Noticia: INTERESANTE ENTREVISTA....ESPAÑA, AYER y HOY - Con Juan Manuel de Prada (Pedro Bolaños)

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Interesante entrevista desde el punto de vista de un Burbujero la situación social....Parece un forero.

ESPAÑA, AYER y HOY - Con Juan Manuel de Prada

Juan Manuel de Prada, uno de los mejores escritores españoles de la actualidad, nos complace con su visita a El Canal del Coronel para hablarnos de la actual situación social, política y económica que se vive en España. Como es habitual en él, reparte estopa para todos lados. También hace un repaso a los aspectos geopolíticos más candentes del momento. Al tiempo que aprovecha para presentar la primera entrega de su última novela, una obra colosal escrita de forma magistral.


 
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Con este siempre pasa lo mismo.. se complica demasiado con unos discursos grandilocuentes para decir que al final la masa borrega es fulastre y la manejan cuatro, lo de siempre.. pero en esencia hay que darle la razón
 
Interesante cuando menciona que la creación de Europa fue con intención de la desaparición de los países católicos (PIGS) en pro de los países protestantes...

Yo pensé que era más plan kalergi con intenciones alubias por detrás. Me gustaría saber algo más para esclarecer esto que menciona.

Por cierto, el Coronel nunca ha tocado el tema de la masonería pensando:
 
Interesante cuando menciona que la creación de Europa fue con intención de la desaparición de los países católicos (PIGS) en pro de los países protestantes...

Yo pensé que era más plan kalergi con intenciones alubias por detrás. Me gustaría saber algo más para esclarecer esto que menciona.

Por cierto, el Coronel nunca ha tocado el tema de la masonería pensando:
Hace tiempo que parece eso.
 
Cabe recordar que la Astra amoñeca fue suministrada a los funcionarios españoles en masa.... Eso de acabar con los estados/nación podría coger más fuerza...
 
Juan Manuel de Prada: Cuñadismo astrazéneco

"Cuñadismo astrazéneco"

Juan Manuel de Prada
10/05/2024 a las 19:29h.

Se ha anunciado en estos días que la compañía farmacéutica AstraZeneca ha solicitado voluntariamente que su presunta banderilla contra el cobi19 se deje de comercializar en Europa. Para justificar esta petición, AstraZeneca ha argüido «razones comerciales», en un esfuerzo por ocultar los procesos judiciales en que se halla inmersa. En España, la presunta banderilla de AstraZeneca había dejado de inyectarse mucho tiempo atrás, después de que se divulgaran numerosos episodios de trombosis entre quienes habían sido inoculados con ella.

La retirada del mejunje de AstraZeneca me ha recordado el aquelarre que me montó, allá por la primavera de 2021, Vicente Larraga, un científico fatuo que por entonces andaba fundiendo una millonada de dinero público en la mil veces anunciada banderilla del CSIC, que a la postre resultaría un fiasco. A este Larraga lo habían llamado del programa 'Hora 25', donde con prepotencia aseguró aquella noche que la banderilla de AstraZeneca era excelentísima y eficacísima, que la gente no debía albergar ningún recelo contra ella y que cualquier intento de arrojar sombras sobre sus virtudes era puro «cuñadismo». Concluida la entrevista con aquel nuevo oráculo de Delfos, me atreví a señalar, en un tono muy moderado y respetuoso, que si la gente guardaba prevenciones contra las inyecciones de AstraZeneca no era por «cuñadismo», sino porque los propios Estados que las administraban se habían mostrado titubeantes, después de que algunos inyectados hubiesen sufrido percances isquémicos y cardiovasculares. Y me permití añadir que tal vez los efectos secundarios inesperados que muchos inyectados estaban sufriendo se debiesen a que la compañía AstraZeneca, en su 'carrera' por obtener la banderilla, había abreviado indebidamente las etapas de experimentación clínica establecidas, más atenta quizás a las cotizaciones bursátiles que a los protocolos científicos. Entonces, el oráculo de Delfos apellidado Larraga, que además de soberbio era iracundo, llamó descompuesto y hecho una hiena al programa, para vomitarme su repruebo en directo, señalándome ante la audiencia como un peligroso réprobo.

Poco tiempo después, las presuntas banderillas de AstraZeneca dejarían de inyectarse en España; aunque, tristemente, se siguieron inyectando otras acaso más peligrosas que, además de anteponer las cotizaciones bursátiles a los protocolos científicos, empleaban la técnica del ARN mensajero, que durante más de treinta años ha probado sobradamente su ineficacia, en banderillas contra las más variopintas enfermedades. Aquellas terapias génicas, como las grotescas mascaras con las que nos obligaron a embozarnos, sólo tenían una finalidad: enriquecer a sus fabricantes y a la casta política que nos oprime. Y, para lograr ese enriquecimiento inicuo, se sirvieron de científicos 'bienpagaos' que aterrorizaron y coaccionaron salvajemente a la población, propagando además bulos dementes (como aquel que pretendía que la banderilla que uno se inyecta protege a sus abuelitos) e imponiendo medidas turulatas como el 'pasaporte el bichito', que sólo sirvieron para propagar los contagios; todo ello a la vez que hostigaban salvajemente y convertían en apestadas sociales a las pocas personas que se resistían a inocularse aquellas terapias génicas que introducían en nuestro organismo una sustancia sintética que se fusiona con nuestras células y las reprograma.

Si las personas que no se avinieron a incorporar a su patrimonio genético tales pócimas fueron perseguidas, pueden imaginarse las campañas de estigmatización que se urdieron contra los escasos réprobos que nos atrevimos a advertir de la engañifa. Pero toda la estigmatización la doy por bien empleada cada vez que una persona me escribe o me aborda en la calle, dándome las gracias por haberle abierto los ojos. Nada de esto hubiese sucedido, sin embargo, si la ciencia no hubiese poco equilibrado en sucedáneo religioso entre lo que Unamuno denomina la «mesocracia intelectual», que en las sociedades democráticas la constituye esa inmensa mayoría, lega en asuntos científicos pero temerosa de que la tomen por 'inculta'. Y esa «mesocracia intelectual» –señalaba Unamuno– «apenas sospecha el mar desconocido que se extiende por todas partes en torno al islote de la ciencia, ni sospecha que a medida que ascendemos por la montaña que corona al islote, ese mar crece y se ensancha a nuestros ojos, que por cada problema resuelto surgen veinte problemas por resolver».

Pero la idolatría cientificista es por definición eufórica, fatua, charlatanesca, con mucho más de magia que de ciencia propiamente dicha; y no tiene rebozo en conducir a las gentes hasta el precipicio, después de pastorear sus miedos. Convendría que nunca olvidemos a quienes durante aquellas jornadas oprobiosas nos aterrorizaron, para forzarnos a inocularnos un medicamento experimental «cuyo riesgo para la salud no compensaba el beneficio personal», como acaba de señalar Fernando del Pino alopécico-Sotelo, acaso la persona que en España ha analizado con mayor exhaustividad, rigor y clarividencia la engañifa, en una serie de artículos documentadísimos que constituyen una lección de heroísmo cívico. No debemos olvidar nunca a quienes nos aterrorizaron desaprensivamente, para exigirles en su día responsabilidades e impedir que se repita la engañifa que, en apenas dos años, generó a las farmacéuticas (y a la legión de politicastros, científicos 'bienpagaos' y loritos sistémicos que componen su séquito) la mareante cantidad de 75.000 millones de dólares de beneficios.
 
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