feministas radicales eliminan el 30% de libros de una biblioteca por 'machistas'

Viviendo Digno

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vOx empieza a ser un tema de necesidad vital. Sin ellos, no habrá esperanza alguna. Si ellos fallan, tampoco.
 

Gregoriano

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DEFENSA DEL CUENTO

Los cuentos exponen a los niños a la realidad cruda, con toda su bondad y su crueldad, y lo hacen por múltiples vías simultáneamente, unas explícitas, otras tácitas, unas obvias, otras sutiles. Le leen al inconsciente de un cerebro hiperactivo para que también él aprenda a leer entre las líneas de un mundo complicado.

Por eso los niños reclaman los cuentos con la misma urgencia con que piden caramelos, y quieren que se los contemos una y otra vez en lugar de cansarse cuando ya se los saben: porque lo importante en estos relatos es lo que no se dice, y cada vez que se escuchan es una nueva oportunidad de volverle a dar vueltas a lo que sugieren en paralelo, de entrenarse y deleitarse con un coro de estímulos mientras esas voces van descubriéndose y calando más hondo. Los cuentos son antes de dormir, cuando la vigilia cede el paso a estados más propicios para quedar luego la mente rumiando.

Aunque los protagonistas sean niños, el narrador elegido casi siempre es un adulto, un embajador en su mundo infantil procedente del mundo de los mayores, que es del que en realidad hablan los cuentos. El sabe cómo son las cosas ahí fuera, cuando los padres quedan lejos. No es raro que sea el padre el escogido, frente a otros momentos en los que suelen preferir estar con la madre. Tampoco lo es que sea un tercer adulto, como alguien que esté de visita en casa, ni que el momento de la lectura sirva frecuentemente para la reconciliación después de una regañina. El narrador ideal debe ser un nexo con la realidad áspera: están buscando conocerla, no asistir a un mero ejercicio de inventiva sobre mundos ideales que nada tengan que ver con lo humano.

Buscando reacciones al caso de la escuela Taber de Barcelona y su retirada y marcado de libros que fomentan roles de género, es preocupante que en Twitter y Facebook los relativamente pocos que he visto disculpar o apoyar la censura sean educadores infantiles. También, como excepción entre los de su gremio, he leído a una bibliotecaria decir que "hay cuentos escritos ahora muy bonitos y los clásicos no hacen falta para nada". Un desatino, para empezar porque "bonito" no es un buen adjetivo para calificar el valor de un cuento, y para continuar porque no es sinónimo de relato corto dirigido a niños.

Alguna educadora apostaba por debatir esos contenidos negativos de los cuentos con los niños. Eso sería como llevarlos a un museo y, en vez de hablarles de arte y dejarlos contemplar, señalarles el machismo en cada señora desnuda. O llevarlos al cine y debatir cada disparo. Hay cosas que no se hablan, que se transmiten sin decir. Al igual que un cuadro, un cuento no es un debate, es una exposición. Y sí, los niños muchas veces saben lo que quieren, pero no lo votan: lo piden o lo rechazan, y lo hacen individualmente. Lo hacen porque por instinto saben que hay cosas que necesitan para crecer. Además, no somos nosotros quienes escogen sus preguntas.
En todo caso, ¿cómo se "debate" la conveniencia de un cuento con sus destinatarios? ¿Leyéndoselo y preguntándoles si les gusta? Si dicen que sí, ¿se les destripa el argumento y se señala lo que a nosotros no, para intentar que entiendan lo inadecuado? El problema es que entonces la atención se desvía del contenido, siempre mucho más profundo, amplio y pertinente que lo que queramos apuntar. Lo que a nosotros nos puede parecer importante en un cuento suele ser explícito o evidente, y es probable que no le presten tanta atención o no les cale como otras cosas para nosotros secundarias.

Un debate así no será además muy simétrico entre educador y niños. Muy al contrario, terminará siendo un ejercicio involuntario de adoctrinamiento porque, a partir de ahí, en cada cuento futuro éstos se centrarán en detectar esos elementos que ese adulto importante que es su educador les haya marcado como negativos. O al menos tenderán a sobrerreaccionar ante ellos. Algunos niños creerán que ése es el juego, el de hacer de perros detectores de explosivos en busca de lo que un tercero los haya adiestrado para encontrar. Volviendo al símil de debatir cada disparo en el cine, el contenido marcado - la violencia en este caso - lo verán por encima del argumento, escena tras escena, película tras película. Los ojos de un niño ya están bien abiertos, no hace falta fórceps ocular.


En un cuento el narrador debe ser un maestro de ceremonias, no un intérprete. El cuento es una obra de teatro que ya viene con su compañía de actores. El reparto lo tiene hecho, sólo hace falta poner la voz.

El debate que el progresismo quiere poner sobre la mesa es el de los efectos negativos de exponer a los niños a componentes tóxicos, en este caso estereotipos sobre actitudes y roles de género. Su propuesta es censurarlos, retirándolos o marcándolos, o reescribirlos para eliminar las toxinas. Pero el progresismo no ha descubierto nada: todos sabíamos ya que hay muchas cosas terribles en los cuentos tradicionales, cosas de las que ninguno querríamos que los pequeños fueran testigos en la vida real ni en representaciones no figuradas y explícitas. Escenas de sadismo, personajes traumatizados, inocentes que sufren penosidades y guiños con mucha carga sensual. ¿Por qué ha sido siempre algo permitido incluso en el seno de sociedades muy conservadoras?

Peter Pan, por ejemplo, es el cuento de un niño que no quiere crecer. Ya ha habido quien se ha hecho muchas preguntas al respecto: ¿Por qué no crece?¿Qué tipo de trauma lo retiene en la infancia?¿Tendrá algo que ver con el garfio del malvado capitán? Y el personaje, con su nombre y rasgos físicos, ¿tiene algo que ver con el dios Pan? ¿Qué representa Campanilla, esa mujer minúscula que revolotea a su alrededor?



Baba Yagá, por su parte, es una bruja de cuentos eslavos. Un ser impredecible que a veces hace el bien y a veces el mal, casi según le viene en gana. En uno de sus relatos, las protagonistas, perseguidas por la bruja, arrojan tras de sí una escoba, un peine y una toalla, que se transforman respectivamente en una hilera de montañas, un bosque y un lago. Según han reflexionado los folkloristas, esto simboliza que es al huir de la muerte y demás rigores de la naturaleza cuando la convertimos en un entorno amable y construimos nuestro mundo humano.

Baba Yagá representa el voluble estado de ánimo de la naturaleza, pero también el de la mujer, ambas creadoras y destructoras radicales. Es un personaje temible del que se ha dicho que bebe de tradiciones ancestrales, incluso de mitos como el de Perséfone.

Esta concepción de la mujer responde a una visión radicalmente opuesta a la de la teoría de género, así que no sobreviviría a la censura. El problema aquí es que sería imposible separar ambos simbolismos, mujer y naturaleza, para hacer sólo el segundo, así que no cabría hacer ni una reescritura del cuento ni un debate para discernir lo malo de lo bueno. Baba Yagá es el alma de la Madre Rusia, un todo o nada genial e inmanejable. Quien la censure también tendrá que negar que Rusia sea Madre.



Como vemos, los cuentos tradicionales obtienen su potencia de la sutileza de sus simbolismos y de su honestidad, y están construidos alrededor de verdades sobre la vida y sobre la esencia de las personas, además de por fuerza impregnados del espíritu, la moral y los usos sociales del momento y sociedad en que se escribiera la versión particular del relato. Esas verdades imperecederas son muy difíciles de transmitir a los niños de una manera más eficaz que con sus cuentos. Pero no sólo transmiten una visión del mundo, sino que entrenan la capacidad para construir la propia. Atacarlos es coartar el conocimiento de la realidad y la capacidad para aprehender sus sutilezas, que por supuesto captan aunque de manera inconsciente; reemplazarlos por otros políticamente correctos no sólo es inventar un mundo falso sino dejar el cerebro atrofiado, sin estímulos, desentrenado para descodificarlas.

Dicho de otro modo: lo grave de censurar Caperucita no está en rechazar que el lobo sea malo, sino pensar que los niños son tan simples como para que en su inconsciente no entre que el lobo no es un lobo sino una representación de unos peligros, los cuales de hecho bien pueden tener su origen en la propia Caperucita. ¿Y por qué un lobo y no una persona mala? Porque un lobo es una imagen urgente, activa respuestas innatas de alerta, y así es como se abre puerta la metáfora. Los cuentos no disparan de fogueo.
Se podría entender que unas hipotéticas censoras feministas que de buena fe quisieran hacer una reescritura se limitaran por ejemplo a reemplazar al cazador por una cazadora. Así tal vez se asegurara que el cazador va a ser interpretado como ella misma que toma las riendas de la situación y se da a valer, si eso es lo que quieren que interprete (en vez de un hombre que defiende y respeta su sexualidad frente a quien la tienta y pretende asaltarla). Sin embargo, eso no es lo que hace la censura, sino cambiar el rojo por el lila, que es el nuevo blanco de la pureza. Y si Caperucita Lila es un ser puro entonces no va de paseo por ningún bosque. Si el lobo en vez de morir se vuelve bueno, entonces su simbolismo se arruina. Y si Caperucita lleva una escopeta, como en la versión de la Asociación Nacional del Rifle (propagandística y espero que también humorística...), entonces se pierden infinidad de lecturas porque el lobo por fuerza pasará a ser un mal ajeno a la inocente protagonista, en vez de algo inherente o relacionado con ella. Caperucita será un ser de luz incapaz del mal, y el cuento un sermón bíblico. La abuelita devorada ya no podrá ser la propia Caperucita derroida...ni los consejos de su mamá los hilos de AynRandiano2 de burbuja.info.

Así, el progresismo trata de descafeinar la realidad y criar corderitos ciegos, tal vez bajo la maxima - opuesta al "conócete a ti mismo" de los clásicos - de que quien desconoce el mal es incapaz de ejercerlo. Lo malo es que también será incapaz de distinguirlo bajo los disfraces con que los oculta el poder. En un mundo cada vez más separado del medio natural, las referencias simbólicas a los animales depredadores pierden entidad y se pueden alterar para inventarse lobitos buenos, cazadores malos o demás personajes que en otro tiempo habrían resultado absurdos. Seguimos inmersos en un mundo de injusticias, pero en los relatos edulcorados escritos y patrocinados ahora queda poco o nada de las vilezas del mundo humano. El lobo de estos nuevos cuentos progres podría ser el de Wall Street, pero no lo es. Desconectados totalmente de cualquier realidad y desprovistos de la honestidad de quien muestra su cara oscura, los nuevos cuentos son una mala burla a la inteligencia del niño, un engaño filtro que lo deja ignorante y desarmado para entender el mundo y luchar por uno mejor.

La censura también corre de la mano del progresismo globalista en tanto que destructor de la verdadera diversidad, porque como ya hemos visto los cuentos tradicionales son dosis concentradas de una cultura y su visión del mundo. De pequeño, me regalaron un bonito libro titulado "Pequeños cuentos personas de color para los niños de los blancos". En ellos, su mundo se representa con sentidos figurados construidos a través de numerosos tipos de animales, cada uno con su carácter y sus hábitos, así como árboles, montañas o fenómenos meteorológicos, elementos muy familiares para los habitantes del África rural y dotados de matices que a ellos les resultan más evidentes. A nosotros se nos escaparán muchas cosas al leer estas historias, pero al mismo tiempo nos permiten conocer el imaginario de un pueblo extraño, con sus miedos, sus prioridades, sus relaciones sociales y con el medio natural, y sus fuentes de sabiduría y salud.
También de pequeño, uno de mis tíos, profesor de griego y latín, nos contaba mitos clásicos cada vez que venía de visita a casa. Eran relatos que se me hacían espléndidos, pero a la vez brutales e injustos, porque no había una correspondencia entre la bondad y heroicidad de sus protagonistas y su destino, tal vez a manos de la Parca. Yo interrumpía y me enfadaba mucho porque sufría con sus avatares, pero también con sus comportamientos, cuando un personaje que se suponía bueno de pronto se portaba mal y se excedía con la violencia tal vez en un acto de venganza que no me cuadraba con la imagen que había dado hasta entonces. Aquellos personajes impertinentes no tenían nada que ver con los de los demás cuentos, no parecían regirse por los mismos patrones. De alguna manera eran más libres y más complicados, porque no tenían por qué ser siempre buenos o malos. No eran o bondadosos o malvados. Y estaban ahí desde hacía mucho más tiempo, desde que nacieron en un mundo, el de la Grecia clásica, del que ya sabía que procede el nuestro y de cuyos habitantes siempre oía decir que eran muy inteligentes. Exponerme a ese duro contraste con una moral tan cruda y distinta tal vez fuera imprescindible para después poner en entredicho la propia, la moral dictada por nuestra sociedad actual, además de crear en mí un vínculo especial con nuestros verdaderos orígenes.

Por eso la censura de los relatos y cuentos tradicionales supone renunciar a conocer las raíces propias y las ajenas. Supone creerse capaces de construir un mundo mejor desde cero con todo su marco de referencias sobre lo importante, lo justo y lo equilibrado. Capaces de pintar un Renacimiento con los mismos pinceles que las pinturas rupestres.

Supone también guiarse por la ideología para llegar a todas partes, como si fuera una herramienta mucho más multiusos de lo que en realidad es, y acabar entregándola a una basta tarea en la que sí es eficaz: la de adoctrinar, la de horadar las profundidades del cerebro con una red de arrastre y entrenarlo en el automatismo. A la ideología no le hace falta hilar fino para llevárselo todo por delante. Por eso, sólo sus adeptos radicales son capaces de hacer oídos sordos ante lo que inconscientemente saben que es un error, censurar Caperucita de la biblioteca de una escuela. Y lo hacen porque ellos mismos ven adoctrinamiento detrás de cualquier cosa.
Estos educadores tienen una falta de confianza total en la mente humana y su capacidad para discernir, y un total desprecio o desconocimiento de su necesidad y capacidad de entrenarse. No entienden que el niño va a saber desechar las partes de un cuento que ya no le aporten nada en un entorno social diferente del que lo vio nacer. Los nuevos censores creen que el cerebro es alérgico a según qué ingredientes, que no puede entrar en contacto con ellos bajo riesgo de una reacción lesiva e irreversible.

Pero los cuentos tradicionales han sido seleccionados por generaciones de padres para sus hijos. No hay mejor editorial o crítico. Jamás ha existido fuente más grande de sabiduría e inteligencia. Y los seleccionaban porque inconscientemente sabían que los prepararían para la vida. Una vida que sí, tenía diferencias respecto a la actual, porque las cosas van cambiando. Y por eso lo normal será que vayan apareciendo otros cuentos, que irán transformando los que hay. Escribirlos es tarea de genios, filtrarlos lo será de todos, no del Estado, ni de políticos, ni de grupos subvencionados de género, y ni siquiera de educadores.


Quienes censuran los cuentos tradicionales quieren crear un mundo mejor arrojando a los niños a la hoguera de la ignorancia.
 

mendeley

Madmaxista
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Los libros progres con los que adoctrinan

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Los que van a leerle a los niños

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Lo que logran

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ardor de estomago...

Lo digo muy en serio, cualquiera que tenga o pretenda tener hijos debería considerar muy seriamente el homeschooling. Qué diferencia de temáticas en los libros y en la educación, eso sin mencionar que no van a lavarles el cerebro para ir contra la naturaleza, porque por más que sean padres comprometidos es una realidad que un niño pasa demasiado tiempo en la escuela y que lo que ve allí a cierta edad tiene igual o más influencia que lo que ve en casa.

Les dejo este link por si les interesa: Libros Águila México


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Las historias de este libro de lecturas, han sido seleccionadas para poner al alumno en contacto con historias tan buenas que nunca envejecerán, de tal forma que encontrarán lecturas que sus padres y abuelos hayan leído mucho antes que ellos, historias que imparten valores morales permanentes.


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Profe?, bibliotecario?
Se agradecen más libros del segundo bloque
 

Maddie

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Profe?, bibliotecario?
Se agradecen más libros del segundo bloque
Ojalá. No, simplemente si algún día llego a tener niños me gustaría que tuvieran una buena educación, educación de calidad.

Aquí unos de lectura para primaria.


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Muy buenos libros, y baratos, algunos de alrededor de 5 euros. Saludos!
 

hijoPutin

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A un tipo de estos le mataron al hijo y no se le ocurre otra cosa que .abrazar a un " cura" jovenlandés cuando su religión dice que hay que cargarse a los infieles.
A mi me indigna más el de los padres argentinos progres cuyo hijo fue falsamente acusado por una jijiFemiamiguita, acabó suicidándose. Y en vez de salir y cagarse en todos los muertos del Feminismo, o al menos denunciar cómo las cosas se han ido de madre... les da por decir que no se puede tal, que el Feminismo es cojonudo y que no se le puede achacar esa desgracia

Porque al menos con el Islam, los Imanes al menos fingen no estar de acuerdo... ¿conoces a algún pope feminista que critique el MeToo?
 

Señor Conservador

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Pues sería divertido llamar a la escuela (fácilmente localizable) y decir algo asi:
" Hola solo quería deciros que el equipo de dirección esta completamente chiflado imponiendo ideologías totalitarias, adios"
Sería divertido y a la misma vez, no pueden hacer nada porque solo les das tu opinión.
 

gabrielo

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hace 2200 años un emperador chino no muy partidario de los libros mando quemarlos todos a cambio fue el que mando construir la muralla china.

me pregunto que legado van a dejar a la humanidad estas feministas.
 

opinator

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El sueño de las feministas radicales, poder cambiar el cuento a su antojo...

Si os fijais, todo el rollo femilila tira p'atrás por el tufo de enfado, antipatía, mal rollo y bordería que destila en sí mismo y hace destilar a sus adeptas bajo esa apariencia contestataria, liberadora e "igualitaria".

Victimismo, idiocia, manipulación y chiringuitos aparte, claro.

Mecagüen el puñetero marxismo cultural.
 

Euro go home

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"Escuelas-britanicas-eliminan-los-talleres-lgtb-por-las-quejas-de-padres-fieles a la religión del amor/"

Ellas opinan que esos libros son sexistas, pero yo no. Mis creencias son igual de buenas que las suyas, y no me pueden discriminar por mis ideas, pero lo hacen, me dicen que debo leer, y decir. Ya veo que al final los hombres tendrán que declararse mujer y de la religión del amor, y al final hasta caniche. Lo que está pasando es digno de un libro...oh, wait...pero si ya hay uno, "Fahrenheit 451"!!! Si hasta tiene película y serie!!! bienvenidos al futuro!