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Himbersor
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Un desertor en Morata de Tajuña, 17 Brigada Mixta.
A las diez y cuarto de la noche del 25 de octubre de 1937, el centinela de guardia en la línea avanzada del frente del Jarama vió un bulto aproximarse a las alambradas. En cumplimiento de los deberes del centinela antes de hacer fuego, le dió el alto como marcan las ordenanzas.
Desde las sombras contestaron a su requerimiento:
-¡No tires, que me voy con vosotros!
- Bien, avanza despacio hacia mí dando palmas.
Al llegar al parapeto, el centinela le dió la mano para ayudarle a saltar, mientras el pasado decía:
- Yo soy de ametralladoras y me vengo con vosotros.
El cabo de servicio que había estado cubriendo al centinela se hizo cargo, llevando al ametrallador a la chavola de los sargentos.
- ¿Y como andabas con aquella gente?
- Estaba muy hartito de ellos.
El capitán, que se encontraba en el chavolo, dio cuenta al jefe del batallón, quien le ordenó que se presentara con el evadido y la escolta en el puesto de mando, para interrogarle. Por el camino siguió quejándose:
- Me he marchado porque no quería nada más con los gente de izquierdas.
El jefe de batallón llama a un oficial de inteligencia al oir las declaraciones del fugado, donde detalla otros posibles soldados que se pasarían, paisanos del pueblo y de Castellón afectos a la causa, incluso la dirección de un topo por si se le puede ayudar.
Celso Miralles Beltrán había nacido en Villafranca del Cid en noviembre de 1916, aunque vivía en la capital Castellón donde trabajaba de botones en un banco. Había perdido a su padre a los doce años, habiendo trabajado muy duro para sobrevivir previamente en el campo. Ingresó en la 17 Brigada Mixta el 27 de agosto, al ser llamado su reemplazo (1937).
En Morata, como a todos los reclutas nuevos, no se le encomendaron misiones críticas como vigilar el puesto donde se situaba la ametralladora desde el que desertó. La enfermedad de unos compañeros le colocó allí. La misión era cuidar la máquina, que no sabia usar, contando para ello con dos granadas de mano y nada más. Por este motivo supongo, por no saber si iba a tener otra oportunidad, saltó el parapeto en esta la primera ocasión que tuvo.
Estas posiciones estaban establecidas en forma de triángulo, con un lado con dos vértices hacia el enemigo y el tercero detrás de apoyo y reserva. No había línea de trinchera de frente, sino dos posiciones que cubrían el espacio intermedio. Espacio que, como la tierra de nadie, era un olivar apenas ondulado.
Las frases que he recogido son textuales del sumario: el evadido no se identifica, los centinelas dan por supuesto que es franquista. La oscuridad impide ver las insignias y reconocer la arquitectura de las trincheras. Hay un momento, cuando llega el comisario del Estado Mayor para interrogar a Celso, en que este demuestra no estar muy atento al no darse cuenta del Salud y puño en sien con que se presenta. El oficial está mucho más rápido, capta la respuesta del teniente del batallón, - "uno que se ha pasado de los gente de izquierdas" e inmediatamente se hace pasar por teniente de inteligencia franquista para seguir tirando de la lengua al todavía ingenuo.
¿Cuando fue consciente de su error?
Llevaba quince días en ese destino del batallón de ametralladoras y sólo en la retaguardia. No conocía el valle del Jarama, no sabía donde estaban unos y otros en lo general, y menos en lo particular.
Celso equivocó el camino, y acabó en el islote de resistencia de otro batallón de su brigada. Las indicaciones que dió sobre situación de fuerzas rojas, armamento, fortificaciones, no debieron ser muy buenas.
El resultado previsible:
La ingenuidad del acusado, que llega a poner como excusa, tras sus declaraciones previas, que le había sentado mal un poco de mosto con vino es utilizada por su defensor:
La sentencia del sumarísimo, tres días después. Culpable de abandono de puesto y deserción.
Miaja se da por enterado. Los valencianos delatados ya estaban descubiertos y en prisión, a los soldados investigados se les podrá seguir la pista.
A las diez y cuarto de la noche del 25 de octubre de 1937, el centinela de guardia en la línea avanzada del frente del Jarama vió un bulto aproximarse a las alambradas. En cumplimiento de los deberes del centinela antes de hacer fuego, le dió el alto como marcan las ordenanzas.
Desde las sombras contestaron a su requerimiento:
-¡No tires, que me voy con vosotros!
- Bien, avanza despacio hacia mí dando palmas.
Al llegar al parapeto, el centinela le dió la mano para ayudarle a saltar, mientras el pasado decía:
- Yo soy de ametralladoras y me vengo con vosotros.
El cabo de servicio que había estado cubriendo al centinela se hizo cargo, llevando al ametrallador a la chavola de los sargentos.
- ¿Y como andabas con aquella gente?
- Estaba muy hartito de ellos.
El capitán, que se encontraba en el chavolo, dio cuenta al jefe del batallón, quien le ordenó que se presentara con el evadido y la escolta en el puesto de mando, para interrogarle. Por el camino siguió quejándose:
- Me he marchado porque no quería nada más con los gente de izquierdas.
El jefe de batallón llama a un oficial de inteligencia al oir las declaraciones del fugado, donde detalla otros posibles soldados que se pasarían, paisanos del pueblo y de Castellón afectos a la causa, incluso la dirección de un topo por si se le puede ayudar.
Celso Miralles Beltrán había nacido en Villafranca del Cid en noviembre de 1916, aunque vivía en la capital Castellón donde trabajaba de botones en un banco. Había perdido a su padre a los doce años, habiendo trabajado muy duro para sobrevivir previamente en el campo. Ingresó en la 17 Brigada Mixta el 27 de agosto, al ser llamado su reemplazo (1937).
En Morata, como a todos los reclutas nuevos, no se le encomendaron misiones críticas como vigilar el puesto donde se situaba la ametralladora desde el que desertó. La enfermedad de unos compañeros le colocó allí. La misión era cuidar la máquina, que no sabia usar, contando para ello con dos granadas de mano y nada más. Por este motivo supongo, por no saber si iba a tener otra oportunidad, saltó el parapeto en esta la primera ocasión que tuvo.
Estas posiciones estaban establecidas en forma de triángulo, con un lado con dos vértices hacia el enemigo y el tercero detrás de apoyo y reserva. No había línea de trinchera de frente, sino dos posiciones que cubrían el espacio intermedio. Espacio que, como la tierra de nadie, era un olivar apenas ondulado.
Las frases que he recogido son textuales del sumario: el evadido no se identifica, los centinelas dan por supuesto que es franquista. La oscuridad impide ver las insignias y reconocer la arquitectura de las trincheras. Hay un momento, cuando llega el comisario del Estado Mayor para interrogar a Celso, en que este demuestra no estar muy atento al no darse cuenta del Salud y puño en sien con que se presenta. El oficial está mucho más rápido, capta la respuesta del teniente del batallón, - "uno que se ha pasado de los gente de izquierdas" e inmediatamente se hace pasar por teniente de inteligencia franquista para seguir tirando de la lengua al todavía ingenuo.
¿Cuando fue consciente de su error?
Llevaba quince días en ese destino del batallón de ametralladoras y sólo en la retaguardia. No conocía el valle del Jarama, no sabía donde estaban unos y otros en lo general, y menos en lo particular.
Celso equivocó el camino, y acabó en el islote de resistencia de otro batallón de su brigada. Las indicaciones que dió sobre situación de fuerzas rojas, armamento, fortificaciones, no debieron ser muy buenas.
El resultado previsible:
La ingenuidad del acusado, que llega a poner como excusa, tras sus declaraciones previas, que le había sentado mal un poco de mosto con vino es utilizada por su defensor:
La sentencia del sumarísimo, tres días después. Culpable de abandono de puesto y deserción.
Miaja se da por enterado. Los valencianos delatados ya estaban descubiertos y en prisión, a los soldados investigados se les podrá seguir la pista.