Historia de una lata de atún

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Historia de una lata de atún

Por: Clemente Álvarez

Lata de atún fabricada en España que contiene Yellowfin. La historia de la lata de atún suele comenzar en un barco lejos de España. Pueden pasar varios meses desde que los atuneros salen hacia aguas del Atlántico, del Pacífico y del Índico hasta que el pescado llega al súper en el envase de hojalata.

Junto con Tailandia y EEUU, España cuenta con una de las mayores industrias conserveras de túnidos del mundo y en 2009 produjo 220.037 toneladas de este alimento, de las cuales 76.381 toneladas fueron exportadas a países como Italia, Francia, Portugal, Reino Unido... La lata de atún es la estrella de la potente industria conservera española de pescado y marisco, una actividad económica que representa el 2% del PIB del país y que se concentra de forma mayoritaria en Galicia. De hecho, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Conservas de Pescados y Mariscos (Anfaco), las conservas de túnidos representan, en volumen, casi el 67% de este sector, situándose muy por delante de las de sardinas (8,3%), las de caballa (4,4%) o las de mejillones (4,1%).

En el interior de este pequeño envase de hojalata se meten principalmente túnidos tropicales: Yellowfin (Thunnus albacares), Patudo o Bigeye (Thunnus obesus) y Listado o Skipjack (Katsuwonus pelamys). Además, también se puede encontrar en mucha menor medida el denominado bonito del norte o albacore (Thunnus alalunga), especie pescada en el Cantábrico, pero también en aguas tropicales. El llamado “atún claro” se refiere al Yellowfin, aunque hoy en día se permite utilizar esta denominación para otras especies. Por otro lado, la industria conservera española no utiliza atún rojo (Thunnus thynnus), la especie de la que los grupos ecologistas, y la propia Comisión Europea, habían pedido sin éxito restringir de forma drástica su comercio internacional por considerar que se encuentra en situación crítica.

Fue un francés, Nicolas Appert, el que a finales del siglo XVIII descubrió que si se calienta un alimento en un recipiente hermético cerrado, este producto puede conservarse durante años. Según relata la Asociación Internacional Nicolas Appert, el Gobierno francés le ofreció escoger entre una patente para que sacara partido a su increíble hallazgo o ceder a todos su descubrimiento a cambio de un premio de 12.000 francos. Eligió lo segundo y, casi inmediatamente, el británico Peter Durand empezó a sacar las primeras conservas en envase de hojalata. Este material con el que se comercializa hoy la mayor parte del atún en conserva se compone de una fina lámina de acero recubierta de estaño. Cuenta el Grupo alopécico que fue en los años cuarenta del siglo XX cuando esta empresa coruñesa empezó a envasar Yellowfin (atún claro) en España en latas redondas, siendo hasta entonces el formato habitual el ovalado. Luego, en 1978, se empezó a comercializar el pack de tres latas. Y más tarde llegaría al mercado español el abre fácil.

¿Cuál es el impacto ambiental de una lata de atún? Investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela han efectuado en varias fases el análisis del ciclo de vida (ACV) de este producto alimentario desde que se pesca el atún hasta que se tira la lata vacía. Como explica Gumersindo Feijoo, profesor de la Escuela de Ingeniería de esta universidad y presidente de la Red Española de ACV, un pack de tres latas con 179 gramos de atún supone la emisión a la atmósfera de unos 600 gramos de CO2. “Equivale a recorrer 6 kilómetros en un automóvil que emita unos 100 gramos de CO2 por kilómetro”, indica el profesor, que también recalca como la mayor parte de estas emisiones se producen por el uso de carburante durante la pesca (un 41%) y durante el procesado de la conserva (55%), por la fabricación y transporte de la hojalata.

Este importante volumen de emisiones supone uno de los principales impactos de este producto, motivo por el que los investigadores gallegos plantearon incluso la utilización de otro tipo de envasado diferente a la hojalata (hoy en día ya se utilizan bolsas de plástico para los canales de hostelería y restauración, además de frascos de vidrio o incluso tetra brik). Del mismo modo, también llamaron la atención sobre la ecotoxicidad de la pintura antiincrustante de los barcos pesqueros . Sin embargo, no se adentraron en el estado de las pesquerías de las distintas especies de atún, dadas las dificultades de la metodología del análisis del ciclo de vida para cuantificar este tipo de impactos.

La industria conservera de pescado (Anfaco) asegura que las especies de túnidos tropicales sacados del mar y congelados enteros a bordo de los pesqueros para después ser cocidos y enlatados en España se encuentran en buena situación y son explotadas de forma racional. Sin embargo, Paloma Colmenarejo, de Greenpeace, defiende que estas pesquerías están ya sobreexplotadas en algunas zonas y que para su extracción se utilizan a menudo métodos poco selectivos que dañan a otras especies marinas (la organización ecologista incluye por ello a varios de estos túnidos en su lista roja de especies pesqueras).

En el empaquetado de cartón de las latas, junto a la fecha de caducidad, los valores nutrinacionales y los ingredientes (atún, aceite y sal), algunas marcas incluyen el sello “Dolphin Safe”, que acredita que en la pesca de ese atún no se ha dañado a delfines. “Greenpeace apoya este objetivo”, indica Colmenarejo, “pero este sello no tiene en consideración si el atún ha sido capturado de forma sostenible, ni otros impactos sobre la vida marina”.
 
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