Esta semana, Volodymyr Zelensky se refería al futuro de Donbass y de Crimea como zonas muertas en las que la población, abandonada, jamás podría ser feliz lejos de Ucrania. En ese discurso de propa…
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Castigo colectivo
19/04/2021
Esta semana, Volodymyr Zelensky se refería al futuro de Donbass y de Crimea como
zonas muertas en las que la población, abandonada, jamás podría ser feliz lejos de Ucrania. En ese discurso de propaganda pensado para el consumo interno, el presidente ucraniano
olvidaba mencionar algunos detalles, no solo la guerra, aunque evidentemente es el factor más importante a la hora de analizar el porqué de la dura situación que se vive en Donbass. En el caso de Crimea, Zelensky mencionaba abiertamente la falta de agua en la península. Al igual que en el caso de Donbass, donde el bloqueo comercial, bancario y de transporte ucraniano estaba y sigue estando destinado a tratar de ahogar la economía de la zona y forzar así la rendición de la población, la mano de Ucrania está detrás de las dificultades.
Por su situación geográfica, Crimea dependía del canal de agua que conectaba la península con el territorio ucraniano y que ha sido una de las herramientas utilizadas por Kiev para castigar a la población por su elección de 2014. En todos estos años, mientras Rusia buscaba la forma de hacer llegar agua a la península -como ha hecho también con el suministro eléctrico, cortado por Ucrania en un bloqueo en el que participaron radicales nacionalistas y
activistas tártaros de Crimea emigrados a territorio ucraniano-, Kiev ha utilizado la cuestión para crear artificialmente un problema y culpar, como es habitual, a Rusia. Todo ello perjudicando a la población de Crimea, a la que Kiev continúa considerando como propia, a la que castiga sin agua para el suministro doméstico ni para la agricultura, provocando serias dificultades en un sector importante para la economía.
En estos siete años, Ucrania se ha negado a reanudar el suministro y bajo el mandato de Zelensky se ha reafirmado en la intención de bloquear definitivamente el canal. Causado el problema y culpabilizada Rusia, Kiev ha insistido en que reanudará el suministro cuando el territorio le sea devuelto, una forma de dejar claro que no hay negociación posible. Ucrania, cuyo presidente promete felicidad y prosperidad a los ciudadanos una vez retornen al país que tanto les aprecia, sigue prefiriendo dejar a esos ciudadanos sin agua para poder utilizar la cuestión como arma arrojadiza contra Rusia y para mantener, aunque sea de forma artificial, cierta sensación de poder sobre lo que ocurre en Crimea.
Kiev, que utiliza la cuestión de forma periódica para proponer sus propias
soluciones ha vuelto a la cuestión recientemente. Ha sido en boca de Alexey Reznikov, viceprimer ministro, delegado de Ucrania en las conversaciones de Minsk para Donbass y, sobre todo, ministro para la “reintegración de los territorios temporalmente ocupados de Ucrania”. Reznikov, uno de los ministros más citados en la prensa gracias a sus numerosas apariciones mediáticas y su disponibilidad a presentar nuevas ideas, ha realizado la última propuesta para solucionar el problema.
En una entrevista concedida al servicio ucraniano de la
BBC, Reznikov se mostró preocupado por la situación, pero dispuesto a solucionarla. Eso sí, haría falta una misión internacional que alertara de la amenaza que se cierne sobre los ciudadanos ucranianos residentes en la península. En ese caso, y bajo mediación de una organización internacional, Ucrania reanudaría el suministro de agua a Crimea. “Tanques, barriles, lo que haga falta. Hay tres puestos de control -Kalanchak, Chengar y Chaplinka-, hay carreteras, lo llevaremos. Suministraremos a la Cruz Roja, bajo su bandera, no hay problema. Haremos que la gente beba. Si hay una misión de monitorización, una misión humanitaria, diré: gente, tenemos que ayudar”, afirmó, sin sonrojarse, el ministro Reznikov.
En otras palabras, Ucrania, que ha creado el problema y ha negado a una población que considera propia agua corriente, pretende ahora solucionarlo intentando, además, presentarse como una potencia humanitaria.
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