"Este tumor o este absceso, formado por mentiras, es de desear que lo saje cuanto antes la espada de un militar"

OYeah

Madmaxista
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Teniamos unos pedazo escritores entonces, lo mejor de la literatura mundial.

Josep Pla era también uno al que la República primero y después la censura después le amargaron la vida. Pero siempre fue diciendo y actuando como pensaba.
 

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Y lo subo también.


Malos tiempos para la lírica. A menos que te pongas en plan Joker, que tampoco es plan.
 

Ptolomeo IX Sóter

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COMUNISMO = MENTIRA
Haced un resumen o sacad partes chulas del libro.
Ese libro no es de Baroja, es un libro que le editaron, no se si Ernesto Giménez Caballero o alguien de la Falange con artículos suyos criticando a la República, a los comunistas sobre todo y a los socialistas y anarquistas detrás de los cuales el identificaba al judío eterno, también algún fragmento de sus novelas había. Casualmente yo lo estaba leyendo estos días, el libro se puede encontrar en pdf por internet, mañana subiré algún artículo.

Pretenden hacerle precursor del fascismo, pero yo creo que en los mismos artículos que aparecen recogidos en el libro queda claro que más bien es una especie de liberal muy heterodoxo y profundamente pequeño burgués (esto para mi es elogio, no insulto).
 

Ptolomeo IX Sóter

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COMUNISMO = MENTIRA
XI
EL COMUNISMO IMPLACABLE
En este café de universitarios de París abundan los estudiantes bolcheviques. Se discute entre
ellos con gran calor los acontecimientos de España.
Casi todos los jóvenes comunistas son gente acre, seria, un tanto soberbia y dogmática. Hablan
ex-cathedra. Creen que todo el que no tiene sus ideas es un mentecato, un fulastre, o un cuco.
Varias veces coincido en la misma mesa aliado de una china alta y simpática que estudia ciencias
y de un siamés sonriente y amable, que traduce a Andrés Gide ya Paul Valery a su lengua, con un
joven alto y de barba rubia como una cinta o un barboquejo que rodea la cara y que se llama en
francés “collar” o “barba española”.
Este joven, de unos veintitrés o veinticuatro años, es un dando a la moda proletaria; usa pelo
largo, viste un jersey azul debajo de la chaqueta gris y pantalones cortos hasta la mitad de la
pantorrilla. Es comunista y sin duda propagandista, quizá, a sueldo. Con frecuencia se sientan en su
compañía dos muchachas rusas que, al parecer le admiran. El sentirse admirado le hace tomar un
aire de orgullo y de endiosamiento, que disfraza con una indiferencia glacial.
No sé de Qué país es este joven dandy. Debe ser del centro de Europa, alemán, austriaco, checo,
eslovaco... sin duda un ario. Tiene los ojos grises, la piel sin tonalidad y los labios finos. Sabe el francés
muy bien, aunque se nota que es extranjero. Al parecer, ha viajado mucho.
El joven comunista me habla de España, donde no ha estado; cualquiera diría por la seguridad
con que se expresa que conoce mejor que yo la vida y los problemas españoles
Un día se acerca a él un joven: un tipo de judío bajito, moreno aguileño y gesticulante; habla al
dandy de un mitin en el Velódromo de Invierno y se despide después sin saludarnos.
—¿Es también ese amigo de usted comunista? —le pregunto yo al dandy.
—¿Qué entiende usted por comunista? —me dice mi interlocutor con cierta impertinencia
agresiva, que acentúa su aire frío e indiferente.
—¿Qué quiere usted que le conteste? A mí me parece que yo, que no soy comunista, no soy el
más indicado para definir o para explicar lo que es y en Qué consiste el comunismo. Es más lógico
que usted que lo es, sea el que sepa y señale los caracteres de la doctrina y de la secta y diga si su
amigo pertenece a ella o no.
—El comunismo, o el marxismo, es una aplicación científica de la economía a la vida. Esto lo
sabe todo el mundo. Su sistema es conocido: pretende la sustitución de la propiedad individual por
la colectiva; quiere la eliminación de la burguesía y el triunfo íntegro del proletariado.
—El primer punto sería ya materia de discusión. ¿Se puede realmente llamar científico al
marxismo?
—Según la idea que se tenga de la ciencia. ¿Usted ha leído El Capital?
—He intentado leerlo, pero no he podido con él.
—¿Y por qué?
—Me parece un libro confuso, difuso y pesado. Creo que se puede asegurar que El Capital, de
Karl Marx, es un libro que no lo ha leído nadie íntegro mientras no se demuestre lo contrario.
—Eso es una broma.
—Como usted quiera.
—Si nadie lo ha leído ¿cómo se explica usted su influencia en el mundo?
—Eso yo no lo sé. Hay libros que han tenido un éxito y una influencia que sorprenden. ¿Por Qué
el Emilio, de Rousseau, produjo tan gran efecto? ¿Por Qué La Nueva Eloísa, Corinna, El Solitario

del Monte Salvaje ilusionaron a tanta gente en su época? Yo no lo sé. Hay en las famas un fondo
circunstancial y de comodidad. Se dice: Homero, el poema; Sófocles, la tragedia; Shakespeare, el
drama; Cervantes, la novela; Dickens, el humor; Mozart, la melodía; Napoleón, la guerra; Bakunin,
el anarquismo; Kart Marx, el socialismo. Hubo otros autores ilustres, poetas, guerreros y músicos;
pero sólo unos pocos quedan como símbolos. También hubo socialistas antes que Karl Marx.
—Eso no nos importa.
—Yo creo que para la historia tiene importancia.
—Nosotros no aceptamos dudas, ni agnosticismos. Tenemos una dialéctica que es nuestro
instrumento de crítica y de trabajo.
—Sí, la dialéctica de Hegel, que implica una confianza en la lógica que a mí me parece un poco
absurda. Yo no he visto que nadie se convenza de algo por razonamientos puros.
—Yo sí.
—Por otra parte yo creo advertir que toda ciencia política y experimental está siempre en
evolución. No es fácil pensar que los datos económicos que cita Karl Marx en su libro, datos sobre
todo de Inglaterra de 1833 a 1844, tengan hoy mucho valor. Esas ecuaciones entre la mercancía, el
dinero y la plus valía no parecen más que vulgaridades con un aparato científico; no hay en ellos
nada muy original, ni muy extraordinario.
—Marx ha previsto la lucha actual desde hace un siglo. ¿Le parece a usted poco extraordinario?
—Pero antes de Marx había evidentemente un socialismo. Al parecer los economistas ingleses
habían afirmado cosas parecidas a las de él antes que él. Nada de lo pronosticado por Kart Marx ha
resultado cierto. Marx quería creer que la cuestión social era una cuestión pura y exclusivamente
económica. Los socialistas actuales ya no lo creen. También afirmaba que los capitales irían
concentrándose lentamente en pocas manos, preparando de esta manera el que el Estado fuera el
único propietario. Esta ley de concentración de capitales no se ha verificado y la propiedad
burguesa, en vez de disminuir, ha ido en aumento. La revolución social, según él, iba a comenzar en
Inglaterra. No ha sido así.
—No importan los detalles; lo que importa es el conjunto. El genio de Marx ha borrado todo el
socialismo anterior a él, y ha dado normas para la vida nueva en El Capital y, sobre todo, en el
Manifiesto Comunista, escrito en colaboración con Engels. De ahí ha salido el comunismo
moderno, que ha eliminado todas las doctrinas anteriores, que no eran más que anarquía y
demagogia.
—Me choca esta palabra en boca de usted. ¿Qué es la demagogia? ¿No es la dominación tiránica
del pueblo, el abuso de la influencia popular? Y eso ¿no está dentro del comunismo?
—Para nosotros no. Usted tiene una mentalidad de pequeño burgués.
—¿Qué quiere usted? Entre Rusia, despótica y sangrienta, y Suiza, Dinamarca o Noruega,
civilizadas y humanas, prefiero, naturalmente, a éstas.
—Eso es sentimentalismo.
—No sé por Qué el sentimentalismo ha de ser poco apreciable.
—El comunismo no es sentimental; es una doctrina de acero, de aprovechamiento de la energía
humana.
—Sin embargo —digo yo— el socialismo y el comunismo han producido entre las masas
obreras el repruebo al trabajo.
—Eso es un error, que en Rusia se va corrigiendo. Nosotros queremos un Estado duro y fuerte en
el cual no se permita la deserción de nadie. El trabajador no debe elegir voluntariamente su trabajo,
sino que debe elegirlo el Estado. Tampoco el obrero debe cambiar de profesión por fantasía
individual, sino someterse. Queremos la sumisión sin límites a la voluntad de una sola persona: el
director sovietista. En las fábricas de Rusia es obligatorio que el trabajo esté terminado a plazo fijo.
La falta de puntualidad se castiga con la privación de la carta alimenticia; la reincidencia con
trabajos forzados durante meses o años; la vuelta a la reincidencia con el fusilamiento.
—Eso es absolutamente injusto, despótico y bárbaro, porque en las mismas instituciones de las
milicias más severas no se mata a nadie porque sea torpe: se le educa de otra manera.
—Los comunistas somos antiliberales. Lenin ha dicho que la combinación de las palabras


“libertad y Estado” es un contrasentido. Sabemos que no puede haber ni libertad ni justicia en este
momento de lucha.
—Sin embargo, en España los comunistas en sus manifiestos dicen que defienden la libertad.
—Eso no es más que técnica. Nosotros queremos un régimen férreo durante cierto número de
años. El Estado de hoy en todos los países es la represión y la violencia de la burguesía contra el
proletariado. El Estado bolchevique es lo contrario: la violencia y el despotismo del proletariado
contra la burguesía. El marxismo acepta el estado para luchar contra la plutocracia a beneficio del
proletariado; pero cuando la burguesía esté ya vencida no se necesitará ya del Estado.
—Pero esto de la sociedad sin Estado es una utopía cuya posibilidad no está demostrada.
Además ¿cómo va a existir la libertad después de un régimen que durante muchísimos años la
niegue? Lo lógico es que se pierda toda iniciativa individual. El comunismo tiene necesariamente
que favorecer la pasividad, la domesticidad, la decadencia y el parasitismo. —La dictadura
bolchevique únicamente puede ser salvadora.
—Yo no digo que una dictadura no pueda ser útil en momentos de peligro de un país, pero para
la ciencia, y aun para el arte, el gobierno absoluto no ha sido nunca fecundo, porque los gobiernos
antiguos no eran absolutos. El absolutismo es moderno.
—¡Bah!, paradoja.
—No, realidad. Estos Borbones de Francia eran mucho más liberales que Lenin o que Stalin. Los
zares la eran también, a pesar de su fama terrible.
—Bien, es punto que no me interesa. Hablemos de eficacia.
—Desde ese punto de vista el absolutismo no es eficaz. Napoleón con su genio, su intuición, su
gloria y su policía formidable no pudo crear una literatura, ni un arte, ni una ciencia de su época, ni
dar tampoco una tranquilidad espiritual al país. Los talentos brillantes que figuraron durante su
imperio eran restos del Antiguo Régimen y de la Revolución. En su tiempo hubo constantemente
complots y disturbios.
—Para nosotros la dictadura de Napoleón fue débil —dice el comunista—. Nosotros creemos
que se debe llegar más lejos, que se debe intervenir en el trabajo particular, que no debe de haber
libertad de enseñanza, que el padre no es quién para educar a su hijo; es decir, que hay que ir contra
muchas ideas de la Revolución, contra las escuelas laicas, contra el liberalismo difuso y
disgregador, contra los radicales, contra los individualistas, contra los intelectuales, escritores e
ideólogos que no hacen más que perturbar. Yo creo que debía prohibirse a los filósofos escribir
libros y exponer teorías, porque una teoría puede ser perjudicial para las masas.
—Y ¿quién la va a prohibir? ¿A nombre de qué?
—Una comisión de científicos se encargaría de ello.
—Naturalmente, ¿marxistas?
—Claro es.
—No nos entendemos. Para mí las ideas de usted son absurdas y desagradables, son la negación
de todo la que se ha considerado como civilizador. Si el mundo va a vivir sin ninguna piedad para
nadie, sin la menor poesía, sin arte y sin música y con un trabajo ingrato, no vale seguramente la
pena de vivir. ¿Por Qué vamos a encontrar legítimo el sacrificar toda la humanidad que existe ahora
para que la de mañana viva un poco mejor, no teniendo siquiera la seguridad de que este ideal se va
a realizar? Yo pienso quizá, como dice usted, en “pequeño burgués”; creo que salimos perdiendo
demasiado; además no veo los resultados. Cuando han valido los países ha sido cuando el gobierno
ha dejado que las facultades individuales se desarrollaran libremente. Con la acción exagerada de
los gobiernos se hace que los obreros y trabajadores se entreguen al verbalismo de los políticos; se
intenta igualar las capacidades, y el distinguirse y el elevarse sobre el término medio toma
caracteres de insolencia.
—Usted no tiene el espíritu amplio de los comunistas.
—Ustedes quieren hacer un mundo de autómatas, reservándose el papel de los directores que han
de dar cuerda a la maquinaria.
—No nos entendemos.
—Evidentemente. Sin embargo, yo comprendo que se pueda sacrificar uno mismo por una idea;
lo que no comprendo es que sea lícito sacrificar a los demás.
—Hay que ser duro.
—Sí, duro como el diamante y no como el carbón de cocina.
Es una frase de Nietzsche.
—Yo no he leído a Nietzsche. Los rusos dicen “Nietzschenitchevo” o sea Nietzsche, nada.
—Ustedes le despreciarán; pero le imitan el tono.
—Dentro del comunismo hay que creer. No se permite la crítica.
—Yo no puedo estar de acuerdo con eso. No hace mucho en Madrid se han producido grandes
matanzas; estas matanzas no han tenido el carácter esporádico que han solido tener los movimientos
populares. Dan la impresión de que son algo sistemático.
—¿Y por Qué no lo han de ser?
—Es que si lo son y se confirma el caso, el hecho es tan horrible que ha de producir el
estremecimiento de toda la humanidad, porque, si han sido fanáticos y criminales escapados de las
cárceles los que han producido estas matanzas por barbarie y por salvajismo, enardecidas por la
sangre, se puede comprenderlas y en parte explicarlas, pero, si han sido resultado de una consigna
fría y deliberada de unos profesores, entonces esto es de una brutalidad y de una maldad que lo
coloca fuera de lo humano.
—Como le digo a usted, todo lo que favorece nuestra causa es bueno; todo lo que la perjudica, es
malo. Lenin ha dicho: “En la santa lucha por la revolución social las mentiras, la impostura hacia la
burguesía, los capitalistas y sus gobiernos son completamente lícitas”. Stalin afirma: —”Nosotros,
comunistas, no reconocemos ninguna ética que pueda poner límites a la libertad de acción de un
cuerpo de revolucionarios”.
—Es decir, que ustedes quieren actuar de magos omnipotentes para quienes todo esté permitido.
dar de baja de la suscripción de la vida, robar o hacer daño, sin dar explicaciones.
—Es que hay además en nuestra doctrina comunista una parte esotérica de secreto, de misterio y
una parte más vulgar para el pueblo.
—Si hay algo de esotérico en el comunismo, es entonces todavía peor, porque pensar que unos
cuantos hombres, probablemente judíos, reunidos en un sanhedrín pueden disponer a su capricho de
la vida de los demás, es cosa que espanta y que produce verdadero terror.
El comunista de la barba española se ha levantado y, con un saludo desdeñoso, se ha marchado
del café.
Yo me pregunto.
—Este dandy satánico ¿representará un estado de espíritu general de la juventud europea? No sé.
Si es así, es un síntoma terrible y un gran peligro para todo el mundo.

Pío Baroja Comunistas, judíos y demás ralea
 

OYeah

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Lo subo porque lo veo venir, ahora más que nunca.

En épocas de crisis no hay democracias que valgan, se necesitan hombres fuertes tomando decisiones fuertes no dialogadas.
 

OYeah

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Y arriba. Me hinché a decirlo hace meses.
 

OYeah

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No puedo más con toda la cosa que colgáis aqui. La jovenlandesa con el Porche, las de la Cruz Roja con el "Viva jovenlandia"...


Se necesita ya un grupo fascista, nacional socialista, que limpie el pais, y eso solo lo puede hacer alguien con presencia y contactos militares.