Ya me marché cuando empezó la guerra contra Gadafi [en 2011]; esta vez no me vuelvo a ir". Mercedes Fonte, barcelonesa, de 57 años, se resiste a dejar Bengasi, la segunda ciudad de Libia donde vive con su familia. Al cónsul de España, que la llamó desde Trípoli, le ha dicho que por ahora no se va.
El diplomático la contactó porque el Ministerio de Asuntos Exteriores español recomendó ayer "muy seriamente a todos los españoles que aún permanecen en Libia que abandonen el país inmediatamente" por sus propios medios. Invocó el "grave deterioro de la situación de seguridad".
"Los secuestros, atracos a mano armada y, en alguna ocasión, asesinatos de ciudadanos extranjeros se están produciendo en todo el país", según el comunicado de Exteriores. En Libia hay medio centenar de españoles -27 en Tripolitania y 23 en Cirenaica- y otros 50 poseen la doble nacionalidad.
Cierre de la embajada de EEUU
Estados Unidos dio, el sábado, el pistoletazo de salida cerrando de hecho su embajada en Trípoli y evacuando a Túnez a todo su personal. Ayer, varios países europeos -Reino Unido, Alemania, Francia, España, etcétera- instaron, a su vez, a sus ciudadanos a abandonar cuanto antes un país que se sume en el caos. Italia, que tiene más colonia, ha elaborado un plan de evacuación.
A diferencia de EE UU, el grueso de los países europeos no han clausurado sus embajadas, pero «ante el empeoramiento de la situación es solo cuestión de semanas que echen el cierre», vaticina un cónsul europeo. Por de pronto, las sedes diplomáticas en Trípoli funcionan con muy poco personal para reducir los riesgos. Un convoy británico que evacuaba a funcionarios de su embajada sufrió ayer un intento de secuestro que logró repeler.
Este fin de semana ha sido sangriento en las dos principales ciudades libias. En Trípoli, los enfrentamientos entre milicias por el control del aeropuerto, cerrado desde el 13 de julio, se han cobrado en dos semanas 97 muertos y 200 heridos, según un balance del Ministerio de Sanidad. En Bengasi el número de muertos se eleva, desde el viernes, a medio centenar.
"Aquí luchan los islamistas contra lo que subsiste del ejército regular", explica Mercedes Fonte en conversación con este periodista. "Hace cinco días, las milicias islamistas se apoderaron de un cuartel de las fuerzas especiales, a menos de 500 metros de mi casa, después de explosionar un par de coches bomba en su puerta", prosigue. "En esa refriega cayó un proyectil de mortero en el patio de mi vivienda, a 10 metros del dormitorio en el que estaba", añade con voz serena.
Ahora las fuerzas de Khalifa Haftar, general jubilado libio que posee su propia guardia y se coordina con el ejército, "bombardean con frecuencia el cuartel con uno de los pocos aviones que les quedan", continúa Fonte. "Cuando caen las primeras bombas, los islamistas huyen del cuartel y se refugian entre las casas hasta que amaina", cuenta.
Plenamente integrada en el país
Pese a la actividad bélica en las inmediaciones de su vivienda, Fonte no se quiere marchar aunque sus dos hijos sí viajaron la semana pasada a Jordania. Casada con Muhamad Abdala, un libio, lleva 37 años en ese país, habla árabe y sigue los preceptos del islam. "Y, además, me he traído a mi madre de 90 años", señala riéndose.
"Mira, en el campo tenemos vacas y corderos y gente que nos los cuidan y que les saca provecho", explica la mujer. "¿Qué será de todo ello si emigramos?", se pregunta. "En casa tenemos a una empleada de hogar filipina a la que tampoco podemos dejar tirada", recalca. "Y después está mi madre, que no soportaría un largo trayecto por carretera, y el aeropuerto está cerrado", se lamenta.
Para seguir justificando su decisión, Fonte asegura que "los comercios están bien abastecidos". "No falta nada básico", subraya. Sí hay frecuentes cortes de luz en algunos barrios y los desplazamientos por la ciudad son "latosos". "En un kilómetro de calle puede haber tres controles, del ejército, de milicias islamistas y de las fuerzas de Haftar", dice.
