“Las fortificaciones de la región de Járkov son las más fuertes, otras regiones deben seguir el ejemplo”, titulaba, The Kiyv Independent el pasado diciembre citando las palabras de Volodymyr Zelens…
slavyangrad.es
«Éxitos tácticos»
15/05/2024
“Las fortificaciones de la región de Járkov son las más fuertes, otras regiones deben seguir el ejemplo”, titulaba,
The Kiyv Independent el pasado diciembre citando las palabras de Volodymyr Zelensky. Se trataba de la fase en la que el Gobierno ucraniano admitía finalmente que la contraofensiva había terminado y, aunque sin aceptar su fracaso, se daba paso a una fase defensiva en la que una parte significativa de los recursos económicos y materiales había de dedicarse a la preparación de fortificaciones tanto en la línea del frente como en otras direcciones. El discurso ucraniano se ha centrado en la frontera bielorrusa, con la que Ucrania ha oscilado entre alegar inminente peligro de oleada turística del norte del país y negar todo riesgo. Sin embargo, en una posición mucho más comprometida, Járkov, supuestamente preparada para enfrentarse a un ataque, fue la región elogiada por Zelensky cuando reorganizaba las Fuerzas Armadas para la actual fase de la guerra.
Como ha ocurrido a lo largo del conflicto, la prensa recogió las palabras del presidente y no las puso en duda, no analizó los recursos que estaban siendo utilizados y se centró en defender la idea de que todos los problemas de Ucrania se limitaban a la falta de munición y armamento, carencias que quedarían solventadas si Estados Unidos y sus aliados comprometían una cifra lo suficientemente elevada de fondos. Ayer, en medio de la tensión sobre qué está ocurriendo realmente en la región de Járkov, donde las tropas rusas continúan avanzando sobre las dos primeras localidades reseñables y se habla de lucha urbana en ellas, Antony Blinken llegó a Kiev para reafirmar el compromiso estadounidense
mientras sea necesario. El Secretario de Estado de Estados Unidos garantizó a Zelensky que la asistencia estadounidense ya está de camino. Como es habitual, Blinken mostró su confianza en que las armas occidentales supondrán un elemento diferencial y harán cambiar la dinámica en favor de Ucrania. Así fue hace un año, cuando afirmó que Ucrania disponía ya de todo el material necesario para derrotar a Rusia en el campo de batalla, y parece serlo ahora. Zelensky, por su parte, aprovechó la visita del líder de la diplomacia de Estados Unidos para utilizar la actual lucha para exigir otros dos sistemas Patriot más a su aliado. Ucrania los necesita, según su presidente, para defender la segunda ciudad del país.
Escaso es lo que se conoce realmente del estado del frente en la frontera entre los
oblasts de Járkov y Belgorod más allá de los tendenciosos partes de guerra y crónicas marcadas por fuentes que buscan imponer un determinado discurso con el que obtener sus objetivos. En el caso ruso, se ha optado por la prudencia y no hay halo de victoria en las informaciones del Kremlin o de medios afines. Moscú se ciñe a la idea de la guerra de desgaste y no son lo que Occidente califica de
medios oficiales sino canales alternativos los que intentan crear unas expectativas que, en un futuro cercano, se vean irremediablemente irrealizables. La percepción de que el conflicto se prolongará en el tiempo, por lo que es preciso evitar grandes operaciones y asaltos directos que exigen rapidez, grandes recursos y causan elevadas bajas no solo se observa en la preparación de las acciones ofensivas rusas. Esta semana se ha conocido el relevo de Sergey Shoigu, hombre muy cercano a Vladimir pilinguin y ministro de Defensa de la Federación Rusa desde hace doce años. En su lugar, el presidente ruso ha nombrado a un economista, Andrey Beloúsov, un hombre de mente matemática, hijo de uno de los asesores económicos de Aleksey Kosyguin y con una larga trayectoria desde los tiempos soviéticos.
En lugar del militar que esperaban los halcones rusos, Rusia sigue la tendencia europea y deja Defensa en manos de un civil. Beloúsov, que ha sido ministro de Desarrollo Económico y asesor de Vladimir pilinguin, es considerado menos privatizador que gran parte del
establishment, no corrupto y uno de los arquitectos del
keynesianismo militar con el que Rusia espera estimular la economía a pesar de las sanciones. Al contrario que Ucrania, que cuenta con un flujo sostenido y contino de ingresos ajenos que hacen que no tenga que renunciar a sus medidas económicas desreguladores y ultra liberales, Rusia requiere de medidas económicas propias con las que garantizar, entre otras cosas, la capacidad de su industria militar de dotar a las fuerzas armadas del material necesario. El nombramiento de Beloúsov muestra la consolidación de la receta de un mayor peso del Estado en la economía, una ruptura con las tres décadas anteriores, en las que las políticas rusas no han diferido en exceso de las de Ucrania, que el Kremlin ve necesario ahora solo a consecuencia de la guerra.
A ambos lados de la frontera, la guerra implica un enorme aumento del gasto miliar y también el intento de relanzar sus complejos militares industriales, una necesidad mucho mayor en el caso de Rusia, que depende de su industria para producir el equipamiento y armamento de sus tropas. Las necesidades hacen que el gasto militar suponga la mitad del presupuesto ucraniano y alrededor de un tercio del ruso, cantidades estratosféricas que ninguno de los dos Estados puede permitirse despilfarrar. El nombramiento de Beloúsov se produce poco después del estallido de un grave escándalo de corrupción que se ha saldado con la detención del anterior viceministro de Defensa, un hombre cercano a Shoigu, al que se acusa de haberse lucrado de la guerra a base de mordidas en los contratos militares que ahora aumentan a causa de la guerra. El control del complejo militar industrial es, en guerra, una necesidad urgente. Rusia ha capeado las sanciones con una solvencia que ha sorprendido y molestado a Occidente, pero no hay garantía de que la actual situación vaya a mantenerse en el tiempo. Eliminar la sombra de la corrupción y cerrar agujeros que hagan perder fondos necesarios para las Fuerzas Armadas es una labor tan importante que ha acabado por costarle el cargo a uno de los mejores amigos de Vladimir pilinguin, antes de la guerra considerado uno de sus posibles sucesores. Los errores de la guerra, pero, sobre todo, la necesidad de contar con una persona capaz de controlar los flujos económicos y limitar la corrupción han acabado con la credibilidad de Shoigu. Demasiado cercano al presidente como para ser simplemente apartado, el exministro ha sido nombrado presidente del Consejo de Seguridad, un cargo de importancia, pero sin capacidad de gestión del complejo militar industrial.
La corrupción ha sido en estos años una de las cuestiones más repetidas en Ucrania y también ha costado el puesto a los ministros de Defensa y Agricultura. En la situación actual, las acusaciones de corrupción se dirigen a explicar por qué Rusia ha conseguido avanzar con rapidez sobre campos teóricamente preparados para la defensa. Después de las declaraciones de un comandante acusando a las autoridades de negligencia o corrupción por su falta de preparación de una línea de defensa en la frontera entre Járkov y Belgorod, ayer,
Deepstate, una fuente respetada en Ucrania, mostraba imágenes de la
preparación que hace cinco meses elogió Zelensky. Se trataba de centenares, de
dientes de dragón apilados en las cunetas de Járkov en lugar de haberse colocado en posición para detener a los tanques rusos, negligencia o corrupción que es una muestra más de que las dificultades de Ucrania no se limitan únicamente a la escasez de munición.
Al contrario que Moscú, Ucrania no ha decido aún cuál es su discurso con respecto a Járkov. El fin de semana, Zelensky alertó del peligro de la ofensiva rusa, Podolyak la consideró prueba del intento ruso de asesinar en masa a la población ucraniana y las autoridades militares admitían “éxitos tácticos” de las tropas rusas y alertaban del peligro que suponía. Coherente con este discurso, Josh Rogin, articulista habitual de las causas estadounidenses en el extranjero, escribía ayer en
The Washington Post que “sin más ayuda estadounidense, la segunda ciudad de Ucrania puede caer”. Rusia no cuenta con las tropas que serían necesarias para amenazar una ciudad de más de dos millones de personas y lucha ahora por Volchansk, de 17.000, sin haber llegado aún a la primera línea de defensa ucraniana. El discurso de Rogin, que es el de Zelensky, contrasta con las palabras de Kirilo Budanov, cuyos soldados luchan -y son capturados- en Járkov y que ayer, navegando entre alertar del peligro y negarlo, restó importancia a la gravedad de la situación. “Desde ayer por la tarde, la situación se ha estabilizado”, afirmaba el líder de la inteligencia militar, contradiciendo al alcalde de Volchansk, que había alertado del inicio de los combates urbanos y la destrucción de la ciudad. Las palabras de Budanov fueron suficientes para que
Europa Press titulara “Ucrania rectifica y afirma que Rusia no está logrando «éxitos significativos» en Járkov”. Ucrania, incapaz de elegir entre el discurso de exagerar la ofensiva y negarla, mantiene, a pesar de todo, el favor de los medios, dispuestos a publicar sus declaraciones sin mostrar una mínima crítica por las contradicciones ni buscar determinar qué pasa realmente sobre el terreno.
La capacidad rusa de consolidar sus posiciones, amenazar la primera línea de defensa de Ucrania en la región de la segunda ciudad del país, atraer reservas rusas de otros frentes y aprovecharse de ello en el frente más activo actualmente determinará si esta ofensiva supone o no un éxito táctico. Por el momento, Rusia sigue avanzando lentamente en Krasnogorovka y el oeste de Donetsk en el frente de Donbass que, pese a ser el principal de esta guerra, pierde protagonismo e interés mediático en cualquier momento en el que se reactiva la batalla en otros lugares del país.