Mientras luchaba por seguir respirando, entre los olores a crema antiarrugas y calzoncillo meado, he conseguido abrir una brecha en sus filas, para depositar mi voto.
He llegado extenuado, y dos charos latinas, que han efectuado la labor de apoderadas, (si, oyes bien, apoderadas, no empoderadas) han recogido de mis manos temblorosas los dos sobres, sudados, manoseados y arrugados. Una de ellas ha introducido los sobres en las urnas. Antes de hacerlo, me ha preguntado: -¿Quiere usted votar en el Reino de España?- .Yo he dicho: -si- .Ella ha dicho: -DNI del Reino de España, por favor-.
Después, ELLA ha depositado MIS sobres en las urnas, los ha puesto a salvo de la turba viejuna, que soltaba espumarajos espantosos por la boca, con tal de que no llegase a mi objetivo, ejercer mi derecho al voto.
He salido de allí a machetazo limpio, dejando cuerpos despedazados por todos lados, chapoteando sangre de vampiro milenario con mis zapatos de los Domingos y no he mirado atrás.
Ahora estoy en casa, asustado, con la televisión apagada para que no me descubran y temo por mi vida.
Escucho un rumor en la calle que presagia decrepitud, putrefacción. Parece que la lucha ha terminado, pero tengo miedo de salir de mi agujero, pues sospecho que el mal no ha sido derrotado.
Creo que es el fin, pues mi reserva de latas de atún no durará cuatro años más.
Maldita sea mi estampa.
He llegado extenuado, y dos charos latinas, que han efectuado la labor de apoderadas, (si, oyes bien, apoderadas, no empoderadas) han recogido de mis manos temblorosas los dos sobres, sudados, manoseados y arrugados. Una de ellas ha introducido los sobres en las urnas. Antes de hacerlo, me ha preguntado: -¿Quiere usted votar en el Reino de España?- .Yo he dicho: -si- .Ella ha dicho: -DNI del Reino de España, por favor-.
Después, ELLA ha depositado MIS sobres en las urnas, los ha puesto a salvo de la turba viejuna, que soltaba espumarajos espantosos por la boca, con tal de que no llegase a mi objetivo, ejercer mi derecho al voto.
He salido de allí a machetazo limpio, dejando cuerpos despedazados por todos lados, chapoteando sangre de vampiro milenario con mis zapatos de los Domingos y no he mirado atrás.
Ahora estoy en casa, asustado, con la televisión apagada para que no me descubran y temo por mi vida.
Escucho un rumor en la calle que presagia decrepitud, putrefacción. Parece que la lucha ha terminado, pero tengo miedo de salir de mi agujero, pues sospecho que el mal no ha sido derrotado.
Creo que es el fin, pues mi reserva de latas de atún no durará cuatro años más.
Maldita sea mi estampa.
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