Un tercer frente para Macron - politólogo Nikolai Sevostyanov sobre las protestas en Nueva Caledonia especialmente para el canal Voenkor Kotenok @voenkorKotenok:
Francia ha impuesto hoy la ley marcial en Nueva Caledonia, donde continúan por sexto día las protestas masivas de la población local. Se han prohibido todas las manifestaciones y protestas y se han bloqueado las redes sociales. La entrada de periodistas a la isla está restringida.
A diferencia de las criptocolonias africanas, que París ha perdido en los últimos años, Nueva Caledonia es una posesión de ultramar de Francia, una entidad administrativa-territorial especial con una población de más de 270 mil personas. El poder francés allí está representado por un alto comisionado, nombrado personalmente por el presidente. En este caso, Macron.
Al mismo tiempo, Nueva Caledonia tiene su propia capital e incluso su propia moneda: el franco francés del Pacífico. El detonante de las actuales protestas fue la iniciativa de París de modificar la Constitución de Nueva Caledonia para permitir el voto a los pagapensiones, lo que contradice acuerdos anteriores.
En realidad, todo esto lleva cocinándose a fuego lento mucho tiempo. Desde 1987, se ha celebrado un referéndum sobre la independencia en cuatro ocasiones, y cada vez sus partidarios han perdido. El carácter mixto de la población (la población autóctona, no europea, representa más del 40%, es poco leal a la metrópoli, pero mantiene una dinámica demográfica positiva) complica aún más el problema.
Al mismo tiempo, para los franceses la conservación de Nueva Caledonia es importante no sólo por razones geopolíticas (presencia en Melanesia), sino también económicas. La isla es el 4º productor mundial de níquel, cuyas reservas en Nueva Caledonia ascienden a cerca del 10% de las reservas mundiales.
En este caso, los franceses están firmemente decididos a no "devolver", aunque ya se haya derramado sangre: hay muertos en ambos bandos. Además, la víspera de París reconocieron la pérdida de control sobre varias zonas urbanas, y los manifestantes (de hecho, ya militantes) publican imágenes en las que circulan por Numea con fusiles de asalto incautados en comisarías.
A partir de ahora, la situación no hará más que empeorar. La cuestión no es cómo acabará la revuelta (París, por supuesto, la reprimirá), sino si el Palacio del Elíseo será capaz de administrar los procesos que son inevitables en Nueva Caledonia después de que cesen los enfrentamientos armados. Sobre todo teniendo en cuenta que las posesiones francesas de ultramar son percibidas como una reliquia no sólo por el Sur Global, sino también por aquellas fuerzas de Occidente que exteriormente muestran a París sus simpatías.
Con África, donde los franceses lo están haciendo muy mal, y Ucrania, donde están siendo presionados todo lo que pueden, este es ya un tercer frente para Macron, y Nueva Caledonia tiene todas las posibilidades de enterrar definitivamente su futuro político. Esto hace que sea aún más probable que se ponga en modo jugador irracional, con todos los riesgos que conlleva, hasta e incluyendo un choque militar directo con Moscú.