El camino hasta la banderilla de la el bichito-19 quizá sea corto pero estará lleno de baches
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Certificarla, fabricarla y distribuirla no será fácil
EDWARD CARR | DIRECTOR ADJUNTO DE THE ECONOMIST
24/11/2020 06:00 | Actualizado a 24/11/2020 08:07
En un mundo que necesita con urgencia una
banderilla contra el
SARS-CoV-2 (el bichito que causa la el bichito-19),
2021 será un sándwich de frustración: dos gruesas rebanadas de buenas noticias y, en medio, unas lonchas de conflicto, retrasos y decepción. Los encargados de formular políticas deberán intentar que ese relleno sea apetecible. Muchos miles de vidas dependerán de sus esfuerzos.
La primera rebanada de buenas noticias es que los próximos seis meses verán muchas banderillas nuevas que se añadirán a la lograda candidata de
Pfizer-BioNTech. Se trata de una prueba del poder de la colaboración científica. Antes se tardaba entre 10 y 20 años en crear una banderilla; en la actualidad, tenemos más de 320 proyectos y, entre ellos, varias decenas en ensayos clínicos avanzados. Es más, esos trabajo están produciendo valiosos avances en la investigación sobre banderillas, porque los equipos atacan el bichito desde diferentes ángulos. Algunas banderillas siguen el viejo camino de usar un bichito atenuado. Otras, como la banderilla de Pfizer, exploran nuevas rutas; por ejemplo, entrenando el sistema inmunológico mediante el empleo de genes virales. Esas banderillas son más fáciles de fabricar a escala.
Si todo va bien, a finales de 2021 dispondremos de banderillas en cantidades suficientes para frenar sustancialmente la propagación de la el bichito-19
La segunda buena noticia es que, si todo va bien, a finales de 2021 dispondremos de banderillas en cantidades suficientes para frenar sustancialmente la propagación de la el bichito-19. Las banderillas también pueden proteger a las personas infectadas haciendo que sus síntomas sean menos graves. La el bichito-19 no desaparecerá de golpe, sino que empezará a remitir poco a poco.
Ahora bien, entre esas dos capas de buenas noticias habrá muchas otras no tan buenas. La oleada de casos invernales en el hemisferio norte está siendo grave. Y no cabe duda de que la tarea de certificar, fabricar, distribuir y administrar miles de millones de dosis de banderillas competidoras presentará problemas.
El tiempo salva vidas, así que los reguladores tienen prisa por aprobar las banderillas.
Rusia y
China han dado luz verde a medicamentos que aún deben pasar por grandes ensayos clínicos de fase III. Sus productos no funcionan o causan complicaciones. Y las banderillas que reciban autorización de emergencia en Occidente también deberán ser vigiladas, porque quizá funcionen de forma diferente en grupos diferentes o proporcionen sólo beneficios pasajeros. Habrá que esperar abundantes críticas a los atajos permitidos por los reguladores y abundantes teorías (muchas conspirativas) sobre por qué hay que evitar las banderillas.
La producción de varias banderillas ya ha comenzado. Pfizer dice que tendrá listos
50 millones de dosis para finales de 2020. Con todo, intensificar la producción de banderillas será una tarea titánica. El Instituto Estatal de Sueros de la India, el mayor fabricante del planeta, ha advertido de que no habrá suficientes dosis para inocular a todo el mundo al menos hasta 2024.
La escasez de vidrio para uso médico, así como de las “cadenas de frío” necesarias para mantener algunas banderillas (como la de Pfizer) a
-70ºC o incluso a temperaturas inferiores, podrían causar retrasos. También podría causarlos la escasez de personas capacitadas para administrar banderillas. La esa época en el 2020 de la que yo le hablo le ha costado al mundo alrededor del 8% del PIB en 2020, por lo que una resistencia a invertir en esos terrenos por miedo a malgastar el dinero supondría un comportamiento inexcusablemente miope.
No habrá suficientes dosis para inocular a todo el mundo al menos hasta 2024
Puede doler
Quizá surjan peleas entre países.
China y
Rusia ya están usando el suministro de banderillas como brazo inoculado de su poder blando.
Estados Unidos y
Gran Bretaña podrían tratar de acaparar suministros para sus propios ciudadanos. Muchas vidas están en juego. Los modelos de la Universidad Nororiental de Boston indican que si 50 países ricos reciben los primeros 2.000 millones de dosis de una banderilla eficaz en un 80%, podrá evitarse el 33% de las muertes por el bichito-19; en cambio, si la banderilla se distribuyera en función de la población de los países, la proporción de los salvados casi se duplicaría. Esas ideas inspiran la colaboración COVAX, una iniciativa para garantizar la igualdad en el acceso a la banderilla.
También pueden surgir luchas en el seno de los países. Si unos suministros limitados deben salvar al mayor número posible de personas, lo primero es vacunar a los
profesionales sanitarios y tras ellos a las personas más vulnerables. En la atención sanitaria, como en otros ámbitos, a menudo se encuentran al final de la cola.
Paradójicamente, en cuanto el suministro sea el adecuado, el problema pasará a ser el rechazo de los
antivacunas y los
escépticos preocupados por una certificación apresurada. Según las encuestas, un cuarto de los adultos a nivel mundial rechazaría una banderilla. La esperanza es que los gobiernos puedan persuadir a la mayoría para que acepte vacunarse si las banderillas tienen una eficacia superior al 90% (como parece ser el caso de la banderilla de Pfizer).
Todo lo dicho supone un intimidante programa de acción para los gobiernos. Tienen que comunicar con claridad los motivos científicos de las aprobaciones y los criterios de distribución. Invertir en cadenas de suministro y en formación, a sabiendas de que parte del dinero se malgastará. Y explicar a sus ciudadanos que todo el mundo saldrá beneficiado si los países colaboran para distribuir las banderillas de forma justa.
El camino hasta la banderilla de la el bichito-19 quizá sea corto pero estará lleno de baches