Doctor Rosado
Madmaxista
02.05.2012 Manuel del Pozo
Gooooooooooooool! ¡Gol de Señor!
Todavía siento un escalofrío de emoción cuando recuerdo al hasta entonces sobrio locutor José Ángel de la Casa narrar, con la voz cortada por el entusiasmo, el duodécimo gol de España a Malta que daba la clasificación a nuestro país para la Eurocopa de 1984. Ayer volví a rememorar ese momento histórico gracias a YouTube. Aunque no me gusta el fútbol, necesitaba darme un baño de autoestima y furor patrióticos a la vista de los continuos ataques de que está siendo víctima España. Los Santillana, Maceda, Camacho, Gordillo, Sarabia, Poli Rincón... echaron mano de la furia hispana y consiguieron la proeza de vencer a Malta por los 11 goles necesarios de diferencia para lograr la clasificación.
Supongo que será una casualidad –sobre todo al ver que ganar el Mundial ha servido para muy poco–, pero, a partir de aquel año 1984, se inició un periodo de fuerte crecimiento que dio lugar al denominado milagro español. Todos los países envidiaban el dinamismo y el ímpetu de un país que pasaba a tener un papel fundamental en la esfera internacional.
Ahora las cosas han cambiado, y España se ha convertido, desgraciadamente, en un pelele al que todos sacuden sin compasión y con total impunidad. Es verdad que el país está atravesando por dificultades económicas muy graves, pero es de todo punto desproporcionado el deterioro que su imagen y su solvencia internacional están sufriendo. Cualquier desarrapado –como Evo Morales– tiene la osadía de ensuciar el prestigio de la que todavía está –aunque les moleste a nuestros enemigos– entre las quince mayores potencias del mundo. La marca España está tan desprestigiada que se ha convertido en un lastre para grupos multinacionales como Santander, BBVA y Telefónica, que sufren en sus cotizaciones un castigo desmesurado.
El acoso comenzó cuando nos colgaron la etiqueta de PIGS nuestros colegas británicos, que estaban resentidos porque empresas españolas habían adquirido en Gran Bretaña bancos, telefónicas, compañías de aguas y hasta el emblemático aeropuerto de Heathrow. Los países del norte de Europa tenían muchas ganas de machacar a los vagos del sur, y la crisis les sirvió como excusa perfecta.
“Nadie quiere ser hoy como España. España sólo vale para el flamenco y el vino tinto”, dijo recientemente Richard A.Boucher, un impresentable embajador que representa a EEUU ante la OCDE. Nicolas Sarkozy y Mario Monti también han querido limpiar sus vergüenzas echando cizaña sobre los españoles. Las empresas de ráting Moody’s y Standard & Poor’s –que hicieron la vista subida de peso con Lehman y las subprime– se ceban ahora con la economía española. Gigantes quebrados como Lloyd’s califican de peste a la deuda española. Y sólo nos faltaban esos dictadorzuelos populistas como Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales que con los robos a Repsol y REE han puesto en evidencia la soledad de España en el exterior y han demostrado que manchar la reputación de nuestro país sale gratis.
Contra esta auténtica cacería de la que estamos siendo víctimas, ya no valen los paños calientes ni las respuestas diplomáticas. Hay que frenar el acoso y responder con contundencia a todos estos personajillos, por muy Sarkozy que se llamen. Hemos entrado en tal dinámica de descrédito que podemos llegar a ver cómo jovenlandia invade Canarias y Granada. Eso sí –como ha dicho con sorna Evo Morales–, pagando un precio justo. A nadie se le ocurriría tratar con ese desprecio a un país como Italia, que también atraviesa por una situación económica muy complicada.
Ya sé que todo esto se solucionaría arreglando los problemas del país, pero esto es muy poco factible a corto plazo. Sí se pueden tomar medidas, en cambio, para cambiar la imagen del país y, sobre todo, la percepción que tienen los inversores extranjeros. El Gobierno no puede seguir haciendo gala de un victimismo desmesurado para justificar ante la población los drásticos recortes que está llevando a cabo. Expresiones como la de Rajoy de que “no hay dinero” ayudan muy poco a levantar el ánimo . La oposición, por su parte, debe cesar en su empeño de atizar el fuego del descontento para encender las calles y ganar réditos políticos.
España necesita poner en marcha de forma urgente un plan de comunicación del país como marca para recuperar la reputación perdida, quizás con un discurso nuevo, sobre todo en los países latinoamericanos, a los que nos unen lazos muy estrechos. Se trata de poner en marcha un proyecto colectivo que vuelva a situar a España en el lugar internacional que le corresponde. Por si sirve para algo, y aunque no soy un apasionado del fútbol, seré el primero en animar a la selección de fútbol en la Eurocopa del próximo mes de junio. Quizás ha llegado el momento de iniciar la tan ansiada recuperación.
Espaa 12-Malta 1,Tribunas - Expansin.com
Gooooooooooooool! ¡Gol de Señor!
Todavía siento un escalofrío de emoción cuando recuerdo al hasta entonces sobrio locutor José Ángel de la Casa narrar, con la voz cortada por el entusiasmo, el duodécimo gol de España a Malta que daba la clasificación a nuestro país para la Eurocopa de 1984. Ayer volví a rememorar ese momento histórico gracias a YouTube. Aunque no me gusta el fútbol, necesitaba darme un baño de autoestima y furor patrióticos a la vista de los continuos ataques de que está siendo víctima España. Los Santillana, Maceda, Camacho, Gordillo, Sarabia, Poli Rincón... echaron mano de la furia hispana y consiguieron la proeza de vencer a Malta por los 11 goles necesarios de diferencia para lograr la clasificación.
Supongo que será una casualidad –sobre todo al ver que ganar el Mundial ha servido para muy poco–, pero, a partir de aquel año 1984, se inició un periodo de fuerte crecimiento que dio lugar al denominado milagro español. Todos los países envidiaban el dinamismo y el ímpetu de un país que pasaba a tener un papel fundamental en la esfera internacional.
Ahora las cosas han cambiado, y España se ha convertido, desgraciadamente, en un pelele al que todos sacuden sin compasión y con total impunidad. Es verdad que el país está atravesando por dificultades económicas muy graves, pero es de todo punto desproporcionado el deterioro que su imagen y su solvencia internacional están sufriendo. Cualquier desarrapado –como Evo Morales– tiene la osadía de ensuciar el prestigio de la que todavía está –aunque les moleste a nuestros enemigos– entre las quince mayores potencias del mundo. La marca España está tan desprestigiada que se ha convertido en un lastre para grupos multinacionales como Santander, BBVA y Telefónica, que sufren en sus cotizaciones un castigo desmesurado.
El acoso comenzó cuando nos colgaron la etiqueta de PIGS nuestros colegas británicos, que estaban resentidos porque empresas españolas habían adquirido en Gran Bretaña bancos, telefónicas, compañías de aguas y hasta el emblemático aeropuerto de Heathrow. Los países del norte de Europa tenían muchas ganas de machacar a los vagos del sur, y la crisis les sirvió como excusa perfecta.
“Nadie quiere ser hoy como España. España sólo vale para el flamenco y el vino tinto”, dijo recientemente Richard A.Boucher, un impresentable embajador que representa a EEUU ante la OCDE. Nicolas Sarkozy y Mario Monti también han querido limpiar sus vergüenzas echando cizaña sobre los españoles. Las empresas de ráting Moody’s y Standard & Poor’s –que hicieron la vista subida de peso con Lehman y las subprime– se ceban ahora con la economía española. Gigantes quebrados como Lloyd’s califican de peste a la deuda española. Y sólo nos faltaban esos dictadorzuelos populistas como Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales que con los robos a Repsol y REE han puesto en evidencia la soledad de España en el exterior y han demostrado que manchar la reputación de nuestro país sale gratis.
Contra esta auténtica cacería de la que estamos siendo víctimas, ya no valen los paños calientes ni las respuestas diplomáticas. Hay que frenar el acoso y responder con contundencia a todos estos personajillos, por muy Sarkozy que se llamen. Hemos entrado en tal dinámica de descrédito que podemos llegar a ver cómo jovenlandia invade Canarias y Granada. Eso sí –como ha dicho con sorna Evo Morales–, pagando un precio justo. A nadie se le ocurriría tratar con ese desprecio a un país como Italia, que también atraviesa por una situación económica muy complicada.
Ya sé que todo esto se solucionaría arreglando los problemas del país, pero esto es muy poco factible a corto plazo. Sí se pueden tomar medidas, en cambio, para cambiar la imagen del país y, sobre todo, la percepción que tienen los inversores extranjeros. El Gobierno no puede seguir haciendo gala de un victimismo desmesurado para justificar ante la población los drásticos recortes que está llevando a cabo. Expresiones como la de Rajoy de que “no hay dinero” ayudan muy poco a levantar el ánimo . La oposición, por su parte, debe cesar en su empeño de atizar el fuego del descontento para encender las calles y ganar réditos políticos.
España necesita poner en marcha de forma urgente un plan de comunicación del país como marca para recuperar la reputación perdida, quizás con un discurso nuevo, sobre todo en los países latinoamericanos, a los que nos unen lazos muy estrechos. Se trata de poner en marcha un proyecto colectivo que vuelva a situar a España en el lugar internacional que le corresponde. Por si sirve para algo, y aunque no soy un apasionado del fútbol, seré el primero en animar a la selección de fútbol en la Eurocopa del próximo mes de junio. Quizás ha llegado el momento de iniciar la tan ansiada recuperación.
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