2020, menos muertos que nunca
Ahora pasemos al número de defunciones incorporadas al
Índice Nacional de Defunciones.
Hasta el 17 de diciembre de este año, 2020. 366.163 muertes registradas. Los tres años anteriores: 2017, 422.142. 2018, 427.967. 2019, 418.556. Es cierto que todavía restan por documentar los postreros catorce días de 2020. Y también es real que " la incorporación de fallecidos al Índice de defunciones tiene un decalaje temporal. Recorcando a la sazon que “aunque los datos se actualizan cada mes, no todas las defunciones que se producen en un mes dado pueden ser incorporadas al mes siguiente; algunas lo hacen más tarde"…
…Pero ni con esas.
O embuten como pueden 50.000 muertos - 100.000, mejor- o nos quedamos por muy por debajo de las cifras de fallecidos de los últimos años. Y cuando 2020 sea revisado rigurosamente con todos los dígitos, ya perfectamente confirmado el número total de muertes, se verá lo sabido:
un año muy semejante a todos los anteriores. Sin más. Salvo tres semanas transcurridas entre marzo y abril.
La pregunta del millón, ¿el exceso de mortalidad de marzo y abril?
Revisen
INE,
MoMo o el
Índice de defunciones. Tres semanas decisivas, las dos finales de marzo y la primera de abril. ¿El celebérrimo bichito actuando preferentemente durante esas tres semanas? Obviamente, no. Esencialmente porque
el tal Sars-Cov-2 jamás mató a nadie, ya que dicho bichito (como el resto de los cobi19) no existe al no haberse, todavía hoy, aislado ni secuenciado con un mínimo de seriedad científica.
Y lo de siempre. Sin olvidar las autopsias (cuando se pudo hacer alguna) donde no aparecían bichito de ninguna clase. O los manipuladísimos certificados de defunción. Mucha pasta en juego si borroneabas el bichito como causa del óbito. Igualito que con las fraudulentas pruebas diagnósticas (PCR, serológicas, antígenos).
amow the money, amow the power, pues.
Gripe atrasada, gerontocidio de Estado, letal iatrogenia
Uno. Para comenzar un espectacular incremento de casos de gripe. Invierno demorado a inicios de la primavera de 2020. Los procesos gripales mayoritarios se dieron en marzo y abril, en vez de producirse durante los dos primeros meses del año. Y el efecto nocebo empeorando preocupantemente la situación.
Dos. Lo jamás confesado, claro:
gerontocidio, deliberado asesinato de ancianos. Todas las administraciones, nacionales y regionales, pringadas. Y todos los partidos, Vox incluido (al apoyar al Pp en tres autonomías), ídem de lienzo. Gerontocidio de dos tipos, grosso modo: por omisión y por acción, entremezclados ambos tan a menudo.
- Gerontocidio por acción. La morfina mata. Y muchísimos ancianos recibieron cloruro mórfico. Y a un anciano con graves dolencias previas, la morfina le mata. O lo remata.
- Gerontocidio por omisión. Los ancianos no fueron atendidos en los hospitales. Se les instigaba a quedarse en casa. En los geriátricos, lo mismo. Nada de ir al hospital. Y en los morideros de ancianos (los llaman residencias), estrictísima aplicación de los protocolos de puertas cerradas.
No atender es dejar morir. Y dejar morir es dar de baja de la suscripción de la vida. Y todo ello explicado por la aplicación de la eugenésica/eutanásica ética utilitarista: salvar lo sano y lo joven. Dejar morir a los viejos, fruta carga, suculento ahorro en pensiones.
Tres. El impresionante y eterno asunto de la iatrogenia, vinculada a los mafiosos y totalitarios sistemas sanitarios actuales. Y tan relacionada con la citada eutanasia de Estado (por supuesto, no es casual que en España se haya legalizado recientemente).
Los tratamientos utilizados, en el mejor de los casos, resultaron ineficaces.
En muchos casos, agravaron toda la turbamulta de dolencias previas. Y, en bastantes, el tratamiento dio la puntilla al enfermo. Aceleraron lo previsto. Y eso por no hablar de los contraproducentes respiradores.