La actuación de Occidente en la guerra de Ucrania está basada en la confianza y en la causa justa de la lucha de Kiev, que actúa en buena fe y en interés de la ciudadanía, de Europa y del mundo dem…
slavyangrad.es
Armas comprometidas
14/01/2024
La actuación de Occidente en la guerra de Ucrania está basada en la confianza y en la causa justa de la lucha de Kiev, que actúa en buena fe y en interés de la ciudadanía, de Europa y del mundo democrático en mente. Ese, al menos, parece ser el discurso que Washington y Bruselas presentan a la hora de aceptar sin fisuras la narrativa ucraniana de la guerra entre el bien y el mal, el mundo libre y la tiranía, la democracia y la autocracia. En ese discurso no importa que Ucrania haya ilegalizado a toda la oposición no nacionalista, que la izquierda fuera expulsada de las instituciones y de la política mucho antes de la oleada turística rusa, que Zelensky amenace con no pagar las pensiones o que Kiev lo hiciera ya con los pensionistas de Donbass durante años, ni que la delegación ucraniana en Minsk tuviera como principal misión sabotear cualquier posibilidad de avance en un proceso de paz en el que solo deseaba recuperar el territorio sin cumplir con las concesiones políticas que se había comprometido a otorgar a la población de la RPD y la RPL a cambio de la paz.
En realidad, el único aspecto en el que Ucrania ha recibido ciertas críticas de sus socios ha sido el de la corrupción, un discurso que comparten Washington, Bruselas y el Gobierno ucraniano. Porque la cuestión de la corrupción, un argumento electoral de gran utilidad, es también la única en la que Ucrania acepta cierto grado de autocrítica, admitiendo su lacra, aunque siempre con la capacidad de culpar a actores externos, oligarcas que forman parte de otras familias políticas, Rusia, o simplemente a casos aislados cuando se trata de personas cercanas al círculo del poder. En los últimos dos años, Ucrania ha saboteado un posible acuerdo de paz, encarcelado bajo cargos claramente políticos a opositores incómodos, condenado a personas por sus
likes en las redes sociales, permitido el acoso y humillación de cualquier persona calificada de
colaboracionista o favorable a Rusia en los territorios cercanos al frente y capturado potenciales reclutas por las calles. Aun así, ante la decisión política tomada de antemano de abrir negociaciones para la entrada en la Unión Europea, representantes de las instituciones del bloque han alabado constantemente a Ucrania en sus mejoras en materia, por ejemplo, de libertad de expresión, reformas democráticas y adaptación de la legislación a los estándares y valores occidentales. Y una vez más, la única asignatura pendiente parece ser la de la corrupción.
La corrupción ha sido también la única causa capaz de hacer caer a personas del entorno de Zelensky. Aunque se aferró al cargo durante varios meses, el ahora ya exministro Reznikov -que en los primeros tiempos de la administración Zelensky cobró un infame papel como líder del sabotaje ucraniano de todo avance en el proceso de Minsk- quedó completamente sentenciado en el momento en el que se conocieron varios escándalos de corrupción vinculados al suministro de las Fuerzas Armadas. El caso giraba en torno a los sobrecostes del abastecimiento de bienes y servicios a los soldados, con los que oficiales y viceministros se lucraron a costa de un servicio deficiente a la tropa. La pregunta de si sucedía algo similar en relación con las armas siempre ha quedado en el aire.
Una parte importante de la asistencia a Ucrania, que a finales de 2023 estaba cifrada en alrededor de 233.000 millones de dólares, se destina a armamento y munición, adquisiciones comerciales realizadas con miles de millones procedentes de la recaudación de los países occidentales por parte del que tantas veces ha sido calificado como el país más corrupto de Europa. La confianza ciega -real u oportunista- puesta en Kiev y en su capacidad de utilizar esos fondos
correctamente no ha impedido que surjan a lo largo de estos dos últimos años momentos en los que se ha puesto en duda si toda esa financiación es utilizada para lo que fue concebida.
La guerra implica necesariamente la existencia de un mercado en el que, quienes son capaces de operar en las
zonas grises, logran hacerse con armamento y munición difícil de encontrar, al menos en grandes cantidades, en situaciones de paz. La situación bélica supone también cierto grado de descontrol, de incapacidad de registrar completamente el material utilizado, el perdido a causa de los ataques enemigos y, en casos de retroceso territorial, aquello que la parte en retirada no ha logrado mantener. De ahí que el control sobre la localización continua de las armas entregadas sea una labor compleja que se presta también a todo tipo de sabotajes, pérdidas deliberadas o desvíos al siempre al acecho mercado neցro.
Aunque generalmente sin pruebas definitivas, han sido periódicas las sospechas sobre las cantidades de armas o munición que estaban siendo destinadas a la venta ilícita por parte de unidades u oficiales de Ucrania. Rusia ha alertado en varias ocasiones del peligro de que una parte del armamento entregado por Estados Unidos pueda acabar en el mercado neցro siendo distribuida por los diferentes conflictos mundiales o poniendo en riesgo la aviación o navegación civil o las vidas de poblaciones civiles en otras zonas del mundo.
Hasta ahora, Estados Unidos y sus aliados han alegado el buen hacer de las autoridades ucranianas y mostrado toda su confianza en la capacidad de Kiev de mantener el control, utilizar esas armas
para bien, es decir, únicamente para apiolar rusos, y han negado siempre la presencia de armamento donado a Ucrania en ningún lugar más allá del frente al que han sido destinadas. La intensidad de la batalla y la necesidad de todas las armas a su disposición hace que sea de esperar que la amplísima mayoría de lo recibido sea realmente utilizada contra las tropas rusas y las ciudades y población bajo control ruso. Sin embargo, incluso Estados Unidos admite ahora no haber sido capaz de realizar un seguimiento adecuado de las entregas. “El Pentágono no ha conseguido realizar el seguimiento adecuado a la mayoría de las armas comprometidas que Estados Unidos ha enviado a Ucrania desde la oleada turística rusa según un nuevo informe del inspector general del Departamento de Defensa”, escribía esta semana Connor Echols en
Responsible Statecraft.
El informe no busca analizar la posibilidad de desvío del armamento estadounidense enviado a Ucrania, posiblemente porque no se pretende poner en cuestión la capacidad de Kiev de mantener el control del enorme flujo de armamento que está recibiendo. El objetivo de la investigación es únicamente el seguimiento de aquellas armas consideradas más comprometidas, alrededor de 1.700 millones de dólares. De ellos, el Pentágono concluye que alrededor de mil millones (el 59%) no han recibido el seguimiento que se habría exigido.
“Para comprender la importancia del informe”, explica
Responsible Statecraft, “es útil observar de cerca qué significa en la práctica
end-use monitoring [control del uso final]. Según la legislación de Estados Unidos, EUM se centra en garantizar que las armas estadunidenses lleguen a y permanezcan en manos de sus destinatarios previstos”. Esa forma de control implica que no hay seguimiento sobre la forma en la que el armamento -incluso aquel que se considera más peligroso- es utilizado, sino únicamente que quede en las manos esperadas. El artículo añade que la naturaleza e intensidad de la guerra y la escasez de operativos estadounidenses sobre el terreno han dificultado el seguimiento del enorme flujo de armamento extranjero. Y a pesar de la confianza en Ucrania que Washington y Bruselas han proclamado públicamente, Biden se ha visto obligado a tratar con más rigor el seguimiento de las armas enviadas.
“A medida que aumentaron los temores de desvío, guiados en parte por la larga historia de Ucrania como centro de tráfico de armas, la administración Biden anunció a finales de 2022 un programa
ampliado de seguimiento de armas de alto riesgo como Stingers, que podrían ser utilizados por actores no estatales para derribar aviones comerciales”. El temor a que una cantidad importante de armamento de gran calibre o especialmente sensible pueda acabar en el mercado neցro no es solo cosa de Rusia, sino que incluso los proveedores de Kiev son conscientes del efecto de la corrupción y las tramas de la economía sumergida pueden tener en un país conocido precisamente por este tipo de actuaciones.
Pese al intento
ampliado de seguir la pista de las armas
más peligrosas, Estados Unidos admite haber perdido el rastro de más de la mitad de ellas. La preocupación estadounidense no es, al menos a juzgar por los motivos para el inicio de la investigación y la forma en la que se realiza, comprobar el buen uso del armamento por parte de Ucrania, sino garantizar que no llegue a manos de sus enemigos designados. El temor no es tampoco que sean utilizados en otros conflictos o vendidos y revendidos en el mercado neցro.
Según
AP, la administración Biden insiste en que no hay evidencias de que las armas cuyo seguimiento se ha perdido hayan sido robadas o destinadas al mercado neցro, aunque la realidad es que no puede saberlo. Lo verdaderamente preocupante para Estados Unidos no es si Ucrania está actuando con las armas como ha actuado con el suministro de otros bienes y servicios suministrados a las Fuerzas Armadas ni si están siendo utilizadas tal y como se espera. Como explica
Responsible Statecraft, “el caso de Ucrania es particularmente preocupante teniendo en cuenta las informaciones de que Rusia ha capturado varios sistemas de armas estadounidenses y ahora está haciendo ingeniería inversa con ellos. Los expertos de control de armas argumentan que esto puede suponer una llamada de atención para los oficiales de Estados Unidos”. La preocupación no es el buen uso de las armas, su venta a actores malignos o controlar la corrupción en Ucrania, sino que Rusia pueda hacerse con ellas.