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No es una guerra: el cobi19 y la advertencia de Susan Sontag
La desaparecida escritora estadounidense escribió 'La enfermedad y sus metáforas' cuando el cáncer era un tabú absoluto, y sus enseñanzas siguen siendo útiles en estos tiempos de esa época en el 2020 de la que yo le hablo
RUBÉN AMÓN Contacta al autor
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27/03/2020 05:00
La primera vez que las enfermedades se convirtieron en metáfora militar fue en 1880, precisamente cuando se observaron las bacterias como agentes patógenos y cuando se las relacionó con la invasión y la infiltración en el cuerpo humano.
Había que combatirlas. Y transformarlas en un enemigo de connotaciones bélicas cuyo valor alegórico ha terminado generalizándose. La guerra contra el cáncer es ahora la guerra contra
el cobi19.
Explica el fenómeno
Susan Sontag en un ensayo de 1978 cuya vigencia se entiende en la propia repercusión epidemiológica y sanitaria del el bichito-19. “La enfermedad se convierte en el enemigo contra el que la sociedad entera
debe alzarse en pie de guerra”, señala la escritora neoyorquina en alusión al cáncer, pero también advierte del efecto contraproducente que implica la analogía castrense, no ya porque se desvirtúa el rigor científico y se degrada a los enfermos, sino porque la retórica militar o la épica suscitan el desasosiego y el desánimo de quienes la padecen o la combaten.
Una guerra es devastadora, independientemente de que se termine ganando. Y es
un mal enfoque cultural en el que se está volviendo a incurrir cada vez que cogen el megáfono los coroneles laicos. Habla Sánchez de economía de guerra. Y de guerra al cobi19. Se recrudecen las crónicas belicistas tanto como se descuida el efecto psicológico que conlleva luchar desde el frente, atrincherarse, derrotar a un bichito hipercontagioso e invisible.
'La enfermedad y sus metáforas'. (Debolsillo)
“Las metáforas militares”, escribe Sontag, “contribuyen a estigmatizar ciertas enfermedades y, por ende, a quienes están enfermos (...) Todas las enfermedades metaforizadas que rondan la imaginación colectiva tienen muertes duras, o así se cree. Que una enfermedad sea mortal no basta para provocar terror —el infarto es un claro ejemplo de patología mortal prestigiosa—. Las enfermedades más aterradoras son las que parecen no solo letales sino deshumanizadoras, en sentido literal”.
Las enfermedades más aterradoras son las que parecen no solo letales sino deshumanizadoras, en sentido literal
Tienen un valor premonitorio las palabras de Sontag. Las escribió en 1989, pero tanto sirven para definir
la situación de psicosis en que nos encontramos. Y la clasificación de la sociedad entre infectados y no infectados. El cobi19 es una esa época en el 2020 de la que yo le hablo cuyo valor simbólico es más letal incluso que su ferocidad biológica. Lo demuestra, evocando a Sontag, la naturalidad y familiaridad con que ha reaparecido el lenguaje militar entre los cronistas, los políticos y hasta los enfermos que padecen el brote.
Le decepcionaría a Sontag la ineficacia de sus ensayos. Los había escrito
para liberarnos de las “metáforas siniestras”. Y para sustituirlas acaso por metáforas de connotaciones científicas, incluidas las “defensas naturales” (sistema inmunológico) y las alegorías terapéuticas no culpabilizadoras. Era y es una tarea imposible. El cobi19 se nutre de la mixtificación y de la sobrecarga fantasiosa que tanto preocupaban a Sontag cuando exponía ante la sociedad el tabú del cáncer.
“Las metáforas que hemos impuesto”, razona Sontag, “denotan
las vastas deficiencias de nuestra cultura, la falta de profundidad en nuestro modo de encarar la muerte, nuestras angustias en materia sentimental, nuestra negligencia y nuestros problemas de crecimiento”.