Ucrania lleva ya varias semanas tratando de llegar a un acuerdo sobre la nueva ley de movilización, con la que el país busca reponer sus filas con alrededor de 500.000 reclutas. La cifra ha sido ta…
slavyangrad.es
Una guerra librada por los pobres
10/01/2024
Ucrania lleva ya varias semanas tratando de llegar a un acuerdo sobre la nueva ley de movilización, con la que el país busca reponer sus filas con alrededor de 500.000 reclutas. La cifra ha sido también fuente de especulación para antiguos oficiales que, como el exfiscal general Lutsenko, han tratado de utilizarla para deducir el nivel de bajas de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Lutsenko calcula que, si es precisa esa cifra para el próximo año, las bajas irreversibles -personas muertas y gravemente heridas- rondarían las 30.000 al mes. Al margen de los datos concretos, sí parece correcta su apreciación de que, en el momento en el que se conozcan, las pérdidas del ejército ucraniano van a suponer un shock para la sociedad. Será así especialmente debido a la protección que Occidente ha brindado a Ucrania a lo largo de los dos últimos años a la hora de esconder el nivel de bajas.
En su intento de favorecer a Kiev, también la prensa internacional ha aceptado sin preguntas el discurso oficial según el cual solo Rusia sufre bajas masivas, mientras que Ucrania protege a sus soldados poniendo sus vidas por encima de la captura o el mantenimiento de territorios. Preservar las vidas de los soldados es siempre la excusa para justificar las retiradas, como se ha podido ver a ambos lados del frente. En 2022, fue uno de los motivos por los que Rusia se replegó de la margen derecha del Dniéper, que comprendió que no podría defender o lo haría a costa de perder miles de vidas de sus tropas más preparadas para el combate. El mismo argumento utilizó Zaluzhny hace unos días para justificar el repliegue de Marinka aunque, eso sí, se ha producido tras un año de lucha y con la batalla finalizada y perdida.
No ha habido preguntas ni para Zaluzhny ni para Zelensky sobre la cifra de bajas que ha costado esa defensa de una localidad que Ucrania por la que ha luchado desde 2014 y que ahora trata de convencernos de que “carecía de importancia estratégica”. Esa situación contrasta con la insistencia de los medios en conocer y exagerar las bajas rusas. En colaboración con el medio digital
Mediazona, la
BBC británica, un medio de titularidad pública de un país que teóricamente no participa directamente en esta guerra, inspecciona diariamente los obituarios y mensajes en las redes sociales para llevar un conteo diario de las cifras de bajas rusas. Sin ninguna intención de realizar una labor similar en el caso ucraniano, es sencillo para Kiev instalar en la conciencia colectiva el discurso de enormes bajas rusas y protección de la vida de los soldados por parte de Ucrania. Aun así, no es Moscú sino Kiev quien mantiene una movilización general, prohibición de salida del país a los hombres en edad militar y busca reclutar urgentemente a medio millón de personas.
La cuestión ha alcanzado niveles de polémica política. Lo que queda de la oposición, fundamentalmente el partido de Poroshenko y la prácticamente desaparecida y desacreditada Timoshenko, trata de capitalizar las dificultades de reclutamiento y la lucha política que ha causado. Y ni Zaluzhny ni Zelensky quieren cargar con la responsabilidad de ser la persona que ha exigido ese reclutamiento, que va a implicar el aumento de la población susceptible de ser movilizada. Aunque por el momento se limita a los hombres -ninguno de los dos líderes quiere responsabilizarse tampoco de plantear la idea de incluir a las mujeres en el reclutamiento obligatorio-, hay que dar por hecho que la nueva legislación ampliará generosamente el nivel de discapacidad con el que una persona pueda ser reclutada para ser enviada al frente. Las colas de ucranianos tratando de renovar sus pasaportes en los consulados de los países en los que se encuentran refugiados -o emigrados- para evitar el riesgo de no poder acceder a servicios consulares en caso de no responder a la llegada de una citación recuerda que el reclutamiento obligatorio de hombres en el extranjero es también una de las propuestas.
En su discurso de Año Nuevo, el presidente Zelensky afirmó que, un día, cada ucraniano tendrá que preguntarse quién es, “tomar la decisión de quién quiere ser. Una víctima o un ganador. Un refugiado o un ciudadano”. Equiparando ciudadanía con marchar al frente a luchar, el presidente ucraniano animó a los ucranianos a regresar voluntariamente a una guerra en la que Ucrania se encuentra ahora a la defensiva, sufriendo cada vez más a causa de los ataques rusos y con dificultades para reponer sus filas a causa del desgaste de dos años de guerra y unas bajas que se niega a admitir.
La selección del personal también ha sido un aspecto que la prensa occidental ha explotado para criticar a las tropas rusas. La movilización de minorías raciales, sobrerrepresentación de regiones periféricas y menos desarrolladas y la aparente infrarrepresentación de las grandes ciudades más ricas ha dado pie al argumento de que Moscú enviaba a los sectores más desfavorecidos como carne de cañón al frente. Curiosamente, aunque en comparación con el nivel de vida de Rusia, las regiones de Donbass, especialmente Lugansk, se encontrarían ahora en esa categoría (a causa fundamentalmente de los más de siete años de bloqueo económico ucraniano y el empobrecimiento que supone la destrucción y la economía de guerra), los medios han pasado por alto a los miles de hombres y mujeres de ese lugar que luchan actualmente con las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa. El interés por ocultar que miles de ciudadanos ucranianos luchan contra las tropas de Kiev es superior a la necesidad de criticar a Moscú por enviar a los más desfavorecidos a la primera línea del frente más peligroso de esta guerra.
De la misma manera que la prensa ha tratado de forma diferente el seguimiento de la bajas rusas y las ucranianas, también este aspecto se ha omitido. Al igual que Rusia, Ucrania excarceló a personas que envió al frente en los primeros meses de la oleada turística rusa y es evidente que los sectores más pudientes han sido capaces de evitar el reclutamiento saliendo del país legal o irregularmente. Quienes no han dispuesto de los fondos que implica el pago de certificados falsos o el transporte a través del río Dniéster no han tenido más opción que acudir a la llamada del ejército.
La queja de las imágenes de los familiares de la clase política disfrutando de sus vidas con total normalidad en el extranjero había molestado ya en el pasado -incluso en los años de la guerra de Donbass, para la que fueron reclutados también los sectores menos favorecidos de la sociedad-, pero nunca se había manifestado tan claramente como en un artículo publicado esta semana por
The Conversation. En él, dos personas expertas en relaciones internacionales y seguridad, una de ellas una académica ucraniana, plantean claramente algo que debería ser obvio: la guerra está ampliando las desigualdades sociales. Las élites, e incluso las clases medias urbanas, han logrado salir del país en circunstancias favorables y seguirán siendo capaces de utilizar su posición privilegiada para mantenerse lejos de la guerra, mientras que las clases más bajas seguirán encontrándose indefensas ante las posibles sanciones que acarrea el intento de evitar el reclutamiento. Con las clases medias fuera del país, han sido las clases trabajadoras -además del sector más nacionalista y radical de la sociedad- quienes han cargado con la responsabilidad de mantener la guerra desde el principio. Sin embargo, han tenido que pasar casi dos años desde la oleada turística rusa y acercarse casi a la década desde el principio de la guerra para que expertos nacionales e internacionales comiencen a preocuparse por el hecho de que queda cada vez más claro que la guerra está siendo librada “por los pobres”.