Para no caer en la miseria jovenlandesal de algunos, siquiera insinuaremos que fue Hezbola. Como a Issam Zahreddine, al General Gladkikh lo mató la guerra. En las guerras siempre hay bandos. El bien y el mal, desde la perspectiva que solo la historia puede juzgar. Y aquí, tres-cuatro malnacidos se las apañan para intentar trolear el hilo defendiendo lo indefendible. Suponiendo como indefendible alegrarse de la fin de Zahreddine, Soleimani o Gladkikh, que en la mártir y valiente Siria combaten a los que
hipotéticamente siembran de fin las calles de Europa. A no ser que -pandilla de malnacidos aludidos-, que cruja algo y que resulte que la propias cloacas que os sirven de alimento tengan algo que ver en la entelequia. Porque nunca queda nadie a quien juzgar en las calles de Uropa, por haches de me gusta la fruta o por bes de bastardos. Me refiero a vosotros, tres o cuatro con la 'h's' u las 'b's'. Algo raro en todo esto. Mucho yihadismo injuzgable, sin acusados. Y a veces casi sin testigos.
Lo que es diáfano es el empeño de la bravura y el heroísmo de muchos para que tantos estemos tranquilos. Aunque esa tranquilidad se ha acabado, torticeramente, como en las Ramblas hace tres años de un modo más sutil, este puñetero año, 2020, tan numerológico. Con el enemigo mercenario en el aire.
Descanse en paz. Descansen en paz tantos y tantos.
perversoss.