La crisis de los cuarenta le ha llegado señores. Se siente aislado. Todos quieren zurrarle. Ve enemigos en todas partes. La otrora rutilante melena parece una pingajo pasado de moda que cualquiera desearía podar, la chepa se hace cada vez más evidente; el rostro demacrado, los piños desordenados y esas americanas sin gracia rematan el lamentable cuadro.
Iglesias se siente viejo, cansado y desbordado por la situación. Su discurso, una retahíla de tópicos de pobrismo cristiano de base y naderías, hace tiempo que suena gastado.
Pero su orgullo es más fuerte que todo ello. Se ha puesto un moño, se ha añadido dos pendientes y se ha tonificado la piel. Señal clara de reafirmación alfa, ante el mundo y ante su churri. Ningún comunista deja el poder así como así. Este no se va ni con agua caliente