Feministas gallegas emboscan a medio centenar de hombres para lincharlos y humillarlos

Termur

Madmaxista
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No entiendo por qué te parece tan "alucinante". ¿Acaso no era algo previsible y un muy lógico viendo la deriva de todos estos años?
A ver, de acuerdo, era previsible, pero ¿hasta este punto? Había 50 tíos, y todos han aguantado esa catarata de humillaciones, insultos y golpes, sin que uno, uno solo, pensara de repente: ¿pero qué cachopo...? y empezara a defenderse...

Soy consciente que de los manginas del movimiento anarca y okupa no puede esperarse demasiado, pero que nadie, nadie, se plantara en un momento dado...
 

luismarple

Será en Octubre
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En un pueblo italiano al pie de las montañas
Yo ahi veo una demostración femenina de furia fruto de lo desesperadas que estan todas del grupo por ser unas obesas infollables. Es que no hay más.
Demostración de furia contra el blanco fácil. Porque a esas treinta no se les pasa por la cabeza ir al parking de una discoteca un sábado por la noche a ver si alguna mujer ha sido agredida sexualmente.

Fundamentalmente porque les parten la cara por tres sitios como poco.
 

Abrojo

Fachosférico galáctico
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Ni aunque les superasen tres a uno, las podrían haber violado a todas en una orgía salvaje con furia porcina
 

AYN RANDiano2

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está claro que han pillado cacho de nueva religión

El auto de fe era un acto público organizado por la Inquisición en el que los condenados por el tribunal abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento —lo que hacía posible sureconciliación con la Iglesia católica— para que sirvieran de lección a todos los fieles que se habían congregado en la plaza pública o en la iglesia donde se celebraba (y a quienes se invitaba también a que proclamaran solemnemente su adhesión a la fecatólica).
El mencionado era el sentido buscado del auto de fe, en el que, en contra de lo que suele creerse, no se ejecutaba a nadie, sino que los condenados a muerte —los relapsos (reincidentes)— eran relajados al brazo secular, es decir, entregados a los tribunales reales que eran los encargados de pronunciar la sentencia de muerte —la Inquisición era un tribunal eclesiástico y no podía condenar a la pena capital— y de conducir a los reos al lugar donde iban a ser quemados —estrangulados previamente si eran penitentes, y quemados vivos si eran impenitentes, es decir, si no habían reconocido su herejía o no se arrepentían—.
El auto de fe que se realizaba discretamente en las dependencias de la Inquisición se llamaba autillo.

Detrás de la Cruz Blanca, iba el clero, seguido por las efigies ["imágenes de cartón de tamaño natural", según un relato de la época] de los condenados huidos o muertos antes de ser juzgados
Sociedad: - Ensayo sobre los CULTOS RELIGIOSOS CREADOS POR EL ESTADO: Desde la Grecia Clásica hasta la España de
 
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Resumo: Feministas gallegas combocan a todos los hombres del movimiento anarquista/okupa/etc. gallego en un edificio de Santiago. Llegan medio centenar de ellos de todas las provincias gallegas. Una treintena de feministas muy enfadadas cierran las puertas, y los hombres se encuentran con que han empapelado el sitio con sus fotografías. Les mandan señalarse a sí mismos y a los demás hombres como agresores sensuales. Luego las feministas leen un comunicado donde les dicen que les declaran la guerra y que se metan cáctus por el trastero y que todos los hombres están programados para violar (aquí lo tenéis: Declaración de guerra). De ahí pasan a los insultos, escupitajos y luego a las palizas. Ahora compartiré toda la información que tengo:

Del día en que me quise solidarizar y me hicieron prisionero de guerra.

"Ayer, primero de junio, fuimos convocados un numeroso grupo de activistas en la okupa compostelana O Aturuxo das Marías. Se trataba de una "alerta feminista", nos dijeron, era muy importante que fuéramos los hombres de los movimientos contestatarios gallegos, pues las compañeras tenían algo grave que decirnos. Sabíamos que se habían producido algunas agresiones dentro del entorno e intuíamos que aquello sería una llamada de atención colectiva al respecto.
Allí aparecimos más de medio centenar de hombres relacionados de un modo u otro con el entorno activista. Muchos queríamos saber lo que había pasado y nos sentíamos comprometidos a tratar el tema y ofrecer algún tipo de respuesta. Otra gente que estaba convocada no pudo o quiso acudir. Tras una larga espera en la puerta de la okupa abrieron el paso y nos hicieron subir al piso de arriba. Allí, atónitos, nos encontramos con las ventanas y paredes empapeladas con nuestras fotos y nombres; al menos habría un centenar.
De repente irrumpieron las chicas, superaban ampliamente la treintena, venían muy serias y enfadadas. Repartieron rotuladores y nos dijeron que marcáramos un "si" sobre nuestras fotos los que se reconocieran a sí mismos como agresores. También nos conminaron a denunciar a los demás. Poco a poco la gente comenzó a señalarse a sí misma, en medio de un clima cada vez más enrarecido por la presión grupal. Algunos señalaban también a otros; hubo quién marcó absolutamente todas las fotos, los conociera o no. Fuimos muy pocos los que nos negamos a participar de este proceso autoinculpatorio, el ambiente de condicionamiento colectivo era muy fuerte y opresivo.
Una vez terminado el rosario de denuncias y “confesiones” empezaron a marcar ellas a los que consideraban agresores. Caímos casi todos. No dieron explicaciones y a gritos nos dijeron que no teníamos permitido hablar. Algunos aún seguimos devanándonos los sesos tratando de saber el motivo por el que fuimos señalados. La tensión aumentó. Nos increparon, nos amenazaron, nos gritaron. Nos dijeron que todos éramos violadores, que ninguno era inocente y que, como hombres, encubríamos las agresiones de los demás (y yo que siempre pensé que eso lo hacíamos todxs, independientemente del sesso).
Pública y expresamente nos declararon la guerra, así nos lo dijeron, y manifestaron que querían romper las relaciones con nosotros (los hombres de su entorno). Nos dijeron que ninguno se salvaba, que éramos armas de destrucción masiva, que tendríamos que cortarnos las platanos y meternos cactus por el trastero. Leyeron varios manifiestos absolutamente delirantes en un clima de hostilidad creciente. Nosotros, sumisos, agachábamos la cabeza.
Fue entonces cuando comenzaron las agresiones. Primero de forma más localizada, contra gente concreta. Insultos, gritos, bofetadas, escupitajos. Ninguno hicimos ni dijimos nada. Luego vinieron las patadas y los puñetazos. Entiendo que aún se centraban en venganzas concretas por hechos especialmente graves, pero pronto las agresiones se volvieron gratuitas y arbitrarias: una chica le dijo a alguien mientras lo abofeteaba que no sabía quién era pero que no le gustaba su mirada. Ninguno hacíamos nada mientras arreciaba la violencia. El que más palos llevó fue uno que había pintado un interrogante sobre su foto, parodiando el proceso autoinculpatorio; recibió una auténtica paliza mientras un cordón de mujeres, en actitud chulesca, defendían la agresión. Nunca en mi vida había visto un abuso semejante salvo, quizá, en los lúgubres sótanos de alguna comisaría.
Una vez se hubieron despachado a gusto, nos obligaron a marcharnos, pero antes las chicas formaron un pasillo en la puerta. Según íbamos saliendo comenzaron a repartir golpes: collejas, empujones, bofetadas... Gratuitos, por la cara. Incluso a gente que no había sido señalada como agresora y con un comportamiento escrupuloso e intachable. Daba igual, eran hombres. Esa misma mañana los saludaban con sonrisas y ahora les cruzaban la cara a bofetadas.
Salimos como zombis, las bocas abiertas y la mirada perdida. Apenas hablábamos, incrédulos, tratando de digerir lo que acababa de pasar. Nuestras amigas, nuestras compañeras de lucha, para algunos incluso sus novias, de golpe y porrazo nos trataban del mismo modo que lo haría la policía. Nos acababan de humillar, vejar y hacer daño de la forma cruel y gratuita típica de los antidisturbios. Puede que alguno lo mereciese, pero la mayoría desde luego que no. Habíamos asistido inermes a un linchamiento público.
Y aún por encima la mayoría de nosotros quedamos marcados como agresores. ¡Sin ni siquiera saber por qué! Una condena sumaria de la que no tenemos derecho a conocer las causas. Ni el propio Kafka habría podido idear un sinsentido tan terrorífico. [sigue...]"

Comunicado que escribieron las feministas agresoras:

DECLARACIÓN DE GUERRA

Desde dentro ellos siguen colonizando, abusando e invadiendo nuestros cuerpos. Por sistema. TODOS. Cada noche, una violación, en una cama diferente. En nuestras camas. Al lado de nuestras compañeras, ante la mirada indiferente de los demás. Un nombre, y cuándo sale un nombre, nunca sale solo. Otro nombre. Y otro más. Otro violador, otra hermana amada sin consentimiento. Y otra más. La lista, creedme, no tiene fin. Y eso sois todos los señalados, los contados, los identificados, los visibles.
PERO VIOLADORES SOIS TODOS. Esto no es cuestión de unos individuos en concreto.
VIOLADORES SOIS TODOS. ESTÁIS PROGRAMADOS PARA VIOLAR.
Estáis programados para violarnos.
A nosotras, vuestras compañeras de lucha.
Y, ¿cómo vamos a luchar a vuestro lado? ¿Cómo vamos a poner el cuerpo por vosotros si nuestros cuerpos son territorios que vosotros colonizáis?
Yo no puedo. YO NO QUIERO. Yo no quiero exponer mi cuerpo, ni el de mis compañeras, cada vez que nos relacionamos con vosotros.
Yo no quiero que nos sigáis violando en silencio.
(...)

Lo que yo quiero, lo que necesitamos, es que dinamitéis vuestra masculinidad. YA.
Reventad a golpe de sodomía, experimentad lo que es ser violado por los tuyos. Ataos a una cama y violaos unos a otros. Podéis escoger: por la boca o por el trastero. Vivid con un cactus metido en vuestro trastero. Castraos químicamente o físicamente, pero dejad de violarnos. Poned vuestro cuerpo para luchar contra esa lacra que sois vosotros mismos, y preparaos para nuestra insaciable venganza.
Estamos en guerra. Y es una guerra dentro de nuestra trinchera. El cerco se hizo cada vez más pequeño y tenemos un frente abierto en nuestro territorio, en nuestros cuerpos.
Estamos rodeadas y vosotros sois la primera línea enemiga.
Solo quedan dos salidas: ahogarnos en el cerco o explotar a los machos que nos cercan.
Nuestro objetivo a defender: nuestros cuerpos.
Nuestro objetivo a atacar: los vuestros.
Estamos en guerra. Y no es una guerra fría. La guerra nos duele. Nos duele el cachopo, nos duelen las tripas, nos duele el corazón. Nos duele el cuerpo entero.
Esta guerra nos duele porque nosotras también perdemos. Yo pierdo cuando tengo que asumirme enemiga tuya porque tú prefieres a tu privilegiada berenjena antes que a mí. (...)





"Estos varones dicen ahora que nos tienen miedo. Pues voy a ser muy clara: Preferimos que nos tengáis miedo a tenéroslo nosotras. Y esto no ha hecho más que empezar. No nos habéis tomado en serio nunca. Habéis tenido muchas ocasiones de rectificar, y habéis seguido violándonos."




https://twitter.com/kalindama/status/1138799118464233472

Mensaje que sacó el centro social do Sar en repulsa a lo que ocurrió, se llevó muchas críticas por ello y borra todos los comentrarios:

Ver archivo adjunto 120069

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Ostras!!! yo pensaba que era un trolleo

meparto:


Menudas taradas ellas, e ingenuos ellos

meparto: meparto:
 

Ramonmo

Madmaxista
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A ver, de acuerdo, era previsible, pero ¿hasta este punto? Había 50 tíos, y todos han aguantado esa catarata de humillaciones, insultos y golpes, sin que uno, uno solo, pensara de repente: ¿pero qué cachopo...? y empezara a defenderse...

Soy consciente que de los manginas del movimiento anarca y okupa no puede esperarse demasiado, pero que nadie, nadie, se plantara en un momento dado...
No sé, yo tengo claro que para cualquier hombre que esté metido en esas movidas conceptos como amor propio, valor y dignidad son, en el mejor de los casos, un recuerdo lejano.
Yo comparo a los manginas estos con los prisioneros de los campos de concentración, están en el mismo nivel de degradación, unos física y los otros moral. Ambos dan pena, pero el problema de los manginas es que son socialmente dañinos.
 

Segismunda

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Más les tenían que haber dado, por payasos. Estos eran de los que señalaban y reían cuando se lo hacían a "Muy de derechas", como si lo viera.