con mucho menos esfuerzos.
Y es verdad, hay buenos profesores y muy malos. Los muy malos llegan, dan su hora de clase de cualquier manera, se escaquean del resto, y se olvidan de todo, son unos jetas. Los buenos hacen más horas que cualquier otro funcionario de categoría, cobrando menos. Hay mucho trabajo que hacer en casa, y muchas horas presenciales en el centro aparte de las de clase. Al final los buenos profesores acaban dedicando más de las 37,5 horas a la semana que le corresponderían, cobrando por ello mucho menos que otro funcionario de su misma categoría que se esté rascando los bemoles moviendo papeles 8 horas al día con varios cafés en medio.
Claro que todo el trabajo de un buen profesor no se ve desde fuera. Pero es como decir ahora que los que están teletrabajando se están tocando los bemoles porque están en casa. La típica mentalidad de este país de que las horas válidas son las presenciales calentando silla en la oficina, no las realmente productivas. Y la mentalidad de que no me importa estar explotado, lo que me mata es que el vecino esté menos explotado que yo. Así nos va...