JAGGER
Mossad - NAFO
Asimismo, los siguientes testimonios de dos prisioneros políticos checoslovacos describen claramente el tratamiento brutal dispensado a los prisioneros en Mauthausen, así como la actuación de los SS que custodiaban el campo:
Premysl DOBIAS
Abogado
Prisionero político checo
del campo de
MAUTHAUSEN
Mauthausen, 12 de mayo de 1945
Breve descripción de mi larga estancia de tres años en el campo de Mauthausen
Llegué a la estación de ferrocarril de Mauthausen el 12 de mayo de 1942, junto a otros trece prisioneros. Marchamos hasta el campo acompañados por cuatro SS armados con ametralladoras. Cuando atravesamos el pueblo de Mauthausen, los SS simplemente se limitaron a caminar a uno y otro lado del grupo, pero en cuanto llegamos a las afueras nos hicieron parar y nos preguntaron por el motivo por el que estábamos detenidos. Cualquiera que fuera la respuesta, los SS empezaron a darnos patadas y puñetazos en la cara. Varios de nosotros empezamos a sangrar. A continuación nos pusimos de nuevo en marcha y continuamos nuestro camino hacia el campo. La recepción que nos dispensaron dentro del recinto fue aún peor. Dos SS, llamados "Blockfuhrers", empezaron a investigar consecutivamente los delitos políticos que se nos imputaban y nuestras profesiones. Cuando dije que yo era abogado, uno de ellos me espetó: "Y tú, maldito 'Inteligenzler' (expresión despectiva para inteligente), ¿cuántos días quieres vivir?", y me daba un puñetazo en la nariz; como estaba cerca de un muro de piedra, siempre [que me pegaba] me golpeaba con la cabeza contra el muro. Golpearon a un prisionero político austriaco, Graf Collorado v. Mannsfeld, estallándole sus gruesas gafas sobre la nariz. Sin las gafas aquel hombre estaba prácticamente ciego. ([Collorado] sigue todavía en este campo y puede corroborar este informe).
A continuación nos llevaron a los baños, como era habitual por aquel entonces, y nos obligaron a esperar varias horas frente a la oficina del campo vestidos sólo con camiseta y pantalones. Esto se hacía cualquiera que fuera la estación del año, incluso en invierno. Después nos llevaron al Bloque 5, el de la cuarentena. Respiré hondo cuando los hombres de los SS desaparecieron y pensé que me encontraba entre camaradas, los demás prisioneros. Cuál sería mi sorpresa cuando el jefe del Bloque (el Blockalteste), un delincuente alemán, comenzó a hacer sus propias averiguaciones. A dos de nuestro grupo, delincuentes como él, no les puso la mano encima, pero a todos los demás les empezó a propinar patadas y golpes. Por la tarde, cuando los hombres de los barracones regresaron de su trabajo vi por primera vez en este campo cómo el jefe del barracón mataba a un prisionero, delante de todos nosotros. Estaba vertiendo café caliente en las escudillas de los prisioneros cuando le golpeó con una pesada herramienta de hierro en la cabeza y el prisionero se desplomó, inconsciente. Entonces vertió el café caliente en la boca entreabierta del prisionero. Dejó a aquel hombre agonizante en el suelo y siguió distribuyendo el café. Cuando acabó de hacerlo el hombre no había muerto todavía, de modo que ordenó que le llevaran a las letrinas. El hombre murió en el curso de la noche. Casi todas las noches el jefe del barracón llevaba a algunos de los prisioneros hasta la alambrada que podía verse desde la ventana del quinto barracón. El único individuo del personal del Bloque que era amable con nosotros y que nos daba en secreto consejos útiles sobre cómo debíamos comportarnos para salvar nuestra vida era el antiguo Blockschreiber (el secretario del barracón), Karl Müller, que se encuentra aún en este campo y puede confirmar este informe. Al día siguiente de nuestra llegada al campo se nos ordenó que acudiéramos al Politische Abteilung (la oficina política). Cuando entré en ella vi a dos hombres de las SS en el pasillo (por aquel entonces no sabía cuál era su rango). Uno de ellos me dio una patada entre las piernas e inmediatamente después el otro me golpeó por detrás, de manera que caí de cabeza al suelo. Estando allí, en el suelo, empezaron a interrogarnos.
Tras permanecer dos semanas en este barracón, lleno de espanto porque casi todos los días o noches mataban a alguno del grupo, nos distribuyeron por diferentes barracones y empezamos a trabajar en la cantera. No tuve suerte: mi barracón era el número 13, cuyo jefe era un famoso delincuente llamado Ackerl. Este nombre engrosará para siempre la lista de asesinos y bestias de este campo. Para dar de baja de la suscripción de la vida a los prisioneros, solía ponerles bajo una ducha de agua fría y les obligaba a mantenerse allí durante horas, para después ordenarles permanecer en el patio casi desnudos. Todavía hay algunos centenares de prisioneros que vivían entonces en el campo y que pueden confirmar este extremo. El citado Ackerl fue liberado después por los SS y enviado a frente.
Así se comportaban los delincuentes alemanes prisioneros en el campo. La brevedad de este informe no me permite describir detalladamente todas las bestialidades que cometían. Para sintetizar, solían pegar a los prisioneros políticos en cualquier ocasión que se les presentara con tubos de goma especiales, palos de madera, palas y todo lo que caía en sus manos. A golpes, obligaban a los prisioneros a cruzar el cordón de seguridad (postenkette), donde los guardias de las SS les disparaban. En la cantera presencié cómo uno de los llamados "capos" arrojaba la gorra de uno de los prisioneros más allá del cordón de seguridad y le ordenaba que fuera a recogerlo. Cuando el prisionero se acercó al cordón, los guardias de las SS lo mataron a tiros. Casi todos los días había montones de personas muertas o medio muertas tiradas por el suelo de la cantera. Se cargaba a todos (muertos y vivos) en un carro y se les llevaba al crematorio. Los judíos eran los que recibían peor trato. Hasta la primera mitad del año 1944, eran pocos los que lograban sobrevivir más de tres semanas. Los SS solían tirarlos desde las rocas al fondo de la cantera (que tenía una profundidad de 40 metros) o les ahogaban en las charcas que había en ella. Casi todos los prisioneros estaban desnutridos. Sólo los "capos", que robaban todo lo que necesitaban de las cocinas o de las raciones de los prisioneros, estaban bien alimentados. A los que estaban débiles o enfermos se les obligaba a trabajar hasta que morían trabajando o en el bloque. Fue la etapa más espantosa de mi vida. Hambrientos, exhaustos, enfermos... Sólo esperaba la muerte. Mi amigo, al que arrestaron conmigo y que era la persona más próxima a mí en aquellos días de horror y sufrimiento, enfermó gravemente (sufría de inflamaciones) y, unos días después, fue golpeado con una pala hasta la muerte por dos SS porque ya no podía seguir trabajando. Por mi parte, pesaba sólo 43 Kg y tenía una herida abierta en el muslo derecho provocada por una patada. Gracias a algunos de mis amigos, que llevaban ya unos meses en el campo y tenían algunos contactos en el hospital, me trasladaron al bloque 20, llamado Revier. Tendría que haber muerto allí si no hubiera conocido al hombre que me salvó la vida; era polaco y se llamaba Franek Poprawka. Por aquel entonces, el médico del campo, el Sturmbannführer de las SS Krebsbach, solía venir al hospital y anotar los números de aquellos prisioneros que estaban más débiles o más enfermos. Siempre decía que los estos prisioneros iban a ser trasladados a Dachau. El campo de concentración de Dachau era mejor [que Mauthausen], de modo que los prisioneros estaban contentos de poder ir allí. Desgraciadamente, sin embargo, aquellos hombres no eran enviados a Dachau, sino que se les administraba unas inyecciones de gasolina en el corazón o se les mandaba a la cámara de gas. Estuve dos veces incluido en ese grupo, y las dos veces me salvó Poprawka sacándome de él.
Cuando se creó el Campo-hospital, me nombraron Blockschreiber (secretario). Allí pude ver a las víctimas de la crueldad de los SS. Hombres con graves mordeduras provocadas por los perros, las piernas y los brazos rotos, las mandíbulas partidas, que morían de hambre y de agotamiento. El Unterscharführer de las SS Kleingünther solía dar de baja de la suscripción de la vida a los prisioneros inyectándoles gasolina en el corazón, y cerca de 1.500 hombres fueron enviados a una supuesta "Erholungsheim" (casa de recreo), que era en realidad una gran cámara de gas con un crematorio contiguo en los alrededores de Mauthausen llamada Schloss Hartheim. El invierno pasado destruyeron esta gigantesca cámara de gas y su crematorio. Enviaron a un grupo de trabajadores de este campo para reconstruir el castillo. Algunos de estos prisioneros están aún en el campo y pueden confirmar lo que acabo de decir.
Desde julio de 1944 trabajé como empleado en la oficina del campo, donde recibíamos los nombres de los que habían sido seleccionados para ser eliminados y de los que habían muerto en la llamada Acción K (Kugel Aktion = Acción Bala). Los prisioneros considerados indeseables eran enviados a la guandoca y ejecutados allí. Estos hombres desaparecían sin dejar rastro, ya que su número de matrícula se asignaba a otro prisionero que acabase de llegar al campo. El nombre del prisionero que había muerto era sustituido en todos los registros por el del prisionero recién llegado. Esta modificación en los registros se llevaba a cabo por el siguiente procedimiento:
Laut Anordnung der Politischen Abteilung sind dir Personalien nachstehender Häftlinge folgend zu ändern:
En virtud de la orden dictada por la Oficina Política, los nombres de los siguientes prisioneros deben ser modificados como sigue:
Ejemplo:
Nº 97056
Fish Charles heisst richtig (su nombre correcto es) = el nombre del prisionero asesinado
Brown John, nacido el 3.6.13, campesino, etc. = el nombre del nuevo prisionero
Durante el mes de abril de 1945 murieron en Mauthausen y en los campos de menor tamaño que dependían de este campo más de 10.000 prisioneros. Sólo unos días antes de que las tropas estadounidenses entraran en el campo morían en las cámaras de gas 240 prisioneros al día, 120 por la mañana y 120 por la tarde.
Los asesinos de Mauthausen cometieron tantos crímenes que se necesitarían varios cientos de páginas para describirlos. De manera que es imposible describir los sentimientos y la felicidad que sentimos cuando el 5 de mayo de 1945, a la una y media de la tarde, el campo fue ocupado por las tropas estadounidenses. Estaremos por siempre agradecidos a los americanos por habernos liberado y habernos salvado la vida.
/fdo/ Premsysl Dobias
Jurado y firmado ante mí el 15 de mayo de 1945
/fdo/ Eugene S. Cohen
Mayor, Servicio de Intendencia
Oficial Investigador
* * *
TRANSCRIPCIÓN
Ante mí, Eugene S. Cohen, Mayor, Cuerpo de Intendencia, Oficial Investigador, autorizado para tomar juramentos, ha comparecido personalmente Otto Schick, quien prestó juramento ante mí y dictó en inglés la siguiente declaración al T/5 Jack R. Nowitz.
9 de mayo de 1945
Mauthausen, Austria
Mi nombre es Otto Schick, de 26 años de edad, nacido en Pilsen, Checoslovaquia, soltero. En mayo de 1941 fui arrestado por la Gestapo junto a muchos otros camaradas. Fui trasladado a una guandoca de la Gestapo situada en Praga. Allí permanecí durante cuatro meses, hasta que el 3 de octubre de 1941 me trasladaron al campo de concentración de Mauthausen, donde he estado hasta ser liberado por las tropas estadounidenses.
Estos son los sucesos que he presenciado en persona:
Cuando llegamos fuimos conducidos a la Sección Política, de la que se encargaban el Oberst Schultz y el Oberscharfuhrer Fasse. Allí dimos nuestros nombres y fuimos inmediatamente castigados; sangramos mucho y teníamos múltiples heridas. Nos gritaron y nos insultaron.
Estuve en cuarentena durante dos semanas. Como mi abuelo era judío, me sacaron de la sección checa y me llevaron con los judíos, al Bloque 15, el peor de los bloques del campo.
Cuando yo llegué había allí 1.200 judíos, todos ellos holandeses y checos procedentes de Ámsterdam y de Praga. El primer día me pusieron a trabajar. Llevábamos zapatos de madera que perdimos inmediatamente, así que nos vimos obligados a ir descalzos. Aunque estaba nevando y hacía un frío espantoso sólo llevábamos unos pantalones ligeros y una camisa ligera. Un día nos llevaron a trece a trabajar; uno de nosotros era ciego. Mientras nos obligaban a avanzar sobre la nieve los SS empezaron a golpear al hombre ciego hasta que lo mataron. A continuación recogieron su cadáver y lo echaron a un pozo de piedra. El responsable de esto fue Scharf Korsitsky. Tenía unos 32 años, 1.80 m. de estatura, delgado, musculoso, de pelo rubio, ojos azules, rasgos recortados y sin bigote.
Nos hacían trabajar para transportar grandes piedras por unos 200 escalones. Muchos se desplomaban por el camino. Cuando alguien se caía le golpeaban de forma salvaje con porras o palos, obligándoles a proseguir. Muchos morían por el camino y luego eran incinerados. A muchos les daban patadas y les maltrataban. A mí me sucedía con frecuencia. Me quedaba quieto y temblaba.
Un día un Obersch. llamado Buckser, de unos 28 años de edad, de hombros anchos, grueso y de estatura baja, fue pasando de uno a otro apuntándonos. Finalmente, eligió a 20 o 30 diarios para saltar desde lo alto de la cantera hasta abajo. A quienes se resistían les obligaba a subir hasta lo más alto y les empujaba hacia una muerte inmediata. Los 1.200 judíos murieron todos de esta misma manera, excepto 30 de ellos que murieron por las inyecciones que se les administraban en las venas.
Durante todos los días que precedieron a esto no nos dieron nada o casi nada de comer. No me trataban exactamente como a un judío, y por eso me dejaron sobrevivir. A la cantera nos llevaba la comida el Obersch. Spatzenecker, de unos 50 años de edad, tiene 5 hijos y su casa está cerca de aquí, de Wienergraben. Se escapó y no lo encontraron. Ponía el cubo con la comida a 100 metros de distancia y hacía que todo el mundo se arrastrase a cuatro patas hasta las sobras. Como estábamos hambrientos, todos le obedecíamos. Por el camino nos golpeaban y los SS volcaban el cubo. Entonces nos arrastrábamos de nuevo y lamíamos el suelo en busca de los restos.
Spatzenecker hacía también lo siguiente: apuntó con una pistola en la cabeza a un hombre que no quería arrastrarse, y cuando el hombre le suplicó por su vida se rió y esparció sus sesos delante de todos nosotros.
Cuando abandonábamos la cantera teníamos que llevar a todos los que se habían desplomado, vivos y muertos, de regreso con nosotros. Vi orejas desgarradas, cráneos abiertas, incluso en hombres que seguían con vida. Estos últimos no recibían ningún tratamiento. Los cadáveres se quemaban en el crematorio, y los cuerpos de los que aún estaban vivos se dejaban tirados en la calle hasta que apestaban a causa de las heridas abiertas, hasta que morían ellos también. Entonces se les apartaba y se les incineraba.
Muchos capos (delincuentes alemanes) eran peores que los SS. Iban de un barracón a otro pegando y pataleando a la gente. Era espantoso oír los llantos durante toda la noche. Un hombre se volvió loco. Otro se asfixió a causa de las patadas que le dieron en el cuello. Uno de estos capos se llamaba Schwartz y era de Viena; tenía unos 50 años, las mejillas hundidas y nariz gruesa. Éste también huyó.
Puedo relatar otros muchos ejemplos de aniquilación como éstos. He dictado la presente declaración al Pcf Jack R. Nowitz, Sección J A [Judge Advocate], porque, aunque hablo inglés, no estoy seguro de mi ortografía.
Juro ante Dios que todo lo que he dicho es verdad.
/fdo/ Otto Schick
Prag II
Myslikova 30
Jurado y firmado ante mí el 15 de mayo de 1945
/fdo/ Eugene S. Cohen
Mayor, Servicio de Intendencia
Oficial Investigador |11|
Premysl DOBIAS
Abogado
Prisionero político checo
del campo de
MAUTHAUSEN
Mauthausen, 12 de mayo de 1945
Breve descripción de mi larga estancia de tres años en el campo de Mauthausen
Llegué a la estación de ferrocarril de Mauthausen el 12 de mayo de 1942, junto a otros trece prisioneros. Marchamos hasta el campo acompañados por cuatro SS armados con ametralladoras. Cuando atravesamos el pueblo de Mauthausen, los SS simplemente se limitaron a caminar a uno y otro lado del grupo, pero en cuanto llegamos a las afueras nos hicieron parar y nos preguntaron por el motivo por el que estábamos detenidos. Cualquiera que fuera la respuesta, los SS empezaron a darnos patadas y puñetazos en la cara. Varios de nosotros empezamos a sangrar. A continuación nos pusimos de nuevo en marcha y continuamos nuestro camino hacia el campo. La recepción que nos dispensaron dentro del recinto fue aún peor. Dos SS, llamados "Blockfuhrers", empezaron a investigar consecutivamente los delitos políticos que se nos imputaban y nuestras profesiones. Cuando dije que yo era abogado, uno de ellos me espetó: "Y tú, maldito 'Inteligenzler' (expresión despectiva para inteligente), ¿cuántos días quieres vivir?", y me daba un puñetazo en la nariz; como estaba cerca de un muro de piedra, siempre [que me pegaba] me golpeaba con la cabeza contra el muro. Golpearon a un prisionero político austriaco, Graf Collorado v. Mannsfeld, estallándole sus gruesas gafas sobre la nariz. Sin las gafas aquel hombre estaba prácticamente ciego. ([Collorado] sigue todavía en este campo y puede corroborar este informe).
A continuación nos llevaron a los baños, como era habitual por aquel entonces, y nos obligaron a esperar varias horas frente a la oficina del campo vestidos sólo con camiseta y pantalones. Esto se hacía cualquiera que fuera la estación del año, incluso en invierno. Después nos llevaron al Bloque 5, el de la cuarentena. Respiré hondo cuando los hombres de los SS desaparecieron y pensé que me encontraba entre camaradas, los demás prisioneros. Cuál sería mi sorpresa cuando el jefe del Bloque (el Blockalteste), un delincuente alemán, comenzó a hacer sus propias averiguaciones. A dos de nuestro grupo, delincuentes como él, no les puso la mano encima, pero a todos los demás les empezó a propinar patadas y golpes. Por la tarde, cuando los hombres de los barracones regresaron de su trabajo vi por primera vez en este campo cómo el jefe del barracón mataba a un prisionero, delante de todos nosotros. Estaba vertiendo café caliente en las escudillas de los prisioneros cuando le golpeó con una pesada herramienta de hierro en la cabeza y el prisionero se desplomó, inconsciente. Entonces vertió el café caliente en la boca entreabierta del prisionero. Dejó a aquel hombre agonizante en el suelo y siguió distribuyendo el café. Cuando acabó de hacerlo el hombre no había muerto todavía, de modo que ordenó que le llevaran a las letrinas. El hombre murió en el curso de la noche. Casi todas las noches el jefe del barracón llevaba a algunos de los prisioneros hasta la alambrada que podía verse desde la ventana del quinto barracón. El único individuo del personal del Bloque que era amable con nosotros y que nos daba en secreto consejos útiles sobre cómo debíamos comportarnos para salvar nuestra vida era el antiguo Blockschreiber (el secretario del barracón), Karl Müller, que se encuentra aún en este campo y puede confirmar este informe. Al día siguiente de nuestra llegada al campo se nos ordenó que acudiéramos al Politische Abteilung (la oficina política). Cuando entré en ella vi a dos hombres de las SS en el pasillo (por aquel entonces no sabía cuál era su rango). Uno de ellos me dio una patada entre las piernas e inmediatamente después el otro me golpeó por detrás, de manera que caí de cabeza al suelo. Estando allí, en el suelo, empezaron a interrogarnos.
Tras permanecer dos semanas en este barracón, lleno de espanto porque casi todos los días o noches mataban a alguno del grupo, nos distribuyeron por diferentes barracones y empezamos a trabajar en la cantera. No tuve suerte: mi barracón era el número 13, cuyo jefe era un famoso delincuente llamado Ackerl. Este nombre engrosará para siempre la lista de asesinos y bestias de este campo. Para dar de baja de la suscripción de la vida a los prisioneros, solía ponerles bajo una ducha de agua fría y les obligaba a mantenerse allí durante horas, para después ordenarles permanecer en el patio casi desnudos. Todavía hay algunos centenares de prisioneros que vivían entonces en el campo y que pueden confirmar este extremo. El citado Ackerl fue liberado después por los SS y enviado a frente.
Así se comportaban los delincuentes alemanes prisioneros en el campo. La brevedad de este informe no me permite describir detalladamente todas las bestialidades que cometían. Para sintetizar, solían pegar a los prisioneros políticos en cualquier ocasión que se les presentara con tubos de goma especiales, palos de madera, palas y todo lo que caía en sus manos. A golpes, obligaban a los prisioneros a cruzar el cordón de seguridad (postenkette), donde los guardias de las SS les disparaban. En la cantera presencié cómo uno de los llamados "capos" arrojaba la gorra de uno de los prisioneros más allá del cordón de seguridad y le ordenaba que fuera a recogerlo. Cuando el prisionero se acercó al cordón, los guardias de las SS lo mataron a tiros. Casi todos los días había montones de personas muertas o medio muertas tiradas por el suelo de la cantera. Se cargaba a todos (muertos y vivos) en un carro y se les llevaba al crematorio. Los judíos eran los que recibían peor trato. Hasta la primera mitad del año 1944, eran pocos los que lograban sobrevivir más de tres semanas. Los SS solían tirarlos desde las rocas al fondo de la cantera (que tenía una profundidad de 40 metros) o les ahogaban en las charcas que había en ella. Casi todos los prisioneros estaban desnutridos. Sólo los "capos", que robaban todo lo que necesitaban de las cocinas o de las raciones de los prisioneros, estaban bien alimentados. A los que estaban débiles o enfermos se les obligaba a trabajar hasta que morían trabajando o en el bloque. Fue la etapa más espantosa de mi vida. Hambrientos, exhaustos, enfermos... Sólo esperaba la muerte. Mi amigo, al que arrestaron conmigo y que era la persona más próxima a mí en aquellos días de horror y sufrimiento, enfermó gravemente (sufría de inflamaciones) y, unos días después, fue golpeado con una pala hasta la muerte por dos SS porque ya no podía seguir trabajando. Por mi parte, pesaba sólo 43 Kg y tenía una herida abierta en el muslo derecho provocada por una patada. Gracias a algunos de mis amigos, que llevaban ya unos meses en el campo y tenían algunos contactos en el hospital, me trasladaron al bloque 20, llamado Revier. Tendría que haber muerto allí si no hubiera conocido al hombre que me salvó la vida; era polaco y se llamaba Franek Poprawka. Por aquel entonces, el médico del campo, el Sturmbannführer de las SS Krebsbach, solía venir al hospital y anotar los números de aquellos prisioneros que estaban más débiles o más enfermos. Siempre decía que los estos prisioneros iban a ser trasladados a Dachau. El campo de concentración de Dachau era mejor [que Mauthausen], de modo que los prisioneros estaban contentos de poder ir allí. Desgraciadamente, sin embargo, aquellos hombres no eran enviados a Dachau, sino que se les administraba unas inyecciones de gasolina en el corazón o se les mandaba a la cámara de gas. Estuve dos veces incluido en ese grupo, y las dos veces me salvó Poprawka sacándome de él.
Cuando se creó el Campo-hospital, me nombraron Blockschreiber (secretario). Allí pude ver a las víctimas de la crueldad de los SS. Hombres con graves mordeduras provocadas por los perros, las piernas y los brazos rotos, las mandíbulas partidas, que morían de hambre y de agotamiento. El Unterscharführer de las SS Kleingünther solía dar de baja de la suscripción de la vida a los prisioneros inyectándoles gasolina en el corazón, y cerca de 1.500 hombres fueron enviados a una supuesta "Erholungsheim" (casa de recreo), que era en realidad una gran cámara de gas con un crematorio contiguo en los alrededores de Mauthausen llamada Schloss Hartheim. El invierno pasado destruyeron esta gigantesca cámara de gas y su crematorio. Enviaron a un grupo de trabajadores de este campo para reconstruir el castillo. Algunos de estos prisioneros están aún en el campo y pueden confirmar lo que acabo de decir.
Desde julio de 1944 trabajé como empleado en la oficina del campo, donde recibíamos los nombres de los que habían sido seleccionados para ser eliminados y de los que habían muerto en la llamada Acción K (Kugel Aktion = Acción Bala). Los prisioneros considerados indeseables eran enviados a la guandoca y ejecutados allí. Estos hombres desaparecían sin dejar rastro, ya que su número de matrícula se asignaba a otro prisionero que acabase de llegar al campo. El nombre del prisionero que había muerto era sustituido en todos los registros por el del prisionero recién llegado. Esta modificación en los registros se llevaba a cabo por el siguiente procedimiento:
Laut Anordnung der Politischen Abteilung sind dir Personalien nachstehender Häftlinge folgend zu ändern:
En virtud de la orden dictada por la Oficina Política, los nombres de los siguientes prisioneros deben ser modificados como sigue:
Ejemplo:
Nº 97056
Fish Charles heisst richtig (su nombre correcto es) = el nombre del prisionero asesinado
Brown John, nacido el 3.6.13, campesino, etc. = el nombre del nuevo prisionero
Durante el mes de abril de 1945 murieron en Mauthausen y en los campos de menor tamaño que dependían de este campo más de 10.000 prisioneros. Sólo unos días antes de que las tropas estadounidenses entraran en el campo morían en las cámaras de gas 240 prisioneros al día, 120 por la mañana y 120 por la tarde.
Los asesinos de Mauthausen cometieron tantos crímenes que se necesitarían varios cientos de páginas para describirlos. De manera que es imposible describir los sentimientos y la felicidad que sentimos cuando el 5 de mayo de 1945, a la una y media de la tarde, el campo fue ocupado por las tropas estadounidenses. Estaremos por siempre agradecidos a los americanos por habernos liberado y habernos salvado la vida.
/fdo/ Premsysl Dobias
Jurado y firmado ante mí el 15 de mayo de 1945
/fdo/ Eugene S. Cohen
Mayor, Servicio de Intendencia
Oficial Investigador
* * *
TRANSCRIPCIÓN
Ante mí, Eugene S. Cohen, Mayor, Cuerpo de Intendencia, Oficial Investigador, autorizado para tomar juramentos, ha comparecido personalmente Otto Schick, quien prestó juramento ante mí y dictó en inglés la siguiente declaración al T/5 Jack R. Nowitz.
9 de mayo de 1945
Mauthausen, Austria
Mi nombre es Otto Schick, de 26 años de edad, nacido en Pilsen, Checoslovaquia, soltero. En mayo de 1941 fui arrestado por la Gestapo junto a muchos otros camaradas. Fui trasladado a una guandoca de la Gestapo situada en Praga. Allí permanecí durante cuatro meses, hasta que el 3 de octubre de 1941 me trasladaron al campo de concentración de Mauthausen, donde he estado hasta ser liberado por las tropas estadounidenses.
Estos son los sucesos que he presenciado en persona:
Cuando llegamos fuimos conducidos a la Sección Política, de la que se encargaban el Oberst Schultz y el Oberscharfuhrer Fasse. Allí dimos nuestros nombres y fuimos inmediatamente castigados; sangramos mucho y teníamos múltiples heridas. Nos gritaron y nos insultaron.
Estuve en cuarentena durante dos semanas. Como mi abuelo era judío, me sacaron de la sección checa y me llevaron con los judíos, al Bloque 15, el peor de los bloques del campo.
Cuando yo llegué había allí 1.200 judíos, todos ellos holandeses y checos procedentes de Ámsterdam y de Praga. El primer día me pusieron a trabajar. Llevábamos zapatos de madera que perdimos inmediatamente, así que nos vimos obligados a ir descalzos. Aunque estaba nevando y hacía un frío espantoso sólo llevábamos unos pantalones ligeros y una camisa ligera. Un día nos llevaron a trece a trabajar; uno de nosotros era ciego. Mientras nos obligaban a avanzar sobre la nieve los SS empezaron a golpear al hombre ciego hasta que lo mataron. A continuación recogieron su cadáver y lo echaron a un pozo de piedra. El responsable de esto fue Scharf Korsitsky. Tenía unos 32 años, 1.80 m. de estatura, delgado, musculoso, de pelo rubio, ojos azules, rasgos recortados y sin bigote.
Nos hacían trabajar para transportar grandes piedras por unos 200 escalones. Muchos se desplomaban por el camino. Cuando alguien se caía le golpeaban de forma salvaje con porras o palos, obligándoles a proseguir. Muchos morían por el camino y luego eran incinerados. A muchos les daban patadas y les maltrataban. A mí me sucedía con frecuencia. Me quedaba quieto y temblaba.
Un día un Obersch. llamado Buckser, de unos 28 años de edad, de hombros anchos, grueso y de estatura baja, fue pasando de uno a otro apuntándonos. Finalmente, eligió a 20 o 30 diarios para saltar desde lo alto de la cantera hasta abajo. A quienes se resistían les obligaba a subir hasta lo más alto y les empujaba hacia una muerte inmediata. Los 1.200 judíos murieron todos de esta misma manera, excepto 30 de ellos que murieron por las inyecciones que se les administraban en las venas.
Durante todos los días que precedieron a esto no nos dieron nada o casi nada de comer. No me trataban exactamente como a un judío, y por eso me dejaron sobrevivir. A la cantera nos llevaba la comida el Obersch. Spatzenecker, de unos 50 años de edad, tiene 5 hijos y su casa está cerca de aquí, de Wienergraben. Se escapó y no lo encontraron. Ponía el cubo con la comida a 100 metros de distancia y hacía que todo el mundo se arrastrase a cuatro patas hasta las sobras. Como estábamos hambrientos, todos le obedecíamos. Por el camino nos golpeaban y los SS volcaban el cubo. Entonces nos arrastrábamos de nuevo y lamíamos el suelo en busca de los restos.
Spatzenecker hacía también lo siguiente: apuntó con una pistola en la cabeza a un hombre que no quería arrastrarse, y cuando el hombre le suplicó por su vida se rió y esparció sus sesos delante de todos nosotros.
Cuando abandonábamos la cantera teníamos que llevar a todos los que se habían desplomado, vivos y muertos, de regreso con nosotros. Vi orejas desgarradas, cráneos abiertas, incluso en hombres que seguían con vida. Estos últimos no recibían ningún tratamiento. Los cadáveres se quemaban en el crematorio, y los cuerpos de los que aún estaban vivos se dejaban tirados en la calle hasta que apestaban a causa de las heridas abiertas, hasta que morían ellos también. Entonces se les apartaba y se les incineraba.
Muchos capos (delincuentes alemanes) eran peores que los SS. Iban de un barracón a otro pegando y pataleando a la gente. Era espantoso oír los llantos durante toda la noche. Un hombre se volvió loco. Otro se asfixió a causa de las patadas que le dieron en el cuello. Uno de estos capos se llamaba Schwartz y era de Viena; tenía unos 50 años, las mejillas hundidas y nariz gruesa. Éste también huyó.
Puedo relatar otros muchos ejemplos de aniquilación como éstos. He dictado la presente declaración al Pcf Jack R. Nowitz, Sección J A [Judge Advocate], porque, aunque hablo inglés, no estoy seguro de mi ortografía.
Juro ante Dios que todo lo que he dicho es verdad.
/fdo/ Otto Schick
Prag II
Myslikova 30
Jurado y firmado ante mí el 15 de mayo de 1945
/fdo/ Eugene S. Cohen
Mayor, Servicio de Intendencia
Oficial Investigador |11|