Mateo77
Laico católico
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1Samuel 2,6-10
El Señor da la muerte y da la vida, hace bajar al abismo y hace subir de él.
El Señor empobrece y enriquece, el Señor humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al perversos, él saca al mendigo del estiércol para hacer que se siente con los nobles y asignarle un trono glorioso; porque suyos son los pilares de la tierra, y sobre ellos ha puesto él el orbe.
Él guarda los pasos de sus fieles, mientras que los malvados perecerán en las tinieblas, pues no es por la fuerza como vence el hombre.
El Señor aniquila a sus contrarios, el altísimo truena desde el cielo; el Señor juzga los confines de la tierra, dará fuerza a su rey y levantará la frente de su ungido.
El Señor da la muerte y da la vida, hace bajar al abismo y hace subir de él.
El Señor empobrece y enriquece, el Señor humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al perversos, él saca al mendigo del estiércol para hacer que se siente con los nobles y asignarle un trono glorioso; porque suyos son los pilares de la tierra, y sobre ellos ha puesto él el orbe.
Él guarda los pasos de sus fieles, mientras que los malvados perecerán en las tinieblas, pues no es por la fuerza como vence el hombre.
El Señor aniquila a sus contrarios, el altísimo truena desde el cielo; el Señor juzga los confines de la tierra, dará fuerza a su rey y levantará la frente de su ungido.
El poder es dado por Dios, no por la criatura, y es Dios el que restaura el orden a su debido tiempo. Dios no reparte los dones de manera arbitraria, al contrario, “guarda los pasos de sus fieles”. Sus fieles se mantienen cerca, en la luz. En cuanto notan que se han desviado y perciben las tinieblas, se vuelven de nuevo a Dios buscando su juicio, que es misericordioso. Dios perdona, Dios restaura, Dios da vida. En cambio, los que se alejan de Dios se refugian en las tinieblas esperando encontrar ahí protección, pero lejos de la bendición de Dios, descubren que sus propias fuerzas no les permiten prevalecer, “pues no es por la fuerza como vence el hombre”. Reciben el juicio de las tinieblas, el juicio de la no presencia de Dios, el juicio del lugar de la destrucción.
Juan 12,44-50
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.»
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.»
El Hijo de Dios se encarna para salvar, no para juzgar. Sin embargo su Palabra da testimonio contra quien la rechaza. Lo mismo ocurre con las palabras de los profetas. Rechazar algo que proviene de Dios supone rechazar el bien que Dios envía por ese medio. La Palabra de Cristo es el mayor bien, es la Palabra de salvación, de Vida eterna y del Reino de los Cielos. Rechazarla supone privarse de esto. De modo análogo, los caminos de conversión que siguen los santos testimonian contra quienes estando en circunstancias similares, no los recorren. En cada camino hay bifurcaciones, decisiones entre dos opciones incompatibles y que se han de solventar por fe. Estas decisiones van retratando a las personas hasta llevarlas a su destino final. Las decisiones que toman los santos dan testimonio contra quien en la misma situación toma la decisión opuesta, porque muestran que es posible escoger la opción correcta. No es Dios el culpable de la mala decisión, ni el que escoge la opción correcta tampoco es culpable. Al contrario, el creyente ora intercediendo, y Dios está dispuesto a escuchar la oración. Nadie quiere el mal del pecador, ni Dios ni el fiel a Dios, pero el pecador atrae sobre si el mal al rechazar lo que le traería el bien.
El mal busca legitimar su camino mediante el número. El principe del infierno querría que toda la Creación se rebelase contra Dios para obtener asi una especie de legitimidad. Su rebelión habría sido justa contra la tiranía de Dios. Cualquiera que tiene algún poder y pretenda ejercerlo en rebelión frente a Dios buscará que los que le deben obediencia se rebelen de modo análogo, tentándolos para continuar teniendo poder sobre ellos si caen en la tentación. Esto está ocurriendo ahora mismo. Sin embargo, el que se mantiene fiel en la prueba da testimonio de que el Señor es Dios, y es a Él a quien le corresponde dar y quitar todo poder. El subordinado que se mantiene fiel da testimonio contra el superior que es infiel. Esta es la victoria de San Miguel: solo Dios es Dios, y Dios juzgará al rebelde precisamente por medio del testimonio del que no ha caído en el mismo error.
En Marcos 5,1-21 tenemos una muestra del proceder del mal mediante el número. Se nos presenta a este malo con poder sobre una persona a la que nadie podía controlar. El malo ve a Cristo y comprende que su expulsión era inminente, y su táctica es conseguir que la gente reniegue de Él. Le desafía pidiéndole causar una pérdida económica a la población, atacando el negocio ilícito que tenían (la cría de cerdos). Aquí vemos la necesidad de limitarnos a administrar aquello que Dios nos da, es decir, aquello que es lícito, para preservar la libertad y todo el resto de bendiciones de Dios. Lo que se hace al amparo del mal queda bajo el poder del mal, y da frutos para el mal. Solo aprovecha lo que se hace con Dios. En esa región en cambio los habitantes pretendían lucrarse por medio de la abundancia de la criatura aunque supieran que criaban animales que la ley de Moisés señalaba como impuros.
Una vez los demonios destruyen la piara, los porqueros corren a alertar al resto de la población. Los que trabajaban directamente en el foco del desorden de la región son los encargados de transmitir el testimonio del mal. Y ciertamente los habitantes de la región le piden a Cristo que se vaya, de modo que parecería que el malo ha vencido, cosechando para si esas almas. Sin embargo Jesús tiene un plan para vencer al malo con su propio juego: antes de irse encomienda al que había estado endemoniado la tarea de dar testimonio entre aquellos que sufren la acción del mismo malo que le había encadenado a él. Y los habitantes de la región, que no pudieron encadenarle mientras estaba endemoniado tampoco pueden ahora detener la eficacia de su testimonio de liberación. El mal que Dios permitió en ese endemoniado sirve ahora para ofrecer la sanación a los verdaderamente afectados por el mal, que son los demás habitantes. El que ha sido liberado sigue a Cristo, los demás está por ver qué acaban haciendo tras recibir el testimonio. En cualquier caso, este testimonio hablará en el Juicio respecto a esos habitantes, a favor o en contra. El resultado final es que Jesús da solución a ese desorden en particular. La industria de cria de cerdos, que les era ilícita, desaparece, y el endemoniado que daba testimonio del reino del mal sobre la región ahora es un hombre rescatado por Dios que da testimonio con su vida de la cercanía del Reino de los Cielos.
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