En tiempos de la "democrática" república romana, cuando el enemigo estaba a las puertas y el miedo y la tribulación campaban a sus anchas, y dado que la burocracia senatorial era torpe y lenta en momentos de gran crisis, se aclamaba un dictador para que adoptara las medidas necesarias para arreglar la situación. Luego, pasado el peligro, el dictador cesaba y se iba a su terreno a seguir cultivando garbanzos.
La historia no se suele repetir, pero rima. Y los dictadores hoy en día no dejan el cargo para cultivar garbanzos. Cuidado pues.