Yo creo que la "paradójica" estrategia que han desplegado los perros del sistema con el "autobús naranja" no esconde ningún mecanismo secreto y es perfectamente explicable y predecible en base a, digamos, las ecuaciones dinámicas de La Bestia.
Es algo análogo, salvando las distancias, esas sobre-reacciones del sistema inmunitario que empeoran la enfermedad por desplegar un proceso inflamatorio desproporcionado ante una amenaza trivial que empeora las cosas en vez de mejorarlas.
Sin embargo, lo mismo que un sistema inmunitario que no tuviese el defecto de esas sobre-reacciones sería letal (como un detector de incendios que no genere falsas alarmas), tampoco La Bestia puede evitar esas sobre-reacciones.
El Estado, la aristocracia estatal, controla el 99.9% de la difusión de toda la información que construye la opinión pública: el 99.9% de las editoriales, las "universidades", la prensa, las cajas sencillas y demás. Si hubieran dejado circular alegremente a ese autobús, unas 3500 personas habrían visto pasar el autobús, de las cuales unas 85 habrían leído el mensaje, de las cuales unas 9 habrían solicitado el libro que promocionan, de las cuales 2 habrían sido convencidas por "Hazte Oir"
La explosión de histérica entre los idiotas ha logrado que el mensaje haya llegado a millones de personas, multiplicando por 100.000 la eficiencia de la campaña.
¿Por qué La Bestia ha decidido hacer eso? Porque no puede evitarlo.
Toda estructura de búsqueda y control patológico del poder, como La Bestia o El Estado, es un mecanismo que solo puede funcionar basándose en la necesidad patológica de poder de los idiotas que le sirven como peones.
El mecanismo, como en un sistema inmunitario, exige certificar de modo continuo, obsesivo, la fidelidad absoluta y ciega de sus sirvientes y descubrir tempranamente cualquier agente extraño infiltrado.
Por eso, los partidos políticos y otras organizaciones sectarias y criminales organizan constantemente demostraciones de fidelidad y sumisión absoluta a los ideales del Régimen.
La peor pesadilla que puede ocurrirle a un petulante del Régimen es ser expulsado del Partido, o excomulgado de la Secta. Los partidos políticos se basan en la estructura de las tribus común en las sociedades de hombres primitivos (si, primitivos) en la que cada individuo no es completamente independiente sino que, a lo largo de su vida, permanece unido por un condón umbilical afectivo y emocional a la tribu (o al Partido o a la Secta)
En los egos frágiles y patológicos que escoge La Bestia en sus servidores, la expulsión del grupo equivale a la muerte.
Toda esta grotesca patología da lugar a una peligrosa inestabilidad en las ecuaciones que puede dar lugar a que estas explosiones de histeria entre los idiotas se extiendan como el fuego en un condón de pólvora.
Si el autobús sale y uno de los idiotas hace unas declaraciones solemnes y ridículas mostrando su dramática indignación, puede ocurrir que otros idiotas que las oigan se vean obligados a unirse públicamente a esa indignación por no correr el peligro de que su fidelidad y sumisión a La Bestia sean puestas en duda.
El ataque de histeria puede extinguirse en esta fase inicial pero si supera cierto umbral de notoriedad pública, si alcanza la "criticidad", y esto es algo que depende del azar, puede dar lugar a una explosión exponencial.
Cuando un número suficientemente grande de perfectos idiotas han mostrado públicamente su indignación ante la idea de que 2 + 2 = 4, cualquier petulante que se retrase o muestre resistencia en unirse a la indignación general corre el peligro de ser visto como alguien cuyo entusiasmo y sumisión ante La Bestia no es lo bastante absoluto.
Cuantos más idiotas se unan a la indignación pública, más notorio se hace el asunto, más general en akelarre y más peligroso no estar en primera linea entre los idiotas.
Y así es como llegamos a que, por ejemplo, Alvert Rivera, que ve un par de periodistas cuando sale de haber visitado una fábrica de ruedas para tractores, se abalance sobre los periodistas para "espetarles" (espetar es una cosa que hacen políticos y jueces): "Pero antes de que hablemos de los avances de la innovación en la tracción agraria, permítanme que me una a la condena de este intolerable ataque.. bla... bla
Superada cierta "criticidad", o cuando el reactor se vuelve "crítico", cuanto más notorio sea el akelarre más obligados están los perfectos idiotas a unirse a akelarre, lo que solo puede hacer más notorio el akelarre.
Y en esto es donde el control total de la opinión pública, por parte de La Bestia les juega una mala pasada: como solo existe lo que los perfectos idiotas dicen, cualquier merluzez que se les ocurra se hace muy rápidamente notoria y de importancia universal.
El control completo de la ficción estulta que intenta sustituir a la realidad hace que el sistema sea crecientemente frágil, disminuye su umbral de criticidad: políticos que no habían trabajado una sola hora en los últimos 35 años (casi todos) tuvieron que trabajar esa mañana yendo a una radio donde todo el mundo pudiese comprobar que se unían a la indignación de todos los demás idiotas.
El control y poder absoluto no solo genera estas explosiones de histeria ante estímulos muy pequeños sino que no dispone de mecanismos de amortiguación que extingan el proceso.
Como su control de la opinión basura es absoluta, no tienen un adversario en frente que discrepe, ni siquiera un adversario simbólico al que puedan dirigir sus estupideces.
La situación cuando la energía en el sistema es enorme y no es amortiguada resulta en un escenario kafkiano.
Todos ellos proclaman una verdad oficialmente obvia, como que el agua moja, pero por alguna razón que no comprenden miles de comprometidos con la causa compiten entre ellos por ver quien grita con mayor convicción que el agua moja.
No hay nada que desactive la locura porque si el enemigo ha sido exterminado, jamás pueden ganar la batalla.
La Ley, la Ciencia, los intelectuales, los sumos sacerdotes de la Secta, los políticos, los Parlamentos, las instituciones internacionales, la prensa, los artistas, los pensadores. Todos están de acuerdo en la verdad oficial de que el agua moja y, sin embargo, la agitación completamente patológica y obsesiva de quienes grotescamente se ven obligados a proclamar esa verdad oficial hace patente a todos que esa verdad oficial es mentira.