Desde el primer momento he afirmado que no enjuicio a la enferma, precisamente por ser una enferma mental.
Pero por eso mismo considero que no debería dejarse en sus manos la decisión de que otra persona acabe con su vida.
Evidentemente, no se puede evitar que salte por un acantilado, o se ahorque, pero lo que sí se puede evitar es que su decisión de acabar con su vida induzca a otras personas, sea el estado o sea una clínica de la muerte, a hacerlo.
Además, el enfoque que se debe dar a esta noticia es el de horrible fracaso, no el de salida luminosa a un estado de depresión y desesperanza.
La enferma mental ha hecho proselitismo de su situación y pretende cosechar aprobación para su decisión, y eso es otra cosa a la que es perfectamente digno negarse.
Y en cuanto a la violación que parece ser uno de los orígenes de la enfermedad mental de la fallecida, obviamente, condeno enérgicamente a los desgraciados que la violaron, pero a la vez no puedo dejar de preguntarme cómo es posible que con la moral sensual actual, de acuerdo con la cual mantener relaciones sensuales no tiene mucha más trascendencia que comerse un pincho de tortilla con un amigo, ser víctima de una violación provoque unos daños morales y mentales tan profundos y duraderos como para dar lugar al suicidio.
Respeto, como no puede ser menos, el dolor de la víctima, pero me pregunto cual es la raíz de ese dolor, si la relación sensual es algo banal y meramente lúdico. Puedo entender que llevar a cabo una actividad banal y lúdica en contra de la voluntad resulte desagradable, pero no que ese desagrado provoque traumas tan profundos.
Salvo, claro está, que las relaciones sensuales no sean algo tan banal y meramente lúdico como a veces se da a entender, sino algo muy preciado que toca la fibra más íntima del ser humano, algo muy valioso cuyo abuso pueda crear graves traumas.
Y, por último, en este caso, al permitir que una enferma mental disponga de su vida, cuando probablemente no se le permitiría consumir alcohol o fumar, o disponer de su patrimonio económico, queda de manifiesto la hipocresía de determinados estados proteccionistas de cuestiones en última instancia baladíes, y negacionistas de lo más precioso que tiene el ser humano, que es la vida. Con el agravante de que al no ser la enfermedad mental mortal de necesidad, la supuesta eutanasia se convierte, por necesidad, en suicidio (u homicidio) activo, puesto que la muerte ha de ser provocada bien por los fármacos ingeridos, bien por la inanición derivada del coma inducido y la denegación de alimentación parenteral.
Desde mi humilde punto de vista, un despropósito absoluto.