Yo os animo a leer 'El contrato social' de Rousseau, uno de las obras mejor vistas y conseiderada por amigos y enemigos como una de las bases de la ideología que nos gobierna.
Bien, pues en ella (capítulo 'de la religión civil') como muy de pasada teniendo en cuenta la breve mención, pero cristalino en propósito, que la religión que a Rousseau más le mola para una sociedad era el Islam.
Donde el gobernante moldea la religión a gusto y donde no hay choque de intereses entrel el príncipe y el creyente.
Página 124:
http://www.enxarxa.com/biblioteca/ROUSSEAU El Contrato Social.pdf
Página 124:
Lo que los paganos habían temido llegó al fin. Todo cambió entonces
de aspecto; los humildes cristianos cambiaron de lenguaje, y
pronto se vio que ese pretendido reino del otro mundo se convertía,
bajo un jefe visible, en el más violento despotismo sobre la tierra.
Sin embargo, como siempre ha existido un gobierno y leyes civiles,
ha resultado de este doble poder un conflicto perpetuo de jurisdicción
que ha hecho imposible toda buena política en los Estados cristianos,
sin que, se haya jamás podido saber a quién debe obedecerse, si
al jefe o al sacerdote.
Con todo, muchos pueblos, aun en Europa o en sus alrededores,
han querido conservar o restablecer el antiguo sistema, pero sin éxito:
el espíritu del cristianismo lo ha conquistado todo. El culto sagrado ha
permanecido siempre independiente del soberano y sin conexión necesaria
con el cuerpo del Estado. Mahoma tuvo miras muy sanas; armonizó
bien su sistema político, y mientras la forma de su gobierno
subsistió bajo los califas, sus sucesores, tuvo perfecta unidad. Pero los
árabes, florecientes, letrados, poltrones y cobardes, fueron subyugados
por los bárbaros, comenzando de nuevo la división entre los dos poderes.
Menudo amamoros el Rousseau, no tenía aprecio ni por sus propios hijos, como el orate de Carlitos Marx.
En 1745 y ya con 33 años, vuelve a París, donde convive con Thérèse Levasseur, una modista analfabeta con quien tiene cinco hijos y a quien convence para entregarlos al hospicio conforme van naciendo; así hizo en 1746 con el primero. Al principio dijo que carecía de medios para mantener una familia, pero más tarde, en el volumen IX de sus Confesiones, sostuvo haberlo hecho para apartarlos de la nefasta influencia de su familia política: «Pensar en encomendarlos a una familia sin educación, para que los educara aún peor, me hacía temblar. La educación del hospicio no podía ser peor que eso».
Otro amamoros de cuidado era Nietzsche
Nietzsche sobre el islam - Webislam
Nietzsche sobre el islam
El cristianismo nos arrebató la cosecha de la cultura antigua, más tarde volvió a arrebatarnos la cosecha de la cultura islámica.
06/01/2009
Friedrich Nietzsche (1844-1900)
El cristianismo nos arrebató la cosecha de la cultura antigua, más tarde volvió a arrebatarnos la cosecha de la cultura islámica. El prodigioso mundo de la cultura jovenlandesa de España, que en el fondo es más afín a nosotros que Roma y que Grecia, que habla a nuestro sentido y a nuestro gusto con más fuerza que aquéllas, fue pisoteado –no digo por que pies- ¿por qué?, ¡porque debía su génesis a unos instintos aristocráticos, a unos instintos varoniles, porque decía sí a la vida incluso con las raras y refinadas suntuosidades de la vida jovenlandesa!... Más tarde los cruzados combatieron algo tal, que mejor les habría estado tenderse en el polvo delante de ello, -una cultura tal que, comparada con ella, incluso nuestro siglo XIX se encontraría a si mismo muy pobre, muy “tardío”. – Ciertamente, los Cruzados querían hacer botín, Oriente era rico… ¡Seamos francos! Las Cruzadas - ¡piratería superior, nada más! (...)
El cristianismo, el alcohol – los dos grandes medios de corrupción… En si no debería haber, ciertamente, lugar a opción a la vista del islam y del cristianismo, como no lo hay a la vista de un árabe y un judío. La decisión está tomada, nadie es libre de seguir aquí decidiendo. O se es un chandala, o no se lo es… “¡Guerra sin cuartel a Roma! Paz, amistad con el islam”: así sintió, asó obró aquel gran espíritu libre, el genio entre los emperadores alemanes, Federico II.
El Anticristo, fragmento 60. Alianza editorial 1974, p.106.