Vamos a ver, los fueros históricos y leyes viejas, sólo pueden empezar a tener consideración bajo una serie de premisas imprescindibles.
Centralización de las competencias educativas, un axioma en la libre circulación del factor trabajo en todo el territorio nacional.
Modificación de la ley de función pública, a fin de establecer, sin el menor género de duda, el libre acceso de cualquier español a cualquier puesto de cualquier administración con la lengua oficial de estado, el derecho al trabajo ha de prevalecer muy, muy, muy por encima de cualquier consideración lingüística local.
Eliminación del sistema de cupos, que es una pura aberración fiscal, y que introduce vergonzosas asimetrías en financiación.
Por último, modificación del sistema de representación, las formaciones sin un mínimo de porcentaje de votos en circunscripciones que sumen el 50% de la población no pueden obtener representación en la cámara nacional.
La liquidación de la monstruosa maquinaria de incentivos perversos territorializados que suponen las circunscripciones provinciales es un imperativo técnico.
Sobre estos actuaciones básicas, podemos hablar de una nación operativa digna de tal nombre, y a partir de ahí, las leyes viejas o los fueros históricos entran dentro del folclore local, con una relevancia real muy subsidiaria.
Esto es lo esencial, hay muchas más medidas, pero estas son condiciones necesarias para la articulación de algo que se pretende llamar Nación.
La alternativa, lo que tenemos, es el reino de taifas decadente, y cada vez más poco equilibrado, de los caciques locales y su camarilla de mamporreros "presupuestados".
