Si tu no guardas el distanciamiento, me tocas las narices y deben imponértelo confinándote. No puedo evitar que los deportistas me pasen rozando y resoplando camino del super o mientras hago cola, que el típico tocapelotas se ponga a mi lado en el super o que, como he visto hoy, la gente no respete la prohibición de probarse zapatos en Primark, rompa los precintos y se ponga en medio del pasillo a probárselos. Cómo ya dije, confiar en el civismo del prójimo es una bonita ilusión. O prohibes y sancionas o no hay efectividad.